Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

8.27.2007

La lectura de Atlas


Mientras acompaño a Dagny Taggart en su viaje tras el motor que sostiene al mundo, medito sobre la evolución que tanto ella, Hank Rearden y los demás protagonistas de “La rebelión de Atlas” experimentan. Pero, más que la evolución de ellos, me interesa la que avanza dentro de nosotros, los participantes del club de lectura que discutimos, socráticamente, sobre la obra magna de Alissa Zinovievna Rosenbaum, universalmente conocida como Ayn Rand.

Aunque en la mayoría de los casos para muchos ha significado encontrarnos por escrito con aquello que, a base de golpes, hemos aprendido de la realidad humana y como, a partir de la tendenciosa manipulación de verdades a medias y mentiras descaradas, pareciera que viviéramos en un mundo al revés, donde la gente productiva, respetuosa de los derechos de los otros, que no pretende ser carga de nadie, es tachada de avorazada por los mediocres, resentidos e insatisfechos con ellos mismos, que dicen vivir para los demás, bajo la condición de que esos demás, se acomoden a su santa voluntad.

Cincuenta años han pasado desde la primera publicación de esta novela filosófica que cuestionó la visión impuesta de la razón de existir del hombre. Por cierto, según una encuesta de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y el Círculo de Lectores, en la que preguntaron a los entrevistados sobre los libros que mayor influencia habían tenido en su vida, “La rebelión…” ocupó el segundo lugar, sólo superada por La Biblia. Una paradoja, aún para la aristotélica Rand. Tendré que revisar las premisas.

Los temas que a la fecha hemos abordado son variadísimos, si bien apenas estamos iniciando la discusión de la segunda parte de tres segmentos basados en el Organum, la lógica desarrollada por el genial ateniense que inspiró esta extensa reflexión randiana. Hemos debatido acerca de la hipocresía de muchos que hoy brillan en la sociedad, haciéndose pasar por grandes humanistas, cuando en la realidad detestan al ser humano como es y quisieran cambiarlo a la imagen que ellos tienen de los otros. Nunca de ellos, que se consideran personas nacidas más allá del bien y del mal. Siempre interesados en el manoseado bien común, e intentando acabar con aquello que precisamente tenemos en común los descendientes del Cro-Magnon.

El amor, la búsqueda de la felicidad, la moral, el placer, la vida con propósito propio (no de otros), y tantos asuntos que ocupan nuestra mente, los hemos abordado con ansia, emoción y curiosidad. A pesar de la opinión de Floyd Ferris de que “…la gente no quiere pensar, y cuanto mayores son sus problemas, menos quiere hacer el esfuerzo, aunque instintivamente sabe que debería hacerlo, lo cual le hace sentir culpable. Por eso, la gente bendecirá y seguirá a quien le ofrezca una justificación para no pensar. Alguien que convierta su pecado, su debilidad y su culpa, en una virtud de gran altura intelectual”.

Y usted, ¿cómo piensa?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 27 de agosto de 2007.

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8.20.2007

El agujero fiscal


Un agujero fiscal, dicen los estudiosos y las víctimas de ese oscuro coladero, es una región finita del espacio-tiempo, provocado por una gran concentración de tributos en su interior, que experimentan un enorme incremento anual en la densidad de la recaudación, lo cual provoca un campo de miseria en el que gravitan aquellos que son obligados a alimentarlo, sin lograr nunca saciar su hambre.

La ambiciosa absorción de dinero es tal que, una vez alguien es atrapado en el área del NIT, ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de dicha región tenebrosa, sobre todo a raíz de la aprobación hace pocos años de un conjunto de leyes inconstitucionales que legalizan el terrorismo estatal: o pagás o te morís en el bote. Y, ¿para qué pagamos? ¿Para que nos amenacen y persigan a nosotros (productivos, trabajadores y respetuosos), mientras que los criminales se entronizan dentro de las estructuras del gobierno, y los que operan en la dimensión paralela desorganizada violan nuestros derechos a su antojo?

