Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

4.01.2019

¿Política y noticias o entretenimiento? Tercera parte



Como explica John Suart Mill, en el segundo capítulo de On Liberty, hay tres tipos de juicios y/o creencias: totalmente falsas, parcialmente verdaderas y totalmente ciertas. El reto que tenemos en la era de la posverdad, un reto aún mayor que el que tuvieron nuestros antepasados, es diferenciarlas en nosotros y en los otros, porque de ello dependen las decisiones que tomemos y los resultados de nuestras acciones. Este punto lo elaboraré con detalle más adelante. Hoy quiero profundizar en lo escrito por Mill en lo que respecta a la libertad de expresión, cómo la violación a este derecho afecta a la búsqueda de la verdad y por qué la autocensura es un fenómeno actual, debido a la forma en la cual muchos eligen interactuar en las redes sociales.

Según Mill, “primero, si cualquier opinión se ve obligada a guardar silencio, esa opinión puede, por lo que ciertamente podemos saber, ser cierta. Negar esto es asumir nuestra propia infalibilidad. En segundo lugar, aunque la opinión silenciada sea un error, puede contener, y muy comúnmente lo hace, una parte de verdad; y dado que la opinión general o prevaleciente sobre cualquier tema rara vez o casi nunca es la verdad completa, es solo por la colisión de opiniones adversas que el resto de la verdad tiene alguna posibilidad de ser alcanzada. En tercer lugar, incluso si la opinión recibida no solo es verdadera, sino toda la verdad; a menos que se considere que es, y de hecho es, impugnada enérgicamente y con seriedad, la mayoría de los que la reciben la considerará un prejuicio, con poca comprensión o sentimiento de sus fundamentos racionales. Y no solo esto, sino que, en cuarto lugar, el significado de la doctrina corre peligro de perderse, debilitarse y privarse de su efecto vital sobre el carácter y la conducta: el dogma se convierte en una mera profesión formal, ineficaz para siempre, pero agitando el terreno, y evitando el crecimiento de cualquier convicción real y sincera, de la razón o la experiencia personal”.

Es importante mencionar que con la aparición de Twitter y los mensajes breves, la comunicación de hechos complejos se ha vuelto superficial y, en muchos casos, falaz, lo que lleva a muchos, a pesar de las facilidades que tenemos hoy para expresarnos, a callar. Y no sólo callan por el reto que implica la brevedad que prevalece en las redes, sino por miedo a los insultos, tergiversaciones y ataques ad hominen que proliferan en estos medios.

Twitter es ideal para lanzar comentarios, algunas veces ingeniosos, a aquellos con quienes no estamos de acuerdo, pero no es un medio adecuado para debates en profundidad sobre temas de transcendencia para nuestra existencia, incluidos, por supuesto, los asuntos políticos. Con el panorama mediático actual, existe un riesgo real de que las personas se confundan más, malinterpreten las cosas y, por lo tanto, la sociedad se vuelva más polarizada, tal y como ha sucedido en Guatemala. ¿Es posible llegar a un entendimiento y a una reducción de esa polarización? Sí, pero sólo será posible entre los individuos intelectualmente honestos que hagan el esfuerzo mental por aclararse las ideas.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 1 de abril de 2019.

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3.25.2019

¿Política y noticias o entretenimiento? Segunda parte




El uso de los avances tecnológicos, principalmente en el área de las comunicaciones, y las ventajas que la inteligencia artificial traen a la misma, representan hoy los principales retos a vencer en el proceso de diferenciar la información falsa de la verdadera. Lo anterior pareciera ser una ironía, sin embargo, es una consecuencia lógica de la acción humana y la libertad que la Internet nos ha dado para expresarnos. El abuso que hacen muchos de esa libertad, es parte del proceso de aprender a ser libres: entender que la libertad implica asumir la responsabilidad de nuestros actos.

Todos estos avances tecnológicos a los que hago mención, garantizan que las noticias, o los artículos que dicen ser noticias, sean una presencia casi permanente en nuestras vidas. Somos constantemente bombardeados con información, tanto relevante como irrelevante, las 24 horas del día, los siete días de la semana, los 365 días del año. Todo gracias a las supuestas noticias de última hora que llegan a nuestros teléfonos inteligentes por medio de las redes sociales.

Hay un problema aún mayor con la adicción a estar informado, sin importar que las noticias que recibamos sean o no hechos confirmados. Los noticieros de los medios tradicionales, televisión y radio, rara vez brindan la información en detalle que una sociedad necesita para estar verdaderamente enterada de la realidad. En un segmento en los programas de noticias, cuando mucho de tres minutos, no pueden brindar un análisis en profundidad de lo que sucede local e internacionalmente, y menos ahondar en las consecuencias que esos hechos pueden tener en la vida de la gente y en el progreso en general. Y es poco probable que nos proporcionen los datos relevantes a la hora de decidir por quién votar.

Es cierto que encontramos en los medios espacios que, se supone, buscan ahondar en los temas complejos, particularmente los políticos, pero, lamentablemente, la objetividad que estos programas deben mantener se pierde en aras del entretenimiento para atraer una mayor audiencia, lo cual se hace a costa del detrimento del análisis, perdiendo así estos programas su razón de ser. Las historias más extensas y profundas se descartan en favor de la diversión y la controversia. La política de entretenimiento ha sustituido a la búsqueda de la verdad de los hechos, la cual es, precisamente, la misión del periodismo.

No obstante todos los cuestionamientos que podamos hacer a la forma en la cual algunos abusan de su libertad de expresión, sea un periodista o cualquier otro individuo, coincido con lo escrito por John Stuart Mill en el segundo capítulo de “On Liberty” en el que señala las consecuencias de regular o intentar controlar las opiniones de las personas, y concluye que las opiniones nunca deben ser reprimidas, afirmando que “Tal prejuicio, o descuido, cuando ocurre, es en conjunto un mal, pero es uno del que no podemos esperar estar siempre exentos, y debe considerarse como el precio pagado por un bien inestimable”. Tolerar los excesos de la libertad de expresión de algunos, es el costo que pagamos para conservar esa libertad, que es nuestra principal defensa contra la tiranía.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 25 de marzo de 2019.

