Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

4.24.2017

Desigualdad ante la ¿ley?




¿Vamos a perder la oportunidad de cambiar de raíz nuestro nefasto sistema político? Sí, lamentablemente, si la mayoría no despierta y deja de entretenerse con el circo y todas las distracciones que este ofrece, en lugar de enfocarse en lo importante: lo que está pasando en el Congreso, las nuevas leyes que los diputados están discutiendo y los cambios constitucionales que pretenden aprobar. Por supuesto, hay que estar también atentos a lo que sucede en nuestros tribunales, donde los jueces y magistrados, en particular los de la Corte de Constitucionalidad, están cambiando la legislación a su antojo y al gusto de los poderosos.

Quiero señalar que ya, a pesar del entusiasmo ciudadano a partir de las manifestaciones de abril y mayo de 2015, una gran parte de los cambios que han sido aprobados en el Congreso, en lugar de acercarnos a la necesaria igualdad ante la Ley, nos han alejado de ésta al otorgar más poder a los gobernantes para que, en nombre del abstracto Estado, intervengan en áreas que no les corresponden y tengan más control sobre nuestras vidas y bienes. En otras palabras, en vez de avanzar en una verdadera reforma, hemos retrocedido.

Digo necesaria “igualdad ante la Ley”, porque sin esta igualdad, la única posible y ojalá fuera la única deseable por todos, es imposible el progreso en el largo plazo. Más aún, es imposible la convivencia pacífica entre los miembros de una misma sociedad. Cualquier otro tipo de igualdad no sólo es inmoral e injusta, sino que es contraria a nuestra naturaleza y lo único que trae consigo es más miseria y obstáculos para superar la pobreza… al menos para la mayoría.

Las siguientes son las condiciones sine qua non para la existencia de un Estado de Derecho: 1. el Imperio de la ley; 2. la existencia de leyes auténticas, o sea que sean iguales para todos, generales, abstractas, conocidas, pocas, ciertas...; 3. el respeto al debido proceso: que los ciudadanos disfruten de los derechos contenidos en la ley y que el peso de la prueba dependa de quién acusa; 4. el respeto a los derechos individuales: vida, libertad y propiedad; y 5. la alternabilidad en el ejercicio del poder. En resumen, debemos acabar con todos los privilegios (exenciones especiales, ventajas exclusivas, leyes privadas) de todos los que hasta hoy se han beneficiado de estos privilegios y, lógicamente, no promover ni aprobar más prebendas para unos a costa de los derechos de los demás.

Los cambios que se hagan a la actual legislación y las leyes nuevas que se aprueben, deben ir enfocados al ideal de la igualdad de todos ante la Ley. Eso es, si queremos convivir en paz los unos con los otros, cada uno buscando sus propios fines por medio de la cooperación y el  intercambio libre basados en el respeto que nos debemos los unos a los otros. De lo contrario, sólo estaremos promoviendo una mayor iniquidad en nuestra sociedad y, en definitiva, en nuestras vidas.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de abril de 2017.

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4.17.2017

El diseño pro impunidad



En la reciente reunión de medio año de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Iván Velázquez, jefe actual de la CICIG,  hizo una declaración en la cual coincido en principio. Dijo Velázquez que Guatemala fue diseñada para la impunidad. No obstante, como bien dice el refrán que el diablo está en los detalles, me pregunto ¿a qué “diseño” se refiere el Comisionado? Si se refiere al sistema político, continúo estando de acuerdo con él.

Ahora, ¿cuál es el sistema político que impera en Guatemala desde hace más de 70 años? Hasta hace unos días que leí por enésima vez nuestra Constitución, el sistema que prevalece es el de Estado Benefactor/Mercantilista, que es estatista e intervencionista y otorga grandes poderes a los gobernantes, no sólo para proteger los derechos individuales, sino para satisfacer las demandas de los grupos de presión y otorgar privilegios.

