Cantando sin lluvia
Mientras duermo, espero lluvia. Mientras leo, espero lluvia. Mientras escribo, espero lluvia. Y a pesar de mi esperanzada espera no cae. La lluvia nos ayudaría a aliviar la tensión que a veces nos aleja de tantas cosas placenteras que día a día nos topamos al vivir. Lluvia, que podrías reducir la presión que la circunstancia aún no salvada ejerce en nuestra vida, evocando a José Ortega y Gasset.
El ambiente pegajoso (¿o lo describe mejor el adjetivo “húmedo”? ¿O ambos?) que por estas fechas envuelve Guanjatan y la mayoría del territorio del poco visto quetzal (tanto en su versión plumífera como de papel), al menos en mi caso, llega a ser casi insoportable. Digo casi, porque con una buena bebida bien fría, una agradable melodía y las ventanas del balcón de mi asteroide completamente abiertas, al igual que las ventanas y si pudiera la puerta de ingreso, en cuestión de minutos regreso a un agradable estado de bienestar que me permite recordar lo maravilloso que es ser y estar. Ser uno mismo, por sí mismo y para sí mismo. Estar donde quiero estar y con quien yo quiero estar.
Quisiera que el anuncio dado por las autoridades del clima en Guatemala de un posible falso invierno se hiciera verdadero. Que la lluvia no cayera sólo un día sí y cinco no. Que lloviera principalmente de noche, cuando ya me encuentro acomodada en la cama, lista para platicar con Morfeo sobre los sueños que me acompañaron durante el día. Aunque en las últimas fechas este dios griego anda muy preocupado y distraído. Me contó que en el Olimpo ya no saben qué hacer con los actuales responsables de la Hélade. Hombres y mujeres que olvidaron lo enseñado por sus antepasados hace poco más de 2,500 años. Que de “cuna de la civilización” pasaron a ser un ejemplo de la mala administración. Y de filosofía ni hablar. En fin, igual yo le exijo al hijo de Hipnos y Nix que cumpla con su obligación y me acompañe al cerrar los ojos.
Regresando al tema del cambio de estaciones, en un país como el nuestro no sabemos (a menos que hayamos viajado a otros lugares) lo que significa el verano en el cual se antoja caminar desnudos por el parque, el otoño de abrigos y campos dorados, y el invierno de bufandas al cuello y el suelo cubierto de nieve blanca. Disfrutamos de una eterna primavera que no llega a ser ni muy fría ni muy caliente. A pesar de los mal ¿o bien? acostumbrados que nos quejamos del insufrible calor. Por algo nuestro terruño es considerado una especie de paraíso para muchos, nacidos o no en esta tierra. Lo que nosotros experimentamos es una temporada seca y otra lluviosa. Al final del primer ciclo a los chapines (consentidos por natura y entre ellos me encuentro yo), la temperatura se nos hace desagradable.
Uno de esos séptimos días pasados, elegí para calmar mi sed un mojito cubano el cual alcé para brindar por las valientes “Damas de Blanco” que domingo a domingo, con o sin obstáculos, salen a marchar en su caliente Habana por la Libertad de sus familiares que fueron privados injustamente del preciado bien mencionado y fueron alejados de sus seres queridos. La Libertad: ese derecho que perdemos poco a poco, casi sin darnos cuenta, y que sólo extrañamos cuando ya no la tenemos. Algo similar nos sucede con la gente que enriquece nuestro blend personal. Tomemos nota. Cuidemos y conservemos nuestros valores.
Bien lo dijo William Shakespeare en la segunda parte del Soneto 91:
Termino pidiendo “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…” porque sin duda el agua limpia, refresca, suaviza… Salut.
Este suelto fue publicado en la edición 25 de la “Revista nuChef”, correspondiente al bimestre mayo-junio de 2010. La fotografía de “El mar de nubes” la tomé desde el avión en el que viajaba a Taiwán el 22 de abril de 2007.
Etiquetas: Damas de Blanco, estaciones, existencia, Grecia, Guatemala, Hélade, José Ortega y Gasset, libertad, mitología griega, Morfeo, Revista NuChef, Soneto 91, Taiwán, vida, William Shakespeare
1 Comments:
Me impesiona que a esas horas de la madrugada pudieras hilar un texto tan hermoso, coherente y profundo. Felicitaciones.
By Carolina Vásquez Araya, at 8:50 a.m.
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