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10.16.2017

Las noticias son noticia



Y no son buenas noticias. Todo lo contrario. En casi todo el mundo se cuestiona cómo se presentan en los medios de comunicación al público los hechos que son relevantes para el ser humano. Hechos que describen nuestro presente y configuran nuestro futuro. Esta crítica, justificada en la mayoría de los casos, ha llevado a muchos a recurrir a otros medios ajenos a los tradicionales que, gracias a la Internet, facilitan el acceso a la información. Sin embargo, en muchos casos, los datos que encontramos en estos medios alternativos son menos fiables que aquellos que encontramos en los mismos medios organizados que hoy son cuestionados.

¿Quién va a llenar el vacío que dejan los periodistas que han olvidado la misión de nuestro oficio? Es una pregunta que todos debemos hacernos: desde quienes reportan los hechos, pasando por aquellos que los analizamos, hasta quienes consumimos la información que, al final, somos todos. De lo contrario, corremos el riesgo de que ese vacío lo terminen llenando los gobernantes, y es aquí donde debemos recordar la advertencia que nos hace George Orwell en “1984”.

La misión del periodismo y, por tanto, la misión del periodista, es la búsqueda de la verdad de los hechos. Para esto, nos gusten o no los resultados de nuestra búsqueda, debemos ser leales a esos hechos. No debemos falsear la realidad. Debemos ser objetivos. Lamentablemente, con excusas burdas y argumentos falaces que no son sostenibles cuando se cuestionan, durante ya décadas, los profesores de periodismo han convencido a los estudiantes y futuros buscadores de la verdad, de que esto es imposible. Y, casi sin discusión, esta mentira, contradictoriamente, ha sido aceptada por la mayoría como una verdad.

Pero no sólo son responsables los periodistas. También son culpables de esta situación la mayoría de los consumidores de noticias que son incapaces de diferenciar entre la realidad y la ficción y fácilmente son manipulados por aquellos que, o no reportan verazmente los hechos o, simplemente, mienten descaradamente y con conocimiento de causa para alcanzar sus fines o avanzar los intereses de los grupos de presión buscadores de privilegios con los cuales simpatizan.

Esta era de la desconfianza casi generalizada en la que vivimos, les ha facilitado a demagogos y oportunistas acercarse al ejercicio del poder. Esa desconfianza tanto a la mayoría de los políticos como a los miembros de las supuestas élites (convertidas en grupos de presión) y a los periodistas en los medios tradicionales, ha beneficiado a los peores representantes de nuestras sociedades que, por medio de sus discursos que apelan a las emociones de los electores y no a su razón, terminan ejerciendo el poder con pocas limitaciones en muchos casos. En fin, en río revuelto ganancia de malhechores, como bien me gusta parafrasear el célebre refrán.

¿Cómo cambiar el estado actual de las cosas en el mundo del periodismo? Cuestionándonos. Y la primera pregunta que debemos hacernos es por qué creemos lo que creemos. Mejor aún, le pregunto, ¿por qué cree usted lo que cree?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 16 de octubre de 2017.

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4.03.2017

¿Manipulación o información?



Unos estudiantes me preguntaron recientemente cómo diferenciar la información de la manipulación, en particular en los medios de comunicación que, para tristeza del periodismo objetivo, la mayoría  han perdido de vista la misión de tan noble profesión: la de la búsqueda de la verdad de los hechos. Por supuesto, a simple vista, pareciera que resolver el dilema es sencillo, sin embargo, debido a los distractores que existen hoy en día, encontrar la repuesta correcta demanda de toda persona hacer un esfuerzo mental mayor que aquel que muchos están dispuestos a hacer.

Como en todo proceso de aprendizaje, debemos comenzar con las definiciones de los términos a entender para luego diferenciar. La información es todo aquello que tiene que ver con las preguntas básicas que todos, no sólo los periodistas, debemos hacernos en lo que respecta a los hechos de la realidad: ¿qué pasó?, ¿quiénes están involucrados?, ¿dónde sucedió?, ¿cómo se dio?, ¿cuándo pasó?... y cuándo el hecho lo requiera, buscar los cuántos: ¿cuánto dinero?, ¿cuántas personas?, ¿a cuánto asciende el daño? Las respuestas a estas preguntas son difíciles de manipular, aunque no imposible.

La manipulación se da cuando se buscan las raíces que explican los hechos: cuando se responde el por qué y/o el para qué. Y la falsa creencia de que la objetividad es imposible, una falacia enseñada y difundida en la mayoría de escuelas de la comunicación, facilita la manipulación y la difusión de mentiras y/o “verdades a medias” (fuera de contexto) que favorecen en el corto plazo a los pocos que se benefician de la confusión y que dificultan la construcción de sociedades pacíficas en las cuales prevalezcan aquellos principios que hemos descubierto que van de acuerdo con la naturaleza de las cosas y facilitan el progreso de nuestra especie.

Hoy es triste ver que en los diarios, en los noticieros, en las revistas… predomina la propaganda política, más que la información y el conocimiento que permite la cooperación basada en la virtud de la benevolencia, el libre intercambio y la convivencia pacífica entre los miembros de una misma sociedad. Vaya, entre todas las personas que hoy habitamos la Tierra. Propaganda cuyo objetivo, tal y como lo explica Daniel Lattier en su ensayo titulado “Desactivar el cerebro”, es promover agendas ideológicas y partidistas, más que informar al público sobre los hechos relevantes de la realidad.

Según Lattier, el motivo por el cual tienen éxito es que en la actualidad la mayoría de la gente quiere ser propagandizada: desean recibir órdenes de una autoridad en temas ideológicos y de conversación, en lugar de hacer el esfuerzo mental por aclararse las ideas y formar juicios propios. La mayoría de la gente no tiene interés, y ven poco valor, en el diálogo intelectualmente honesto con otros. No obstante, la única manera en la cual vamos a lograr diferenciar la información de la manipulación, será por medio de ese diálogo y la búsqueda de las evidencias que separen los juicios falsos de los verdaderos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 3 de abril de 2017.

