Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

4.04.2011

La Supermoon de Ban Ki-moon


Por un momento pensé que era una broma en la cual se habían puesto de acuerdo los jefes de redacción de los diarios más leídos de Guatemala. Que ante las carcajadas que ha provocado uno de los precandidatos a la Presidencia de nuestro país con su promesa de que la selección nacional de fútbol va a llegar al mundial si los incautos votan por él, los propietarios de los medios de comunicación se habían visto en la necesidad de competir por las risas del público chapín.

Sin embargo, no fue así. Lo reportado en los periódicos era, mejor dicho es, cierto: los burócratas de la Organización de las Naciones Unidas, en el capítulo correspondiente al llamado Consejo de Seguridad, están a punto de otorgar un espacio a los gobernantes de una de las sociedades más peligrosas del mundo, quienes designaran al ungido representante que se sentará en el mullido sillón. Imagino que usted ya sabe a qué país me refiero: al nuestro.

Guatemala, donde lo que seguro crece día a día, además de la pobreza de los más pobres, es la incertidumbre provocada por el aumento de los delitos y los crímenes que cometen los antisociales con quienes convivimos. Por cierto, muchos de ellos se encuentran en el ejercicio del poder. La conocida connivencia entre el crimen legalizado y el informal. Los primeros nos extorsionan para que paguemos impuestos sin recibir nada a cambio. Los segundos, sin recurrir a eufemismos, simplemente nos roban.

En el reciente perigeo del Secretario General de la ONU con los guatemaltecos, hizo una declaración con la que coincido: “Nadie esta por encima de la Ley”. No obstante, casi al instante de la anterior afirmación, justificó que sus subordinados de la CICIG sean una excepción a esa regla porque “hay una preocupación de todos por la proliferación del narcotráfico y el crimen organizado”. Otra de las contradicciones que suelen proclamar a los cuatro vientos los miembros del ente mencionado. Sin duda, cuando Ki-moon dijo “Hay quienes no están acostumbrados a la justicia” se refería a ellos mismos. Sí, ellos, los burócratas con el derecho a la impunidad, más allá de los discursos gourmet de cinco tenedores.

Si Ki-moon quisiera acabar con los narcos, presionarían a Obama y compañía para que den marcha atrás en una guerra perdida que ha causado millones de muertes. Un problema que solo va a terminar cuando acabe la prohibición de producir, comercializar y consumir las drogas que arbitrariamente han decidido condenar los gobernantes gringos, sentenciándonos a los latinoamericanos en especial a vivir en una agonía permanente.

Como dijo Mario Vargas Llosa hace unos días: “Estamos cerrando un círculo y regresando a la barbarie por exceso de comprensión y tolerancia”. Yo agregaría que parece ser que estamos en una involución, sobre todo, por la tozudez de algunos, principalmente los poderosos, de falsear la realidad e imponer sistemas normativos ajenos a la naturaleza humana.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 4 de abril de 2011. La fotografía la tomé el sábado 19 de marzo de 2011, día de la “Súperluna”.

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