Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

2.29.2016

Sin duda razonable, pena de muerte



No tengo duda: la pena de muerte se debe aplicar en aquellos casos que el crimen cometido la justifique y en las acusaciones que han sido plenamente probadas y no existe ninguna duda razonable acerca de la culpabilidad del acusado. Es lo moralmente correcto. La aplicación de la pena de muerte es un asunto que corresponde al ámbito de la moral: es un error abordarlo de una manera pragmática y utilitarista.

Se equivocan en su análisis quienes pretenden justificar su oposición a que se aplique la pena de muerte en que no hay evidencias de que sea un disuasivo para aquellos que están dispuestos a asesinar a alguien: caen en la falacia de la generalización apresurada. Hay todo tipo de estudios y estadísticas que muestran que sí es un disuasivo, así como hay otros que pretenden probar la hipótesis contraria. Al final, todo depende de las variables y el contexto dentro del cual se recaban las muestras y las examinan. Yo considero que sí es un disuasivo.  Sin embargo, recalco que apoyo la aplicación de la pena de muerte cuando es lo justo.

Quienes opinan sobre la pena de muerte fuera del contexto moral, terminan siendo cómplices de quienes la aplican en el sector informal de la justicia: sin un juicio previo, sin el debido proceso. O sea, en los linchamientos que proliferan en nuestro país. Olvidan que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Dicen que les preocupa que se pueda condenar a morir a un inocente, y prefieren que terroristas, asesinos en serie, sicarios… vivan el resto de su vida a expensas del tributario. Confunden la aplicación de la pena de muerte a quién la merece (hecho que debe ser probado, respetando el debido proceso) con el reto que significa mejorar nuestro sistema de justicia.

Pero aún, con todo y las dificultades que este último enfrenta, hay casos en los cuales no hay duda de que el acusado es responsable del crimen del cual se le acusa. Por ejemplo, hay confesiones de sicarios que, sin ninguna pena, reconocen que se dedican a asesinar gente por encargo. ¿Consideran que a estas personas se les debe condenar a vivir el resto de sus vidas a expensas de los tributarios? ¿Qué no corren el riesgo muchos inocentes que, si estos criminales logran escapar, serían sus próximas víctimas?

Todos merecemos que se respeten nuestros derechos, comenzando por el derecho a la vida, una vez nosotros cumplamos con nuestra parte del trato: respetar los derechos de los otros y no iniciar el uso de la fuerza en contra de nadie. Trato que sólo es posible entre seres racionales. Aquellos que desprecian la vida humana, como  es el caso de los asesinos en serie o los terroristas, e inician el uso de la fuerza contra otros con la intención de causarles la muerte, deben estar dispuestos a pagar un castigo proporcional al crimen que pretenden cometer. Es lo justo. Y, lamentablemente en muchos aspectos, hasta la misma muerte del criminal puede ser un costo demasiado pequeño para compensar el daño que les hizo a otros seres humanos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de febrero de 2016.

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2.22.2016

El poder se vende



El poder político se vende para otorgar privilegios, conceder prerrogativas, dar prebendas y facilitar la vida de unos pocos en este mundo intervenido por el Estado, con la lamentable autorización de la mayoría de ciudadanos. El poder político se vende a quién quiera y pueda pagar el precio que exigen aquellos que lo ostentan. El poder político lo venden desde el mismo Presidente, pasando por los altos funcionarios, los jueces y los diputados, hasta llegar al burócrata estatal de más bajo rango.

Los sobornos, las comisiones, las mordidas… serían imposibles, por más que los oportunistas quisieran comprar favores políticos, si no hubiera quién tiene el poder de concederle sus deseos a quien quiere un privilegio y está dispuesto a comprarlo. Este es el origen de la corrupción. ¿Cómo adquieren los gobernantes ese poder? ¿Qué papel juega usted en este engaño? ¿Cuál es la responsabilidad de quien decide no ejercer como mandante?

El poder lo adquieren los gobernantes cada vez que en el Congreso aprueban legislación específica y arbitraria que pretende satisfacer las demandas de unos a costa de otros. Cada vez que los diputados le asignan más obligaciones que no les corresponden a los gobernantes, las cuales implican más impuestos y más burocracia estatal INNECESARIA. El poder lo adquieren cada vez que alguien exige que los gobernantes, en nombre del abstracto Estado, satisfagan sus caprichos o las necesidades de otros a costa del resto.
                                                                                                                                                     
El poder lo adquieren los gobernantes con el apoyo de burócratas parasitarios de la élite internacional y supranacional que, más allá de su discurso supuestamente bienintencionado, presionan para que se violenten los derechos individuales con tal de que los primeros puedan exprimir más a los tributarios, de los cuales viven los segundos en condiciones mucho más favorables que las que enfrentan aquellos que crearon la riqueza de la cual ellos disfrutan.