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12.19.2016

Fábrica de leyes



Uno de los principales problemas que enfrentan en la actualidad los medios de información tradicionales, es esa manía de la mayoría de sus miembros de confundir las leyes con la legislación y creer que al Congreso hay que evaluarlo por la cantidad de decretos que emitan los diputados, sin importar las consecuencias en el largo plazo que acarrean estos decretos. Nuevos decretos cuyo objetivo es crear más regulaciones que lo único que logran es debilitar aún más las pocas normas que merecen ser llamadas leyes. Un mal hábito que repiten año con año, en particular por estas fechas.

El error de creer que el Organismo Legislativo es una especie de fábrica de leyes, que rara vez cumplen con las condiciones para serlo efectivamente, promueve el estatismo y la intervención y, contrario a lo que muchos sostienen, esa incontinencia legislativa a los únicos que favorece es a los gobernantes y sus cómplices, ya sean estos últimos miembros de grupos de presión influyentes o familiares y amigos de quienes ejercen el poder.

Un Estado de Derecho, dentro del contexto republicano, está basado en la igualdad de todos ante la ley. Por eso, las leyes deben de ser universales, abstractas, impersonales y pocas para que sean conocidas y obedecidas. Las leyes deben aplicarse a todos por igual, mandantes y mandatarios, estos últimos todavía llamados por la mayoría gobernantes. Ninguno de los decretos legislativos, no importa cuántos sean ni quiénes los propongan, que promuevan la violación de los derechos individuales de unos, con la excusa de beneficiar a otros, pueden ni deben ser llamados leyes, porque estos son contrarios a la igualdad mencionada que asegura la vida, la libertad y la propiedad de todos sin distinciones de ninguna clase.

Sin embargo, en los tiempos actuales, aunque mucha gente engaña y se engaña creyendo que vivimos dentro de una república, la realidad es que hay pocas leyes y mucha legislorrea. Y esta última ahogando, poco a poco con cada nueva regulación que es aprobada, a las primeras. Acabando con la efectividad de las leyes y, de paso, con nuestros derechos individuales que quedan a merced de los caprichos de los poderosos y sus secuaces.

En lugar de promover la emisión de más legislación, debemos exigir la desregulación: la eliminación de todos aquellos decretos que les han permitido a los gobernantes adquirir más y más poder. Poder que es el origen de la corrupción, como bien lo enfatizó el célebre Lord Acton, con su hoy aún más célebre frase: “El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente”. Si queremos vivir en una sociedad donde imperen la paz, el respeto y la justicia, en la cual podamos convivir, compartir e intercambiar sin la intervención arbitraria de terceros, exijamos a los diputados que legislen menos y fiscalicen más.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 19 de diciembre de 2016.

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4.13.2015

Terrorismo gubernamental



Terror solo pueden infundirlo quienes tienen el poder de hacer daño: que poseen las herramientas necesarias para violentar la vida, la libertad o la propiedad de otros. Lo pueden hacer las bandas terroristas propiamente hablando aunque suene redundante, tal es el caso de los grupos guerrilleros y los fundamentalistas armados de cualquier índole como lo son el Estado Islámico y Boko Haram. También lo pueden provocar las organizaciones criminales de los narcotraficantes y los mareros. Y, finalmente, los gobiernos totalitarios y dictatoriales. Sin embargo, gracias al avance tecnológico, hoy los ciudadanos nos podemos defender, al menos de estos últimos, denunciando atropellos y abusos del poder, lo que ha llevado a los mencionados a intentar confundir a la gente utilizando anticonceptos como el incoherente terrorismo mediático.

Un señor de nombre Alfredo Oliva que escribe en una página que defiende a la dictadura venezolana (Aporrea), intenta definir el terrorismo mediático como: “El protocolo o acción previamente diseñada en la que se utilizan los medios de comunicación nacionales e internacionales (prensa, radio, televisión, cine, Internet, redes sociales, celulares, vallas, etc.) para crear atmósferas y/o sembrar miedo, odio y terror en la población con el propósito de desestabilizar y/o derrocar gobiernos, destruir su economía, destruir liderazgos, horadar apoyos populares, provocar confrontaciones violentas entre la población, guerras civiles, etcétera”. Casi solo le faltó agregar a la lista de barbaridades el cambio climático.

Según el citado analista de medios, como lo identifica el noticiario “teleSUR”, todo aquel que cuestiona a los gobernantes, en particular a Nicolás Maduro y a quienes representan al socialismo del siglo veintiuno (sea un periodista o cualquier ciudadano), ejerce el tal terrorismo mediático. El susodicho propone que es una especie de conspiración masiva en la cual, de alguna manera que no se puede explicar, criticamos a los gobernantes porque acordamos derrocarlos.

Además, supone que los que participan en la conjuración son muy bien remunerados por gobiernos imperialistas y los mercantilistas: “Los medios de comunicación que participan en un ataque de terrorismo mediático conjugan, comparten objetivos e intereses políticos, económicos y bélicos… con las fuerzas retrógradas locales y foráneas que intentan desestabilizar y/o derrocar un gobierno, destruir su economía, etcétera”. Ni Pinky y Cerebro podrían complotar de mejor manera. Todo lo anterior, por supuesto, para justificar la violencia terrorista de los dictadores: “El gobierno venezolano tiene todo el derecho y obligación a defenderse”.

Escribir artículos ad hominem y/o falaces no es lo mismo que ejercer el dominio por medio del terror. No se deje engañar: detrás de todo este absurdo discurso lo que hay es un nuevo intento por acabar con la libertad de expresión, necesaria para la defensa de nuestros derechos individuales.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 13 de abril de 2015.

