Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

3.27.2017

La orfandad estatal



Una de las mayores tragedias que puede enfrentar un ser humano, es la de depender de los gobernantes que, en nombre del abstracto Estado, supuestamente asumen la responsabilidad de satisfacer sus necesidades y velar por su bienestar. Una responsabilidad que no es propia de la naturaleza de un gobierno. Pero es aún más trágico cuando esa dependencia es propiciada, esperada y aprobada por el mismo individuo, el cual termina viviendo insatisfactoriamente en la miseria: personas que son víctimas del engaño basado en el falso argumento de que la función del Estado es asegurarle todo aquello que considere necesario para vivir bien.

Sin embargo, dentro del contexto anterior, la peor de las tragedias es aquella a la cual adultos bien intencionados, pero totalmente equivocados, condenan a los niños a vivir bajo la tutela de los gobernantes que, repito, son quienes actúan en nombre del abstracto Estado. Niños, niñas, algunos recién nacidos, otros que ya han crecido bajo la tortura de vivir con padres que los maltratan y abusan de ellos. Criaturas indefensas y malqueridas que en muchos casos terminan reaccionando violentamente ante las circunstancias que les tocó vivir, llegando en ocasiones a cometer con otros los crímenes que fueron cometidos con ellos. Un círculo vicioso que es difícil de romper. Y más difícil es cuando los burócratas que quedan a cargo de ellos son peores que los familiares irresponsables de los cuales han sido apartados.

Antes de que fuera aprobada en el año 2007 la ley antiadopciones, varios miles de huérfanos tenían la expectativa de encontrar quién los adoptara, y que el proceso de sanar las heridas que desde pequeños les habían sido provocadas, se diera dentro de un ambiente familiar amoroso que les permitiera llegar a vivir vidas plenas y felices. No obstante, gracias a la exitosa campaña negra en contra de las adopciones, dirigida desde la misma UNICEF, esa esperanza se perdió.

Es cierto que hubo algunas denuncias (menos del uno por ciento de las adopciones), que debieron ser investigadas. Pero eso no justificaba que se condenara al noventa y nueve por ciento restante a vivir bajo la tutela de los gobernantes. Tampoco que se responsabilizara al tributario de los gastos de las ahora casi inexistentes adopciones, cuando antes estos gastos corrían a cargo de quienes quería adoptar. La ironía mayor es que, al final, no sólo no investigaron y menos se resolvieron las pocas denuncias reales, sino que ahora el costo de las contadas adopciones que hay es multimillonario y la única que se vio favorecida en el largo plazo con la estatización de las adopciones es la corrupción.

Hoy tenemos la oportunidad de corregir ese tremendo error que se cometió hace 10 años. Pero el éxito de este emprendimiento dependerá de la cantidad de gente que se involucre. Ojalá entre estos se incluyan quienes apoyaron este crimen hace una década. Tienen la oportunidad de enmendar sus errores y evitar más tragedias como la del “Hogar ‘inseguro’ de la Virgen de la Asunción”. Exijamos que se derogue, urgentemente, la ley antiadopciones.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 20 de marzo de 2017.

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3.20.2017

La brecha de la corrupción



La brecha fiscal que tanto parece preocupar a los gobernantes y a otros que servilmente los apoyan, no es otra cosa más que el resultado del malgasto, el despilfarro y el robo de nuestros impuestos. Si el dinero que nos expolian, producto de la peor de las extorsiones, se utilizara para que los gobernantes cumplieran con las funciones propias de la naturaleza del gobierno, dar seguridad y velar porque haya justicia, otras serían nuestras condiciones y otras nuestras preocupaciones.

Sin embargo, como lo que ha prevalecido desde hace décadas es la equivocada visión estatista e intervencionista del Estado, cuyos fracasos saltan a la vista, el abismo que existe hoy entre los gobernantes y los gobernados es enorme. Los primeros están empecinados en exprimirnos hasta el último centavo que puedan. Y nosotros estamos enfocados en ver cómo producimos más, a pesar de las circunstancias adversas a la creación de riqueza que enfrentamos, para intentar sobrevivir en el caso de la mayoría, unos cuantos para conservar su calidad de vida y muy pocos para mejorarla.

