Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

5.30.2011

CSI Guatemala



Sé, gracias a sus correos, que varios de ustedes esperaban leer hoy la segunda parte del ¿cuento? que compartí con mis lectores la semana pasada. Sin embargo, a raíz del macabro asesinato de 27 personas en Petén, me veo en la necesidad de posponer la publicación de “Pasados los quince minutos” para el próximo lunes. Estoy segura que la mayoría entenderá el porqué.

Como lo expresa correctamente Alberto Benegas-Lynch (h) en un artículo publicado el pasado jueves en el diario argentino “La Nación”, en el que comenta el caso de la llamada revolución de los indignados en España: “Es increíblemente curioso y por cierto muy paradójico que la gente sea explotada miserablemente por intervencionismos estatales inmisericordes y, simultáneamente, las víctimas pidan más de lo mismo”. Lo que es aplicable a millones en muchos países, incluido el nuestro.

Uno de los ejemplos más recientes de lo absurdo que es pedir más poder para los gobernantes y una reducción mayor al poco respeto que todavía queda a los derechos individuales es la exigencia de un grupo de señores del CACIF de que en toda Guatemala se imponga el Estado de Sitio. ¡Qué tontería! Creen que de esa manera los criminales se van a encerrar en sus casas a temblar del miedo ante la presencia de las fuerzas de seguridad. De no ser por las consecuencias que la propuesta conlleva para los ciudadanos honrados y respetuosos de la Ley, una solicitud como la de los mencionados sería para tirarse al piso a llorar de la risa.

De tiempo atrás me hago la pregunta, y aún no he encontrado la respuesta, de por qué a tantos bienintencionados les cuesta entender ¿o reconocer? que por definición a los delincuentes y criminales la legislación y todas las prohibiciones que hayan en determinado momento en una sociedad, cualquiera que esta sea, les viene del norte y se la pasan por el arco del triunfo. Por eso, mis indignados señores caciferos y demás que piensen como ellos, los decretos que limitan el ejercicio de los derechos ciudadanos NO acaban con el mal que pretenden combatir. Por el contrario, lo fortalecen en el largo plazo.

Lo que sí con mucha pena tengo que aceptar es que hoy Guatemala entera es un espacio digno de una serie de televisión donde la escena del crimen es todo el territorio nacional. Una escena del crimen perfectamente limitada, como nuestros derechos, pero en la cual pocos se atreven a investigar las violaciones diarias por miedo a perder su vida en el intento. Al fin, muchos agentes de la justicia ya han muerto a manos de los antisociales que pretendían atrapar. Y lo más lamentable de todo es que NINGUNO de los candidatos presidenciales tiene la valentía de proponer lo único que se puede hacer: descriminalizar, (como explica Benegas-Lynch (h) en “La tragedia de la drogadicción”) la producción, comercialización y consumo de las drogas prohibidas, sin importa la opinión del gobierno de Estados Unidos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 30 de mayo de 2011. La fotografía la tomé el 11 de febrero de 2011, cuando fui a cubrir la escena del crimen: un asesinato, no como cualquiera, en la zona viva.

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5.23.2011

Pasaditas las once



Circulaba de norte a sur sobre la quinta avenida de Guanjatan. Recién había pasado una venta de artículos para la cocina, ubicada en la doce calle, cuando se percató de la patrulla que le hacía luces para que parara. ¡Qué casualidad! Era noche cerrada a pesar de la luna casi llena y el área por el que transitaba estaba oscura, a oscuras, como el alma de aquellos que venían detrás con, seguro, oscuras intenciones. Se recordó del jefe Segura. Seguro trabajaban con él.

Ante el escenario, peligroso en todos los sentidos, decidió continuar su marcha haciendo caso omiso de las luces inquietantes que le ordenaban detenerse. Tendría que estar al borde de la locura o bajo efectos de alguna droga para hacerlo. Sabía que si lo hacía en el espacio oscuro, como las intenciones de quienes le seguían, era probable que en lugar de recibir un premio Pulitzer algún día, serían sus padres quienes recibirían su acta de defunción después de unos días de una misteriosa desaparición.