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9.02.2013

La impune CICIG



La filosofía y el periodismo tienen un propósito similar: la búsqueda de la Verdad. La filosofía busca las respuestas a las preguntas que nos hacemos en lo que respecta a la realidad, el lugar propio dentro de esa realidad y nuestra relación con los otros. El periodismo busca establecer la Verdad de los hechos que impactan a la mayoría de miembros de la sociedad. El periodismo responde al qué, cómo, dónde, cuándo, quién, cuánto… La filosofía nos explica el por qué y el para qué. Ambas son disciplinas necesarias para la vida del ser humano.

En lo que ha hechos trata, los miembros de la CICIG han mostrado que su fin no es fomentar la justicia. Lo que les interesa es condenar a cualquiera (menos a sus aliados, a sus amigos ideológicos y a quienes ejercen el poder) para presentar resultados ante sus jefes en Nueva York. Para alcanzar tal meta, han intimidado a testigos (sobran denuncias al respecto en la PDH), han comprado los testimonios de los colaboradores eficaces, han extorsionado a los acusados para que se declaren culpables… Ha llegado a tal extremo su prepotencia, que hasta al actual Presidente de la CC, Héctor Hugo Pérez Aguilera, intentaron corromper. Es lamentable que los magistrados no lo denunciaron antes, y que Francisco Dall’Anese haya protegido al responsable, Thomas Pastor. ¿O es que este último solo cumplía órdenes?

Entiendo a las personas bienintencionadas, aunque poco informadas (o mal informadas), que promovieron y respaldaron este experimento de la ONU destinado al fracaso. Pero, lo que no entiendo es la necedad de algunos de continuar apoyando a un ente que probó, nuevamente, lo cierta que es la aseveración de Lord Acton de que “el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. El problema va más allá de quién está al frente de la CICIG: el problema es que actúan por encima de la Ley. El problema es el sistema.

El pasado miércoles 28 de agosto se cumplieron 50 años del célebre discurso de Martin Luther King Jr. titulado “I have dream”, del cual reproduzco unas líneas que expresan mi sentir, y el de muchos, en lo que respecta a nuestro país: “... nos rehusamos a creer que el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusamos a creer que no hay fondos en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación… hemos venido a cobrar este cheque… que nos dará las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia".

Quienes entendemos lo que implica ser mandantes, que no somos serviles a los gobernantes ni a los arrogantes burócratas internacionales, debemos exigir que acabe esta insensatez, y que los diputados cumplan con su deber de derogar toda la legislación arbitraria, contraria a la Constitución, que nos aleja de un verdadero Estado de Derecho. Los decretos que han aprobado irresponsablemente, ya sea presionados o comprados, que ya no deben ser tolerados por los habitantes de Guatemala que, además, los mantenemos a ellos y a la burocracia en general. Comiencen con el Decreto 35-2007 que dio vida a la CICIG.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de septiembre de 2013.

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6.17.2013

Quinceañeros



Recién cumplí quince años de dedicarme al periodismo de reflexión. ¡Quince años! Casi no lo puedo creer. Los reconozco porque los he vivido, aunque parece que fue ayer cuando entré por primera vez a una cabina de radio como conductora, en compañía de mi querido amigo Jorge Jacobs y a la par de Armando De La Torre. Fue precisamente el Doctor (como le llamamos muchos) quien nos invitó a acompañarlo en esta ¿locura?, por lo que le voy a estar agradecida toda la vida. Siempre me he preguntado si el motivo por el cual terminé haciendo radio fue por ser una estudiante que se pasó de atrevida y que probablemente hacía más preguntas de las debidas.

El lunes 16 de junio de 1998 fue el primer día que mi voz invadió las  ondas hertzianas. La ansiedad pretendía dominarme. No sabía cómo iba a terminar esa aventura en la cual me había embarcado. Menos sabía cuánto iba a durar. Hoy, todavía no tengo respuestas al respecto. Quiero creer que voy a continuar ad æternum compartiendo el camino de aclararnos las ideas con todos aquellos que, como yo, buscan la verdad. Que a pesar de que nos incomoda reconocer que nos equivocamos, agradecemos a quien nos ayuda a identificar nuestras premisas falsas, dejando en nuestras manos la decisión de cambiarlas por verdaderas.

Y, para colmo de alegría mía, el miércoles 24 de junio de ese mismo año salió publicado mi primer artículo (“El Pragmático”) en el diario Siglo Veintiuno, que sigue siendo la casa que acoge todas las semanas mis escritos. En estos quince años de compartir mi aprendizaje, mis reflexiones, mis dudas… con quienes me hacen el honor de escucharme o leerme, he cambiado. Un cambio para bien. He resuelto muchas contradicciones en este tiempo, y en el presente, además de estar más integrada, mi felicidad es más plena.

Sé que para varios es de mal gusto compartir públicamente anécdotas privadas. Aunque en este caso, pienso que es un hecho público porque ni escribo ni hago programas radiales en secreto y con el objetivo de que nadie lo sepa. Todo lo contrario. Quisiera que cada día fuéramos más los que nos atrevemos a pensar: a usar nuestra razón para identificar la realidad y cambiar lo que podemos cambiar, para bien de todos en el largo plazo.

Así que me puedo encontrar con este artículo en una zona gris que haga dudar a los puristas del periodismo, con quienes comparto algunos puntos. Sobre todo la necesidad de recobrar la misión del periodismo: la búsqueda de la verdad de los hechos. No la presentación de distintas opiniones. No. Esa idea políticamente correcta le ha hecho un daño enorme al importante oficio periodístico, convirtiendo a un sinnúmero de colegas en simples megáfonos de los gobernantes y de los líderes de los grupos de presión. Sin embargo, soy optimista y creo, como Gay Talese, que "el periodismo es una profesión honorable, y no estoy de acuerdo con quienes nos pronostican un futuro tenebroso, porque no hay nada más importante que la verdad". La senda que seguiré por el resto de mi existencia.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de junio de 2013.