Un ejemplo de lo anterior es la reciente presión del Banco Mundial para que se elimine el debido proceso, al que maliciosamente llaman secreto bancario, en el caso de la información del manejo de cuentas bancarias. Si este nuevo abuso llegara a ser aprobado por los diputados, lo único que se va a lograr es aumentar el precio de las transacciones entre los funcionarios de la SAT y quienes puedan pagar el precio que les exijan: facilitará la corrupción estatal.

“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”. Cita de “La rebelión de Atlas”, escrita por Ayn Rand.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 22 de febrero de 2016. La imagen es la portada del diario guatemalteco "elPeriódico" del lunes 14 de enero de 2013.

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2.15.2016

Carta al mandante



Hoy te escribo a ti. Sí, a ti que estas harto de la situación en la cual vives. Que estás cansado de levantarte antes de que salga el sol y llegar a tu casa horas después de que este se ocultó. Tú, ciudadano que empiezas a aceptar, aunque sea a regañadientes, que esa situación no va a cambiar a menos que TÚ decidas intervenir. Que TÚ decidas ejercer como mandante. Que TÚ decidas aclararte las ideas. Que TÚ asumas tus responsabilidades contigo mismo y con aquellos seres queridos a quienes libremente has decidido apoyar. Que te des cuenta que la raíz del problema se encuentra en ti mismo y la actitud que has tomado frente a los retos propios de tu decisión de vivir en sociedad con otros.

Hoy que dedico a ti mi artículo, ya sabes que, de nuevo, te mintieron aquellos que te prometieron hacer las cosas diferentes al resto. Ese cambio significativo que esperabas para ti y tus seres queridos se esfuma conforme avanzan los días. ¿Cómo iban a ser diferentes si llegaron al poder con un discurso similar al de sus antecesores? Sí, analiza bien lo que te ofrecieron en las elecciones pasadas y compáralo con lo que ofrecieron la mayoría de quienes traicionaron tu confianza en administraciones pasadas. Cuando están en campaña, todos están en contra de la corrupción, todos se venden como diferentes a los demás, todos juran y perjuran que como ellos no hay ningún otro.

Pero al final, resulta que no es verdad. Sin duda te preguntas, ¿por qué? Lo primero que debes hacer para responder esta pregunta es cuestionarte a ti mismo. ¿Alguna vez, honestamente, creíste que iban a cumplir lo que creías que te ofrecían cuando te enamoraban para que les dieras tu voto? ¿Qué creías que te iban a dar? ¿Te mintieron sabiendo tú, aunque no lo quisieras reconocer, que te mentían? ¿Fuiste cómplice del engaño? ¿Por qué?

Sufres en carne propia los horrores del sistema inmoral que priva en nuestra sociedad. Un sistema que es el producto de las ideas erradas de nuestros antepasados, pero que si continúa vigente es con tu venia, con tu aprobación. Cada vez que aceptas que aquellos que elegiste como mandatarios violenten los derechos de unos para satisfacer las demandas de otros, estás siendo partícipe de una injusticia que tarde o temprano te va a golpear en la cara. Sí, mañana la injusticia la cometerán contigo.

¿Eres de los que creen que es trabajo de otros el dar la batalla por el bienestar de todos? ¿Crees que hay quienes tienen la obligación de sacrificarse por el resto, entre ese resto tú? Si es así, estás equivocado. La tarea es de todos los que queremos seguir viviendo en Guatemala, pero en condiciones diferentes. Si eres, como lo soy yo, parte del grupo que desea vivir en una sociedad en paz, donde todos seamos libres de buscar nuestra prosperidad a partir del esfuerzo que estemos dispuestos a dar, donde la probabilidad de que atenten contra tu vida, la vida de aquellos a quienes amas y contra tus bienes sea la mínima posible, debes pelear por ese objetivo. Sólo así lo vamos a alcanzar.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de febrero de 2016.

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2.08.2016

No está la virgen para tafetanes



Ni los tributarios estamos para pagar más impuestos y permitir que nuestros mandatarios nos sigan endeudando. Tampoco está la mayoría de habitantes de Guatemala en condición de aceptar con resignación los errores de los nuevos gobernantes, los nuevos diputados y los viejos jueces. Es increíble que haya alguien que abogue por darles una tregua a quienes tomaron posesión de sus cargos el pasado 14 de enero, cuando vemos que recurren a las mismas artimañas de aquellos que los precedieron.
                                                  
A los ciudadanos productivos, los que pagamos los platos rotos de otros, no nos conviene bajo ningún punto de vista objetivo hacernos los locos y falsear la realidad mientras vemos a los mandatarios de hoy cometer los mismos errores que cometieron ayer sus antecesores, quienes terminaron presos por corruptos. Y todo por la absurda idea de que hay que dar a los gobernantes recién estrenados un tiempo de espera para que se equivoquen creyendo, ingenuamente, que van a corregir sus metidas de pata y que en el proceso van a aprender lo que se supone ya saben: cuáles son sus obligaciones y cuál es el mandato que les hemos dado los mandantes.

