Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

8.12.2013

¿Quién es Juan Galtón?



Es el caballero de la sonriente mirada, con alma de niño, que alcanzó lo que no logró Alonso Quijano: conquistó a su Dulcinea y venció a los molinos de viento que intentaron parar el avance de su amada Libertad. Es el hidalgo que sabe que la guerra continúa. Es un adalid que ganó las batallas que hasta hoy ha librado contra aquellos que quisieran esclavizar la mente independiente de las mujeres y los hombres dignos que valoran su vida y ganan su pan diario de cada día.

Es un hombre que primero se cuestionó sobre lo que está mal en el mundo. Luego se preguntó ¿qué hacer para cambiarlo? Y terminó dedicándose al cómo mejorar la existencia de todos. Es un intelectual que aprendió lo que está bien. Que reconoce lo importante que es ser parte del debate honesto de las ideas. Es el educador que nos reta a tener la valentía de aceptar y cambiar nuestras premisas falsas: un cambio necesario para nuestro beneficio en el largo plazo. Es el inquieto pensador que busca la verdad y vive de acuerdo a una escala de valores que le permite ser feliz.

Es el maestro que con su ejemplo nos ha inspirado a muchos. Es el mentor que, lleno de optimismo a pesar de las circunstancias, nos ha impulsado a seguir adelante y enfrentar los obstáculos que nos topemos en el camino. Es el amigo virtuoso a quien se refiere Aristóteles en “Ética a Nicómaco”. Es el hermano de principios que nos ha brindado su apoyo incondicional.

Juan Galtón, como el protagonista de “La Rebelión de Atlas” que lo inspiró, es aquel que en nombre de lo mejor que hay en él, no sacrifica este mundo a los peores. Que en nombre de los valores que lo mantienen con vida, no permite que su “visión del hombre sea distorsionada por lo feo, lo cobarde, lo inconsciente en aquellos que nunca han conseguido el título de humanos”. Es quien no olvida que “el estado natural del hombre es una postura erguida, una mente intransigente y un paso vivaz capaz de recorrer caminos ilimitados”. Juan Galtón no se rinde, sabe que usando su razón puede encontrar una solución a cualquier adversidad.

Juan Galtón es el luchador que no claudica ante las dificultades, quien no permite que “se extinga su fuego, chispa a chispa, cada una de ellas irremplazable, en los pantanos sin esperanza de lo aproximado, lo casi, lo no aún, lo nunca jamás”. Juan Galtón, amigo mío, “no permitas que perezca el héroe que llevas en tu alma”. Juan Galtón, “el mundo que deseas puede ser ganado, existe, es real y posible; es tuyo”. Tu vida es plena.

¿Quién es Juan Galtón? ¿Es el esmerado lector de Borges, de Mises, de Rand, de Locke, de Nozick, de Hayek, de Darwin…? ¿Es usted, soy yo, es “V”? Juan Galtón es un modelo a seguir. Juan Galtón es aquel que prefiere que se hable poco de él, como un ser grande que es. Solo hay un Juan Galtón, único e irrepetible. Juan Galtón solo puede ser GIS: Giancarlo Ibárgüen Segovia, a quien deseo una larga, productiva y feliz vida. Veritas, libertas, iustitia.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 12 de agosto de 2013. En la imagen aparecemos Gianca y yo para la Reunión General de “The Mont Pelerin Society que se llevó acabo en la Ciudad de Guatemala en el mes de noviembre de 2006. La foto fue tomada el 7 de noviembre de ese año.

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3.25.2013

Felicidad

"La felicidad depende de nosotros mismos" Aristóteles.



La felicidad no se alcanza porque a los burócratas de la ONU se les haya ocurrido honrarla en un día específico. Tampoco se puede medir la felicidad de un colectivo y mucho menos esperar que el Estado se haga cargo del más importante propósito de todo ser humano. La felicidad es un estado individual, y solo cada uno de nosotros sabe si somos felices y solo cada uno de nosotros es responsable de alcanzarla.

