Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

11.26.2012

Un día tranquilo




¿Será un sueño imposible en Guatemala? Por supuesto, mi sueño completo es que ese día se repita la mayoría de veces posible, y no como es hoy la vida real en mi país. Son tantos los abusos, los crímenes, las miserias… que a veces parece que muchos se han acomodado al estado actual de las cosas y han dejado a un lado, abandonada, la esperanza de que la situación cambie para bien de todos. O, al menos para la mayoría que asume sus responsabilidades, comenzando por mantenerse a sí mismos y a las personas que libremente haya decidido apoyar.

Mientras hago ejercicios suelo ver, entre otras cosas, noticieros internacionales. Precisamente en esas me encontraba un día de la semana pasada cuando vi una nota sobre un hecho que había escandalizado a los londinenses: un hombre, sin explicación conocida, atacó a una adolescente por la espalda, golpeándola una sola vez en la cabeza. Tan fuerte fue el golpe que la joven perdió el conocimiento. Gracias a unas cámaras de seguridad lograron identificar al antisocial culpable de la agresión. ¡Qué diferente al contexto nuestro! Un caso similar en estos lares ni siquiera hubiera sido noticia, menos hubiera sido resuelto.

Muy diferente es la realidad por acá. Por ejemplo, la semana pasada una familia se destruyó debido a una granada que encontró uno de los niños en una mochila que llevó a su casa. No es esta la primera ocasión en la cual nos enteramos de lo fácil que es toparse con un arma mortal en cualquier esquina de la ciudad. Y en el interior la situación es la misma, o peor. ¿A cuántos indignó esta tragedia? A muy pocos, estando ya la mayoría acostumbrada a escuchar sobre hechos parecidos.

Quiero vivir un día tranquilo en el cual el Ministro de Gobernación de mi país, encargado de nuestra seguridad, no genere más incertidumbre de la que hay al suplicar amablemente, por sus cuentas públicas en las redes sociales, a una partida de delincuentes y criminales ¿o terroristas? que por favor le devuelvan los explosivos, junto con sus respectivos detonadores, que robaron de unos vehículos que previamente quemaron los mismos sujetos a quienes se dirige. Un día en el cual pueda caminar tranquila por cualquier espacio, donde quiera y pueda, sin miedo a quedar en medio de una balacera de narcos, sin temer a que en cualquier momento puedo pasar a formar parte de la estadística olvidada de las miles de víctimas de la llamada guerra contra las drogas.

Un día en el cual no me tope con una breve nota perdida entre los reclamos de algunos oportunistas, en la cual informan del hallazgo del cadáver de un recién nacido abandonado a su suerte que poco le sirvió en este mundo, otra víctima más, ahora de la ley antiadopciones que ha condenado a miles de criaturas no queridas por sus progenitores a una vida en el abandono y sin la posibilidad de crecer dentro del seno de una familia. Un día en el cual los saqueadores, los vividores, los mentirosos… ocupen su lugar.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 26 de noviembre de 2012. La foto del amanecer la tomé un día que esperaba fuera tranquilo. No importa la fecha.

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11.24.2012

Finales felices




Todos deseamos un final feliz, incluidos los escépticos y los pesimistas. Es parte de nuestra naturaleza. La persona sin propósitos, más que vivir como humano, ve pasar la vida sin mayor expectativa, como un simple observador que desperdicia su valor más importante: su propia vida.

Aunque, el final de los finales no será feliz. Solo será. Será, inevitablemente, lo queramos o no. Está fuera de nuestro alcance cambiar ese final. Lo más que podemos hacer es alargar su llegada. Pero que llegará, es indiscutible. Casi ni cuenta nos daremos cuando llegue: ya no seremos presente. Por eso, los finales antes del gran final son los importantes. Los que hacen la diferencia entre una existencia rica y una vida pobre.

En un artículo reciente de Carlos Fuentes, conocido escritor mexicano, me topé con lo siguiente: “La memoria es el género que se atreve a decir su propio nombre. La biografía nos dice: ‘Eres lo que fuiste’. La novela nos dice: ‘Eres lo que imaginas’. La confesión nos dice: ‘Eres lo que hiciste’. Pero la biografía, la confesión o la novela requieren de la memoria, pues la memoria, dice Shakespeare, es el guardián de la mente. Un guardián, diría yo, que se radica en el presente para mirar con una cara al pasado y con la otra al porvenir”. Deseo que mis memorias sean una colección de finales felices. Eso confieso.

