Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

11.29.2010

CICIG



Crisis de Identidad Conceptual Institucional Generalizada: CICIG. Sé que más de uno, pudo confundir las siglas que sirven de título a mi artículo con las de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, aparato burocrático creado por los dirigentes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para supuestamente combatir a grupos del llamado crimen organizado.


Hoy me dedico a pensar si hay algo rescatable del experimento mencionado. Hoy que somos testigos de la debacle anunciada por algunos, entre ellos yo, hace casi siete años cuando aún pensaban llamarlo “CICIACS”. Hoy, después de haberme presentado el jueves 25 de noviembre de 2010 al Ministerio Público para aclarar la falsedad de las acusaciones en mi contra de ser parte de una campaña de desprestigio contra la impune y poderosa entidad citada. Hoy que es vital rescatar el concepto de justicia. Justicia, que no es encontrar quién la paga, sino quién la debe y compensar a la víctima.

No es el objetivo de los ciudadanos guatemaltecos “apoyar a la CICIG”, como lo dijo recientemente una académica guatemalteca, según nota de Prensa Libre del pasado viernes. El fin es que haya justicia: que se le de a cada quién lo que le corresponda. Que los antisociales, que violenten los derechos individuales de otros, reciban el castigo que merecen y paguen las consecuencias de sus acciones. Y, por supuesto, lo más importante es, repito, que se compense a la víctima. Pero me refiero a la víctima real, no al ficticio Estado, que termina siendo la excusa para que aquellos que detentan el poder, terminen lucrando y beneficiándose de los dictámenes de los tribunales.

Una de las peores CICIG en nuestro país es la que impera en los medios de comunicación. Por ejemplo, llamar a la iniciativa que pretende acabar con el derecho de propiedad y la presunción de inocencia (la Ley de Extinción de Dominio) ley antinarco, no sólo es ingenuo, sino es una manera de desinformar y confundir. Algo que debería ser señalado y evitado. Más si sabemos que el fin del periodismo es la búsqueda de la verdad de los hechos. Lo que hace necesario reconocer que existe la verdad: la realidad, única, de la cual somos parte. Por supuesto, nadie conoce toda esa realidad: el conocimiento no sólo está disperso, sino hay más cosas de la realidad que desconocemos que las que conocemos. Pero lo anterior no es excusa para falsearla y pretender que no se puede conocer.

La confusión conceptual en algunos casos, en otros la crasa ignorancia, sin olvidar al sofista falsificador y distorsionador de los conceptos, son el origen de las malas decisiones políticas y el fracaso de las estrategias adoptadas a la fecha. En fin, sobre este tema espero elaborar más en futuras entregas. Hoy escribo sólo para reconocer ese ¡ajá moment! como le llamaría Albert Loan. O, como lo hemos chapinizado sus estudiantes con un sencillo ¡sí pues! Algo es rescatable de la CICIG para enfrentar a la raíz de nuestros problemas: sus siglas.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de noviembre de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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11.22.2010

Epístola de Bastiat



Hace un par de días llegó a mi inbox en Facebook, el más extraño de los mensajes que he recibido. El autor de la epístola virtual me pedía encarecidamente (por cierto, en un español afrancesado), que publicara en mi próxima columna extractos de un ensayo que escribió hace algunos años, el cual consideraba trascendental que fuera leído por las gentes de bien del siglo veintiuno. Claro, no hacía referencia sólo a los lectores del diario para el cual escribo. El remitente del correo se refería a todos aquellos que queremos que mejore la calidad de vida de todas las personas, de manera sostenible, en el largo plazo.



El autor de la misiva se llamaba Frédéric Bastiat. Por supuesto, mi desconcierto fue tremendo: el escrito que quería que compartiera se llama “El Estado” y fue publicado por primera vez el 25 de septiembre de 1848, en el “Diario de Debates”. Además, Bastiat murió en 1850. En fin, hace un rato cuando vino a mi memoria el hecho que comparto con ustedes, busqué la carta mencionada y ¡vaya sorpresa! ya no estaba. Sin embargo, como ya me había comprometido con el remitente ¿habrá sido un sueño? decidí cumplir mi promesa:


“¡El Estado! ¿Qué es? ¿Dónde está? ¿Qué hace? ¿Qué debería hacer? Todo lo que nosotros sabemos es que es un personaje misterioso, y seguramente el más solicitado, el más atormentado, el más atareado, el más aconsejado, el más acusado, el más invocado y el más provocado que hay en el mundo”.


“¡Oh! Perdónenme escritores sublimes, a los que no detienen ni siquiera las contradicciones… ustedes ya han descubierto en alguna parte un ser bienhechor e inagotable llamado Estado, que tiene pan para todas las bocas, trabajo para todos los brazos, capitales para todas las empresas, crédito para todos los proyectos, aceite para todas las heridas, alivio para todos los sufrimientos, consejo para todos los perplejos, soluciones para todas las dudas, verdades para todas las inteligencias, distracciones para todos los aburrimientos, leche para la infancia, vino para la vejez, que provee a todas nuestras necesidades, previene todos nuestros deseos, satisface todas nuestras curiosidades, endereza todos nuestros errores y todas nuestras faltas y nos dispensa de toda previsión, prudencia, juicio, sagacidad, experiencia, orden, economía, templanza y actividad”.