La curvatura del espacio-tiempo o gravedad de la corrupción de un agujero fiscal es debida al enorme poder discrecional de los sujetos que ocupan el cargo de Presidente, diputados, funcionarios, alcaldes, jueces positivistas, y demás cuerpos que no tienen mucho de celestes. No esperan que el pisto les cueste. Prefieren vivir gorroneando de otros que sí corren los riesgos que implica asumir la responsabilidad de su existencia y no pretenden ser carga impositiva de nadie.

Se cree que en la planificación centralizada de la mayoría de los gobiernos, entre estos el de Guatemala, hay agujeros fiscales bien negros y fugas de capitales súper/más/IVAs. La existencia de estos agujeros negros en las arcas públicas está apoyada en observaciones ciudadanas de las astronómicas cantidades de dinero recaudado que desaparecen, por obra y gracias de los burócratas de turno, en un universo desconocido.

La hipótesis sobre la realidad terrena de los agujeros fiscales se apoya, entre otras evidencias, en la ostentación de quienes lograron su negoción, ya sea por medio de su compadre que logró su diputación, o la comadre que, sin discriminación, pasó de secretaria a Ministra de la perdición. Estrellas binarias y galaxias activas de la naturaleza estatal interventora.

¿Pertenece a los agujeros descritos el supuesto hoyo que deja la extinción del Impuesto Extraordinario y Temporal de Apoyo a los Acuerdos de Paz (IETAAP), el cual pretenden compensar los expertos del Pacto Fiscal? ¿Serán sus consultorías (y sus cuentas bancarias) uno de los desconocidos destinos adonde van a parar nuestros tributos que entran al agujero negro fiscal?

En fin, en este proceso de nuevos descubrimientos cuánticos, el único agujero que cada vez deja pasar más luz y dinero (porque los gobernantes siempre terminan encontrando la excusa para agrandarlo, ensancharlo, estirarlo), es el de los explotados tributarios.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 20 de agosto de 2007.

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8.13.2007

Un hogar en el centro


Donde viven, con la espada de Damocles de la intervención sobre sus cabezas, alrededor de cien criaturas cuyas vidas han sido intervenidas miserablemente por sus padres, parientes, amigos o desconocidos, desde muy temprana edad. Qué suerte tuvo el recién nacido que llegó con apenas un día de respiro. Cuánto dolor le ahorró el abandono.

El sábado 4 de agosto de 2007, cuatro ingenuos visitamos el Hogar Rafael Ayau que cobija una familia con tres Madres y un ciento de hijos. Prole de otros, cuidada por tres ángeles blancos, vestidos de negro. Un Hogar de Misericordia creado en 1857, hoy de nuevo privado (como fue la intención de su fundador), que durante varias décadas del siglo pasado estuvo a cargo del abstracto Estado. ¿Cuál fue el resultado de semejante experimento que algunos quisieran repetir? Miseria, abusos, violaciones, corrupción, muertes.

En 1996, durante el gobierno de Álvaro Arzú, fue entregado a la Iglesia Ortodoxa lo que quedaba del otrora renombrado hospicio, con todo y sus casi 105 empleados en planilla, alrededor de 30 trabajadores presentes en el Hogar y apenas 12 huérfanos por atender. Entrega que incluyó aquellos indescriptibles e inenarrables descubrimientos que hicieron las Madres en los intestinos del edificio a punto de colapsar. Drenajes que contenían restos, entre otras cosas que desconozco, de los cuales ni siquiera quisieron hablar.

Gracias a la valentía de tres mujeres que asumieron la conducción del Hogar, cambió el rumbo de la vida de los niños y de las niñas que llegaron después de ellas. Infantes que encontraron un lugar en el cielo, en lugar de ser condenados al infierno de la administración estatal. Lamentablemente, poco podía hacerse por quienes encontraron a su arribo al centro.

