Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

7.30.2012

El poder de la naturaleza



La naturaleza humana es más poderosa que cualquier intento del hombre por cambiarla. Nuestra naturaleza, que es teleológica. O sea, de fines propios, elegidos por cada individuo. Nuestra naturaleza que es egoísta y de nosotros depende que ese egoísmo sea racional o irracional. Egoísmo cuyo significado es que todo ser humano vela por su interés propio. Por supuesto, al ser el hombre el ser vivo con una capacidad racional superior, exponencialmente mayor que la del resto de animales, lo hace capaz de actuar en contra de sí mismo, en detrimento de su vida y, en mucha ocasiones, en perjuicio de otras personas. Todo por un error sin sentido: el error de falsear la realidad.

Pero, ¿quiénes le tienen miedo a la naturaleza humana y por qué le temen? ¿Cuál es el problema de aceptarla? ¿Por qué prefieren vivir en una fantasía, que suele terminar en una pesadilla, en vez de disfrutar de su vida? ¿Por qué no se promueven las normas que vayan de acuerdo con lo que somos, y no lo que algunos quisieran que fuéramos? ¿Para qué desean tantos cambiar nuestra naturaleza? ¿Los intereses de quiénes favorece esta confusión? ¿Por qué la mayoría acepta, casi sin discutir, esta situación? ¿Por qué hay tanta gente que tan fácilmente se deja manipular?

Las anteriores preguntas, y muchas más, me las hago constantemente. Lo que hoy me lleva a compartirlas con ustedes es un artículo reciente del escritor nicaragüense Sergio Ramírez titulado: “La derrota de las ilusiones”. A continuación copio las ideas que me parecieron más interesantes del escrito mencionado:

"...los antiguos combatientes... convertidos en prósperos burgueses, dueños de la riqueza que con las armas arrebataron de otras manos. Es como si la ley de la historia fuera esa, que los ideales solo pudieran subsistir en tiempos de lucha, y empezaran fatalmente a revertirse, pervertidos por el ejercicio del poder que tiene sus propias reglas, la peor de ellas convertir a los oprimidos en opresores… Más que un agente del cambio será en adelante un agente del poder… El poder, que se vuelve contra los ideales que lo engendraron…  Las reglas del poder son milenarias y funcionan lo mismo bajo cualquier sistema como queda explícito en los dramas de Sófocles y en los de Shakespeare, bajo las tiranías griegas o bajo el feudalismo, bajo la revolución francesa o bajo la revolución cubana, o la fenecida revolución nicaragüense… La realidad nunca miente…”

Me parece sumamente importante el reconocimiento que hace el exVicepresidente de Nicaragua a que la historia del fracaso de las revoluciones violentas ha sido la misma desde siempre. Pero, mal que bien, la civilización avanza, el hombre como especie progresa, gracias al reconocimiento que pensadores preclaros hacen de hechos propios de la naturaleza humana. Entre ellos puedo citar el infinitamente repetido axioma de Lord Acton: “El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente”… a todos.


El presente artículo fue publicado el lunes 30 de julio de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la bajé del blog atcomunicacion.blogspot.com

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7.23.2012

Asesinatos Impunes




En Guatemala, como en el resto del mundo, hay asesinatos todos los días. Es obvio que cada ser humano que existe es valioso para alguien. Esa persona que lo llora cuando muere. Es lógico pensar que si esa muerte es violenta y a manos de un criminal, el dolor será mayor. Y la única forma de compensar y ayudar a aliviar la pena de los deudos, en otras palabras, las víctimas que aún viven (no se puede compensar al muerto), es haciendo pagar al asesino por el crimen que cometió. El castigo impuesto al agresor, como todo en la vida, dependerá del contexto. Las consecuencias de sus acciones deberán ser justas: de acorde al hecho del cual, después de ser acusado, se ha probado que es responsable.

En Guatemala, como en el resto del mundo, hay asesinatos que hacen historia y hasta pueden trascender nuestras fronteras. Entre los más recientes se encuentran el de Facundo Cabral, Rodrigo Rosenberg, Marjorie Musa, Khalil Musa y Juan José Gerardi. Todos los anteriores, además de la notoriedad internacional de sus casos, tienen en común varias cosas: en todos aparentemente han encontrado a los responsables del crimen y varios de ellos han sido condenados.

Algunos de los sentenciados hasta ya han sido dejados en libertad, tal es la situación del coronel Byron Disrael Lima Estrada, acusado de la muerte de Juan José Gerardi, a quien, por cierto, nunca pudieron probar su asociación material con el crimen. Y, claro, los colaboradores eficaces que sirvieron bien a entidades como la CICIG para incriminar a otros sujetos en las muertes de Rosenberg y los Musa. El premio por su colaboración fue recuperar su libertad. Una buena negociación para los investigadores y los criminales que fueron dejados libres. Pero, ¿a qué costo? ¿Se hizo justicia o solo se satisfizo el ego de los émulos del Inspector Lestrade?