“El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo… El Estado que puede tomar y no dar por la naturaleza porosa y absorbente de sus manos, que retienen siempre una parte y algunas veces la totalidad de lo que tocan. Pero lo que nunca se ha visto, lo que jamás se verá y ni siquiera puede concebirse, es que el Estado de al público más de lo que de él recibe”.


Ojalá cada día más despierten de la pesadilla del Estado Benefactor/Mercantilista, ya que, como también lo dijo Bastiat: “esta personificación del Estado ha sido y será una fuente fecunda de calamidades y revoluciones”. Genial.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 22 de noviembre de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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11.15.2010

El Cicigdio



Sería el título ideal para la novela que relata la estadía de un grupo de burócratas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Guatemala. La historia comienza con el capítulo bautizado como “La campaña de desprestigio” ¿O las verdades interinas? Por cierto, interinas hasta que la verdad verdadera aparece.


Por supuesto, como buenos émulos de Hugo Chávez y todos aquellos que actúan impunemente, pisoteando y destruyendo los cimientos de la civilización occidental, aunque esto último sea redundante, pronto anunciarán el intento de acabar con la vida del ente bautizado como “Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala” (CICIG), cuyos miembros, irónicamente, actúan impunemente: sin asumir la responsabilidad de sus acciones y de sus fracasos. ¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defenderlos? Aclaro: defender a los salvadores de los inútiles guatemaltecos.


O, también podría ser el primer capítulo del segundo tomo del libro de Eric Frattini “ONU: Historia de la Corrupción” (2005), que reúne parte de la investigación que hizo el citado escritor y periodista, sobre algunos de tantos abusos y excesos, secretos bien guardados, de los supuestamente impolutos miembros de la organización supraestatal más poderosa que existe. ¿Serán tan descarados, o nos creerán retrasados mentales, como para acusar a Frattini de ser parte de la intriga? No es necesaria una campaña para desprestigiarlos: ellos se desprestigian solos. Un autocicigdio.


En fin, tal y como escribió Frattini en la introducción del libro mencionado, y luego a lo largo del mismo lo evidencia, “...la ONU ha sido desde su creación…, un auténtico foco de conflictos. A pesar de ser creada en 1945 como una Organización transnacional capaz de arbitrar cualquier conflicto que surgiese tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, con el paso de los años, aquel sueño romántico se ha convertido en una pesadilla real, mastodóntica y cara, extremadamente cara”. ¡Vaya si no lo sabemos nosotros!


Aprovecho a retar públicamente a Mainardo Benardelli, Embajador de Italia, a cualquier miembro del privilegiado cuerpo diplomático, y a Ana María de Klein, si es que pretende apoyar las teorías de la conspiración mencionadas con sus declaraciones al diario “elPeriódico”, publicadas el pasado viernes, de que “Hay columnistas que siempre han escrito de lo que está haciendo la CICIG…”, a que nombren a quiénes acusan de ser parte de una campaña de desprestigio contra la CICIG y con qué pruebas. Los invito a que lleguen a mi programa radial, “Todo a Pulmón”, y las presenten.


No todos los habitantes de Guatemala somos alfombras de la comunidad internacional y la burocracia supraestatal. Somos ciudadanos dignos que los enfrentamos y cuestionamos, porque priorizamos el largo plazo y sabemos que, para cambiar las condiciones de vida en Guatemala, necesitamos fortalecer el Estado de Derecho, incluidos dos de sus pilares fundamentales: el derecho al debido proceso y la presunción de inocencia.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de noviembre de 2010. La imagen la bajé del blog “Un revolucionario ocioso”.

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11.08.2010

Las verdades de la mentira

Como es de muchos conocido, el ganador del Premio Nobel de Literatura del presente año 2010, Mario Vargas Llosa, publicó en 1990 un libro a mi parecer indispensable, titulado “La verdad de las mentiras”, en el cual aborda críticamente obras literarias emblemáticas del siglo veinte. En 2002, presenta una nueva edición en la que a los veintiséis ensayos originales suma diez para hacer un total de 36 trabajos esclarecedores para aquellos que amamos la buena ficción. En palabras de Vargas Llosa:




“Toda buena novela dice la verdad y toda mala novela miente. Porque ‘decir la verdad’ para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y ‘mentir’ ser incapaz de lograr esa superchería. La novela es, pues, un género amoral, o, más bien, de una ética sui generis, para la cual verdad o mentira son conceptos exclusivamente estéticos”.