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10.08.2012

Amenazan a George




El viernes pasado, mi amigo y hermano por elección, Jorge Jacobs, conocido periodista que ha incursionado en todos los medios,  tradicionales y virtuales, fue amenazado de muerte. No es la primera vez que esto sucede. Tampoco creo que sea la última. Es el riesgo que se corre al ejercer correctamente el periodismo. Pero sí puede ser diferente a otras ocasiones en las cuales ha recibido llamadas, cartas y correos, con mensajes similares y vocabulario propio de un patán cualquiera, lo que nos muestra el tipo de individuo detrás de este intento de intimidación. Un pato tirándole a una escopeta.

En fin, en este caso, y con toda razón, Jorge decidió darle más importancia que de costumbre al vulgar ultimátum que recibió, debido a los intereses multimillonarios que podrían estar detrás. El motivo de la amenaza, según el pusilánime que lo llamó, es el artículo que publicó el jueves 4 de octubre de 2012 en el diario “Prensa Libre”, titulado “¿Pepsi bye?”. Quiero aclarar que yo en lo particular no creo que la amenaza venga de alguien relacionado con la empresa mencionada, ya que la mala prensa que este hecho acarrea es lo último que podrían desear. Además, tampoco los creo capaces de semejante bajeza.

Ahora que escribo este artículo, apenas han comenzado las investigaciones para averiguar quiénes están detrás de esta vil acción, así que fuera de mis propias conjeturas, no puedo compartir más información. Sin embargo, me atrevo a decir que es probable que quien lo haya hecho sea algún sujeto que quiere dañar a los propietarios de la compañía a la cual alude Jacobs en su columna.

Cuatro amenazas recibió Jorge. Primero lo llamaron a las 6:57 de la mañana del número 54972784. En esa ocasión respondió el teléfono, como lo hace normalmente. El tipo que le habló, le advirtió de una manera soez que tenía veinticuatro horas para dejar el país, o de lo contrario peligraba su vida y la de su familia; de la cual aseguró tener los datos de dónde trabajan, dónde estudian, dónde viven. Luego, a las 7:09 a.m., llegó a su teléfono el siguiente mensaje de texto: “moriras h p”. En minúsculas y sin tilde. Unos segundos después entró a su celular otra llamada del número citado. Llamada que inteligentemente no tomó.

La cuarta amenaza llegó a las 9:58 a.m. del correo electrónico luisalbertotorin@yahoo.com: “me parece que la columna fue tu testamento funerario hijo de puta sali del pais en 24 horas o tu familia llorrara destruistes empleos cabcorp nunca se venderá saludame atus hijos... que prensa libre mantenga tu familia”. Sin comentarios.

Los que se refugian detrás del ataque anónimo son unos cobardes. George, como cariñosamente le decimos quienes lo valoramos, es un hombre valiente que ha demostrado su valía en cualquier cantidad de ocasiones. Un hombre honesto y un amigo leal como pocos. Me solidarizo con él y su querida familia, a quienes considero parte de las personas entrañables en mi vida. Cuentan incondicionalmente conmigo.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de octubre de 2012. La imagen la bajé de un blog en la Internet “libre de derechos”.

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11.29.2010

CICIG



Crisis de Identidad Conceptual Institucional Generalizada: CICIG. Sé que más de uno, pudo confundir las siglas que sirven de título a mi artículo con las de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, aparato burocrático creado por los dirigentes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para supuestamente combatir a grupos del llamado crimen organizado.


Hoy me dedico a pensar si hay algo rescatable del experimento mencionado. Hoy que somos testigos de la debacle anunciada por algunos, entre ellos yo, hace casi siete años cuando aún pensaban llamarlo “CICIACS”. Hoy, después de haberme presentado el jueves 25 de noviembre de 2010 al Ministerio Público para aclarar la falsedad de las acusaciones en mi contra de ser parte de una campaña de desprestigio contra la impune y poderosa entidad citada. Hoy que es vital rescatar el concepto de justicia. Justicia, que no es encontrar quién la paga, sino quién la debe y compensar a la víctima.

No es el objetivo de los ciudadanos guatemaltecos “apoyar a la CICIG”, como lo dijo recientemente una académica guatemalteca, según nota de Prensa Libre del pasado viernes. El fin es que haya justicia: que se le de a cada quién lo que le corresponda. Que los antisociales, que violenten los derechos individuales de otros, reciban el castigo que merecen y paguen las consecuencias de sus acciones. Y, por supuesto, lo más importante es, repito, que se compense a la víctima. Pero me refiero a la víctima real, no al ficticio Estado, que termina siendo la excusa para que aquellos que detentan el poder, terminen lucrando y beneficiándose de los dictámenes de los tribunales.

Una de las peores CICIG en nuestro país es la que impera en los medios de comunicación. Por ejemplo, llamar a la iniciativa que pretende acabar con el derecho de propiedad y la presunción de inocencia (la Ley de Extinción de Dominio) ley antinarco, no sólo es ingenuo, sino es una manera de desinformar y confundir. Algo que debería ser señalado y evitado. Más si sabemos que el fin del periodismo es la búsqueda de la verdad de los hechos. Lo que hace necesario reconocer que existe la verdad: la realidad, única, de la cual somos parte. Por supuesto, nadie conoce toda esa realidad: el conocimiento no sólo está disperso, sino hay más cosas de la realidad que desconocemos que las que conocemos. Pero lo anterior no es excusa para falsearla y pretender que no se puede conocer.

