Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

6.10.2019

¿Por qué y para qué votar?




Considero que son las dos preguntas más importantes a responder antes de decidir por quién votar o cómo votar.

Voy a votar porque el reconocimiento del derecho que tenemos los ciudadanos de escoger el sistema político dentro del cual queremos vivir, la forma de gobierno que va a imperar y quiénes van a ejercer como gobernantes, a los cuales prefiero llamar mandatarios, ha tenido un costo altísimo, en especial en vidas humanas. Las vidas de los valientes que nos antecedieron en la batalla de las ideas, que pelearon por hacer realidad la definición de Estado que nos dio Aristóteles: “Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece bueno”. Los héroes que murieron porque prevaleciera el respeto a la libertad de toda persona.

Voy a votar porque necesitamos que los poderes del Estado sean independientes, no sólo en el texto, sino en la práctica. Para que se mantenga una mutua y constante vigilancia de los unos y de los otros. Para que nadie tenga un poder ilimitado sobre nosotros y nuestros bienes. Voy a votar y dividir mi voto porque en arcas abiertas hasta el justo peca.

Voy a votar para que prevalezca el principio de separación de poderes, el cual es vital para fijar los límites al ejercicio del poder, monopólico y coercitivo, del Estado: condición sine qua non para evitar el abuso del mismo por parte de los gobernantes. Voy a votar para que algún día vivamos dentro de un verdadero Estado de Derecho que vele por el respeto a la vida, la libertad y la propiedad de las personas, asegurando la igualdad de todos, sin excepciones, ante la ley.
           
Voy a votar por aquellas propuestas que más se acerquen a los principios universales que han mostrado ser la clave para el progreso y la mejora constante en calidad de vida de las personas. Voy a votar porque yo quiero ser parte de una sociedad donde podamos convivir, cooperar y compartir en paz.

Pero, ante todo, voy a votar haciendo uso de mi juicio propio. No me voy a dejar presionar por nadie, por más bien intencionado que sea, para votar de determinada manera. No votaré a favor de alguien que promueva principios contrarios a los míos. Mi voto será racional, objetivo y coherente con mi código de valores. Ayn Rand enseña en el ensayo titulado “¿Cómo se puede tener una vida racional en una sociedad irracional?” que “pronunciar un juicio moral es una enorme responsabilidad… Se requiere una integridad inquebrantable, es decir, no ser indulgente EN ABSOLUTO con la maldad consciente o intencionada… toda persona racional debe mantener una integridad igualmente estricta y solemne en el tribunal de su mente”.

Por mi bienestar y el de mis seres queridos, me voy a enfocar en  el Congreso. No votaré por el Partido de quien tiene la mayor probabilidad de ser el próximo Presidente. No votaré por partidos atestados de corruptos. Mi voto será a favor nuestro, de los mandantes, y no en nuestra contra.  Usted, ¿por qué votará y para qué votará?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 10 de junio de 2019.

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2.18.2019

El Estado de Derecho y las leyes objetivas




Viviremos dentro de un Estado de Derecho cuando no necesitemos intérpretes de la ley. Cuando, efectivamente, lo que predomine y rija en las relaciones entre los individuos de una sociedad, sean normas generales, universales, impersonales, objetivas y pocas para que sean entendidas y acatadas por todos. Cuando esas normas se enfoquen en que prevalezca el respeto a la vida, la libertad y la propiedad de los miembros de la sociedad, sin distinción de ningún tipo, sin privilegios para nadie.

Cuando recuperemos el ideal aristotélico de que “todo Estado es, evidentemente, una asociación y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno”. Cuando se acepte que para buscar nuestra felicidad y florecer, necesitamos cooperar en paz, ser productivos y no pretender vivir a costa de los demás.

El propósito de la ley, el propósito apropiado, es establecer los principios generales de conducta, que gobiernen las relaciones humanas en una sociedad. Que establezcan los principios de conducta que promuevan el respeto a los derechos individuales y eviten que unos quebranten los derechos de otros. Para alcanzar estos fines, las leyes deben ser objetivas. Una ley objetiva, es una ley que define, basada en los hechos y en la naturaleza de las cosas -en particular la naturaleza humana-, lo que constituye un delito o lo que está prohibido, y el tipo de pena en que una persona incurriría si realiza la acción prohibida.

Las leyes objetivas definen principios generales, que los jueces aplican en casos concretos. Lo cual es, indiscutiblemente, una tarea difícil. Como explica Ayn Rand, la aplicación objetiva de principios legales en áreas particulares puede ser bastante desafiante. Por ejemplo, en los ensayos titulados “La naturaleza del gobierno” y “Las vastas arenas movedizas”, Rand discute la cuestión de la locura temporal como defensa en el derecho penal (un “tema muy delicado”), los argumentos contrastantes a favor de la pena capital (una “pregunta muy difícil”), y si la ignorancia de la ley puede calificar como una defensa. También discute los principios que deben guiar a los legisladores para determinar la jerarquía de los castigos criminales, la responsabilidad legal de los niños y personas insanas, y las reglas de evidencia que guían a los tribunales.

Rand también aborda en los ensayos mencionados, los peligros de la ley no objetiva, que significa "una ley sin definición específica, que puede tener tantas interpretaciones diferentes como hombres que las interpreten". Bajo una ley no objetiva, los ciudadanos estamos a merced de la arbitrariedad de los intérpretes, o sea, los jueces y los magistrados. La ley no objetiva, como afirma la filósofa citada, es un requisito previo para la tiranía. “No importa cuán severa sea la forma de gobierno que puedas tener… si sus leyes, sus edictos son objetivos, un gobierno así no es una tiranía". ¿Queremos ser libres y progresar? Debemos, entonces, acabar con la dependencia de intérpretes de leyes, reformando de raíz nuestro sistema normativo.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 18 de febrero de 2019.

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9.10.2018

Juicio sin ante



Todo aquel del cual haya sospecha de que cometió un delito o un crimen debe ser investigado. Si las sospechas son confirmadas y se recaban las evidencias suficientes para ir a juicio, debe ser juzgado. Y si en ese juicio, una vez cumplido con el debido proceso, no queda ninguna duda de que es el responsable de las violaciones de las cuales se le acusa, debe de pagar las consecuencias de sus acciones y compensar a sus víctimas. Sin importar quién sea el imputado. En especial, si el imputado es parte del gobierno. Aunque éste sea el mismo Presidente del Ejecutivo, el Presidente del Congreso, el Presidente de la Corte Suprema justicia o el Presidente de la Corte de Constitucionalidad. O quién sea. Nadie debe estar por encima de la ley.

Una vez hay indicios de que alguien cometió un crimen debe ser investigado. ¿Por qué van a tener una prerrogativa especial aquellos que están en el ejercicio del poder? Al contrario, precisamente por eso deben ser más fiscalizados. Por eso es primordial que se elimine, de una vez por todas, el privilegio del antejuicio. Ni los magistrados de la Corte de Constitucionalidad, ni los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, ni el Procurador de los Derechos Humanos, tienen ninguna aureola de santos para que no se les pueda investigar y acusar si el resultado de la investigación lo justifica. Si se sospecha que han cometido alguna arbitrariedad, deben de ser investigados como cualquier otra persona.

En el caso de los magistrados de la Corte de Constitucionalidad, es obvio que han violentado las normas en múltiples ocasiones. Uno de esos casos es el de la Mina San Rafael, por el que queda claro que es justo que se les inicie un proceso. En el caso del Procurador de los Derechos Humanos, habría que preguntarse por qué su defensa de los derechos humanos, es selectiva. No dudo de que le preocupa muchísimo la situación del señor Anders Kompass o de Iván Velásquez, pero no entiendo, solo por dar un ejemplo, por qué no ha movido un dedo por los miles de compatriotas nuestros que se han quedado sin trabajo a causa de la injusta suspensión de operaciones de la mencionada empresa minera.