Sé que no es tarea fácil lograr esos finales felices. Más aún, los finales en aquellas circunstancias relacionadas con nuestros más caros anhelos que, en todo sentido, son caros: por quererlos intensamente y por lo costoso que es alcanzarlos. No es cuestión de sentarnos a esperarlos. Es iluso quien cree que las cosas llegarán a él mientras espera sin hacer nada más que soñar.

Los finales felices, al menos la mayoría, suelen ser efímeros. Es cuestión de un momento para que, de nuevo, experimentamos una sensación de insatisfacción que nos impulsa a fijarnos nuevos objetivos en pos de ese instante inefable en el cual alcanzamos aquello por lo cual hemos trabajado, aquello que hemos ansiado poseer: tener en nuestro haber. Parte de nuestra biografía única, que nunca será repetida.

Por supuesto, hay finales que no son felices. Los finales vienen en varios sabores: pueden ser dulces, amargos, salados… O, porque no, agridulces. A veces, alcanzar algo que hemos valorado puede que no nos proporcione la emoción que esperábamos. O, en otras ocasiones, a pesar del tiempo y esfuerzo que hayamos invertido en alcanzar nuestro objetivo, no logremos hacer nuestro el final feliz. Simplemente, en alguna parte del camino nos confundimos y no llegamos al destino que nos habíamos fijado. Es parte de la experiencia única de vivir. Es parte de nuestro proceso de aprendizaje.

En  “De La Brevedad Engañosa De La Vida”, escribe Luis de Góngora y Argote: “que presurosa corre, que secreta / a su fin nuestra edad. A quien lo duda, / fiera que sea de razón desnuda, / cada sol repetido es un cometa”. Sí, para algunos. Para quienes buscan, usando su razón, hacer realidad sus sueños pareciera que la vida vuela, que la travesía tiene muchas escalas que pueden ser finales felices. De mí, de usted, de él, de ella… depende.

Hoy, decido finalizar este viaje por escrito sobre finales felices, con un pensamiento que me parece oportuno. Cito al sabio estoico, Lucio Anneo Séneca, en su epístola “La brevedad de la vida” en la que dice: “El tiempo que tenemos no es corto; pero perdiendo mucho de él, hacemos que lo sea, y la vida es suficientemente larga para ejecutar en ella cosas grandes, si la empleáremos bien”. Los finales felices, repito, dependen de nosotros mismos y de los objetivos que nos proponemos alcanzar: las metas que hemos escogido, libres de toda imposición de otros. Los fines que nos permiten hacer realidad el fin último: ser felices. De por vida, brindo por la vida.


Este artículo fue publicado en la Revista "NuChef" en su edición No. 35 correspondiente al bimestre de abril y mayo de 2012. La imagen corresponde al final de la película "Modern Times" de Charles Chaplin.

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11.19.2012

Tras el duelo, la corrupción




Y antes también. ¿Cuándo fueron levantadas las obras públicas que recién se cayeron? ¿Este año? ¿El año pasado? ¿El antepasado? Me atrevo a asegurar que la mayoría de estas no han sido declaradas patrimonio nacional debido a su antigüedad. Probablemente muchas fueron construidas en el presente siglo. Ante todo, cuando del gobierno se trata, va la corrupción. Por supuesto, envuelta en un manto de compasión. ¡Qué no falte la foto del ¿mandatario? abrazando a la anciana sin hogar! Al niño sin padres, a la niña herida, al hombre sin trabajo…

¡Estado de calamidad en siete departamentos! San Marcos, Quetzaltenango, Sololá, Totonicapán, Suchitepéquez, Quiché y Huehuetenango. Así, más fácilmente se podrán repartir el botín. Digo, podrán adjudicar el dinero necesario a las personas idóneas para levantar ¿o levantarse? nuestra Guatemala después del terremoto en… San Marcos. En fin, algo habrá que hacer en los otros departamentos.

