Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

2.18.2008

More


Hoy no me lea. A menos que le interese conocer algunas de mis digresiones, tesis inconclusas y fantasiosas elucubraciones acerca del más común de los lugares comunes a todo hombre, a toda mujer: el amor. Sí, a-more.

¿Será que me afectó el llamado mes del amor? ¿O será que con el pasar del tiempo mi lado cursi, rosa, suave y tierno como un algodón, prevalece sobre mi tozuda razón? No. Simplemente las musas me llevan este día 15 que escribo por placer, no deber, a abordar el espinudo tema del “sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear” como indica el DRAE en su segunda acepción.

Mientras ordeno mi inspiración, aparentemente desordenada, escucho repetidamente la versión de More (Mondo Cane) del ídolo sesentero Bobby Darin. De nuevo, obsesionada con una melodía. En fin… regresemos al amor, cimentado, según mi visión aristotélica del tema, en la amistad basada en valores compartidos entre pares. La amistad virtuosa que quiere el bien del otro. Ese otro que nos brinda gozo. Nos deleita. Yo, renuncio al concepto doloroso del amor tortuoso que invita a destruirse y destruir al sujeto que nos provoca más un mal que un beneficio. Lo que no quiere decir que no disfrute escuchando y, alguna vez, cantando esos boleros que son parte de nuestra tradición romántica hispanoamericana. ¿Qué sería de mí sin La Lupe, Olga Guillot, Armando Manzanero, Luis Miguel y tantos otros que adoran acompañarnos en nuestras vicisitudes sentimentales?

Es irracional lastimarnos nosotros mismos. Entonces, ¿por qué es tan común toparnos con gente que se niega a la posibilidad de vivir plenamente el más ansiado de los sentimientos humanos? ¿Es más poderoso el miedo a sufrir, a fracasar? ¿Acaso no se sufre, se fracasa, con el solo hecho de no atreverse a amar? ¿O a darnos una segunda o tercera oportunidad? ¿No sería más saludable ser emprendedores del amor y arriesgarnos a ser felices, compartiendo nuestra vida con otro, con otros? Porque no me refiero únicamente al amor de pareja. Recuerden: amamos a nuestros familiares, a nuestros amigos. Queremos para ellos lo mejor. Y quiero recalcar, valga la redundancia, el acto de querer, que implica a nuestra facultad de decidir: la voluntad. Sí: amar es un acto libre, más allá de las mariposas en el estómago o de los amorosos enamoramientos al primer cruce de miradas, parafraseando al poeta Jaime Sabines.

Llego casi al final de este escrito, preguntándome, ¿quién me metió en este lío, cuando es tan fácil elaborar sobre la difícil situación que vivimos los no tan primaverales habitantes de Guatemala? Yo, siempre yo. “More than the simple words I try to say… More than you'll ever know… Longer than always is a long, long time, but far beyond forever… and my heart is very sure…” Amo la vida. Amo, cada día más, mi vida.

Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de febrero de 2008.


La fotografía la tomé el 22 de abril de 2007 en Taipei, Taiwán, en un templo budista al cual va la gente, entre otras cosas, a pedirles pareja a los dioses. En la imagen pueden ver una caja de galletas del amor, la cual se suele regalar a las novias.

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2.11.2008

Área roja


Billy, un amigo mío que estudia medicina, me contó que, en las emergencias de los hospitales, el código de área roja se utiliza cuando llegan heridos de gravedad, casi al borde de la muerte o vivos por milagro. La mayoría de ellos se encuentran a escasos minutos de aspirar por última vez. A punto de expirar.

También me comentó que, en las últimas semanas, las atenciones área roja en el San Juan de Dios, donde él hace sus prácticas, han aumentado sustancialmente, al extremo de que hace pocos días se dieron 14 casos en un sólo turno. Una noche solitaria en la que se mancharon el cielo negro y la luna blanca con el rojo de la sangre. Relatos de horror, no producto de la imaginación de un prolífico escritor de novelas policíacas, sino de la realidad actual de un país invadido de peligros que se multiplican ante el estupor de sus habitantes, tan desamparados como los huérfanos violados por la ley antiadopción.

La diferencia entre los infantes y nosotros, los adultos, es que los mayores de edad todavía contamos con los medios para defendernos de los antisociales que atentan contra nuestra vida y nuestros bienes. Los abandonados dependen de otros que nos hemos esforzado por aclararnos las ideas (base de toda vida moral, según Blaise Pascal), y hemos combatido los pajaritos que habitan la mente de aquellos que promovieron la absurda idea de estatizar, centralizar y ahogar el proceso de adopción; monopolizándolo y dejándolo bajo el control de los cuestionados políticos y burócratas, desoyendo todo aprendizaje de los errores cometidos en el pasado, y condenando a miles de niños y niñas a una vida sin padres. Todo para mediatizar sus falsos pruritos y satisfacer sus prejuicios.