Como lo señalé hace unas semanas, debemos continuar luchando porque se elimine este y todos los privilegios existentes, si es que queremos vivir en un Estado de Derecho en el cual todos seamos iguales ante la Ley. Este privilegio en particular, les permite hacer impunemente lo que se les antoje a quienes se les otorga, incluido beneficiar a quienes quieran o fregar a quienes lo deseen. En el caso de los gobernantes debe haber un mayor control, ya que se les ha delegado el monopolio del uso legal de la fuerza, el cual dentro del sistema político interventor y estatista que prevalece, usan para violentar los derechos individuales de los soberanos: los ciudadanos.

El privilegio del antejuicio provoca más desigualdad ante las normas y  promueve el sistema de incentivos perversos que atrae a los peores representantes de la sociedad al ejercicio del poder. E, irónicamente, se basa en una desconfianza del sistema de justicia al cual pretenden que nos sujetemos el resto. El privilegio del antejuicio no debe ser reformado: debe ser eliminado.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 10 de septiembre de 2018.


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5.21.2018

Escudo anticorruptos




El único escudo anticorruptos que cumple con el objetivo de reducir al mínimo posible la corrupción es un verdadero Estado de Derecho. Un término utilizado de forma superficial por tantos que, deduzco, por sus propuestas para construirlo o, no tienen ni idea de qué es un Estado de Derecho o, simplemente usan el término como muletilla políticamente correcta para avanzar sus intereses personales a costa, precisamente, de ese Estado de Derecho.

El Estado de Derecho no se construye con la incontinente aprobación de nueva legislación por parte del Congreso. Si el Estado de Derecho fuera lo mismo que una incontable cantidad de supuestas leyes, de decretos y de regulaciones, ¡hace cuánto tiempo no hubiéramos cantado victoria en Guatemala! Y las condiciones de vida de aquellos que hacen el esfuerzo mental y físico por superarse serían mil veces mejor. Sin embargo, ¿cuántas leyes existen en nuestro país y acaso han contribuido la mayoría de estas a que vivamos en paz, con seguridad y justicia?

Por cierto, una cosa es el Estado de Derecho y otra el Estado de Legalidad. Por supuesto, el Estado de Derecho implica un Estado de Legalidad, pero un Estado de Legalidad NO implica un Estado de Derecho. En una dictadura puede ser que se cumpla con la mayor parte de las llamadas leyes, pero tales leyes en lugar de cumplir con su función de proteger a los individuos, sirven para violar sus derechos y asegurar la explotación de la gente por parte de los dirigentes.

En nuestro país, mucha de la legislación no se cumple. Al menos, no la cumplen aquellos que viven dentro de la economía informal, que son la mayoría. ¡Y menos mal no se cumple, porque hoy estaríamos peor! ¿Y por qué no se cumple? Porque la mayoría de normas son ilegítimas e incumplibles. Porque violentan los derechos de muchos para beneficiar a unos pocos. Porque casi toda esa legislación promueve la corrupción. ¿Significa esto que los guatemaltecos necesitamos “reglas especiales” que se adapten a nosotros? ¿Será que nuestra naturaleza es diferente a la naturaleza del resto de humanos? Quienes creen tal mentira ancestral, es probable que nunca hayan leído ni escuchado la sentencia de G. K. Chesterton de que “lo esencial en los hombres es lo que tienen en común y no lo que los separa”.

Bruno Leoni distinguió entre la seguridad jurídica a corto y a largo plazo. La primera está asegurada por el hecho de que las normas están escritas y son accesibles. Y, según Leoni, la seguridad jurídica a largo plazo se remonta a los romanos, quienes tenían "un concepto de la certeza de la ley que se podía describir como que el significado de la ley nunca debía estar sujeto a cambios repentinos e impredecibles".

En fin, tratando de concluir un tema de por sí vital como incomprendido, la esencia de la ley radica en las interacciones humanas tal cual son, y no en el gobierno que tiene el poder de legislar. La gente hace la ley al esperar un respeto mutuo por ciertos reclamos que le son propios: su propiedad, su vida y su esfera de acción autónoma. En otras palabras, el Estado de Derecho está conformado por las normas que promueven el respeto al derecho ajeno lo que, parafraseando a Benito Juárez, es el bien común.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 21 de mayo de 2018.

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10.30.2017

¿Cuál pena de muerte es condenada a morir?



Los magistrados de la Corte de Constitucionalidad condenaron a morir a la pena de muerte con su decisión de declarar parcialmente inconstitucionales cinco artículos del Código Penal y dos artículos de la Ley Contra la Narcoactividad. Al menos, la inhabilitaron en su aplicación FORMAL, dentro de un marco de legalidad. Lo que promoverá, como es de esperar en el estado actual de ingobernabilidad en Guatemala, más linchamientos: o sea, la aplicación INFORMAL de la pena de muerte, sin debido proceso y por cualquier delito o crimen.

A los mencionados magistrados, como a muchos abogados, les preocupa la modernización de la legislación y, al parecer, poco les importa la justicia y menos las consecuencias de sus decisiones que falsean la realidad. Su principal objetivo es complacer a grupos de presión de derechos humanos y apoyar sus agendas políticamente correctas. Es lamentable que muchos abogados del país son incapaces de usar su juicio propio y prefieren practicar la epistemología del loro: repiten las consignas positivistas de moda y olvidan, o tal vez nunca conocieron, la naturaleza del derecho y menos la del gobierno.

La pena de muerte se debe aplicar en aquellos casos que el crimen cometido la justifique, después de que haya sido plenamente probada la culpabilidad del acusado: que no existe ninguna duda razonable de que es responsable de una violación irreparable a la víctima. Es lo moralmente correcto. La aplicación de la pena de muerte es un asunto que corresponde al ámbito de la moral. Quienes opinan sobre la pena de muerte fuera del contexto moral, terminan siendo cómplices de quienes la aplican en el sector informal de la justicia, sin un juicio previo y sin el debido proceso: en los linchamientos que abundan en nuestro país.

Entiendo que les preocupe que se pueda condenar a morir a un inocente, pero no que prefieran que terroristas, asesinos en serie, psicópatas… cuyos crímenes hayan sido probados, sean condenados a cadena perpetua, que no es otra cosa que obligar a los tributarios a que los mantengan de por vida. Confunden la aplicación de la pena de muerte a quién la merece con la necesidad de mejorar nuestro sistema de justicia.

La razón de ser del debido proceso es para que, en la búsqueda de justicia, no se cometa una injusticia condenando a un inocente. Por eso la carga de la prueba está en aquel que acusa, no en el acusado, lo que es iluso creer que se da dentro del contexto de los linchamientos. La pena de muerte en la informalidad nunca la podrán abolir. Lo que podemos decidir es si ésta se aplica justamente dentro del marco de un Estado de Derecho, donde se respeten los procesos objetivos que nos permitan conocer la verdad y comprobar la culpabilidad del acusado; o su aplicación dentro del irracional, emocional y subjetivo contexto de los linchamientos.

Necesitamos con urgencia reformar nuestro sistema judicial para acabar con las arbitrariedades, el abuso de poder y la corrupción, pero no para estar a la moda de la modernización, sino para construir un verdadero estado de Derecho que nos permita convivir en paz.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 30 de octubre de 2017.