Muchos son los autores que han meditado sobre la felicidad. Probablemente se convirtió en un tema relevante poco después de la revolución neolítica, cuando el hombre descubrió medios más sencillos para sobrevivir, dejando atrás la época en la cual fue nómada y depredador, para convertirse en sedentario y productor. Por supuesto, pasarán miles de años para que quede constancia escrita de la más inquietante preocupación humana, después de la urgencia por asegurar la supervivencia.

De los pensadores que he leído que han escrito sobre el tema, quien más me ha impactado es Aristóteles. En el libro “Ética a Nicómaco”, desde los primeros capítulos, deja claro que el bien supremo del hombre es la felicidad. También reconoce que “la felicidad no es un efecto del azar… es el resultado de nuestro esfuerzo”. Aristóteles reconoce que los bienes que poseemos son “útiles accesorios para la felicidad”, motivo por el cual muchos confunden la riqueza con el tan ansiado propósito de toda persona: ser feliz.

Sin embargo, nuestra felicidad no depende solo de aquello que poseemos. Parte indiscutible para que nuestra propiedad contribuya a nuestra felicidad es la forma en la cual la hemos adquirido. Si ésta es fruto de nuestro esfuerzo, una consecuencia de nuestras virtudes, además de satisfacer nuestras necesidades, nuestras posesiones nos hacen sentirnos productivos y por ende orgullosos de quienes somos. Bien lo expresa Aristóteles: “No es en la fortuna donde se encuentra la felicidad o la desgracia… sino que son los actos de virtud los únicos que deciden soberanamente de la felicidad, como son los actos contrarios los que deciden el estado contrario”.

Por supuesto que para una reflexión profunda sobre las virtudes que nos permiten vivir felices, les recomiendo leer la obra mencionada del más importante, a mi parecer, filósofo de todos los tiempos: Aristóteles. Y durante estos días de descanso, sería la compañía ideal para recapacitar sobre el tema e iniciar un proceso de introspección que nos permita resolver las contradicciones que nos impiden lograr nuestro máximo propósito.

Termino con dos verdades que nadie que se considere intelectualmente honesto puede negar. La primera de éstas es una enseñanza de Lao Tse: “El único hombre del que soy dueño es de mí mismo”. Y la segunda, es una frase del autor de “El Principito”, Antoine de Saint-Exupéry: “Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa y no como fin”. Feliz viaje a su interior.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de marzo de 2013.

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12.24.2012

La llama de mi hogar




El de hoy será un escrito para pocos lectores. Sé que la mayoría de gente se encuentra envuelta en la vorágine de las fiestas de fin de año. Cada quien con sus propias costumbres (suyas o heredadas de sus antepasados), muchas con rasgos comunes a la cultura occidental, al menos por estos lares. Pienso que a todos, aún a los más duros de corazón, alguna emoción los embarga por estos días de correrías, en los cuales tantos deciden dedicar un tiempo a la reflexión propicia al cierre de períodos. Un objetivo que no siempre cumplen, cansados de un año intenso, y deseosos de simplemente descansar.

Es curioso que menciono lo anterior escribiendo este artículo el 21 de diciembre de 2012, solsticio de invierno y el día con menos luz solar del año. Y digo que es curioso porque según el calendario de los extintos mayas, hoy comienza una nueva era. En fin, principios y finales representan la excusa perfecta para pensar sobre lo que hemos vivido y lo que queremos vivir. Quién somos y quién queremos ser. Qué nos falta para ser la mejor versión posible de nosotros mismos, únicos e irrepetibles.

Por cierto, para alcanzar ese objetivo de construirnos a nuestro gusto y antojo, es importante recordar el sabio consejo que da  Aristóteles en la “Ética a Nicómaco”, en el capítulo I del Libro II Titulado “Teoría de la virtud”: “…las cualidades solo provienen de la repetición frecuente de los mismos actos”.  Una idea que muchos repiten, a mi parecer de manera correcta, como: "Somos lo que hacemos día a día; de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito".

Reflexionar es un acto que hago constantemente. En esta época en especial, disfruto hacerlo en mi hogar, cuya llama me calienta, me abriga y me protege de las inclemencias del clima y de la maldad de algunos que deambulan haciendo daño a otros en su caminar por las tierras de mi patria.