Nuestra economía se ha visto seriamente deteriorada en los últimos años, y este 2017 no pinta para nada mejor que los anteriores. Lo que es peor, con las nuevas amenazas que se ciernen sobre la gente productiva y los poderes inquisitoriales que les otorgaron los irresponsables diputados a los burócratas de la SAT, en lugar de brillar la luz al final del túnel, esta parece extinguirse conforme pasan los días.

Hasta los burócratas van a sufrir los errores que han cometido al perseguir a quienes no son sus enemigos y muchos menos son delincuentes y/o criminales. Me refiero a esa injusta e inmoral persecución en contra de los empresarios, cuyas consecuencias ya advierten en las finanzas del Estado. Hace unos días la principal pena de quienes ejercen el poder era la reducción en la recaudación de varios impuestos, en lo que respecta a las absurdas metas de expoliación que se habían propuesto para 2017. Si tan solo en lugar de presionar por un Presupuesto del Estado mayor que los anteriores hubieran sido objetivos y hubieran propuesto un presupuesto equilibrado, otra sería la historia. Tal vez es falsear la realidad creer que los políticos entiendan la moraleja de la fábula de la gallina de los huevos de oro.

También merecen ser señalados como responsables de la debacle los medios de comunicación que se prestan a ser voceros de los intereses de los gobernantes. Un ejemplo de lo anterior es el apoyo que la mayoría los medios le ha dado al más reciente engaño de los estatistas: el tendenciosamente llamado secreto bancario, que no era otra cosa más que el debido proceso que protegía a los ciudadanos del abuso de quienes ejercen el poder. Es lamentable ver como se plegaron a los burócratas, nacionales e internacionales, y en lugar de investigar en pos de la verdad, apoyaron las agendas de los saqueadores. Usted, no se deje engañar. Aprenda a identificar quiénes son serviles a los gobernantes, o sea, aquellos que los ayudan a adquirir más poder.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 20 de marzo de 2017.

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3.13.2017

El refugio inseguro



El refugio inseguro es el Estado visto como una especie de ser inmaterial, capaz de satisfacer todas nuestras necesidades. Una especie de padre imaginario todopoderoso, una contradicción aceptada por muchos. Y más peligroso es aún, cuando se pretende que los gobernantes, en nombre de tal abstracción, se hagan cargo de las demandas de la mayoría, que rara vez son satisfechas, ya que tales obligaciones son contrarias a la naturaleza del gobierno. Todavía peor, son contrarias a la propia naturaleza del hombre.

Es por eso que, en lugar de vivir mejor cada día de manera sostenida, entre más intervienen los gobernantes en nuestras vidas, mayores son las miserias que encontramos en el camino. Es por eso que ese Estado Benefactor atrae a los peores representantes de nuestra sociedad. Es por eso que los gobernantes terminan aliándose con los grupos de presión que proliferan en ese Estado, una alianza que termina violentando los derechos individuales del resto.

Un ejemplo tremendo de lo anterior es la tragedia del miércoles pasado en el mal llamado hogar seguro, en el cual habían muerto al momento que escribo estas líneas 37 jóvenes mujeres cuya vida, desde que nacieron, fue más difícil que para muchos. Abandonadas y/o violentadas por sus padres y, para colmo de males, condenadas por burócratas nacionales e internacionales a existir precariamente bajo la tutela del Estado. Sí, condenadas a no ser adoptadas por aquellos que podrían haberles brindado un hogar amoroso en el cual se hubieran podido desarrollar. Condenadas a vivir en un infierno y morir en la hoguera por quienes no escucharon que el camino que lleva a tal destino está empedrado de buenas intenciones.