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9.11.2017

Ni independientes ni libres



Entiendo la necesidad de muchos de sentirse encendidos de patrio ardimiento por estas fechas. Más aún, si reconocemos la creciente incertidumbre en todo aspecto de nuestra vida en sociedad. Incertidumbre política, incertidumbre económica, incertidumbre legal. Incertidumbre provocada por la falta de cumplimiento de las normas básicas de convivencia y respeto que deben regir en una sociedad próspera. Normas que son principalmente incumplidas por quienes ejercen el poder.

Por supuesto, la incertidumbre siempre va a existir por el solo hecho de que estamos vivos. Precisamente la idea de asociarnos para cooperar, intercambiar y convivir con otros tiene como objetivo minimizar esa incertidumbre y facilitar a los miembros de la sociedad el hacer realidad su proyecto de vida. Sin embargo, en nuestro país estamos aún lejos de alcanzar ese ideal, y de alguna manera, en diferentes grados, todos somos responsables.

Yo lamento que en Guatemala estamos todavía lejos de vivir dentro de un sistema político que proteja la convivencia pacífica y respetuosa, entre otros motivos, por la emotividad que predomina entre los miembros de nuestra sociedad que los hace víctimas fáciles de los populistas que añoran llegar al poder. Oportunistas que se aprovechan de la confusión intelectual y la pereza mental de la mayoría.

Sin ir muy lejos, durante el mes de septiembre somos testigos de la confusión que hay entre dos términos importantes para toda persona que se valora y busca su felicidad: independencia y libertad. Lo anterior no es una confusión sólo de los guatemaltecos. Es una confusión que observamos en otros países donde también es muy difícil para sus habitantes mejorar su calidad de vida. Por eso hoy existen muchas naciones independientes, pobladas por siervos y esclavos incapaces de reconocer que ellos mismos son la causa de su miseria. Falsean la realidad y no se atreven a admitir lo obvio: que entre más poder adquieren los gobernantes, no sólo aumenta la incertidumbre, también somos menos libres e independientes.

Si es cierto que veneramos la paz cual presea, debemos esforzarnos, mental y físicamente, por construir un Estado de Derecho donde todos seamos iguales ante la Ley y los gobernantes cumplan con sus funciones primordiales: dar seguridad y velar porque haya justicia. Seguridad en el sentido de que no se violen los derechos individuales de todo aquel que respeta los derechos de los demás. Y justicia en caso de que algún antisocial violente la vida, la libertad o la propiedad de alguien.

Fuera de estos dos deberes, propios de la naturaleza del gobierno, cualquier otra obligación que se le endilgue a quienes ejercen el poder político implica la violación de los derechos de unos para satisfacer las demandas de otros. Es esa injusticia, más allá de las supuestas buenas intenciones que aducen para justificar el otorgar más poder discrecional a quienes lo ejercen, el origen de la corrupción. Si queremos acabar con esos abusos, es a ese poder ilimitado al que debemos enfrentar.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 11 de septiembre de 2017.

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7.03.2017

Corrupción, ¿fenómeno natural?



Según Iván Velásquez, quién recientemente fue confirmado como jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), la corrupción es un “fenómeno natural” que sólo se acabará si hay una “reforma” al sistema de justicia. Al menos, eso dijo el martes 27 de junio pasado ante los representantes de los gobiernos que mantienen financieramente a la CICIG.

Un fenómeno que, según el Comisionado, además de cambios constitucionales, necesita del involucramiento de la gente para erradicarlo: “Es necesario un nuevo despertar ciudadano como el de 2015, más profundo y más consciente, para la consolidación del estado de Derecho indispensable para lograr prosperidad y certeza jurídica en el país”. Interesante. Parece que el Comisionado repite lo que varios llevamos todo el siglo veintiuno diciendo hasta el cansancio. ¿Será posible que, finalmente, alguien poderoso nos escuchó?

Ahora, hace falta saber si nos referimos a los mismos cambios y a la misma responsabilidad individual que implica ese despertar ciudadano.  Usamos términos similares, pero, ¿los usamos con el mismo sentido y la misma intención? ¿Qué entiende Velásquez por reforma? ¿Por estado de Derecho? ¿Por prosperidad? ¿A qué tipo de certeza se refiere? ¿Cómo concibe ese despertar más profundo? ¿De qué debemos estar más conscientes los ciudadanos? ¿De los conceptos? ¿De los hechos de la realidad? ¿Del conocimiento adquirido por nuestra especie a través del tiempo? En fin, él es el único que puede responder estas preguntas que le dirijo. 

Lo que yo puedo hacer es brevemente mencionar qué pienso que debemos hacer. Primero, quienes participen en ese despertar deberán pasar por un proceso OBJETIVO de aclararse las ideas y entender e integrar a su conocimiento qué es el estado de Derecho y cuál es su naturaleza. De lo contrario, serán un grupo de hombres masa emocionalmente manipulables, sin juicio propio, que terminaran convertidos en tontos útiles para avanzar agendas de gente malévola y de grupos de presión parasitarios en búsqueda de privilegios.

Segundo, si el problema es el abuso del poder, por la discrecionalidad y arbitrariedad de la que gozan los gobernantes y los funcionarios, ¿por qué proponen más de lo mismo? Eso no es cambiar las reglas para mejorar: es empeorar el problema. Entonces ¿cómo cambiarlas para que sea una verdadera reforma? Debemos cambiarlas en sentido contrario al del estatismo e intervencionismo que hoy prevalece. Debemos hacer una reforma de raíz que limite el ejercicio del poder a las funciones que son propias de la naturaleza del gobierno.

La intervención de unos que se aprovechan del poder que gozan ellos, sus familiares o amigos, no justifica la intervención de otros para también imponer sus intereses al resto de miembros del grupo. Más aún, si se trata de vivir dentro de una sociedad, ese abuso debe ser condenado. En resumen, si queremos prosperar y vivir en paz, la ruta que debemos caminar es la que nos lleve hacia la igualdad de todos ante la Ley.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 3 de julio de 2017.

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1.05.2015

2015



¿Qué espero de este año que recién empezó? Mucha actividad y emoción en todas las áreas de mi vida, tanto en mi esfera privada como en la pública. En ambas espero que mis aciertos sean mayores que mis errores, y que los logros pueda compartirlos con mis pares y aquellos que, como yo, aspiran a vivir en una Guatemala en paz. Quienes deseamos vivir en una sociedad donde nos respetemos los unos a los otros, en la que cada vez sean menos los que pretendan parasitar de los demás y en la que encontremos menos obstáculos en la búsqueda de nuestra felicidad.

Por supuesto, es fácil describir esa sociedad ideal, pero sé que alcanzarla es una tarea titánica. Pero, ¿quién dijo miedo? Como bien dice el refrán: “Al toro hay que agarrarlo por los cuernos”. Y es así como debemos enfrentar este período que comenzó hace pocos días. No sólo en los retos políticos que vamos a enfrentar, sino en todos los aspectos de nuestra existencia, no me canso de decirlo, única e irrepetible. Recuerde que si USTED no vive su vida, nadie más lo hará en su nombre. No se deje manipular por lo que digan los demás, por más bien intencionados que sean. Decida quién quiere ser y constrúyase a sí mismo. Asuma su responsabilidad más importante: ser la mejor versión suya. No pretenda ser quién no es. Acepte las consecuencias de sus acciones y que usted es el resultado de SUS decisiones.

Ahora, en el ámbito público, debemos prepararnos para un nuevo período de elecciones políticas. A pesar de que probablemente ya vivió otros años en los cuales se eligen (al menos en teoría) a los responsables de velar porque las violaciones a la vida, la libertad y la propiedad de todos se reduzcan al mínimo posible; y de que quienes violenten los derechos individuales de otros compensen a sus víctimas (los encargados de la seguridad y la aplicación de la justicia), considero objetivamente que este 2015 será diferente.