En el infierno supuestamente benefactor no importan las buenas intenciones de los gobernantes. No cambia la realidad el hecho de que reine una magnánima Wendy de Berger acompañada de su corte de amables doñitas. El fuego es avivado por el sistema.

Lástima que como seres limitados que somos todos, la capacidad de las Madres, muchas veces desbordada ante el deseo de hacer el bien, no les permite, humanamente, asumir la responsabilidad de más infantes indefensos ante los antisociales. Criminales que tantas veces son sus propios papás, sus propias mamás. Lástima que los procesos burocráticos que actualmente contempla nuestra legislación, han impedido que muchos sean adoptados por gente que desea asumir la responsabilidad de criarlos, aunque no hayan pasado por el proceso de engendrarlos.

¿Qué hacer para evitar que triunfen quienes abogan por el regreso al pasado controlado por los burócratas, basados en argumentos falaces, mentiras descaradas y encubrimiento de verdades? En fin, sólo sé que llevo en mí esas historias de dolor pasado, alegría presente y esperanza futura, que albergan personitas de pocos años de existir. Y sí, ladrones de corazones, la vida es bella.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 13 de agosto de 2007.

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8.06.2007

Un lugar en Nueva York


En un corto período de tiempo tendremos, como dice la canción de la banda de rock irlandesa U2, a place in New York, desde el cual, un club de súper amigos, seres con poderes especiales que les otorgaron los diputados, van a rescatar a la agobiada e indefensa población que se encuentra a merced del crimen organizado (¿los partidos políticos?), las sexistas estructuras paralelas (¿o también son paralelos?), los cuerpos ilegales (¿de quiénes?), los aparatos clandestinos (¿el IPod, la laptop o el celular?), y tantos otros colectivos (¿incluirán a las oeneges sociales de supuestos derechos humanos?) que hacen casi imposible la vida tranquila en el país sin perpetua paz. Ni kantiana ni de cantina. Tal vez del cementerio, clandestino o legal.

Pero bueno, dejando a un lado la ironía, esa maravillosa figura retórica y útil herramienta del lenguaje, creo que la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) podría ser el último paso que algunos necesitan para desencantarse, finalmente, del Estado paternalista. Sean la mamá o el papá, nacional o extranjero. Quedando claro que en este caso, seremos adoptados por nacidos en otros lares, entre estos Estados Unidos y España; y por funcionarios de organizaciones supranacionales, o sea, la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Aunque, en el caso de los gobernantes españoles, podemos interpretarlo como un reconocimiento a nuestras raíces hispanas: un retorno a la madre patria. ¿Significará aceptar que nuestra herencia local fracasó? ¿Estaría Miguel Ángel Asturias correcto en su propuesta de importar sementales humanos del norte de Europa para mejorar la raza? Por cierto, ¿tendremos que pasar las dos pruebas de ADN que exigen los gringos en el caso de las adopciones? No vaya a ser que se molesten los burócratas de la Haya por esa falta de respeto a los procesos que exigen para permitir que un infante aspire a vivir dentro del seno de una familia. Entonces, me surge otra duda, ¿seguimos siendo, a pesar de lo rucos que ya están muchos, menores de edad? ¿O sólo es un grupo que se aprovecha de nuestra nobleza (y necesidad) y nos vende espejitos en los cuales ellos se reflejan?

En fin, parece que fracasé en mi intento de dejar a un lado la ironía. Y, a pesar de que siento el daño que se hace en el corto plazo a los más frágiles de nuestra sociedad, que en materia de seguridad somos casi todos, dentro de un par de años, cuando la impunidad con la que actúan los criminales y delincuentes en nuestro país no haya desaparecido por la intervención de los empleados de la recientemente aprobada Comisión Internacional, y sigamos viviendo en una constante zozobra, tal vez, la presión ciudadana para cambiar radicalmente nuestro sistema de normas sea tan fuerte que se escuche e imponga aún en las mentes retrógradas y vacuas que pululan en los centros de poder. Que se haga la oscuridad. Perdón, la CICIG.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 6 de agosto de 2006.

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