Por supuesto, los pescadores de incautos, los delincuentes uniformados, para ese momento ya hacían sonar la sirena del vehículo. Eran cada vez más insistentes en que se hiciera a un lado y se detuviera. Sin aparentemente inmutarse logró llegar al final de una larga, demasiado larga, cuadra. Respiró profundo: había suficiente luz, además de encontrarse enfrente de una cafetería donde, probablemente, además de un guardia privado podía haber una cámara que grabara lo sucedido.

Sin perder un minuto, antes de que llegaran los gendarmes tropicales, tomó su celular y llamó a los amigos que apenas hacía un rato había dejado en su casa, después de disfrutar como niños, encaramados en las sillas, en el concierto de un conocido cantante de música popular. ¡Quién le hubiera profetizado cómo iba a terminar la noche! En fin, para cuando el agente se asomó a la ventanilla de su carro, ya tenía en línea y avisado de la situación a uno de sus avispados amigos.

Después del correspondiente saludo, le pidió unos instantes a Pérez Gabriel para darle sus datos a quien grababa la conversación del otro lado. “El uniforme lo identifica como Pérez Gabriel y el número al lado izquierdo del mismo es el 14878 P. ¿Tomaste nota? Me encuentro al final de la quinta avenida, topando con la 16 calle” – “Dígame agente, ¿por qué me detiene? A mi entender no he infringido ninguna ley. No he cometido ningún delito”. Intencionalmente dejó que el patrullero viera su carné de periodista, sabiendo que podía ser un arma de doble filo.

14878 P, sin darle explicaciones ni responder a su pregunta, se llevó los papeles del carro y su licencia de conducir que a regañadientes le entrego. Quince minutos pasaron. Eternos quince minutos estuvo sin tener noticias de los policías a pesar de los reclamos que hacía. Solo los veía discutir por el retrovisor. Finalmente, Pérez Gabriel regresó, molesto y retador. Sus gestos anunciaban una difícil conversación…


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de mayo de 2011. La fotografía la tomé el sábado 19 de marzo de 2011, el día de la Supermoon.

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5.16.2011

Tzik de política quemada


A solo dos semanas de oficializada la carrera electoral iniciada hace cualquier cantidad de meses o años, el hastío que me invade ha crecido de forma exponencial. Las canciones sosas (generalmente covers de melodías populares), las arengas populistas y acomodaticias al igual que los rostros hipócritas de los contendientes en la presente campaña han contribuido particularmente al desprecio que me inspiran los políticos, en especial los guatemaltecos, y la política en general.

Sin embargo, soy consciente de la trascendencia que pueden tener en nuestras vidas las elecciones públicas que vamos a hacer el próximo 11 de septiembre de 2011. Por cierto, me alegra saber que al menos en este tema no cedieron los magistrados del Tribunal Supremo Electoral ante las supersticiones irracionales de quienes relacionaban la fecha con el atentado a las torres gemelas de Nueva York. Más hoy que el responsable intelectual de semejante crimen es consolado en el paraíso musulmán por las once mil vírgenes que le corresponden, según sus creencias. Situación que debe agradecer a alguien cuyo apellido evoca a su propio nombre. Me refiero a Obama (responsable de la ejecución) y a Osama (el ejecutado). Una sola letra los diferencia en lo que a sus nombres respecta. Tal vez la principal diferencia entre ambos.

Regresando a la política chapina, la cual se asemeja a una desagradable fusión de ingredientes autóctonos con tecnología importada, sobre todo la fotoshopeada, quiero dejar claro que no espero que cambie en los próximos meses. Al menos, que cambie para bien de todos. Por el contrario, pienso que vamos a ser testigos de las mayores bajezas que jamás hayamos visto en varias décadas y, sin duda, durante la etapa democrática de nuestro país. Al fin, para aquellos que hemos estudiado el sistema político mencionado no es extraño que este sea su resultado a pesar de las buenas intenciones que unos pocos hayan tenido a la hora de elegirlo para Guatemala por encima del sistema republicano.