La confusión conceptual en algunos casos, en otros la crasa ignorancia, sin olvidar al sofista falsificador y distorsionador de los conceptos, son el origen de las malas decisiones políticas y el fracaso de las estrategias adoptadas a la fecha. En fin, sobre este tema espero elaborar más en futuras entregas. Hoy escribo sólo para reconocer ese ¡ajá moment! como le llamaría Albert Loan. O, como lo hemos chapinizado sus estudiantes con un sencillo ¡sí pues! Algo es rescatable de la CICIG para enfrentar a la raíz de nuestros problemas: sus siglas.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de noviembre de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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11.08.2010

Las verdades de la mentira

Como es de muchos conocido, el ganador del Premio Nobel de Literatura del presente año 2010, Mario Vargas Llosa, publicó en 1990 un libro a mi parecer indispensable, titulado “La verdad de las mentiras”, en el cual aborda críticamente obras literarias emblemáticas del siglo veinte. En 2002, presenta una nueva edición en la que a los veintiséis ensayos originales suma diez para hacer un total de 36 trabajos esclarecedores para aquellos que amamos la buena ficción. En palabras de Vargas Llosa:




“Toda buena novela dice la verdad y toda mala novela miente. Porque ‘decir la verdad’ para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y ‘mentir’ ser incapaz de lograr esa superchería. La novela es, pues, un género amoral, o, más bien, de una ética sui generis, para la cual verdad o mentira son conceptos exclusivamente estéticos”.



Según el Diccionario de Filosofía de Nicola Abbagnano, en la edición que poseo actualizada y aumentada por Giovanni Fornero, con el término estética se designa la ciencia (filosófica) del arte y de lo bello, y fue introducido por Baumgarten en 1750. Aristóteles consideraba que lo bello consiste en el orden, en la simetría y en una magnitud que se preste a ser fácilmente abarcada en conjunto por la vista. Recordemos que para el Estagirita, sólo podemos conocer por medio de los sentidos, todos los sentidos, los cuales forman parte de toda observación. No sólo la visión. Un motivo más por el cual el padre de la civilización occidental merece mi profunda admiración.



Ayn Rand, en el “El Manifiesto Romántico”, libro que reúne ensayos cuyo objetivo es sentar “las bases de una estética racional”, define el arte como “una recreación selectiva de la realidad de acuerdo al juicio de los valores metafísicos de un artista”. Continúa: “Mediante una recreación selectiva, el arte aísla e integra esos aspectos de la realidad que representan la visión fundamental de uno mismo y la existencia”. El sentido de la vida del autor, del artista. Y el propio de quien lee, ve, escucha… y se identifica con el creador de la obra.



Hoy, viernes 5 de noviembre, fecha en la cual escribo el presente artículo, voy a tener la oportunidad de conversar brevemente con Mario Vargas Llosa: el escribidor, el fabulador sorpresivamente reconocido por los miembros del Comité del Premio Nobel de Literatura. Quien aún antes de recibir tan merecido galardón, había ganado mi respeto, no sólo como literato, sino como intelectual y hombre comprometido con la verdad: “Para el periodismo o la historia la verdad depende del cotejo entre lo escrito y la realidad que lo inspira. A más cercanía, más verdad, y a más distancia, más mentira”.



Por estas fechas, toparse con intelectuales honestos, que diferencien la ficción de la realidad, es casi tan difícil como encontrar a un político en el ejercicio del poder que respete los derechos individuales. Por eso, don Mario, es una verdad que será un honor acercarme a usted.





Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de noviembre de 2010. La imagen la bajé de Internet.

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10.25.2010

Superyo


Mientras el actual Presidente Álvaro Colom hace honor a la gloriosa tradición de la izquierda y anda de paseo por Japón (“Viajar es vivir”, dijo Juan José Arévalo), el ex Presidente, a su parecer omnipotente, Álvaro Arzú, tocayo del presente, declara que decidió dejar la comodidad de su puesto, casi vitalicio, en la Municipalidad capitalina, para ponerse la capa de chapulín colorado y salir a rescatar a los inútiles ciudadanos guatemaltecos. ¿Deberíamos ponernos de hinojos para agradecer semejante sacrificio? En fin, para alguien como yo, que se valora y se respeta, responsable y libre, la pregunta se acerca a la frontera con el insulto.

Como periodista, reconozco que el inquietante oficio de buscar la verdad, nada tiene que ver con alimentar los pequeños egos de personajes que, a pesar de sus posibles buenas intenciones, suelen estar más perdidos que el hijo de la Llorona en el día de las madres. Eso sí, de lo que estoy segura que están seguros es de su deseo de decidir por los demás y sus bienes. Su amor por el ejercicio del poder. Y como el periodismo trata sobre hechos (la realidad) y no es cuestión de presentar equitativamente distintas visiones o ideologías, cuestiono la idea del superhombre estatal.

Los politiqueros prometen cualquier cosa. Pero, ¿de dónde sale el dinero para cumplir las promesas? Al fin, el trabajo más cómodo es el de repartidor de la riqueza creada por otros. Regalar pequeñas porciones a aquellos que es posible que ejerzan su derecho al voto, ignorar a los verdaderamente pobres y quedarse con la mayoría de los tributos. ¡Ah! Por supuesto, compartiendo las ganancias con sus financistas.

Tengo más de doce años escuchando el discurso que incluye las trilladas preguntas de “¿Qué tipo de país quieren? ¿Dónde están los líderes salvadores? ¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defendernos?” Yo les pregunto: ¿Por qué la mayoría no se cuestiona por qué estamos como estamos? ¿Por qué, la mayoría de la minoría que se pregunta por qué, no busca los referentes en la realidad para encontrar la respuesta correcta? Ideas verdaderas contra ideologías falsas. Cuestión de disciplina conceptual.

Y, por aquello de las sensibilidades de los políticos, más tratándose de Arzú, les recuerdo que el artículo 35 de la Constitución en su segundo párrafo dice: “No constituyen delito o falta las publicaciones que contengan denuncias, críticas o imputaciones contra funcionarios o empleados públicos por actos efectuados en el ejercicio de sus cargos”. ¡Qué valioso es limitar el ejercicio del poder y asegurar los derechos individuales!

Ayn Rand en "La virtud del egoísmo", específicamente en el ensayo "Derechos colectivizados" aclara: "Los derechos son principios morales que definen las correctas relaciones sociales". A fin de cuentas es este el punto a enfatizar: necesitamos un gobierno de leyes basadas en principios generales, universales y abstractos, y no un gobierno arbitrario de reyes.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de octubre de 2010. La imagen la bajé de Internet.