Según el Diccionario de Filosofía de Nicola Abbagnano, en la edición que poseo actualizada y aumentada por Giovanni Fornero, con el término estética se designa la ciencia (filosófica) del arte y de lo bello, y fue introducido por Baumgarten en 1750. Aristóteles consideraba que lo bello consiste en el orden, en la simetría y en una magnitud que se preste a ser fácilmente abarcada en conjunto por la vista. Recordemos que para el Estagirita, sólo podemos conocer por medio de los sentidos, todos los sentidos, los cuales forman parte de toda observación. No sólo la visión. Un motivo más por el cual el padre de la civilización occidental merece mi profunda admiración.



Ayn Rand, en el “El Manifiesto Romántico”, libro que reúne ensayos cuyo objetivo es sentar “las bases de una estética racional”, define el arte como “una recreación selectiva de la realidad de acuerdo al juicio de los valores metafísicos de un artista”. Continúa: “Mediante una recreación selectiva, el arte aísla e integra esos aspectos de la realidad que representan la visión fundamental de uno mismo y la existencia”. El sentido de la vida del autor, del artista. Y el propio de quien lee, ve, escucha… y se identifica con el creador de la obra.



Hoy, viernes 5 de noviembre, fecha en la cual escribo el presente artículo, voy a tener la oportunidad de conversar brevemente con Mario Vargas Llosa: el escribidor, el fabulador sorpresivamente reconocido por los miembros del Comité del Premio Nobel de Literatura. Quien aún antes de recibir tan merecido galardón, había ganado mi respeto, no sólo como literato, sino como intelectual y hombre comprometido con la verdad: “Para el periodismo o la historia la verdad depende del cotejo entre lo escrito y la realidad que lo inspira. A más cercanía, más verdad, y a más distancia, más mentira”.



Por estas fechas, toparse con intelectuales honestos, que diferencien la ficción de la realidad, es casi tan difícil como encontrar a un político en el ejercicio del poder que respete los derechos individuales. Por eso, don Mario, es una verdad que será un honor acercarme a usted.





Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de noviembre de 2010. La imagen la bajé de Internet.

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11.02.2010

Chico tractor


Sin importarme que de nuevo me incluyan en la lista de desestabilizadores, complotistas y creadores de supuestas campañas negras (acusaciones que luego, por razones obvias – falta de evidencia -, no pueden demostrar) en contra de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), sus dirigentes o cualquier otro funcionario de gobierno, en extremo sensible y temeroso de la verdad, voy a enfrentar a cualquier vehículo pesado que me echen encima y voy a comentar las recientes declaraciones del titular de la comisión citada. Al fin, como lo he dicho hasta el cansancio, para mí la opinión más importante sobre mi persona es la propia. Motivo por el cual no puedo dejar pasar semejante descaro.

El actual comisionado de la mencionada entidad de la Organización de las Naciones Unidas, Francisco Dall’Anese, reconoció el pasado martes 26 de octubre en Panamá que “en la CICIG somos como un tractor y nos pasamos llevando a quien se nos ponga enfrente”. Incluidas, como es evidente, las instituciones fundamentales de un sistema real de Justicia: el debido proceso y la presunción de inocencia. O lo que de éstas quedaba en Guatemala. Y, sobre todo, arremeten e intimidan a aquel que les sirva de chivo expiatorio para resolver sus casos, siempre con el apoyo complaciente de conocidos criminales de la peor calaña, llamados hoy colaboradores eficaces.

Me queda claro sobre quienes pasan encima. Sin embargo, según la Wikipedia, un tractor (del latín trahere «tirar») “es un vehículo especial autopropulsado que se usa para arrastrar o empujar remolques, aperos u otra maquinaria o cargas pesadas”. Me pregunto, ¿a quienes acarrean? ¿A los gobernantes corruptos a los cuales exoneran de serias acusaciones como las que hizo Rodrigo Rosenberg? Recalco: a los saqueadores que se encuentran en el ejercicio del poder, no a quienes ya lo entregaron.

En una entrevista reciente que le hizo Juan D. Oquendo al conocido entrevistador José Luis Perdomo O., este último contó que Ryszard Kapuscinski dijo: “No me interesa en absoluto entrevistar a los políticos. No dicen la verdad. Siempre repiten las mismas cosas. Me aburren sus discursos precocidos”. Y parece ser que no sólo los políticos, sino también los burócratas al servicio de ellos. Fuera de nuestro país, Dall’Anese se parece tanto al, en sus palabras, brillante Carlos Castresana, a quien le queda como anillo al dedo, parafraseado, el refrán que dice: “Fanfarrón y figura hasta la sepultura”.

Total, es más posible que la próxima legalización en California de la producción, comercialización y consumo de marihuana para todo adulto mayor de 21 años (si es aprobada la Propuesta 19 en las elecciones estadounidenses del 2 de noviembre), contribuya a reducir los crímenes relacionados con la guerra perdida de las drogas, que cualquier ente burocrático, nacional o internacional, que termina acomodándose al sistema imperante de incentivos perversos del cual son parte.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 1 de noviembre de 2010. La imagen la bajé de Internet.

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