Primero, por el aumento de la influencia de los ciudadanos por medio de las redes sociales virtuales: el uso de estos medios va a ser clave en lo que respecta a las próximas votaciones generales. Segundo, porque el deterioro de la economía de la mayoría junto con el aumento de la delincuencia y la criminalidad puede llegar a un punto crítico. Tercero, porque el hastío extendido a casi toda la población en lo que respecta a la corrupción imparable y creciente de los gobernantes y su hambre desmedido por apropiarse de lo que es nuestro por medio de más impuestos, estados de excepción, fideicomisos… puede ser un detonante que permita que en esta ocasión más se preocupen por el cambio del sistema estatista/colectivista/intervencionista por uno donde el poder sea limitado únicamente al necesario para que quienes salgan favorecidos en las elecciones cumplan con sus funciones primordiales.

¿Van a cambiar radicalmente nuestras condiciones de vida este año? No lo sé. Sólo sé que tendremos una nueva oportunidad que debemos aprovechar. Dependerá de cada uno de nosotros y de lo que decidamos hacer.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 5 de enero de 2015.

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7.07.2014

Niño caminante



Camina un rumbo lleno de peligros. Camina decidido en pos de un sueño, dispuesto a enfrentar la pesadilla que va a representar el alcanzarlo. Tiene nueve años. Tal vez tiene doce. O puede ser que ya haya cumplido los quince. Al final, su edad es irrelevante, lo importante es que decidió ser caminante para alejarse de su región de origen. Los motivos pueden ser variados, pero la meta es la misma: llegar a Estados Unidos.

Más allá de si va a trabajar para ganar dinero, o estudiar como algunos quisieran creer, lo único que sin duda sabemos es que va con la esperanza de un futuro mejor al presente que vive en Guatemala, en Honduras, en El Salvador… No obstante, por la abundante evidencia que existe en lo que a las llamadas remesas trata, me atrevo a asegurar que va en busca de ser productivo y ganar el dinero suficiente para satisfacer sus necesidades y enviar todo lo que pueda a sus familiares que dejó atrás al emigrar.

Al llegar a su destino, en lugar de parasitar de los ciudadanos y residente legales de la localidad, acepta las labores que estos no están dispuestos a hacer. Consigue un empleo como agricultor, limpia baños, lava platos… ansía recibir los frutos de su trabajo independientemente de lo que este represente, una vez sea una labor decente. Le importa poco cuántas horas al día trabaje y cuántos días a la semana tenga que hacerlo. Su objetivo es poder reunir lo más pronto posible el capital que le permita avanzar en una sociedad donde todavía lo que la mayoría posee lo ha adquirido a base de su esfuerzo y su ingenio.

Para nosotros, los que nos quedamos, el reto es entender el porqué de tan arriesgada decisión del niño y de sus padres cuando este emprende el viaje apoyado por sus progenitores, lo cual, según sé, no siempre es el caso. Aceptar que si lo hace es porque la alternativa, quedarse en el país en el cual nació, es peor que enfrentar todas las desventuras que van a encontrar en el camino que debe recorrer para llegar a una nación en la cual sus probabilidades de prosperar son mucho mayores que las que brinda su terruño.

Los que nos quedamos, que nos indignamos al enterarnos cómo reciben unos cuantos descendientes de inmigrantes a nuestros compatriotas encerrándolos provisionalmente en jaulas destinadas a animales salvajes, debemos actuar objetivamente, estudiar la raíz del problema y cambiar lo que debemos cambiar si queremos que algún día el país de las infinitas oportunidades sea el nuestro. Aprender que la diferencia abismal entre la calidad de vida de los estadounidenses y nosotros se debe al sistema político que los padres fundadores les legaron. No el actual Estado Benefactor/Mercantilista que algún día puede acabar con la riqueza que tanto les ha costado crear, sino a la auténtica República Liberal basada en un verdadero Estado de Derecho que reconoce como deber primordial de los gobernantes el velar por los derechos individuales de todos: la vida, la libertad, la propiedad y el derecho a buscar la propia felicidad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 7 de julio de 2014. El "meme" (imagen) la bajé de Facebook. No indicaba el nombre del autor.

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11.18.2013

El debido proceso y Yo



Un “Yo” que puedo sustituir por “usted”, porque el debido proceso es un derecho que debe ser respetado por todos aquellos que viven en sociedad y dentro del marco de una República. O, al menos, se pretende alcanzar ese estado algún día. Cuando es una meta común a los habitantes de un país que desean cooperar e intercambiar en paz con sus semejantes, y quieren tener la certeza de que si alguna vez son acusados falsamente, esa acusación no va a prosperar.

Para asegurar el derecho al debido proceso propio, de nuestros seres queridos y de todos, por más que despreciemos al acusado o estemos convencidos de que es culpable, debemos respetar su cumplimiento aún al más miserable de los criminales, una vez este es apresado. Hace poco se discutió sobre este asunto en lo que respecta al cargo por genocidio contra varios militares, entre ellos Efraín Ríos Montt. Hoy el caso relacionado con este tema es el proceso en contra de Roberto Barreda, acusado de la desaparición de su esposa, Cristina Siekavizza. Mañana la persona involucrada puedo ser yo… o usted mismo.

El debido proceso es un fundamento jurídico que obliga al gobierno a respetar todos los derechos, reconocidos por Ley, que posee una persona. El debido proceso es un principio procesal según el cual todo individuo tiene derecho a ciertas garantías mínimas que aseguren un resultado justo y equitativo dentro del proceso: le permite tener oportunidad de ser oído y a hacer valer sus pretensiones legítimas frente al juez. Reconoce que todos somos inocentes hasta que se pruebe lo contrario. El debido proceso establece que el gobierno está subordinado a lo que dice la Constitución y las demás leyes del país que nos protegen del abuso del poder.

Admiro la férrea voluntad y constancia de los familiares y amigos de Cristina. Sin esa convicción y deseo de que se haga justicia no se habría logrado avanzar en una situación en la cual todavía no aparece el cuerpo del delito del que se acusa a Barreda, la evidencia reina del asesinato: los restos mortales. Si yo estuviera en la piel de quienes más la quieren, tal vez mantendría latente la esperanza de encontrarla con vida. Al fin, por más que la mayoría de datos con los que se cuenta indican que es poco probable que siga viva, se tendrá certeza de su muerte hasta que haya aparecido su cadáver o lo que de este quede.

Si Barreda es culpable, y de qué es culpable, debe ser probado sin lugar a dudas en un juicio justo. Justo para la víctima y justo para el acusado, para que nadie pueda cuestionar el veredicto. Y al cumplimiento irrestricto de este derecho debemos aspirar quienes queremos respirar en paz. Acatarlo nos asegura que no seremos condenados injustamente por un delito o crimen que no hayamos cometido, y vamos a estar tranquilos al saber que los antisociales que hayan violentado la vida, la libertad o la propiedad de alguien, serán obligados a compensar a sus víctimas: pagaran las consecuencias de sus acciones.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de noviembre de 2013. La imagen fue publicada en la Revista Contrapoder de Guatemala.

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7.01.2013

Soy humana



Las bases de la sociedad son el respeto a los derechos individuales y la igualdad de todos ante la Ley

Así como usted, pertenezco a la especie humana. A menos que mis artículos hayan trascendido nuestro sistema solar y hayan llegado a otros mundos fuera de nuestra galaxia, usted y yo somos humanos. Pero diferentes, únicos e irrepetibles. Con una sola oportunidad para vivir nuestra vida. Con un propósito común: ser felices. Al reconocer nuestra individualidad, entendemos que alcanzar ese fin supremo dependerá de las elecciones que cada uno de nosotros haga. De gustos y escalas de valores propios.