Y no se engañe, el hecho que a nuestra nación se le llame República, no quiere decir que lo sea. Todo lo contrario; ajeno a nosotros es el Estado de Derecho que fue definido por los ilustrados escoceses de fines del siglo diecisiete y principios del dieciocho, como elemento esencial de una República. Esa que eligieron para su pueblo los padres fundadores de Estados Unidos y que hoy los políticos del que otrora fuera ejemplo del buen gobierno han logrado transformar en una democracia en la cual prevalece la decisión arbitraria de los poderosos por encima de los derechos individuales, incluido el derecho al debido proceso.

No obstante, tengo esperanza en el futuro, porque así como pululan políticos marrulleros por todos lados, también surgen movimientos ciudadanos que quieren recuperar el poder perdido. Como escribió Thomas Paine "Es responsabilidad del patriota proteger a su país de sus gobernantes". Y de los usurpadores.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 16 de mayo de 2011. La fotografía la bajé de utilísma.com y corresponde a una receta llamada “Tzik de jabalí ahumando” de Benito Molina y Solange Muris.

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5.09.2011

El apellido


El acompañante inseparable de nuestro nombre propio: el nombre de la familia a la cual pertenecemos. Lo heredamos de nuestros ancestros y lo legamos a nuestros descendientes. Algunos de ellos nos hacen sentirnos honrados y orgullosos de portar el mismo apellido. Otros, quisiéramos que fueran parientes de cualquiera menos de nosotros. Pero, en fin, es un hecho innegable que no escogemos a aquellos con los que nos unen lazos de sangre. Eso sí, tenemos la dicha de elegir a nuestras amistades, quienes en la mayoría de los casos llegan a ser más cercanos a nosotros que aquellos con quienes no tenemos relación, ninguna relación, más allá del apellido. Personas con quienes no compartimos valores.

La anterior reflexión la hago para dejar de una vez en claro y por escrito que, fuera de compartir uno de mis apellidos con el anunciado candidato vicepresidencial de la UNE, Roberto Díaz-Durán Quezada, no tengo ningún otro vínculo. Además de que descendemos de ramas diferentes (yo de la rama de Joaquín Díaz-Durán y Durán y él de la rama de José Carlos Díaz-Durán y Durán) también somos frutos distintos. Aunque pienso que pertenecer a ramas diferentes no nos hace frutos diferentes. Nos diferencian nuestras elecciones.

Para enfatizar el punto, a continuación comparto con ustedes una conversación que sostuve con un amigo virtual en mi muro en Facebook:

“– RO: Marta Yolanda, hola. Te quería preguntar si ya hablaste del vice de Sandra. ¿Es tu pariente? – MY: No he hablado del tema. Sí, es tío lejano mío ya que su papá era primo en segundo grado consanguíneo de mi abuelo. No lo he hecho porque no considero relevante hablar de él solo porque compartimos apellidos. Pienso que son obvias las diferencias en nuestras escalas de valores. – RO: Sí, pero me imagino que no seré el único con la duda. ¡Qué mal por él!

MY: Qué mal que haya quienes piensen que tengo que opinar de otros solo porque compartimos apellidos. Y lo digo sin ánimo de generar una polémica. Pienso que tenemos que aprender que cada individuo es responsable de sus acciones. Y que las decisiones de tus amigos o familiares son de ellos. Solo las tuyas son las que, si lo deseas, vas a divulgar y comentar [además de asumir las consecuencias de éstas]. Eso sí, si llega a ocupar un cargo público y violenta los derechos de los habitantes de Guatemala, pueden tener la seguridad que seré de las más críticas y combativas. [Lo afirmo] con toda la seguridad de que sé quién yo soy”.

