Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

12.24.2006

De temporada

Quema del diablo. Luces Campero. Virgen de Guadalupe. Convivios. Compras. Devoluciones. Tráfico elevado a la n potencia. Insultos. Sonrisas. Desvelos. Madrugadas. Por la noche, tomar gel de Aloe Vera para aguantar la temporada. No debo olvidar los brebajes de la mañana. Sólo para mencionar diciembre. Total, hay que gozar en esta Navidad, sin olvidar el año nuevo.

¿Qué escribir en este inusual (¿o demasiado rutinario?) lapso de fin de ciclo? Esas fechas que cada período inician más temprano. ¿Es correcto aplicar el adjetivo de linda a una estación? ¿Es la temporada más feliz del año? No sé. A mí, el exceso de dulce me empalaga. Por eso, prefiero racionarlo para disfrutarlo. Así que opto por una dieta de verano en pleno invierno: escuchar música que me distraiga de la época a la cual muchos se entregan sin meditar. Tal vez de esa manera logre reflexionar y decidir mejor qué metas voy a alcanzar los próximos meses.

Lo anterior no excluye que, como casi todos, incluido el mismísimo Grinch, caiga ante el deseo de escuchar un jingle bells o espere ver a un burrito sabanero que va camino de Belén. Como escribió Oscar Wilde en “El abanico de Lady Windermere”: “Puedo resistirlo todo, excepto las tentaciones”.

Happy Holidays or Merry Christmas? Un dilema que todavía no enfrentamos en los trópicos. No obstante, ya se empiezan a sentir los vientos del norte que nos llevan a discutir sobre cómo bendecir.

¿Por qué ser felices hoy? ¿No es mejor desear felicidad, de ser posible, siempre? ¿Acaso no es ese el fin último de todos? Para algunos, esa felicidad plena la van a encontrar en otro mundo inmaterial. Yo, por aquello de las dudas, prefiero descubrirla en esta vida. Al menos cuando río o cuando lloro, aunque a veces lo hago simultáneamente, soy consciente de que siento, pienso y existo. Que deseo y tengo objetivos. Más vale vida en mano que ver un ciento volar. No vaya a ser que desperdicie la que con seguridad disfruto, aún cuando sufro.

Tengo árbol gracias a María. Fue un parto con Dolores. Sin embargo, el resultado… qué maravilla. Por cierto, ¿quién se robo mi Nieve y me dejó un queso? ¿Comeré un Gouda en lugar de devorar a Orhan Pamuk? ¿Me observa el hombre vestido de rojo o sólo me llama? Según mi justa medida, subjetiva e individual, me porto en general bien ¿o no?

Los tengo que dejar. Rudolph, Frosty y un duende (verde de tanto parrandear), me esperan. Nos vamos a fugar en esta Navidad. Simple prueba de que le pedí a Santa Claus, hace varios veinticuatros de diciembre, un alma eternamente rebelde. Pero con causa. Y parece que en esa oportunidad no sólo leyó mi carta, sino que concedió mi deseo en el umbral de medianoche que irremediablemente nos lleva al día siguiente.

¿Qué puedo hacer? Mi universo predilecto es el de la fantasía hecha realidad. Espero que sus decisiones y acciones, responsables y respetuosas, los lleven a conquistar aquello que su corazón les pide. Ese, más allá de sus creencias, y sin complicaciones, es mi deseo para ustedes, mis estimados lectores.

12.18.2006

La década hipócrita

Diez años de hipocresía políticamente correcta: del 29 de diciembre de 1996 al 29 de diciembre de 2006. ¿Hasta cuándo continuarán con ese siniestro juego los políticos y los líderes de los grupos de presión de la suciedad servil que han lucrado de los mal llamados acuerdos de paz?

Juan Bautista Alberdi, ilustrado liberal argentino del siglo diecinueve, escribió en su ensayo “El crimen y la guerra” lo siguiente: “El crimen de la guerra. Esta palabra nos sorprende, sólo en fuerza del grande hábito que tenemos de esta otra, que es la realmente incomprensible y monstruosa: el derecho de la guerra, es decir el derecho del homicidio, del robo, del incendio, de la devastación en la más grande escala posible; porque esto es la guerra, y si no es esto, la guerra no es la guerra”. Entonces, ¿seguimos en pie de guerra, sólo que más intensa y ampliada a la áreas urbanas? Observe a su alrededor, vea, lea y escuche las noticias, y responda honestamente, ¿vivimos en paz?