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1.04.2009

A la farsa, por el cuerno


Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco "Siglo Veinituno", el lunes 2 de junio de 2008. La fotografia la tomé a mediados del año 2008, en el Hogar Rafael Ayau



Los miembros de la cúpula políticamente correcta creen que todo lo arregla el abstracto Estado. Sus respuestas a los retos que enfrentamos en la esfera pública o privada, las dirigen casi siempre a lo mismo que, irónicamente, siempre es el origen de los problemas. Desean que casi toda acción humana sea controlada por los políticos en el ejercicio del poder. Paradójicamente, terminan burocratizando, centralizando y monopolizando nuestras actividades en individuos irresponsables que no pagan las consecuencias de sus errores.

Uno de los ejemplos recientes es la Adopción. Por cierto, a mí me da igual lo que ganen o dejen de ganar los notarios. Me preocupan y ocupan los huérfanos. A diferencia de los encopetados burócratas e ingenuos útiles que pareciera sólo les interesa avanzar legalmente sus prejuicios ideológicos. Y, por supuesto, alcanzar su objetivo de vivir a costillas de los explotados tributarios.

No me importa cuestionar a los intocables de la dirección periodística nacional, del periodismo de opinión o del reportaje de investigación. Total, a quien le venga el guante, que se lo plante. Y que digan misa de mi persona. Repito: me da igual. No mantengo ninguna relación amistosa o laboral con “ellos y ellas”. No los necesito para vivir y ser feliz. Sé que no soy santa de su devoción y, sin duda, varios de “ellos y ellas” celebrarían por todo lo alto que vetaran a los liberales clásicos y a los libertarios en los medios de comunicación.

Aclaro que respeto la propiedad, la libertad y la vida de todos sin distinción de ningún tipo. Lo que probablemente la mayoría de ellos no haría. Al menos, aquellos que promueven el robo institucionalizado por medio de la legislación. Defiendo, como lo dijo Voltaire, su libertad de expresarse. Lo que no quiere decir que respete opiniones erradas: nunca un argumento falaz, por más bien intencionado que sea, y mucho menos una mentira, van a tener el mismo valor que una verdad. Falsedades y mentiras que hasta la fecha pocas veces han sido cuestionadas de frente, sin la hipocresía característica de la última década.

Pienso que muchas veces los mueve solamente el interés de creerse dueños de esa verdad que luego niegan que exista, influenciados por un postmodernismo relativista, y sin que les importe las consecuencias de su arrogancia. Qué ironía: hecho del cual nos acusan a nosotros, que defendemos la libertad de cada uno de buscar su felicidad a partir de sus fines propios, y nunca hemos pretendido imponer los nuestros a los demás.


¿Por qué dejamos que monstruosidades, cubiertas de supuestas bondades, prosperen en nuestro país? ¿Por qué tanta gente poderosa le teme a la realidad, a los hechos sustentables con evidencia? ¿Por qué deciden a partir de las excepciones, convirtiéndolas en regla? ¿Por qué si saben quiénes delinquen en el país no los denuncian y persiguen? ¿Por qué condenar a los abandonados que no se pueden defender?

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Adoptillismo


Nota: este articulo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 19 de mayo de 2008. La fotografía la tomé en el Hogar Rafael Ayau en septiembre de 2008.


El ataque rastrero contra una de las más nobles Instituciones, la milenaria Adopción, está desbordado. ¿Por qué supuestos defensores de los derechos humanos, políticos y periodistas se han ensañado contra un proceso que permite pasar a formar parte de una familia a un infante que ha sido maltratado, abusado o abandonado? ¿Niños, niñas, que no son apreciados por quienes los procrearon? ¿Qué atractivo tienen los premios de UNICEF que hacen a los periodistas olvidar su misión? ¿Por qué no investigan qué pasó en los países que adoptaron la legislación impuesta por los burócratas que los recompensan?

En fin, sigo sin escribir sobre los temas que ofrecí hace dos semanas. Qué cosa nuestra Guatemala, en la cual el eterno Estado de emergencia del interminable hoy, nos aleja de lo importante del inalcanzable mañana.

Pertenezco, a mucha honra, al reducido grupo de personas a quienes los premios nos importan poco, y menos nos interesa congraciarnos con los burócratas que han encontrado en este tipo de concursos una forma exitosa de promover las agendas de los grupos de presión que representan. Por eso afirmo sin temor que la mayoría de los ataques en contra de los huérfanos están basados en manipulaciones, presunciones y exageraciones. Les recuerdo que cada expediente que se detiene representa a una criatura que anhela a un padre, a una madre o, en el mejor de los casos, a ambos.

Según la Procuraduría General de la Nación, alrededor del 95 por ciento de los niños adoptados son entregados a estadounidenses. De estos últimos, el 95 por ciento presentan dos pruebas de ADN previo a la autorización de la adopción, y el restante 5 por ciento son niños abandonados, de padres desconocidos, los cuales, después de cumplir con el proceso, son otorgados a quienes cumplieron con los requisitos solicitados. Estos datos, verificables, hacen poco creíble el gran negocio del robo de niños que tanto cacarean.


Por supuesto, como he dicho en infinidad de ocasiones, hay que corregir los abusos que algunos hayan cometido en el digno proceso de la Adopción. Pero cumplir esta tarea clave del ámbito de la justicia, no implica enterrar la esperanza de los desamparados. En lugar de estatizar, monopolizar, burocratizar y pasarle el costo del trámite a los tributarios, se debió fortalecer la persecución y condena de aquellos que hubieran incurrido en actos criminales.

Si tanto les preocupa lo que ganan los notarios, en lugar de aumentar los trámites y las regulaciones, debieron eliminarlas y reducir el proceso a un contrato privado entre los padres biológicos que dan a sus hijos en adopción y quienes desean adoptarlos. En el caso de los niños abandonados lo ideal es que se encarguen de su proceso los hogares privados que son mantenidos voluntariamente por gente solidaria. Urgen adopciones y no legislación que las entorpezcan ni amarillismo periodístico que las enloden. Por el bien de los niños.