Yo, que no necesito ocupar un puesto público por ningún motivo. Yo, que no ambiciono llegar al ejercicio del poder. Yo, cuyo mayor anhelo es seguir siendo quien es, cada vez mejor. Repito: compartir apellido no implica compartir valores. Yo, Marta Yolanda Díaz-Durán Alvarado, sé quien soy y vivo a partir de mi propia escala de valores: la que yo he elegido. Soy coherente y busco ser íntegra. Solo soy responsable de mis actos y asumo las consecuencias de los mismos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 9 de mayo de 2011. La imagen es “del abuelo de mi abuelo, Coronel Joaquín Díaz-Durán y Durán, hijo de José María y Ana Josefa. Fue cónsul de Guatemala en San Francisco durante el gobierno de Reyna Barrios y estuvo auto-exilado en Nueva York durante el de Justo Rufino Barrios. Este retrato a carbón fue hecho en Nueva York” tal y como escribe mi hermano Constantino en Facebook.

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5.05.2011

Máximas breves… o no tanto



Hoy 2 de mayo, día en el cual lee mi columna, estaré en el cuarto día, de cinco, de un viaje a lo desconocido para todos, menos para mí: un viaje a mi interior. El objetivo de esta travesía que, lamentablemente, la mayoría no se atreve a emprender, es entender las raíces de las contradicciones que todos tenemos. Esas incoherencias que nos dificultan alcanzar nuestro fin supremo: ser felices. Por supuesto, parto en un periplo cuyo punto de partida es el deseo expreso de hacerlo. De lo contrario, es imposible llevarlo a cabo.

Por incursiones anteriores que he hecho, sé que me voy a topar con ciertos fundamentos sobre los cuales he construido mi existencia. Y unos pocos de estos, expresados por algunos de mis autores preferidos, quiero compartir con aquellos que eligen acompañarme en el camino de separar lo falso de lo verdadero, teniendo claro que ésta también es una tarea y responsabilidad individual. Por cierto, ¡qué difícil fue escoger los aforismos que a continuación transcribo entre tantos que considero vitales! En fin, comencemos por el principio, y ese es para mí Aristóteles:

“…cuando se trata de la práctica, la verdad se juzga y se reconoce solamente en vista de los actos y atendiendo a la vida real; porque éste es el punto decisivo. Al estudiar todas las teorías que acabo de exponer, deberán por lo mismo confrontarse con los hechos mismos y con la vida práctica. Cuando se conforman con la realidad, pueden adoptarse; si no concuerdan con ella, debe sospecharse que no son más que vanos razonamientos”. Cita que encuentran en el capítulo IX de la obra “Ética a Nicómaco”.

De “Así habló Zaratustra” de Friedrich Nietzsche, elegí un párrafo de uno de mis capítulos preferidos, titulado “De las moscas en la plaza”: “Sus almas mezquinas se ocupan mucho de ti. ¡Los tienes preocupados! Lo que mucho ocupa, termina por preocupar. Te castigan por todas tus virtudes. En el fondo solo te perdonan tus yerros”. Por cierto, también en los escritos de la filósofa Ayn Rand encontré una idea similar. Al final, el “último hombre” envidia las virtudes y los éxitos de aquél que no necesita más aprobación que la propia.

Del discurso de John Galt en “La rebelión de Atlas” de la ya mencionada Rand, copio los siguientes pasajes: “La felicidad es el estado exitoso de la vida… La felicidad es el estado de conciencia que proviene del logro de los propios valores… el ser humano es un fin en sí mismo, existe para sí mismo, y el logro de su propia felicidad es su más alto propósito moral… La felicidad es un estado de alegría no contradictoria, una alegría sin pena ni culpa, una alegría que no choca con ninguno de tus valores y que no te lleva a tu propia destrucción…”.

Apenas comienzo y ya acabé con los caracteres con los que cuento. Sin embargo, este cuento apenas comienza. Espero que ustedes vivan pronto su propia odisea, su propia introspección. El viaje más importante que toda persona puede hacer.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de mayo de 2011. La imagen la bajé de la Internet.