Década de los sofismas embusteros que pretendían desviar la atención de la impunidad dispensada a aquellos que violaron, secuestraron, destruyeron y, dolorosamente, retrasaron con sus actos la posibilidad de acelerar el progreso de los habitantes de Guatemala, particularmente el progreso de los más pobres. Los terroristas que iniciaron una guerra sin futuro cuyo único resultado fue más miseria. Miseria espiritual, miseria mental y miseria material.

Es una ironía toparnos hoy en primeras planas a los guerrilleros, sin importar el grupo al que pertenecían (intelectual o militar), disfrutando de la buena vida burguesa que les proveemos los tributarios. Sí, que les mantenemos con nuestros impuestos. ¿O acaso olvida que muchos de ellos lograron un cómodo puesto en alguna organización estatal? Pueden ser desde asesores hasta Presidentes en funciones, pasando por alcaldes, diputados, comisionistas… ¿o cómo les llamaría a los que integran la nueva burocracia de las comisiones fiscales, de resarcimiento a las víctimas del conflicto armado (a costa de otras víctimas indefensas: los tributarios), de planificación familiar, agraria, etcétera? Nombre cualquier ocurrencia y seguro justificaran la necesidad de crear una comisión con el pretexto de cumplir con los objetivos de los pactos de apaciguamiento. Excusas para emplear a sus cuates que aún no han sacado raja del discurso.

Soy coherente: no exculpo tampoco a quienes abusaron de la autoridad legal que ostentaban para proteger, precisamente, a los civiles que no estaban inmiscuidos en ese enfrentamiento por el poder. Aquellos que abusaron de quienes debían cuidar, deben ser juzgados y, si son hallados culpables, deben pagar la doble pena que merecen por haber traicionado a los que debieron servir.

Finalizo con el gran Alberdi, como lo llamó el gran Borges: “La paz no vive en los tratados ni en las leyes escritas; existe en la Constitución moral de cada persona”.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de diciembre de 2006.

12.11.2006

Abracadabra al arca

Los políticos, particularmente aquellos que ejercen el poder, deberían de solicitar su diploma de magos profesionales especializados en la desaparición de los fondos de los tributarios. Ahora los miramos (cuando salen de nuestros bolsillos), y ahora no los miramos (cuando acaban en la cuenta de vaya Dios a saber quién).

El título de prestidigitadores estatales describe mejor que el término de gobernantes las principales habilidades de tantos dedicados a los oficios maquiavélicos. ¿Habrán estudiado con los seguidores de Harry Houdini? ¿O varios se han actualizado y son admiradores de David Copperfield? Total, también son escapistas protegidos por el manto de la ley de antejuicios.

Según los datos oficiales del Ministerio (¿o misterio?) de Finanzas, de 1995 al año 2005, los gastos totales ejecutados por esa ficción llamada Estado, ascendían a la cantidad de 202,655 millones de quetzales. ¡No, seguro!, si se nota que los habitantes de Guatemala... ¿no pagamos impuestos? Probablemente esa inimaginable suma de dinero para cualquier mortal que sabe lo que cuesta ganarse el pan diario de cada día, la deben haber aparecido los burócratas en un abrir y cerrar de ojos: por arte de magia. O tal vez la cortaron de los árboles de pisto: billete por billete. ¿O será que la recaudaron gracias a las mañas de las reformas impositivas, único producto de los pactos fiscales?

Saque la calculadora, el celular, la Palm o su Blackberry y haga números: divida la miríada de pisto que hemos pagado (y han derrochado los susodichos burócratas en esos poco más de 10 años) dentro de una tasa de cambio promedio de 7.60 quetzales por un dólar y le dará el irrisorio (al menos para algunos alucinados) resultado de 26,665 millones de dólares. Increíble, ¿no? Pero cierto: un titispushtal de money, real y objetivo, que han dilapidado nuestros gobernantes. Sí: dilapidado, porque ¿dónde están los flamantes efectos positivos que esa enorme fortuna ha tenido en la calidad de vida de las personas? Acertó: en ningún lado. Claro, exceptuando a quienes han tenido la suerte de conseguir un hueso en el Congrueso o en cualquier otro organismo del aparato estatal.