Es probable que debido a lo anterior, y a la existencia de otras dudas razonables en lo que respecta a la acusación contra varios de los incriminados, la percepción generalizada es que no se ha hecho justicia. La opinión de la mayoría informada es que en el intento de acallar las críticas, los gobernantes y los encargados de velar porque haya seguridad y justicia han cometido más injusticias. En el caso del asesinato de Gerardi, después de haber leído los libros que se han escrito sobre el tema, incluidas las primeras sentencias, llego a la conclusión que al recién liberado coronel Lima, como a los otros acusados, jamás se les probó objetivamente que fueran culpables. Sobre este tema les sugiero leer el libro de Maite Rico y Bertrand de la Grange: “¿Quién mató al Obispo?”

Sobre el caso Rosenberg/Musa he escrito muchos artículos. ¿Qué más puedo decir? Que lamento el cierre que le dieron a sus muertes. Un final en el cual el nombre y la honra de las víctimas terminaron pisoteados por aquellos llamados a redimirlos. Tal vez con Facundo Cabral se logré una excepción: una condena cabal.


El presente artículo fue publicado el lunes 23 de julio de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la bajé de laprimeraplana.com.mx

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7.16.2012

Carta a Marta




El martes pasado, 10 de julio, a pocas horas de haber regresado a Guatemala después de un viaje de 10 días, me encuentro al leer los matutinos nacionales con la columna de Marta Altolaguirre titulada “Reformas Constitucionales II”. Aclaro que leo a pocos columnistas de mi país: puedo contarlos con las manos y me sobran dedos al hacerlo. Lo digo sin pena. Elijo leer a aquellos que considero parten de premisas verdaderas y contribuyen a mi proceso de aclararme las ideas. Marta forma parte de este grupo. No siempre coincidimos en nuestras valoraciones, pero hoy aparentemente nos encontramos en puntos totalmente opuestos, hecho que me sorprendió.

Tampoco suelo meterme a discusiones interminables en los espacios de opinión. Más aún, en cualquier campo solo dialogo con personas que son intelectualmente honestas: aquellas cuyo objetivo es encontrar la verdad (concordancia de lo que se piensa con la realidad). Todos nos equivocamos, y la única forma de encontrar el origen de nuestro error es identificando nuestras premisas y determinando cuál o cuáles son falsas. La discusión entre gente que elige usar su razón (facultad que nos permite identificar la realidad) nos facilita el proceso y su fin: emitir nuevos juicios sustentados con evidencia y argumentos verificables.

Creo que Marta es una intelectual y académica honesta, profesional y bien intencionada, por eso he decidido comentar su artículo, por ser yo una de las personas que públicamente ha rechazado el “Proyecto de Reforma a la Constitución Política de la República de Guatemala” presentado por el actual Presidente, Otto Pérez Molina, decisión que sigo sosteniendo. Lamento que Marta haya caído en la falacia de la generalización a la hora de criticarnos. Pienso que los motivos por los cuales me opongo han sido sustentados con argumentos y evidencia objetiva.

Sí, algunos cambios pueden ser positivos (por ejemplo, la eliminación del artículo 160). Pero el problema, Marta, es que el proyecto es uno y como un todo quiere Pérez Molina que sea aprobado, como lo ha declarado en varias ocasiones. Y los cambios propuestos, cuando se analizan como un todo, apuntan a un fin específico: fortalecer el sistema presidencialista, aumentar el poder del Presidente del Organismo Ejecutivo que, por cierto, dejaría de ser mandatario del pueblo de Guatemala (modificación al artículo 182). ¿Considera que esto contribuye a alcanzar el objetivo del “fortalecimiento de los pesos y contrapesos y no el ejercicio prepotente y abusivo de ninguno de los Organismos del Estado”? (elPeriódico, 3 de julio de 2012, pág. 21).

Muchas cosas más tengo que decir, pero el espacio se me acaba. Espero tener la oportunidad de compartirlas con usted personalmente en una próxima oportunidad. Pero por hoy, quiero terminar recordándole el sabio refrán que hace ver que “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”. No muerda el anzuelo. No caiga en la trampa.


El presente artículo fue publicado el lunes 16 de julio de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la bajé del  blog “El diario de Chaucer”.

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7.09.2012

Reforma sin forma




Es lo que va a presentar el presidente Otto Pérez Molina al Congreso. Una propuesta que hará más ecléctica a nuestra desarrollada y contradictoria Constitución. Un contrato social producto de los intereses, las frustraciones y las convicciones erradas de un grupo de personas cuya filosofía se ubica en las antípodas del pensamiento político y económico que permite el progreso de los habitantes de una nación. De los principios que deben regir en una sociedad: que hacen la diferencia entre un conjunto de normas para asegurar la convivencia pacífica entre hombres libres o las reglas para legalizar la servidumbre entre esclavos.

Muchas cosas más puedo agregar a las escritas en mi artículo del pasado lunes sobre el tema de llamado “Fortalecimiento del sistema político”, pero lo único que quiero recalcar es que el título correcto de esa parte de la propuesta debió ser: “Fortalecimiento del sistema presidencialista”, y debió terminar con un “Ave, Caesar, morituri te salutant”. ¡Ah! Estoy de acuerdo con la eliminación del artículo 160  que autoriza a los diputados para desempeñar otros cargos públicos.