En fin, regreso al tema del incremento de la criminalidad, en especial en la última semana que dejó, entre otros, más de diez muertos sólo entre quienes se dedican a la riesgosa actividad de conducir una camioneta. Peligrosa, al menos, en Guatemala. Muchos son los rumores que circulan acerca de quiénes podrían estar detrás de estos hechos y cuáles son los motivos que los impulsan. Que si son miembros de los distintos grupos del partido oficial peleando por cuotas de poder en el gobierno. Que si son un grupo de policías destituidos, animados por el deseo de venganza. Que si son oficiales del ejercito amenazados con ser dados de baja o, en el mejor de los casos, declarados en “disponibilidad”. Que si son narcotraficantes y contrabandistas marcando su territorio. O mareros molestos ante una posible merma de sus ingresos, si acaso se les dificultara el cobro de impuestos al cual han obligado bajo intimidaciones propias de terroristas (como si fueran la SAT) a quienes utilizan el transporte público…

Total, la ficción se queda corta en busca de una explicación. Lo único seguro es que hoy la seguridad y la justicia brillan por su ausencia, dejando nuestro terruño, otrora multicolor, transformado en una gran área roja.


Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno, el lunes 11 de febrero de 2008.

La fotografía la tomé el 23 de abril de 2007 en Taipei, Taiwán, en una venta de artesanías. Me pareció ideal para acompañar a mi artículo de hoy, no sólo porque me recuerda al anterior gobernante, el “Conejo” Berger, sino porque parece que las actuales autoridades siguen la misma estrategia que el ex Presidente: “no veo, no escucho y no hablo”. Claro, me refiero al tema de la seguridad sin inteligencia ni presencia. De igual manera, podría agregar: “y no hago nada”.

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2.04.2008

Un gran día


Hoy amanecí sintiéndome puro 15 de septiembre: libre e independiente. Redimida. Sin pecados, segura de haber cumplido con la pena impuesta por mis errores. Amanecí escuchando esa vieja canción de Joan Manuel Serrat titulada “Hoy puede ser un gran día”, al cual, sin duda, pienso entrarle como recomienda el cantautor español: “duro, duro, duro con él”.

Al final, aunque suene a consejo de algún libro de motivación personal, “hoy puede ser un gran día imposible de recuperar, un ejemplar único, no lo dejes escapar”. Ansina es: simplemente lo voy a disfrutar.

La vida es un instante que sólo terminaremos de experimentar cuando exhalemos nuestro respiro postrero. Cuando vaciemos nuestros pulmones y nuestro corazón deje de latir. ¿O será cuando nuestra mente deje de trabajar? Sí, es cierto. Creo que la verdadera muerte es la mental. Entonces, ¡cuántos muertos vivientes, zombis caminantes, pululan por nuestro planeta! Creen que viven mientras vegetan, dejándose llevar por la corriente, por el mainstream, sin ni siquiera cuestionarse si otros tienen el derecho de pensar, de decidir y de actuar por ellos. Todo con el ánimo de pertenecer, olvidando el maravilloso ser.

Como escribió Joye A. Norris: “Your brain is amazing. It is so good at learning that to NOT learn requires effort. It has a phenomenal natural memory that is soaking up data 24/7. Your brain is working night and day to make sense and meaning of new information”. Esa información nueva que, al desechar la que consideramos inútil y pasar a procesar, relacionar y comparar la rescatable con conocimientos y datos previamente adquiridos, ya digeridos por nuestra mente, nos permite encontrar salidas creativas y respuestas frescas a algunos de aquellos problemas que teníamos pendientes de resolver. Claro, sin descartar, sino recibir con alegría, las dudas que surjan al avanzar en nuestro deseo de aprender, de conocer y de enriquecer nuestra vida y, muchas veces, nuestro entorno.

Planteo mi existencia entera como un gran día que pienso aprovechar, exprimir, agotar al máximo de mis posibilidades. No lo voy a dejar pasar de largo. No. Viviré mi vida. En fin, de mi depende, de nadie más. Quien realmente me quiera será feliz al saberme feliz, más allá de que siga o no la directriz que otros quisieran para mi.

Opto por cantar con Serrat: “No consientas que se esfume, asómate y consume la vida a granel… Hoy puede ser un gran día donde todo está por descubrir, si lo empleas como el último que te toca vivir. Saca de paseo a tus instintos y ventílalos al sol y no dosifiques los placeres; si puedes, derróchalos. Si la rutina te aplasta, dile que ya basta de mediocridad. Hoy puede ser un gran día date una oportunidad. Que todo cuanto te rodea lo han puesto para ti. No lo mires desde la ventana y siéntate al festín. Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana también”.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de febrero de 2008. La fotografía la tomé el sábado 19 de enero de 2008, desde la casa de la familia de Warren Orbaugh.

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