La principal diferencia de nuestra especie con el resto de seres vivos es el grado evolutivo que ha alcanzado nuestra capacidad de pensar. Bien definió Aristóteles al hombre como el animal racional. Aunque usar nuestra razón sigue siendo una elección. No todos deciden usar su “facultad para identificar la realidad” la mayor parte del tiempo. Nuestra naturaleza es volitiva. Somos criaturas con voluntad propia.

No nos definen el color de nuestra tez, ni nuestro aparato reproductor, ni nuestra estatura. Tampoco nos definen el país donde nacimos, ni la familia en la cual crecimos, ni la educación que recibimos. Todo lo anterior nos puede influir, pero ninguna circunstancia en particular o el azar determinan quiénes somos. Eso sólo lo decidimos cada uno de nosotros a partir de los valores que libremente escogimos y cómo los priorizamos en nuestra escala personal.

Por eso hay humanos que optan por los vegetales y desprecian las carnes. Hay quienes disfrutan escuchando música clásica, otros van a preferir el jazz y muchos se van a decantar por la música popular que incluye una amplia variedad de géneros. Hay quienes creen en un dios, aunque no sea el mismo. Hay quienes les es indiferente si existe o no algún tipo de divinidad y hay otros que piensan que no existe. Creyentes, agnósticos y ateos.

A la hora de escoger pareja, esa elección dependerá de qué características valore en el otro aquel que elige. La mayoría opta por alguien del sexo opuesto. Hay quienes se deciden por alguien de su mismo sexo. Hay personas para las cuales es indiferente el sexo de su pareja: les interesan más otras cualidades al elegir. Heterosexuales, homosexuales y bisexuales. Hay quienes eligen no compartir su vida, románticamente hablando, con alguien más.

¿En qué afecta a unos las decisiones de otros que no violentan sus derechos? ¿Por qué el sistema político debe privilegiar a un grupo en detrimento de los derechos individuales de los demás? ¿A qué temen aquellos que se oponen a la igualdad de todos ante la Ley? Leí en objetivismo.org que “cuando la bota del gobierno está pisándote la cara, si es la bota derecha o la izquierda es irrelevante”. La bota conservadora de derecha que pretende decirte cómo vivir tu vida. O la bota socialista de izquierda que pretende decidir sobre tus bienes. Ambas botas son intervencionistas, aunque en diferentes áreas. Cuán acertado estuvo Benito Juárez al decir que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. ¿Qué hace falta para que todos lo entiendan?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 1 de julio de 2013.

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5.20.2013

Ríos Montt es culpable




No saben exactamente de qué es culpable, pero creen que lo es, así que llamarle genocida los hace sentirse bien: solidarios con las víctimas de ¿qué? No aceptan discusión. Cualquiera que se atreva a cuestionar la acusación es un burro, en el mejor de los casos, como escribió alguien que no recuerdo su nombre, según él sustentado en evidencia que no encontré en una argumentación demasiado larga y basada en prejuicios. ¿Dónde habrá escondido en su disertación los pelos del jumento que dice tener en la mano para confirmar de qué color es? Lo mismo podría responder a otros que han escrito, aseguran, objetivamente sobre el tema.

Abundan aquellos que consideran unos ignorantes, desalmados, retrógrados… a quienes decimos que en Guatemala no hubo genocidio “¿Acaso no conocemos cómo murió tanta gente durante la guerra?” Opinan que solo por eso debió terminar el debate con un indiscutible amén. Sin chistar, o el abogado Héctor Reyes del “Centro para la Acción Legal en Derechos de ¿algunos? Humanos” (CALDH) podría solicitar que seamos penalizados. Para el leguleyo mencionado solo unos pocos pueden expresarse libremente: aquellos que coinciden con su lectura de los ¿hechos?

“Es el karma de Ríos Montt”, es otra explicación que encontré para justificar la condena. Detrás de esta idea mística se encuentra la premisa de que algo malo debe haber hecho si es que tantos murieron durante su gobierno, sin importar que nos encontráramos en medio de un conflicto armado. Ya era justo que pagara las consecuencias de sus acciones, aunque concretamente no se haya probado aún la intención de exterminar a ninguna etnia en particular y por tanto no se ha probado el delito de genocidio, independientemente del veredicto de la juez Jazmín Barrios.

Ríos Montt es culpable de imponer sus aburridos discursos religiosos los domingos por la noche. Debe investigarse lo que pasó en los tribunales de fuero especial, en los cuales se les negó el derecho al debido proceso a los acusados. Es culpable de no entregar a la justicia a los militares que violaron, extorsionaron y asesinaron a ciudadanos inocentes, sin importar su origen. En todas las guerras han existido abusos contra la población civil que no es parte del conflicto, lo que no justifica que estos crímenes sean tolerados y los responsables exonerados de su falta. Pienso que es culpable de enamorarse del poder y pretender violentar la Constitución para ser electo Presidente. Que debe ser juzgado por su participación en los disturbios del 24 y 25 de julio de 2003.

Ríos Montt derrotó a los guerrilleros terroristas: eso no lo convierte en genocida. Ni el contexto ni el concepto aplican. Ríos Montt fue sentenciado, pero no hubo justicia. Todo lo contrario. “Si no te mueves, el lagarto se queda. El lagarto es un bicho que puede alcanzar un buen tamaño”, advierte José Saramago. Si permitimos que la mentira de que en Guatemala hubo genocidio pase a formar parte de nuestra historia nos habremos alejado aún más del ideal de vivir en paz.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 20 de mayo de 2013.

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3.18.2013

Amenaza de muerte




Mi objetivo hoy es reflexionar sobre el legítimo derecho de los ciudadanos a defenderse. Más aún dentro de un contexto como el nuestro, en el cual cada día aumenta la incertidumbre en la cual vivimos, hecho que se refleja en el incremento de la delincuencia y la criminalidad, realidad que los gobernantes están empeñados en negar. Un derecho que solo delegamos temporalmente en los gobernantes para que ellos se encarguen de protegernos. Repito: delegamos, pero no renunciamos a nuestro derecho vital de defendernos de una agresión. Un derecho que debemos ejercer si queremos salvar nuestra vida o la de nuestros seres queridos, ante la ausencia del Estado para hacerlo.

Aquellos que creen que cuando lo amenaza un asaltante con un arma solo le interesa su teléfono celular o cualquier otro bien, y no les va a hacer daño si se lo entregan mansamente están equivocados. El antisocial no solo le está dando a elegir entre su vida y su propiedad: en muchas ocasiones, aunque le entregue lo que le exige, igual lo puede lastimar o hasta matar. La amenaza del criminal es una amenaza de muerte. Aceptar lo anterior es básico para entender por qué muchos habitantes de Guatemala han decidido hacer uso de su legítimo derecho a defenderse, ocasionando en algunos casos la muerte del criminal.

Por supuesto que si hacemos el análisis fuera del contexto, la mayoría nos vamos a escandalizar de que un ladrón sea condenado a muerte por un robo. Si viviéramos dentro de un Estado de Derecho esperaríamos que los gobernantes se dedicaran a sus funciones primordiales: velar porque la violaciones a la vida, a la libertad y a la propiedad de la gente respetuosa, de los ciudadanos honestos; de la gente que trabaja, produce, crea y respeta a los otros, sean las mínimas. Sin embargo, lo anterior es falso en nuestro país. Es una fantasía que suele convertirse en una pesadilla.