Total, saben que la mayoría de la obra pública construida por el Estado se cae con un soplo, ¡cómo no va a causar daños irreparables un seísmo como el del miércoles antepasado! Analizándolo desde este punto de vista, de una vez hubieran declarado el tal Estado en todo el país. Pienso que la mayoría coincidimos en que el Estado de Guatemala es una calamidad. ¡A gastar sin controles, sin límites, sin fiscalización! Lo justifica el estado actual de las cosas. Aunque ¿cambia en algo los procesos actuales? Es conocido por casi todos que es raro el funcionario de gobierno que cumpla con los procedimientos estipulados por la ley para gastar el dinero expoliado a los tributarios.

¡Cuántos habrán temblado de la emoción al enterarse de la destrucción que hubo en San Marcos el 7 de noviembre pasado! Temblores de una magnitud medible en millones de quetzales, con réplicas en dólares y en euros. Mil millones de quetzales solo para comenzar. ¡Cuántos habrán empezado a soñar con todo el dinero que les permitirá aumentar sensiblemente la intensidad de sus cuentas bancarias! ¿A quiénes se les cayó la baba de tanto que salivaron al imaginar su buena suerte? ¡Cuántos habrán corrido a ponerse a las órdenes del Presidente, Otto Pérez Molina, para que los tenga presentes a la hora del reparto de las obras de reconstrucción! Los más vivos habrán llorado a los muertos con Roxana Baldetti. ¿Quiénes serán los beneficiados gracias a los damnificados del terremoto en San Marcos? Cuántas preguntas que… ¿usted se anima a contestar?

¿A qué destina la mayoría de sus ingresos? ¿Quiénes son los principales beneficiarios de su trabajo? ¿Por qué son los principales beneficiarios de su trabajo? ¿Sabe a ciencia cierta cuánto paga en impuestos? ¿Por qué paga impuestos? ¿Para qué son utilizados sus impuestos? ¿Cómo sabe para qué son utilizados sus impuestos? Algunas de tantas preguntas que deberíamos hacernos seguido, para que el sistema deje de favorecer al estafador de turno en el ejercicio del poder.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 19 de noviembre de 2012. La imagen la bajé de la Internet.

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11.18.2012

¡Salú!




Y, si le sumamos a la salud el dinero necesario para satisfacer nuestras necesidades y alcanzar nuestros objetivos que, sin duda, incluyen todo aquello que anhelamos para ser felices; y si además hemos encontrado el amor, ese alguien único con quien compartir nuestra vida y que refleja nuestros valores más altos, habremos completado el conjunto de deseos comunes a la mayoría de seres humanos. Y me atrevería a apostar que ningún individuo se libra en la realidad de tales deseos. Aún aquel que se expresa despectivamente en contra de lo anterior, en lo más recóndito de su ser ansía la trilogía humana de la felicidad. En mi opinión, tal postura displicente es sólo una máscara que sirve para ocultar su miedo a fracasar en el intento de alcanzar la trinidad listada.

Por otro lado, hay muchos que, lamentablemente, en lugar de considerarse protagonistas de su vida, asumen un papel de víctimas cuyo guión asigna otros seres, reales o imaginarios, la culpa de sus fracasos. No tienen salud porque no se las da gratis el ficticio Estado. No tienen dinero porque los han explotado, aunque sea muy poco lo que hayan trabajado y producido en su vida. Y creen que el gobierno ha fallado en su deber de entregarles una parte de lo que otros han creado. Nadie los quiere porque nadie los entiende: es tal su grandeza que están fuera de toda probabilidad de ser comprendidos por cualquier simple mortal, por eso desprecian a los demás. Se engañan creyendo que alguien les envidia la amargura con la cual llenan su existencia. Si supieran que en el mejor de los casos provocan lástima, y en la mayoría de las veces, indiferencia. Al fin, cada quien cosecha lo que siembra.