Y si algo ha abundado en esa década es una variedad de Presidentes de distintos tamaños, colores e inclinaciones: Ramiro de León, Álvaro Arzú, Alfonso Portillo y Óscar Berger. Y algunos de ellos no se pueden ver ni en pintura. Así que el cuento trillado del gobierno de los mismos de siempre, no es racionalmente sostenible. Entonces, ¿qué ha fallado? Sin duda, el sistema. Y, ¿quién de ustedes, dilectos lectores, adivina cuál es ese sistema?

En fin, si ese dinero hubiera quedado en manos de sus legítimos dueños, ¿se imagina el montón de recursos que podría haber transformado en riqueza de la que beneficia a todos? En quimeras se desperdicia el capital que tanta falta hace en sociedades miserables, lamentablemente dirigidas por nigromantes en vías de subdesarrollo.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 11 de diciembre de 2006.

12.04.2006

Interpuesto

¿Dónde se hace cola para presentar las demandas de los grupos de presión? Busque su nicho de mercado: ¿qué espacio no ha sido tomado? Solicite su rinconcito en el Presupuesto específico de intereses de algunos nacionales. Y, ¿por qué vamos a discriminar? También extranjeros son bienvenidos a la piñata anual del Congrueso de la res pública. Sin alusiones personales a ningún diputado o diputada en especial.

La única advertencia que debo hacerles es que, como los recursos son escasos, no se podrá satisfacer todas las peticiones. Pero, si usted tiene familiares y/o amigos dentro del gobierno, seguro que su deseo tiene más posibilidades de ser cumplido.

Vuele como cachinflin prohibido. Apresúrese o se queda sin nada. Recuerde: los avorazados defensores del pueblo, acompañados por los chapulines (colorados de tantos seminarios en Cancún), nos llevan la delantera. No digamos los autoproclamados abanderados de la sociedad civil. ¿O será suciedad servil? Todo es posible en la dimensión desconocida del Estado interventor.

Al menos los congresistas mexicanos dan a sus ciudadanos un espectáculo de lucha libre que dejó satisfecho a los votantes al ver la trancaseada que le propinaron a varios de los vividores de las esperanzas de otros.

Si usted pertenece al poco más de 20 por ciento que mantiene la gran mayoría del Presupuesto, ni se haga ilusiones de que le van a recortar el pago de tributos. ¿Cuándo se ha visto que un político se arriesgue a limitar sus ingresos inmediatos? Y no olvide: usted es el coche del cual los cuerudos gorrones hacen todas las correas. En fin, son predadores en figura hasta la sepultura.

¿Cuántos ingenuos creen que algún legislador se enmiende? Antes enmiendan las partidas, para asegurar sus vidas antes de su partida del Legislativo. No vaya a ser que no regresen a sus curules en el próximo gobierno. Son conscientes de que el día de las elecciones nosotros tenemos el control.

¿Por qué limitar los privilegios a los médicos estatales, los sindicalistas, los maestros astrales (los de Joviel y los marcianos que vinieron y se fueron ya), las personas de la tercera edad, los sexoadictos (por aquello de los condones cortesía del tributario), los mayas redivivos, las mujeres agrupadas en sectores, los burócratas, los productores nacionales protegidos con aranceles…? Si así de fácil es arreglar los problemas, que emitan leyes privadas para todos.

Ahora, regresando a nuestro tema central ¿quién va a quedar dentro de la formalidad para financiar las buenas intenciones plasmadas en el Presupuesto? ¿Cuánto se reducirá el grupo de los pagadores de impuestos: el colectivo más frágil, abusado y marginado de la población?

Abran paso en la economía paralela. La mara arremete contra el muro gringo. No habrá obstáculo que pare la marea humana. Sálvese quien pueda del Presupuesto Particular de Intereses Creados del Estado benefactor/mercantilista de Guatemala.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno” el lunes 4 de diciembre de 2006.