Es diferente el caso del energúmeno que le dispara a alguien porque le bocinó, o el caso de aquel que es linchado por una multitud irracional que no sabe a ciencia cierta si el delito del cual se le acusa es real. Las anteriores son acciones que muestran la frustración y la rabia que muchos sienten, pero no son actos relacionados con el ejercicio del derecho a defendernos de un ataque que pone en peligro nuestra vida y/o la de nuestros valores más queridos.

Mutatis mutandis es una frase en latín que significa “cambiando lo que se deba cambiar”. En Guatemala hay muchas cosas que debemos cambiar para vivir en paz y en una verdadera República. En Guatemala impera la Democracia, y hemos cosechado los resultados de esa tiranía de la mayoría que es engañada por los políticos que llegan a ejercer el poder, quienes se benefician con el caótico estado actual de las cosas. Ellos, sus familiares y sus asociados. El resto de los ciudadanos, terminamos pagando las consecuencias de los errores de quienes han creído las promesas populistas del Estado Benefactor/Mercantilista.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de marzo de 2013. No se conoce al autor de la fotografía. Salió publicada en "Prensa Libre" el sábado 16 de marzo de 2013.

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1.14.2013

Voto nulo redimido




Hoy cumplió Otto Pérez Molina un año como primer mandatario de la República de Guatemala. Un año en el cual la mayoría de quienes votaron por él se sienten decepcionados, desencantados, traicionados. Un año en el cual, en lugar de hacer propuestas para eliminar los obstáculos que hay para la creación de riqueza y de trabajos productivos, optó por apoyar propuestas populistas para satisfacer a los dirigentes de los grupos de presión que pululan en nuestra nación.

Aún peor, impulsó y pasó de urgencia nacional (comprando el voto de muchos diputados arrastrados) un nuevo paquetazo fiscal que castiga todavía más a quien intenta trabajar y crear. Un aumento de impuestos basado en premisas falsas. Un sistema impositivo injusto, que le quita a quien produce, para entregarlo principalmente a los gorrones, a los saqueadores, a los resentidos que se regodean de la aparente indefensión de los ciudadanos que obedecen sin chistar ante la amenaza de irse presos si no se prestan dócilmente a la expoliación de la cual son víctimas.

Y todo lo anterior es apenas una pequeña parte de los errores del gobierno del Partido Patriota que asumió el ejercicio del poder hace un año. Si me pongo a comentar todos los escándalos de corrupción que hemos conocido (¡cuántos más serán!) ni siquiera para listarlos me alcanzaría el diario entero. Corrupción consentida por el Presidente y su Vicepresidente, Roxana Baldetti. Y no se necesita ser muy ágil mentalmente para entender por qué se hacen de la vista gorda ante el descaro con el cual se roban el dinero de los tributarios.

Hoy es, a mi parecer, un día ideal para recordar y reivindicar mi decisión de votar nulo para Presidente y Vicepresidente, la cual compartí con mis lectores el lunes 5 de septiembre de 2011: “Mi voto para presidente… será nulo…. La mía es una decisión propia: un juicio independiente, producto de mi mente. El resultado de un proceso lógico cuyo objetivo es ser coherente conmigo y mis valores. Ser íntegra. Nunca votaría en contra de mis principios. Esa acción es, a mi parecer, la peor traición”.

“Yo actúo en pos de aquello que valoro. [En este caso, voto] Por aquellos con quienes comparto una escala similar de valores. Por quienes considero que coincidimos de alguna manera en un código moral… Votar es un verbo que nos muestra el sentido de la vida de quien lo ejerce… comparto muy poco, en algunos casos nada (ni valores ni código moral), con los candidatos actuales a presidente del Organismo Ejecutivo… Votaré por lo que me importa… Votaré por mí y por mis seres queridos. Votaré por un gobierno de leyes y no de reyes”.

Si queremos que mejoren las condiciones de vida en Guatemala, debemos cambiar el régimen de corte presidencialista, el sistema de Estado Benefactor/Mercantilista que impera, por un Estado de Derecho, donde el ejercicio del poder sea limitado a las funciones esenciales del gobierno dentro de la idea republicana a la que aspiramos los ciudadanos responsables, productivos y conscientes del país.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 14 de enero de 2013. La imagen se explica por sí sola, y ya la compartí con anterioridad.

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5.14.2012

La turba lo mató




¡Agarren a la turba! Es la responsable del crimen. La turba lo persiguió. La turba lo atrapó. La turba lo vapuleó. La turba lo roció con gasolina. La turba le prendió fuego. La turba lo mató. La culpable, sin lugar a dudas, es la turba. Ahora, ¿quién es la turba? ¿Será mi padre? ¿Será mi madre? ¿Será mi hermano, mi hermana? ¿Será mi esposo, mi esposa? ¿Será mi amigo, mi amiga? ¿Será mi hijo, mi hija? ¿Será mi vecino, mi vecina? ¿Será un conocido, un desconocido? ¿Será el muerto? ¿Seré yo?

¿Por qué lo mató la turba? ¿Qué delito cometió? ¿Quién lo acusó frente a la turba? ¿Para qué lo acuso? ¿Cuál fue la evidencia que llevó a la turba a concluir que debía aplicar la ¡tan cuestionada! pena de muerte? ¿Quién dictaminó el castigo? ¿Quién es la turba? ¿Será la angustia de la creciente incertidumbre? ¿Será la falta de justicia? ¿Será el cansancio del abuso constante? ¿Será la mentira recurrente del gobernante? ¿Será la desesperanza del cambio que no llega? ¿Será la facilidad con que la mayoría es manipulada?

¿Para qué lo mató la turba? ¿Para aliviar su cólera? ¿Para enmendar el desagravio? ¿Para descargar su frustración? ¿Por desencanto generalizado? ¿Por la necesidad de alguien que le pague lo que otro le debe? ¿Quién le debe a la turba? ¿Qué le debe ese alguien a la turba? ¿Puede la turba cobrarle a ese alguien? ¿Sabe la turba, a ciencia cierta, por qué está molesta?

¿Quién puede calmar a la turba? ¿Cómo se puede llevar la paz a la turba? ¿Cómo juzgar a la turba? ¿A qué criminal esconde la turba? ¿Qué esconde la turba? ¿Qué muestra la turba? ¿Podemos con la turba? ¡Qué responda la turba!

A la turba le fascina el fuego. La turba quemó al hombre. La turba quemó el vehículo. La turba quemó la casa. La turba robó el almacén. La turba violó a la niña. La turba secuestró al policía. La turba insultó al paisano. La turba se coronó reina del pueblo. La última palabra es suya: que muera el acusado, que prevalezca el caos. La turba es la más peligrosa asesina en serie que jamás haya conocido. También la más temida de los verdugos.



La turba quiere festejar su éxito. La turba quiere alzar su vaso y acabar con el espíritu fermentado de la bebida elegida. El alcohol enciende el espíritu de la turba. La gasolina lo calma por un breve instante. La turba no tiene límites. La turba no tiene rostro. La turba es culpable pero inimputable. La turba es irresponsable. La turba es todo aquel cobarde que huye de sí mismo. El acusado ante la turba no tiene escape ni defensa.

La turba gobierna dentro de un Estado de Hecho, ajeno al Derecho. Desconoce las leyes. No entiende la importancia del respeto al debido proceso. No confía en los tribunales, talvez con razón. ¿Por qué la turba actúa a su antojo sin pagar las consecuencias de sus acciones? La turba es una realidad que pone en peligro la vida de todos. ¿Quién será el próximo muerto por la turba? La turba, la asesina en serie imparable.