El origen de esta tragedia en particular es fácil de encontrar: la ley antiadopciones que se aprobó hace una década durante el gobierno de Óscar Berger. El, la gente que la promovió y los diputados que la aprobaron deben de ser señalados como responsables. Pero también los son todos aquellos que aplaudieron una medida que, con un poco de esfuerzo mental que hubieran hecho por aclararse las ideas, habrían previsto las consecuencias en el largo plazo de otorgar más poder a los gobernantes, hacer las adopciones casi imposibles e institucionalizar a los huérfanos. Se preocuparon más por lo que podrían ganar algunos de los involucrados, que por el bienestar de los niños abandonados y/o maltratados.

Lamento haber estado en lo correcto hace 10 años cuando escribí lo siguiente: “¿Cómo puede alguien creer, conociendo la ineptitud de los gobernantes en cumplir con sus funciones primordiales, que estos van a saber qué es mejor para los huérfanos? ¿Gente que sólo le interesa robar nuestros impuestos?... Si entran en vigencia las leyes que centralizan la adopción, en lugar de poner un alto a los supuestos actos criminales denunciados, los multiplicarán, junto con la corrupción que va a acarrear la discrecionalidad que le otorguen a los burócratas a cargo”. Llegó la hora de corregir de raíz el error. La ley antiadopciones debe ser derogada.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 13 de marzo de 2017.

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3.06.2017

Choque de prejuicios



Los inciertos y confusos tiempos presentes, y la recomendación en Facebook de un amigo, me hicieron recordar una de las mejores películas que vi en el año 2005, Crash. Una producción estadounidense de 2004, cuyo director es Paul Haggis quien, con el apoyo de Bobby Moresco, escribió el guión. Crash es una película que se presta a muchas lecturas, dependiendo del contexto en que la analicemos. Dan ganas de verla más de una vez.

Cuenta con un reparto fabuloso, una fotografía memorable y un guión inteligente con diálogos retadores y políticamente incorrectos. Es un ejemplo del fracaso de las leyes que privilegian a unos a costa de otros. Un ejemplo más del descalabro ocasionado por las affirmative actions (acciones afirmativas) que en lugar de beneficiar en el largo plazo a los privilegiados con éstas, los condena a acomodarse a la mediocridad.

Los prejuicios son producto de la ignorancia y los mantiene presentes la desidia de pensar. Es más sencillo creer las mentiras difundidas por unos para manipular a los demás, que esforzarse en buscar en la realidad las respuestas verdaderas a nuestras dudas. Las respuestas que nos permitan aclararnos las ideas y así confirmar o desechar por falsos nuestros prejuicios. Muchos creen que les facilitan la existencia explicaciones tan descabelladas como que todo latino tiene que ser mexicano, que todo asiático es chino, que todo musulmán es árabe, que todo blanco es racista y que todo negro es un haragán ladrón.

“Es el sentido del tacto. En una ciudad real, la gente te roza, te golpea al caminar. En Los Ángeles nadie te toca. Estamos detrás del metal y el vidrio. Extrañamos tanto ese roce que chocamos contra el otro para sentir algo”. Además de los prejuicios, Crash nos confronta con nuestros miedos, con el rencor, el resentimiento, el poder, la inseguridad… pero no de la ciudad, sino la propia. Todas estas emociones se convierten en los hilos conductores de la trama. Es una historia que cuestiona estereotipos.

“Vivir en constante choque”, y reconocer que los temidos monstruos no se esconden debajo de la cama: se llevan por dentro. “Estoy enojada todo el tiempo y no sé por qué”, el choque que producen las contradicciones sin resolver. Descubrir que, al final, no importan tanto las circunstancias, como nuestra respuesta ante éstas. La decisión depende de nosotros, que somos capaces de cometer las más bajas y deleznables acciones, así como también de actuar de forma justa. Y en ambos casos, para bien o para mal, somos responsables de las consecuencias de esas acciones. Admitir que es imposible amarnos los unos a los otros, pero que sí tenemos la obligación de respetarnos mutuamente, más allá de nuestras creencias.

Crash nos deja en el paladar un sabor a esperanza al confrontar nuestros prejuicios y miedos, al mostrarnos que es posible superarlos. Es probable que, como fue mi caso, le deje haciéndose aún más preguntas de las que tenía al principio.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 6 de marzo de 2017.

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