Tanto en el Ejecutivo como en el Congreso, hemos visto más shows que acción racional dirigida a cambiar la miserable situación que enfrentan muchos. Más les vale despertar a los privilegiados y a los despistados que no se han enterado del polvorín sobre el cual se encuentran sentados. Una bomba de tiempo que puede estallar en cualquier momento, cuyas consecuencias no me atrevo a estimar.

En el Legislativo, Mario Taracena poco ha hecho después de denunciar la costosa e innecesaria burocracia del poder bajo su cargo, con unos pocos puestos de trabajo justificables pero ineficientes casi en su totalidad. Veremos qué pasa con las reformas a la Ley Orgánica del Congreso. Espero que la Procuradora General de la Nación, María Eugenia Villagrán, cumpla con su deber e interponga las denuncias necesarias para declarar lesivos e ilegales los pactos colectivos, y que los expresidentes del Congreso responsables de semejante abuso paguen por sus actos contrarios al bienestar de quienes los mantenemos: nosotros, los tributarios.

Por otro lado, Jimmy Morales  parece que no se ha dado cuenta de que la campaña política terminó, y que el azar y las circunstancias que enfrentamos el año pasado lo hicieron ganador del codiciado puesto de primer MANDATARIO de la nación. No emperador ni payaso de turno. Y su mandato primordial está claramente expresado en los artículos primero y segundo de nuestra Constitución: “El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común… Es deber del Estado garantizarle a los habitantes de la República la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona”. Así como la virgen no está para tafetanes, el mandante no está para seguir aceptando los excesos, el oportunismo y las equivocaciones de los gobernantes.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de febrero de 2016.

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2.01.2016

Justicia para Anaité



Y para todos los inocentes que se encuentran presos, víctimas de abogados y jueces corruptos que abusan de la poca institucionalidad que hay en Guatemala, que se aprovechan del sistema de incentivos perversos que prevalece en nuestro país para violentar los derechos individuales de miles, en particular el derecho al debido proceso, privándolos de su libertad y poniendo en riesgo su vida misma.
                                                            
Puedo citar varios artículos de nuestra Constitución que nos aseguran a todos ese derecho al debido proceso, pero me voy a enfocar hoy en dos: el artículo 12 que dice: “Derecho de defensa. La defensa de la persona y sus derechos son inviolables. Nadie podrá ser condenado, ni privado de sus derechos, sin haber sido citado, oído y vencido en proceso legal ante juez o tribunal competente y preestablecido”; y el artículo 14 que reza: “Presunción de inocencia y publicidad del proceso. Toda persona es inocente, mientras no se le haya declarado responsable judicialmente, en sentencia debidamente ejecutoriada”.

En el caso de Anaité Alvarado Sánchez, quien se encuentra injustamente presa, se ha violentado descaradamente el derecho al debido proceso, entre otros derechos, ya que la juez Julia Rivera del juzgado 4to. de primera instancia penal la ¿sentenció?, sin una sola prueba en su contra, a guardar cárcel por los delitos de los cuales se acusan a otras personas, bajo la excusa de que puede influir a los acusados. Absurdo. La Ley también aplica a los jueces que no actúan en base a derecho, y en su momento, la juez mencionada tendrá que pagar las consecuencias de sus acciones.

Si Roberto Montano y la otra persona son responsables de los delitos de los que se les acusa no es un tema que a mí me compete. Montano y su empleado deberán responder de tales acusaciones. Pero nadie más: ni sus padres, ni sus hermanos, ni sus hijos, ni las que han sido sus esposas. Sin embargo, la actitud de los demandantes responde a la idea de buscar quién se las paga y no quién se las debe. Pretenden hacer justicia cometiendo una injusticia. Tal es el caso de Anaité, a quien tienen como rehén bajo la amenaza de que si no aparece Roberto Montano y el dinero que le reclaman, la dejarán presa. ¿Con qué autoridad? ¿Qué les permite creer que se pueden salir con la suya? Los delitos de los cuales acusan a Montano palidecen al lado del crimen que ellos cometen.

Entre los abogados que representan a los que se consideran afectados por las acciones de Montano, se encuentra Frank Trujillo, hermano del célebre Héctor que hoy se encuentra detenido en EE. UU. por el caso de corrupción en la FIFA. Me cuentan colegas suyos que tiene una fama similar a la del hermano y que al parecer eso le afecta poco. Lo lamentable en la canallada contra Anaité, es la participación de abogados que navegan con la bandera de correctos, que no son nada más que sepulcros blanqueados. Esta tragedia nos muestra que cualquiera en Guatemala, aunque no sea culpable de lo que se le acusa, puede ir preso. Hoy es Anaité, mañana puede ser usted.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 1 de febrero de 2016.

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