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10.22.2007

En el gobierno roban niños


No falla. Ya se mira venir el ataque. Primero, la primera plana en uno de los diarios de más circulación, que incluye la frase sensacionalista: “robo de niños”. Cuando los términos correctos serían sustracción de menores o secuestro. Sin duda, el primero de los anteriores me parece eufemístico, pero la utilización de “robo”, es manipulador.
Por cierto, un medio donde uno de los propietarios/directores pertenece a la actual familia presidencial. Sospechoso.

Sin embargo, en la más reciente arremetida contra la Adopción, la desesperación de algunos miembros del gobierno de que no se apruebe el proyecto consentido de la Primera Dama, los hizo cometer un error garrafal: en este caso, el robo de niños que pretenden vincular con las adopciones sucedió, ni más ni menos que… ¡enfrente de sus narices! Sí, ahora resulta que son los mismos empleados públicos, en este ejemplo trabajadoras sociales que laboran en el Hospital Roosevelt, quienes se apropiaron de niños de otros.

Para seguir regándola, al día siguiente publican una nota sobre las adopciones de la época de la guerra civil, centrada en aquellas hechas a principios de la década de los ochenta del siglo pasado. Pero algo importante se le pasó al poco objetivo reportero: las descentralización del proceso de adopciones, la cual hoy se quiere revertir, se dio a mediados de la… ¡siguiente década! Información falsa o verdades a medias, de esas que abundan, utilizadas para manipular a la gente y presionar el avance de agendas políticas de algunos burócratas internacionales a quienes, lo que menos les interesa, es el bienestar de los niños mal queridos por sus progenitores.

En fin, los abusos y excesos, los crímenes que se cometen contra los niños abandonados por sus padres, no se van a reducir creando más burocracia estatal, centralizando en políticos las decisiones que tienen que ver con el hoy y el mañana de miles de niños y trasladándole la cuenta, de nuevo, al tributario.

El mal uso de su libertad que hacen algunos, sólo se corrige con más libertad. Que, aclaro, no es lo mismo que libertinaje. Ser libre implica ser responsable. Y ser responsable es asumir las consecuencias (en el corto, mediano y largo plazo) que traigan consigo nuestras acciones. Sean estas consecuencias buenas o malas. Evidentemente, si alguien elige correctamente y, por tanto, es exitoso, será premiado al alcanzar sus objetivos. Si alguien elige convertirse en delincuente o criminal, deberá ser castigado como consecuencia de sus elecciones erradas y violatorias de los derechos de otros.

¿Quiénes de ustedes entregarían las vidas de sus hijos a esos politiqueros que nos tienen cansados de tanta mentira, abusos y verdaderos robos descarados que hacen del fruto de nuestro trabajo, producción y creatividad? ¿Por qué, entonces, vamos a permitir que se les entregue el futuro de los huérfanos que claman por un destino diferente al que el azar les dictó al nacer?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 22 de octubre de 2007.

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7.09.2007

Vidas robadas




El fracaso del Estado benefactor/mercantilista desborda la angustia de nuestras sociedades tropicales, conformistas y en eternas terceras vías del subdesarrollo. Ante tanta promesa utópica de cambiar la naturaleza humana, propia de las mentes intervencionistas, precisamente el ser humano perdió la seguridad ganada con el ausente y mal entendido Estado de Derecho. Al menos por las latitudes latinoamericanas.

Es obvio que los habitantes de Guatemala no somos ajenos a esta situación. Lo que es peor, vivimos inmersos en ella. Día a día, la mayoría se cuestiona si va a regresar con vida a su hogar. La inseguridad imperante, la falta de respeto a los otros, a sus bienes, a sus decisiones, hace que la desesperación sea la madre de la actuación sin razón.

Un ejemplo de consecuencias imposibles de medir es la consigna que parecieran tener algunos burócratas, políticos y reporteros, para atribuirle a la adopción (y a las ambiciones monetarias, dicen, de algunos notarios), hechos probablemente propios del contexto general que afrontamos hoy. Un contexto caracterizado por el aumento constante de la criminalidad ante la impotencia de los gobernantes de frenar los crecientes abusos de los antisociales.

Llamar al secuestro de niños, de forma manipuladora, robo, ha propiciado que resurjan mitos ancestrales en mujeres y hombres que se encuentran, como casi todos, acosados por el miedo. Y si a ese sentir se le suma la desinformación, ¿qué podemos esperar de la actuación individual irresponsable, encubierta en medio de una turba: una muchedumbre de gente confusa y desordenada? Sin duda, la proliferación de los linchamientos, donde más que justicia se busca venganza: quién me la paga, no quién me la debe. ¿Cuáles de las versiones son ciertas y cuáles falsas? ¿Una realidad u otra excusa más de supuestos defensores de derechos humanos para conseguir más dinero?

Según la Procuraduría General de la Nación, alrededor del 95 por ciento de los niños adoptados son entregados a estadounidenses. De estos últimos, el 95 por ciento presentan pruebas de ADN previo a la autorización de la adopción, y el restante 5 por ciento son criaturas abandonadas, de padres desconocidos, los cuales, después de cumplir con el proceso, son otorgados a quienes cumplieron con los requisitos solicitados. Estos datos, verificables, hacen poco posible el gran negocio del robo de niños para dar en adopción que tanto cacarean algunos.

En fin, urgen adopciones, no legislación que las entorpezca, sea o no avalada por expertos del Buró de La Haya.

Como dijo el dramaturgo español Jacinto Benavente: "Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los cobardes". Que caiga el peso de la culpa en la conciencia de aquellos que por intereses espurios difaman a la Institución milenaria de la Adopción… si es que acaso tienen conciencia. Voleur de vie.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 9 de julio de 2007.

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