Esto me lleva a preguntarme si las acciones legales y los cambios constitucionales que promueve Velázquez, más allá de sus intenciones sean éstas cuales sean, que asumo son buenas, ¿profundizan ese sistema de incentivos perversos o lo cambian radicalmente? Según lo que investigué antes de escribir este artículo, lamentablemente, en lugar de corregir de raíz el problema, lo profundiza proponiendo en la mayoría de los casos más de lo mismo. Repito: estatismo e intervencionismo, además de la concentración del poder judicial en pocas manos. Terrible.

Siguiendo el hilo anterior, pienso que José Ugaz, presidente de Transparencia Internacional, en la misma reunión mencionada, se equivocó al decir que la corrupción provoca la pobreza. La pobreza no tiene causas, solo la riqueza. En otras palabras, la corrupción NO genera pobreza, pero sí impide que la gente la supere porque la corrupción es parte de ese sistema de incentivos perversos que le roba fondos a la gente productiva para repartirlo entre aquellos que viven parasitariamente dentro de la burocracia estatal (nacional, internacional y supraestatal), los gobernantes, sus familiares, sus amigos y los miembros de los grupos de presión influyentes, en particular en los medios de comunicación. Nos debe de preocupar (y ocupar) quitar los obstáculos que impiden la creación de riqueza y facilitan la corrupción.

Lo anterior explica la preocupación de Fernando del Rincón, en lo que respecta a por qué no existe una lucha real de los Estados contra la corrupción, sino lo que existe es complicidad. Es lógica esa complicidad, al final, los Estados son sólo abstracciones. Quienes actúan con el poder del Estado son los gobernantes y todos los que ya mencioné que se benefician del diseño político que no sólo asegura la impunidad: también facilita la corrupción, o sea, la acumulación de fortunas y, en el largo plazo, la destrucción de la riqueza que podría ayudar a la mayoría a superar la pobreza.

Por tanto, termino preguntando a Juan Francisco Solórzano Foppa, jefe de la SAT, ¿para qué debemos pagar impuestos? ¿Para sostener ese nefasto diseño?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de abril de 2017.

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4.10.2017

Destructores de riqueza



NINGÚN ministerio de NINGÚN Gobierno de NINGÚN país, puede liderar la reducción de la pobreza, porque NINGÚN gobierno de NINGÚN lado crea riqueza. Los gobiernos, en el mejor de los casos, son consumidores de la riqueza creada por otros para proveer los servicios de seguridad y justicia a esos otros. Sin embargo, lamentablemente, la mayoría de las veces se convierten en destructores de esa riqueza que despilfarran en actividades ajenas a la naturaleza del gobierno.
           
En otras palabras, más que promotores de la creación de riqueza, son un obstáculo a su multiplicación. Si, repito, nuestros mandatarios cumplieran con las funciones propias de la naturaleza de un gobierno, se dedicarían sólo a proteger los derechos individuales de todos (vida, libertad y propiedad) de la agresión arbitraria de terceros y a velar porque los delincuentes y criminales compensaran a sus víctimas. Si así fuera, dejarían de ser el principal estorbo para superar la pobreza y lograr la mejora constante en la calidad de vida de todos.

Pero, la enorme cantidad de intereses creados por los sistemas estatistas que prevalecen, la aún mayor cantidad de burócratas estatales (nacionales, internacionales y supranacionales) que viven parasitariamente del trabajo de la gente productiva y aquellas personas que se han visto privilegiadas por el poder que esos sistemas intervencionistas otorgan a los gobernantes, han complicado el progreso de la mayoría de la gente al detener las reformas urgentes a los sistemas de normas vigentes que impiden el desarrollo. Sigue predominando la injusta idea del Estado repartidor que termina siendo Estado empobrecedor.