Yo, vivo la vida con alegría. Pero no una alegría ingenua, que falsea la realidad, que es propia de aquellos cándidos volterianos que sólo atraen para sí mismos desgracias y luego, irracionalmente, las celebran y racionalizan. Mi alegría está fincada en el reconocimiento de lo que es y la búsqueda dentro de la realidad de los medios que me permitan alcanzar mis propósitos. Sí, la mía es una vida con propósitos que espero llevar a cabo en esta Tierra y en esta, mi única existencia. Pienso al igual que uno de mis héroes literarios, Francisco D’Anconia, que el ser humano más depravado es aquel que no tiene propósitos. Que desperdicia su bien más preciado: su propia vida. Si no vivimos, nada importa. Para valorar y actuar necesitamos vivir. Quien no se valora en la justa medida, quien no se cuida termina más pronto, y con menos logros, ese camino irrepetible que es más importante que su destino. El camino de la vida, que nos lleva a todos a la muerte.

Por supuesto que es más fácil decirlo que cumplirlo. Sobre todo en el principio, cuando empezamos a cuestionar los paradigmas a partir de los cuales actuamos, ya que hemos sido educados para creer que primero van los demás y después nosotros. ¡Cuántos no temen decir que se quieren y quieren ser felices! ¡Cuántos sienten vergüenza sólo de pensarlo y nunca se van a atrever a expresarlo! ¡Cuántos desperdician su valor más importante: su propia vida! Cuántos ignoran que para poder valorar, actuar, amar… y ser felices, primero necesitan estar vivos.

Hoy que escribo estas líneas me tuve que bañar con agua fría. Mi calentador se arruinó ayer. Pude calentar agua en la estufa para bañarme, pero decidí retarme y opté por sentir correr por mi cuerpo el líquido frío. Fue una experiencia memorable. Experiencia que espero no tener que repetir pronto. Pero la aprecié porque, primero, superé el reto; y segundo, terminé sintiéndome revitalizada, con más energía y más lúcida que otros días. Pensé que para millones escuchar que tienen derecho a buscar su felicidad en el presente, en esta vida, será como ese baño de agua fría que los despierta de la pesadilla en que han vivido. ¿Se anima al helado despertar? Salú.

Artículo publicado en la Edición 34 de la revista "NuChef", del bimestre febrero-marzo 2012.

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11.12.2012

Leonel tembló




El miércoles apareció Leonel. Muerto. ¿Tembló cuando murió? Dejó su casa el sábado por la mañana. Fue a trabajar. Nunca regresó. Dicen que lo mataron por robarle la moto. No estoy segura de que así haya sido. Apareció en Mixco, lejos de su hogar. Veintidós años. Productivo. Era Leonel parte de una familia muy querida por mis padres. Otro asesinato cuyo responsable morirá algún día en el anonimato. Impune. Lo siento mucho por Evaristo y Laura. Siento no poder hacer más por ellos que lamentar su dolor y desear que con el tiempo encuentre paz su corazón.

Guatemala tembló. Cayó el peligroso San Marcos de adobe que sobrevivió al terremoto de 1976. Cayó sobre decenas de personas que dejaron de existir. Muchos creen que las mató el sismo.  ¿Será cierto? Conocemos el epicentro del fenómeno que ayer mostró la fragilidad en la que tantos viven. ¿Fue el sismo el que disparó contra las construcciones que cayeron encima de los que murieron? Sé que a Leonel lo mató quien jaló el gatillo del arma asesina.  ¿Quién es culpable de la muerte de cuatro niños en una casa decretada patrimonio histórico de la nación? Decisión que impidió que fuera destruida para levantar una nueva edificación. La legislación presente, como en el caso de Leonel, es la principal causa de la muerte.

Qué cierto es lo escrito por Francisco Pérez de Antón en “Callejón de Dolores”, su más reciente novela: “La ley se ha instituido para inhibir la acción de los indeseables, se dice, pero… no hay justicia que pueda devolverle la vida a las víctimas de los asesinos. Por acuerdo general dejamos aquella en manos de terceros, pero cuando los jueces por incompetencia, cobardía, corrupción u otras causas, no son capaces de hacerlas cumplir ¿Qué nos queda a los demás para alcanzarla? ¿Y qué satisfacción dar a los agraviados, a los inocentes y a los muertos?