El presente artículo fue publicado el lunes 14 de mayo de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La fotografía es de Aroldo Marroquín, y fue publicada en Prensa Libre el 8 de enero de 2011.

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11.07.2011

El día después



Todo luce tranquilo. En las calles se respira paz. Llegó a su fin la campaña electoral 2011, la cual comenzó recién tomó posesión Álvaro Colom en el año 2008. O, tal vez, empezó antes. Son pocos los días que nos dejan de descanso los politiqueros que ambicionan llegar al ejercicio del poder.

Habemus Presidente del próximo gobierno. Lo más probable es que sea Otto Pérez Molina, que será oficialmente quien esté al frente del Poder Ejecutivo. Un primer mandatario a estrenar el 14 de enero de 2012. Aquel que la mayoría de los votantes consideró la menos peor de las opciones. Yo no soy parte de quienes lo eligieron. Ayer no asistí a ejercer mi DERECHO a voto. Por cierto, me parece mezquina la presión inmoral que hicieron algunos en contra de aquellos que, como yo, no votamos en contra de nuestros valores y principios, que es lo mismo que votar en contra de nosotros mismos. Más aún, sabiendo que la solución a nuestros problemas no se encuentra en el Organismo Ejecutivo.

Es insensato creer que existe una especie de obligación de suicidarse moralmente votando por gente en quien uno no confía. Votando por personas que en su mayoría consideramos, al menos ese es mi caso, los peores exponentes de nuestra sociedad. Y pretender que uno debe elegir entre ellos: escoger los menos peores. Eso no es hacer Patria. Esa es la actitud sumisa de quien ha sido educado como súbdito. Quien aún no ha protestado como hombre libre. Y este, a mi parecer y si se puede decir, es el más destructivo de los suicidios: el que atenta contra nuestro código moral.

Es evidente que el actual mandatario, Álvaro Colom, deja a la mayoría de habitantes del país viviendo es condiciones iguales o peores de como estaban al inicio de su gobierno. Lo que es más execrable: deja a muchos compatriotas acostumbrados a vivir estirando la mano para que se les entregue parte de las dádivas que reparten los gobernantes. Parte del circo para mantenerlos entretenidos mientras ellos, los gobernantes y su círculo de parientes y amigos, se quedan con la mayor parte de nuestros impuestos. En resumen, más personas que se han acomodado dentro del sistema del chantaje y la mendicidad estatal, donde sólo unos cuantos se enriquecen a costa de los demás. Aquellos que se esconden bajo la sombra del poder.

En fin, la moral en nuestro país se encuentra como las carreteras: destruida. Por los suelos y llena de agujeros por todas partes. Llegó la hora de empezar a reconstruirla, como debe reconstruirse Guatemala casi entera. Y esa reconstrucción la debemos hacer nosotros, los mandantes, poniendo en su lugar a nuestros mandatarios. Para comenzar, si es necesario, los debemos forzar a reformar el fracasado Estado Benefactor/Mercantilista que hoy impera en Guatemala, y sustituirlo por un verdadero Estado de Derecho Republicano Liberal. Lo que nunca, a pesar de los intentos históricos que ha habido para acercarse a este, ha existido en Guatemala.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno” el lunes 7 de noviembre de 2011. La imagen la bajé de Internet.

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4.25.2011

Hagamos un trato



Una frase que resume la base del progreso. Un objetivo posible solo en las sociedades que protegen y defienden la asociación libre y voluntaria entre las personas por encima de la intervención estatal y la coerción ejercida por los gobernantes. La cooperación libremente acordada, legítima, entre dos individuos que se basa en el principio de que todos los involucrados ganan. A ambas partes les conviene el intercambio voluntario, sino no la harían. Ambas partes esperan obtener una ganancia.

Por el contrario, en la relación gobernantes-gobernados, cuando los primeros se entrometen en asuntos que no les corresponden y obligan a los segundos a actuar en contra de sus propios intereses, el resultado es un ganar - perder: gana el gobernante y pierde el ciudadano.

Explica Ludwig von Mises que el comercio es la relación social fundamental que teje los nudos que unen a los hombres en sociedad. Mises distingue entre dos tipos de cooperación social: por virtud de contrato privado y coordinación, o por virtud (yo le llamaría vicio) de mando - obediencia o hegemonía. El primer tipo es simétrico y mutuamente ventajoso. El segundo tipo es asimétrico: hay un gobernante y un gobernado, y los gobernados son simples peones de los gobernantes. Cuando la gente acepta ser tratada como siervo y no ciudadano no se les puede llamar personas libres. Este es el tipo de cooperación obligada que promueve y practica el Estado que otorga a sus gobernantes más poder del necesario para cumplir sus funciones primordiales: velar porque haya seguridad y justicia. ¿Sería lo correcto llamarla imposición y no cooperación? A mi parecer, sí.

La civilización es el resultado de los logros de personas que cooperaron contractualmente, tal y como lo enseña Mises. El Estado contractual respeta el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad propio de un Estado de Derecho. En contraste, el Estado hegemónico no respeta los derechos individuales. Gobiernan las reglas antojadizas de los dictadores, sean estos llamados reyes, congresistas o presidentes. Estas directivas pueden cambiar a diario y los súbditos del Estado deben acatarlas sin chistar. Solo son libres para obedecer sin preguntar.

Los ciudadanos libres, que utilizan su razón, que piensan y exigen que respeten sus derechos, representan una amenaza para los gobernantes y los apologistas del Estado Benefactor que, con falacias y sofismas, usurpan un poder casi imperial, casi ilimitado, con subsidios para unos a costillas de los otros. Con privilegios para ellos y aquellos cercanos a quienes ejercen el poder.

Dijo Aristóteles, según la traducción latina de Guillermo de Moerbeke, que “omnes homines natura scire desiderant". Todos deseamos por naturaleza saber, descubrir el por qué de las cosas y qué nos hace felices. Y eso, solo lo descubrimos cuando somos libres e intercambiamos y cooperamos voluntariamente. Hagamos un trato: cooperemos para defender nuestra Libertad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de abril de 2011. La fotografía de la Estatua de la Libertad la tomé el 28 de noviembre de 2007.

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12.30.2010

Días de Pax



Aunque más que sólo días, quisiera que nuestra vida toda transcurriera dentro de un ambiente pacífico. Que prevaleciera la paz entre los hombres de buena voluntad y que estos últimos no sólo fueran la mayoría, sino que las normas vigentes protegieran su derecho a buscar la felicidad: su derecho a la vida, la libertad y la propiedad. Aparentemente fácil de decir, y seguro casi todos vamos a coincidir. Sin embargo, definir qué es la “Paz” (con mayúscula, como la deseo) implica ahondar en las ideas de grandes pensadores de la Historia. Aún más difícil: implica ahondar en nosotros mismos, en nuestra vida, en nuestros actos y en nuestros anhelos.


Según el diccionario de filosofía de Nicola Abbagnano (actualizado y aumentado por Giovanni Fornero) la definición más famosa de “Paz” es la dada por Cicerón en la “Filípicas”: “Pax est tranquilla libertas”. Sin duda, lo anterior me recuerda el refrán citado por Aristóteles en “La Política”: “no existe paz para los esclavos”. Para los liberales clásicos, tal y como lo explica Ludwig von Mises en “Liberalismo”, la paz es una condición sine qua non para la cooperación y el progreso: para que alcancemos nuestras metas y fines individuales, sin violentar los derechos de los otros.