Es en mi hogar donde leo las siguientes líneas que envió mi admirado amigo Giancarlo Ibargüen: “Nunca debemos perder la esperanza. Ante las múltiples amenazas que atentan contra ‘los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables’, no debemos claudicar: la esperanza de construir un mundo mejor debe ser nuestra fuerza y en parte nuestra consigna. Tampoco debemos olvidar que la esperanza no es una simple pasividad: un estar ahí, como postes, esperando que las cosas nos caigan del cielo. La mejor forma de esperar es moverse, porque la verdadera esperanza –preñada siempre de anhelo– solo puede entenderse como dinamismo y energía.  ‘Manos a la obra –dijo don Quijote– que en la tardanza está el peligro’…”.

Espero que, independientemente del calendario que usted siga, las tradiciones que practique y cuál sea su forma preferida de medir el tiempo, el pasar de su vida, esta sea siempre exitosa. Que usted elija sus valores, encuentre los medios idóneos para alcanzarlos, y los conserve a lo largo de toda su existencia. Felices fiestas. Feliz vida, hoy y siempre.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de diciembre de 2012. La foto pertenece a mi colección privada y representa el corazón del Asteroide B506, mi hogar.

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5.05.2011

Máximas breves… o no tanto



Hoy 2 de mayo, día en el cual lee mi columna, estaré en el cuarto día, de cinco, de un viaje a lo desconocido para todos, menos para mí: un viaje a mi interior. El objetivo de esta travesía que, lamentablemente, la mayoría no se atreve a emprender, es entender las raíces de las contradicciones que todos tenemos. Esas incoherencias que nos dificultan alcanzar nuestro fin supremo: ser felices. Por supuesto, parto en un periplo cuyo punto de partida es el deseo expreso de hacerlo. De lo contrario, es imposible llevarlo a cabo.

Por incursiones anteriores que he hecho, sé que me voy a topar con ciertos fundamentos sobre los cuales he construido mi existencia. Y unos pocos de estos, expresados por algunos de mis autores preferidos, quiero compartir con aquellos que eligen acompañarme en el camino de separar lo falso de lo verdadero, teniendo claro que ésta también es una tarea y responsabilidad individual. Por cierto, ¡qué difícil fue escoger los aforismos que a continuación transcribo entre tantos que considero vitales! En fin, comencemos por el principio, y ese es para mí Aristóteles:

“…cuando se trata de la práctica, la verdad se juzga y se reconoce solamente en vista de los actos y atendiendo a la vida real; porque éste es el punto decisivo. Al estudiar todas las teorías que acabo de exponer, deberán por lo mismo confrontarse con los hechos mismos y con la vida práctica. Cuando se conforman con la realidad, pueden adoptarse; si no concuerdan con ella, debe sospecharse que no son más que vanos razonamientos”. Cita que encuentran en el capítulo IX de la obra “Ética a Nicómaco”.

De “Así habló Zaratustra” de Friedrich Nietzsche, elegí un párrafo de uno de mis capítulos preferidos, titulado “De las moscas en la plaza”: “Sus almas mezquinas se ocupan mucho de ti. ¡Los tienes preocupados! Lo que mucho ocupa, termina por preocupar. Te castigan por todas tus virtudes. En el fondo solo te perdonan tus yerros”. Por cierto, también en los escritos de la filósofa Ayn Rand encontré una idea similar. Al final, el “último hombre” envidia las virtudes y los éxitos de aquél que no necesita más aprobación que la propia.

Del discurso de John Galt en “La rebelión de Atlas” de la ya mencionada Rand, copio los siguientes pasajes: “La felicidad es el estado exitoso de la vida… La felicidad es el estado de conciencia que proviene del logro de los propios valores… el ser humano es un fin en sí mismo, existe para sí mismo, y el logro de su propia felicidad es su más alto propósito moral… La felicidad es un estado de alegría no contradictoria, una alegría sin pena ni culpa, una alegría que no choca con ninguno de tus valores y que no te lleva a tu propia destrucción…”.

Apenas comienzo y ya acabé con los caracteres con los que cuento. Sin embargo, este cuento apenas comienza. Espero que ustedes vivan pronto su propia odisea, su propia introspección. El viaje más importante que toda persona puede hacer.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de mayo de 2011. La imagen la bajé de la Internet.

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