Guatemala tembló. San Marcos lloró. Leonel murió. Y todo lo anterior son más pruebas que se suman a las tantas evidencias que ya hay de que el sistema colapsó: se cayó. ¿Cuándo lo vamos a levantar? ¿Cuándo lo vamos a cambiar? ¿Cuándo le vamos a dar un giro de 180 grados que nos permita alejarnos del intervencionismo actual que nos ahoga? ¿Cuándo vamos nosotros, los ciudadanos, a impulsar los cambios que nos permitan vivir dentro de una República Liberal? Y quiero resaltar que los cambios solo pueden venir de nosotros, los ciudadanos, porque a los políticos les conviene el caos, la miseria y la inseguridad creciente en la cual vivimos.

Evaristo y Laura, no puedo devolverles a Leonel vivo. No puedo detener el muro de adobe que se derrumbó sobre los niños que vivieron en la histórica casa, patrimonio ¿de nuestra cultura? ni puedo resucitar a todos aquellos que mueren porque nos han impuesto un sistema empobrecedor, ajeno a un verdadero Estado de Derecho. Pero sí puedo denunciarlo, sí puedo hacerlo público, sí puedo condenarlo. Sí puedo invitarlo a usted a que también lo haga. Puedo y lo hago.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 12 de noviembre de 2012. La fotografía es de Edgar Domínguez de Prensa Libre.

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11.05.2012

El destino de la corrupción



“La corrupción es un mal que, por desdicha, tiene como destino el olvido… ¿Quién se acuerda hoy de lo que se robaron los gobiernos anteriores?”, es la amarga idea que pone Francisco Pérez de Antón en la boca de Crisóstomo Valverde, uno de los personajes de su más reciente novela “Callejón de Dolores”. Al leer semejante sentencia, no pude hacer más que dejar mi libro a un lado y sentarme a escribir sobre mi reacción a tal afirmación.

Primero sentí una especie de fuego intenso que subía por mi cuerpo, una sensación que se apropiaba de mis entrañas en señal de rechazo a algo que ha sido hasta hoy una verdad indiscutible. Solo por mencionar los últimos veinticinco años pregunto: ¿qué pasó con lo que robaron en los gobiernos encabezados por Vinicio Cerezo, Jorge Serrano, Álvaro Arzú, Alfonso Portillo, Óscar Berger y Álvaro Colom? Y pienso que a esta lista también debo agregar al padre del nuevo Procurador de los Derechos Humanos: me refiero a Ramiro De León, porque, aunque breve su mandato, más de alguien debe haberse aprovechado de la incertidumbre de esa época para acumular una fortuna.

Luego, me pregunté qué pasará con todos los desmadres de los actuales gobernantes cuando estos entreguen el poder en cuestión de apenas tres años y un par meses. Porque si alguno del Partido Patriota es sensato, ya habrá reconocido que es casi imposible que continúen ejerciéndolo en menos de cuatro años. A casi diez meses de iniciado el período de Otto Pérez Molina y su gente, tanto en el Ejecutivo como en el Congreso, una gran parte de sus electores están decepcionados de ellos debido a los tremendos errores que han cometido. Por supuesto, tal vez casi nada les importa lo anterior: ya se aseguraron que a sus cuentas bancarias llegará gran parte de lo poco que dicen recaudar.

Y la recién aprobada “Ley contra la corrupción”, les debe provocar risa. Es muy probable que crean, ¡como tantos en Guatemala!, que da igual que, finalmente, haya pasado este intento de remendar un sistema corrupto como lo es el Estado Benefactor/Mercantilista, y tratar de, sino limitar, al menos otorgar herramientas eficaces a los escasos diputados y funcionarios que fiscalizan el uso del dinero de los tributarios. Porque sí: ese dinero es nuestro, es de los pagadores de impuestos: una verdad irrefutable que debemos internalizar y difundir, para que cada día seamos más los que nos indignamos del robo descarado de lo que NOSOTROS hemos ganado. Y, lamentablemente, no hemos disfrutado.

Pienso que hoy, a diferencia de 1929 (año en el cual transcurre la historia que narra magistralmente Pérez de Antón), contamos con más espacios para dar a conocer los actos ilícitos de los gobernantes, los cuales NO deben ser olvidados. Todo lo contrario: debemos darlos a conocer a todos aquellos que podamos para que en un tiempo breve seamos más los desencantados con la realidad actual y al fin tomemos las decisiones necesarias para cambiarla. No dejemos que el olvido borre la miseria presente.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 5 de noviembre de 2012.

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