Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

5.23.2011

Pasaditas las once



Circulaba de norte a sur sobre la quinta avenida de Guanjatan. Recién había pasado una venta de artículos para la cocina, ubicada en la doce calle, cuando se percató de la patrulla que le hacía luces para que parara. ¡Qué casualidad! Era noche cerrada a pesar de la luna casi llena y el área por el que transitaba estaba oscura, a oscuras, como el alma de aquellos que venían detrás con, seguro, oscuras intenciones. Se recordó del jefe Segura. Seguro trabajaban con él.

Ante el escenario, peligroso en todos los sentidos, decidió continuar su marcha haciendo caso omiso de las luces inquietantes que le ordenaban detenerse. Tendría que estar al borde de la locura o bajo efectos de alguna droga para hacerlo. Sabía que si lo hacía en el espacio oscuro, como las intenciones de quienes le seguían, era probable que en lugar de recibir un premio Pulitzer algún día, serían sus padres quienes recibirían su acta de defunción después de unos días de una misteriosa desaparición.

Por supuesto, los pescadores de incautos, los delincuentes uniformados, para ese momento ya hacían sonar la sirena del vehículo. Eran cada vez más insistentes en que se hiciera a un lado y se detuviera. Sin aparentemente inmutarse logró llegar al final de una larga, demasiado larga, cuadra. Respiró profundo: había suficiente luz, además de encontrarse enfrente de una cafetería donde, probablemente, además de un guardia privado podía haber una cámara que grabara lo sucedido.

Sin perder un minuto, antes de que llegaran los gendarmes tropicales, tomó su celular y llamó a los amigos que apenas hacía un rato había dejado en su casa, después de disfrutar como niños, encaramados en las sillas, en el concierto de un conocido cantante de música popular. ¡Quién le hubiera profetizado cómo iba a terminar la noche! En fin, para cuando el agente se asomó a la ventanilla de su carro, ya tenía en línea y avisado de la situación a uno de sus avispados amigos.

Después del correspondiente saludo, le pidió unos instantes a Pérez Gabriel para darle sus datos a quien grababa la conversación del otro lado. “El uniforme lo identifica como Pérez Gabriel y el número al lado izquierdo del mismo es el 14878 P. ¿Tomaste nota? Me encuentro al final de la quinta avenida, topando con la 16 calle” – “Dígame agente, ¿por qué me detiene? A mi entender no he infringido ninguna ley. No he cometido ningún delito”. Intencionalmente dejó que el patrullero viera su carné de periodista, sabiendo que podía ser un arma de doble filo.

14878 P, sin darle explicaciones ni responder a su pregunta, se llevó los papeles del carro y su licencia de conducir que a regañadientes le entrego. Quince minutos pasaron. Eternos quince minutos estuvo sin tener noticias de los policías a pesar de los reclamos que hacía. Solo los veía discutir por el retrovisor. Finalmente, Pérez Gabriel regresó, molesto y retador. Sus gestos anunciaban una difícil conversación…


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de mayo de 2011. La fotografía la tomé el sábado 19 de marzo de 2011, el día de la Supermoon.

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7 Comments:

  • Que buen suspenso! Tendre q esperar al otro lunes. ( auque ya se q paso pero escrito siempre es aun mejor!)
    saludos

    By Blogger joao, at 2:19 p.m.  

  • Y, el final? Quedé en suspenso.

    By Blogger Edwin Augusto Méndez Lara, at 5:23 p.m.  

  • si tienes tiempo ve mi blog, solo uso el tiempo de mi insomnio a jugar a ser escritor o remedo de tal.

    http://eduardoponcianoporopinioneslibres.blogspot.com/

    By Blogger Eduardo Ponciano, at 1:28 a.m.  

  • solo uso el tiempo de mi insomnio para jugar a escribir lo que pienso.

    si puedes ve mi blog

    http://eduardoponcianoporopinioneslibres.blogspot.com/

    By Blogger Eduardo Ponciano, at 1:31 a.m.  

  • http://eduardoponcianoporopinioneslibres.blogspot.com/


    si puedes velo, obvio no soy escritor. solo aficionado

    By Blogger Eduardo Ponciano, at 1:32 a.m.  

  • Mmmmm... yo también me he quedado como .... "??" esperando el final.
    Pues de lo que me alegro es que fué feliz... usted está alli...
    Qué bonito escribe!!
    Luis Fernando Valenzuela

    By Anonymous Luis Fernando Valenzuela, at 6:37 a.m.  

  • En un post más adelante termina este ¿cuento? que podría ser realidad ¡Quién sabe!

    Saludos amigos :)

    By Blogger Marta Yolanda Díaz-Durán Alvarado, at 9:17 a.m.  

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