Ludwig von Mises dedica la quinta parte de su obra titulada “El socialismo: análisis económico y sociológico” al destruccionismo provocado por los sistemas socialistas y pseudosocialista: aquellos que promueven la intervención de los gobernantes, en nombre del abstracto Estado, en asuntos que no les corresponden. Cito algunas partes del capítulo XXXIII (“Los factores del destruccionismo): “Es un error pensar que el dominio de la ideología socialista se limita a los miembros de los partidos que se llaman socialistas o sociales. Los demás partidos políticos se hallan actualmente impregnados de las ideas directrices del socialismo, y aun los pocos adversarios que lo combaten con resolución son víctimas de dicha doctrina… El socialismo… destruiría toda colaboración social… según hechos demostrados [el socialismo está basado] en el resentimiento y en una falsa interpretación de los fenómenos económicos… es el destructor de todo lo que penosamente han creado siglos de civilización… consume el capital para enriquecer el presente a costa del porvenir”.

El problema de los malos servicios de salud, de educación, de vivienda, de carreteras… y las mediocres condiciones de vida de la mayoría, NO es la falta de Estado: por el contrario, el problema es el exceso de estatismo. Una vez esto no sea entendido, la mayoría seguirá viviendo pobremente.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 10 de abril de 2017.

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4.03.2017

¿Manipulación o información?



Unos estudiantes me preguntaron recientemente cómo diferenciar la información de la manipulación, en particular en los medios de comunicación que, para tristeza del periodismo objetivo, la mayoría  han perdido de vista la misión de tan noble profesión: la de la búsqueda de la verdad de los hechos. Por supuesto, a simple vista, pareciera que resolver el dilema es sencillo, sin embargo, debido a los distractores que existen hoy en día, encontrar la repuesta correcta demanda de toda persona hacer un esfuerzo mental mayor que aquel que muchos están dispuestos a hacer.

Como en todo proceso de aprendizaje, debemos comenzar con las definiciones de los términos a entender para luego diferenciar. La información es todo aquello que tiene que ver con las preguntas básicas que todos, no sólo los periodistas, debemos hacernos en lo que respecta a los hechos de la realidad: ¿qué pasó?, ¿quiénes están involucrados?, ¿dónde sucedió?, ¿cómo se dio?, ¿cuándo pasó?... y cuándo el hecho lo requiera, buscar los cuántos: ¿cuánto dinero?, ¿cuántas personas?, ¿a cuánto asciende el daño? Las respuestas a estas preguntas son difíciles de manipular, aunque no imposible.

La manipulación se da cuando se buscan las raíces que explican los hechos: cuando se responde el por qué y/o el para qué. Y la falsa creencia de que la objetividad es imposible, una falacia enseñada y difundida en la mayoría de escuelas de la comunicación, facilita la manipulación y la difusión de mentiras y/o “verdades a medias” (fuera de contexto) que favorecen en el corto plazo a los pocos que se benefician de la confusión y que dificultan la construcción de sociedades pacíficas en las cuales prevalezcan aquellos principios que hemos descubierto que van de acuerdo con la naturaleza de las cosas y facilitan el progreso de nuestra especie.

Hoy es triste ver que en los diarios, en los noticieros, en las revistas… predomina la propaganda política, más que la información y el conocimiento que permite la cooperación basada en la virtud de la benevolencia, el libre intercambio y la convivencia pacífica entre los miembros de una misma sociedad. Vaya, entre todas las personas que hoy habitamos la Tierra. Propaganda cuyo objetivo, tal y como lo explica Daniel Lattier en su ensayo titulado “Desactivar el cerebro”, es promover agendas ideológicas y partidistas, más que informar al público sobre los hechos relevantes de la realidad.

Según Lattier, el motivo por el cual tienen éxito es que en la actualidad la mayoría de la gente quiere ser propagandizada: desean recibir órdenes de una autoridad en temas ideológicos y de conversación, en lugar de hacer el esfuerzo mental por aclararse las ideas y formar juicios propios. La mayoría de la gente no tiene interés, y ven poco valor, en el diálogo intelectualmente honesto con otros. No obstante, la única manera en la cual vamos a lograr diferenciar la información de la manipulación, será por medio de ese diálogo y la búsqueda de las evidencias que separen los juicios falsos de los verdaderos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 3 de abril de 2017.

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