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5.02.2011

Amor, Filosofía y… Vida



Momento. Espere. No cambie la hoja ni piense que voy a fallar a la principal regla que debe seguir quien escribe, según me enseñó el respetado escritor Francisco Pérez de Antón: toda narración debe entretener. Claro, también debe tener quien escribe algo que decir que considere importante compartir con otros. Al menos, en la mayoría de los casos. Porque no tengo ninguna pena en confesar que, como parte de mi filosofía del buen vivir, hay cosas que sólo escribo para mí. Total, ¿a quién más le pueden interesar?

Y, como quien dice nada, este es el décimo suelto, tal vez fuera de contexto, que escribo para la Revista nuChef. Mi dedicatoria será para el genial Jimmy Wales que, siguiendo los pasos de Denis Diderot y los enciclopedistas de la segunda mitad del siglo dieciocho, se le ocurrió empezar una tarea titánica, como la emprendida en su tiempo por los ilustrados mencionados. El resultado de esa aventura representa hoy el centro de consulta más popular en todo el planeta. Me refiero a la Wikipedia que el pasado sábado 15 de enero cumplió diez años de existir. La enciclopedia virtual que es más exacta de lo que algunos docentes imaginan. Un producto del orden espontáneo. Orden explicado por el ganador del Premio Nobel de Economía de 1974, Frederic A. von Hayek.

En fin, hoy quiero escribir sobre uno de los temas universales que fue, es y será un hilo conductor de la vida de todo ser humano, nos guste o no: el amor. Aclaro que es un asunto que no voy a tocar poética ni fantasiosamente. Me voy a atrever a enfrentarlo desde el punto menos convencional: el racional. Principio diciendo que el sentido de la vida es la suma integrada de nuestros valores básicos. ¿Por qué? Porque ese registro personal, del cual no podemos ocultar nada ni siquiera a nosotros mismos, que comienza a crearse desde que entramos en contacto con la realidad que nos incluye, explica nuestras reacciones y decisiones. Lo anterior lo aprendí leyendo (y cuestionando cuando es necesario) a la filósofa Ayn Rand. El tema del sentido de la vida lo aborda principalmente en “El Manifiesto Romántico”, una colección de ensayos que constituyen uno de mis libros predilectos de la autora mencionada. ¿Por qué mi preferencia por esta obra? La dejo hablar por sí misma: “Existen dos aspecto de la existencia del hombre los cuales son un territorio especial y expresión de su sentido de la vida: el amor y el arte”.

“Aquí me refiero al amor romántico en el sentido trascendental de ese término, para distinguirlo de los apasionamientos fugaces, de aquellos cuyo sentido de la vida carece de cualquier valor consistente, es decir, de alguna emoción duradera a excepción del miedo. El amor es una respuesta a valores. Es el sentido de la vida de una persona de lo que uno se enamora, de esa suma esencial, de esa postura fundamental o actitud ante la vida, la cual es la esencia de la personalidad. Uno se enamora de la corporización de los valores que dan forma al carácter de una persona, los cuales están reflejados en sus mayores logros o los pequeños gestos, que crean el estilo de su alma, el estilo individual de una conciencia única, irrepetible e irremplazable”.

“El amor es la expresión de la filosofía, de una suma filosófica subconsciente y, quizá, ningún otro aspecto de la existencia humana necesita el poder consciente de la filosofía tan desesperadamente… cuando el amor es una integración consciente de razón y emoción, de mente y valores, entonces, y sólo entonces, es la mayor recompensa en la vida de una persona”. Las citas compartidas con ustedes las encuentran en el segundo capítulo del texto mencionado. El capítulo entero, es una maravilla.

¿Habrá algo más que decir por el momento? Sólo desearles, como siempre, que sean felices, muy pero muy felices. Le haim.

El anterior ensayo breve fue publicado en la Edición 29 de la Revista nuChef, correspondiente al bimestre marzo – abril 2011. La fotografía de la escultura de Mars and Venus”, que se cree fue hecha en 1575 por Hans Mont (original de Flandes, hoy Bélgica), la tomé en el “J. Paul Getty Museum” de Los Ángeles el 28 de abril de 2007.

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