Es obvio, probablemente redundante, que para vivir en sociedades pacíficas necesitamos evitar la guerra. Y previo a alcanzar este objetivo debemos reconocer que parte del problema es la ambición de los gobernantes que suelen utilizar el poder para conquistar espacios y aumentar su poderío. Por eso, es vital el ejercicio del poder sea sólo para las funciones básicas. Que sea limitado. Que aquellos que gobiernan sean solamente lo que dicen ser, mandatarios, y se dediquen a obedecer el mandato de los mandantes: nosotros, los ciudadanos libres. Teniendo en cuenta de que el mandato mismo deber ser limitado por los derechos individuales de todos los miembros de la sociedad. Resumiendo: leyes generales, universales, impersonales, abstractas y pocas.

Si conquistamos la Paz en sociedad, se hará menos difícil la búsqueda de la otra “Paz”: la interior. La de cada uno de nosotros, insustituible, que se consigue cuando logramos el equilibrio: la justa medida. Cuando podemos armonizar nuestra vida. Cuando vivimos una vida bella. Cuando tenemos clara nuestra escala de valores y practicamos las virtudes necesarias para alcanzarlos y retenerlos. Tranquilidad, sosiego, serenidad. Paz que no sea ajena a la risa y a una que otra lágrima derramada en el momento oportuno. Esa lágrima que en ocasiones suele darnos Paz.

Voy a terminar mi artículo repitiendo mi estado en Facebook del pasado 24 de diciembre de 2010: “Hoy quisiera que mi saludo difiera de la tradicional letanía de todos los días veinticuatro del mes doce del año que termina. Letanía que será propia de cada año de mi vida. Hoy quisiera simplemente desearles a todos dos cosas: muchas bendiciones siempre y que siempre sean felices, muy pero muy felices”. Pax.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 27 de diciembre de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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11.15.2010

El Cicigdio



Sería el título ideal para la novela que relata la estadía de un grupo de burócratas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Guatemala. La historia comienza con el capítulo bautizado como “La campaña de desprestigio” ¿O las verdades interinas? Por cierto, interinas hasta que la verdad verdadera aparece.


Por supuesto, como buenos émulos de Hugo Chávez y todos aquellos que actúan impunemente, pisoteando y destruyendo los cimientos de la civilización occidental, aunque esto último sea redundante, pronto anunciarán el intento de acabar con la vida del ente bautizado como “Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala” (CICIG), cuyos miembros, irónicamente, actúan impunemente: sin asumir la responsabilidad de sus acciones y de sus fracasos. ¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defenderlos? Aclaro: defender a los salvadores de los inútiles guatemaltecos.


O, también podría ser el primer capítulo del segundo tomo del libro de Eric Frattini “ONU: Historia de la Corrupción” (2005), que reúne parte de la investigación que hizo el citado escritor y periodista, sobre algunos de tantos abusos y excesos, secretos bien guardados, de los supuestamente impolutos miembros de la organización supraestatal más poderosa que existe. ¿Serán tan descarados, o nos creerán retrasados mentales, como para acusar a Frattini de ser parte de la intriga? No es necesaria una campaña para desprestigiarlos: ellos se desprestigian solos. Un autocicigdio.


En fin, tal y como escribió Frattini en la introducción del libro mencionado, y luego a lo largo del mismo lo evidencia, “...la ONU ha sido desde su creación…, un auténtico foco de conflictos. A pesar de ser creada en 1945 como una Organización transnacional capaz de arbitrar cualquier conflicto que surgiese tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, con el paso de los años, aquel sueño romántico se ha convertido en una pesadilla real, mastodóntica y cara, extremadamente cara”. ¡Vaya si no lo sabemos nosotros!


Aprovecho a retar públicamente a Mainardo Benardelli, Embajador de Italia, a cualquier miembro del privilegiado cuerpo diplomático, y a Ana María de Klein, si es que pretende apoyar las teorías de la conspiración mencionadas con sus declaraciones al diario “elPeriódico”, publicadas el pasado viernes, de que “Hay columnistas que siempre han escrito de lo que está haciendo la CICIG…”, a que nombren a quiénes acusan de ser parte de una campaña de desprestigio contra la CICIG y con qué pruebas. Los invito a que lleguen a mi programa radial, “Todo a Pulmón”, y las presenten.


No todos los habitantes de Guatemala somos alfombras de la comunidad internacional y la burocracia supraestatal. Somos ciudadanos dignos que los enfrentamos y cuestionamos, porque priorizamos el largo plazo y sabemos que, para cambiar las condiciones de vida en Guatemala, necesitamos fortalecer el Estado de Derecho, incluidos dos de sus pilares fundamentales: el derecho al debido proceso y la presunción de inocencia.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de noviembre de 2010. La imagen la bajé del blog “Un revolucionario ocioso”.

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10.25.2010

Superyo


Mientras el actual Presidente Álvaro Colom hace honor a la gloriosa tradición de la izquierda y anda de paseo por Japón (“Viajar es vivir”, dijo Juan José Arévalo), el ex Presidente, a su parecer omnipotente, Álvaro Arzú, tocayo del presente, declara que decidió dejar la comodidad de su puesto, casi vitalicio, en la Municipalidad capitalina, para ponerse la capa de chapulín colorado y salir a rescatar a los inútiles ciudadanos guatemaltecos. ¿Deberíamos ponernos de hinojos para agradecer semejante sacrificio? En fin, para alguien como yo, que se valora y se respeta, responsable y libre, la pregunta se acerca a la frontera con el insulto.

Como periodista, reconozco que el inquietante oficio de buscar la verdad, nada tiene que ver con alimentar los pequeños egos de personajes que, a pesar de sus posibles buenas intenciones, suelen estar más perdidos que el hijo de la Llorona en el día de las madres. Eso sí, de lo que estoy segura que están seguros es de su deseo de decidir por los demás y sus bienes. Su amor por el ejercicio del poder. Y como el periodismo trata sobre hechos (la realidad) y no es cuestión de presentar equitativamente distintas visiones o ideologías, cuestiono la idea del superhombre estatal.

Los politiqueros prometen cualquier cosa. Pero, ¿de dónde sale el dinero para cumplir las promesas? Al fin, el trabajo más cómodo es el de repartidor de la riqueza creada por otros. Regalar pequeñas porciones a aquellos que es posible que ejerzan su derecho al voto, ignorar a los verdaderamente pobres y quedarse con la mayoría de los tributos. ¡Ah! Por supuesto, compartiendo las ganancias con sus financistas.

Tengo más de doce años escuchando el discurso que incluye las trilladas preguntas de “¿Qué tipo de país quieren? ¿Dónde están los líderes salvadores? ¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defendernos?” Yo les pregunto: ¿Por qué la mayoría no se cuestiona por qué estamos como estamos? ¿Por qué, la mayoría de la minoría que se pregunta por qué, no busca los referentes en la realidad para encontrar la respuesta correcta? Ideas verdaderas contra ideologías falsas. Cuestión de disciplina conceptual.

Y, por aquello de las sensibilidades de los políticos, más tratándose de Arzú, les recuerdo que el artículo 35 de la Constitución en su segundo párrafo dice: “No constituyen delito o falta las publicaciones que contengan denuncias, críticas o imputaciones contra funcionarios o empleados públicos por actos efectuados en el ejercicio de sus cargos”. ¡Qué valioso es limitar el ejercicio del poder y asegurar los derechos individuales!

Ayn Rand en "La virtud del egoísmo", específicamente en el ensayo "Derechos colectivizados" aclara: "Los derechos son principios morales que definen las correctas relaciones sociales". A fin de cuentas es este el punto a enfatizar: necesitamos un gobierno de leyes basadas en principios generales, universales y abstractos, y no un gobierno arbitrario de reyes.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de octubre de 2010. La imagen la bajé de Internet.

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