En el área del “Fortalecimiento del sistema fiscal y financiero”, quiero repetir lo que otros han dicho sobre las modificaciones al artículo 125: es una expropiación disfrazada de “participación patrimonial”. ¿Cómo van a adquirir hasta el 40 por ciento de las empresas que explotan recursos naturales? ¿Van a comprar acciones con dinero de los tributarios? ¿Tendrán la capacidad de intervenir cualquier explotación de recursos naturales ya que obvian el “no renovables”? ¿Pretenden crear, de nuevo, empresas estatales: los futuros peores antros de corrupción, como lo fueron en el pasado? El podrá de hoy, es el será de mañana… ¡Qué maña!

Con las modificaciones al artículo 171, el Congreso pierde la facultad de APROBAR el Presupuesto General de la Nación. Sólo lo puede “improbar”. De nuevo, fortalece al Presidente y debilita al ciudadano al debilitar al Congreso. Y me parece una ironía agregar al artículo 238 (Transferencias y equilibrio fiscal) que “Preferentemente se observará el principio del equilibrio presupuestario”. O sea, seguirán gastando más de lo que les ingresa, y endeudando al tributario.

Me ofende que crean que en Guatemala no hay gente inteligente que entienda las intenciones verdaderas de su absurda propuesta. Las reformas deben ser integrales y coherentes con la realidad, y no un montón de cambios para satisfacer a grupos de presión, ser políticamente correctos y facilitar la corrupción con la excusa de buscar la transparencia. No deben propiciar un retorno al pasado, a prácticas fracasadas como la de pretender que los gobernantes (el Estado es solo una abstracción) se conviertan en empresarios. Y que además lo hagan con el dinero de nosotros, los tributarios, que no nos vamos a ver beneficiados con tales inversiones que vamos a tener que financiar. Veni, vidi, vici.


El presente artículo fue publicado el lunes 9 de julio de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la bajé de la Internet.

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7.02.2012

Dictadura Constitucional




Después de leer y analizar detenidamente el proyecto de reforma a la Constitución Política de la República de Guatemala, conocido popularmente como el paquetazo constitucional, presentado por Otto Pérez Molina, presidente del Organismo Ejecutivo, y sus asesores, puedo asegurar que el fin último del mismo es fortalecer el sistema presidencialista y casi desaparecer las pocas instituciones republicanas de nuestro actual sistema de normas. Además de intentar, de nuevo, formalizar las fracasadas reformas acordadas por los signatarios de los mal llamados acuerdos de paz de 1996, las que fueron rechazadas en la Consulta Popular de 1999.

Uno de los mejores cuestionamientos que he leído a las intenciones del todavía MANDATARIO, es el hecho por el dirigente sindical Victoriano Zacarías, el cual fue publicado en el diario Prensa Libre del pasado 28 de junio: “¿Qué beneficio tenemos los trabajadores y ciudadanos? ¿Se va a terminar la delincuencia, el alto costo de la vida, el desempleo? ¿Habrá agua en algunas colonias donde pasan más de 8 días y no hay? Es lo que nos van a preguntar los compañeros”. Y son las preguntas básicas que debemos hacernos todos los todavía MANDANTES.

Hago énfasis en la calidad de mandatario del Presidente (en buen chapín, el primer mandadero de la nación), y la facultad de mandante del ciudadano (el que manda al mandadero) porque en la parte del llamado “Fortalecimiento del sistema político”, incluyen una modificación al artículo 182, la cual deja de reconocer que el Presidente del Organismo Ejecutivo ejerce sus funciones por mandato del pueblo y lo convierte en Jefe de Estado y Jefe del Organismo Ejecutivo, cuál émulo de Hugo Chávez y todo aspirante a dictador.

Para rematar la intención de los ponentes de convertir al Presidente del Organismo Ejecutivo en soberano de la nación, incluyen cambios a varios artículos que van desde transformar en un monstruo de dos cabezas al Organismo Judicial (que al final dependerían del Ejecutivo) hasta eliminar el derecho de los ciudadanos a decidir bajo qué normas vamos a vivir, tal y como queda expresado en la modificación al artículo 279: “Para cualquier reforma constitucional se deberá convocar a una Asamblea Nacional Constituyente”. Eliminan la consulta popular. Le quitan el poder de decisión al mandante: al ciudadano, al pueblo.

Y las anteriores reflexiones son apenas las primeras que comparto con ustedes. Hoy quisiera tener al menos diez cuartillas de espacio para detallar, artículo por artículo, el porqué el proyecto de reformas a la Constitución del gobierno debe ser rechazado por el bien de todos en el largo plazo. Nuestro presente contrato social, para llegar a ser verdaderamente una Constitución Republicana, necesita ser modificado. Pero no cualquier cambio nos va a permitir vivir dentro de un Estado de Derecho que nos proteja de los abusos de los gobernantes, de los delincuentes y de los criminales.


El presente artículo fue publicado el lunes 2 de julio de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La imagen la bajé de Internet.

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