Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

1.04.2009

A la farsa, por el cuerno


Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco "Siglo Veinituno", el lunes 2 de junio de 2008. La fotografia la tomé a mediados del año 2008, en el Hogar Rafael Ayau



Los miembros de la cúpula políticamente correcta creen que todo lo arregla el abstracto Estado. Sus respuestas a los retos que enfrentamos en la esfera pública o privada, las dirigen casi siempre a lo mismo que, irónicamente, siempre es el origen de los problemas. Desean que casi toda acción humana sea controlada por los políticos en el ejercicio del poder. Paradójicamente, terminan burocratizando, centralizando y monopolizando nuestras actividades en individuos irresponsables que no pagan las consecuencias de sus errores.

Uno de los ejemplos recientes es la Adopción. Por cierto, a mí me da igual lo que ganen o dejen de ganar los notarios. Me preocupan y ocupan los huérfanos. A diferencia de los encopetados burócratas e ingenuos útiles que pareciera sólo les interesa avanzar legalmente sus prejuicios ideológicos. Y, por supuesto, alcanzar su objetivo de vivir a costillas de los explotados tributarios.

No me importa cuestionar a los intocables de la dirección periodística nacional, del periodismo de opinión o del reportaje de investigación. Total, a quien le venga el guante, que se lo plante. Y que digan misa de mi persona. Repito: me da igual. No mantengo ninguna relación amistosa o laboral con “ellos y ellas”. No los necesito para vivir y ser feliz. Sé que no soy santa de su devoción y, sin duda, varios de “ellos y ellas” celebrarían por todo lo alto que vetaran a los liberales clásicos y a los libertarios en los medios de comunicación.

Aclaro que respeto la propiedad, la libertad y la vida de todos sin distinción de ningún tipo. Lo que probablemente la mayoría de ellos no haría. Al menos, aquellos que promueven el robo institucionalizado por medio de la legislación. Defiendo, como lo dijo Voltaire, su libertad de expresarse. Lo que no quiere decir que respete opiniones erradas: nunca un argumento falaz, por más bien intencionado que sea, y mucho menos una mentira, van a tener el mismo valor que una verdad. Falsedades y mentiras que hasta la fecha pocas veces han sido cuestionadas de frente, sin la hipocresía característica de la última década.

Pienso que muchas veces los mueve solamente el interés de creerse dueños de esa verdad que luego niegan que exista, influenciados por un postmodernismo relativista, y sin que les importe las consecuencias de su arrogancia. Qué ironía: hecho del cual nos acusan a nosotros, que defendemos la libertad de cada uno de buscar su felicidad a partir de sus fines propios, y nunca hemos pretendido imponer los nuestros a los demás.


¿Por qué dejamos que monstruosidades, cubiertas de supuestas bondades, prosperen en nuestro país? ¿Por qué tanta gente poderosa le teme a la realidad, a los hechos sustentables con evidencia? ¿Por qué deciden a partir de las excepciones, convirtiéndolas en regla? ¿Por qué si saben quiénes delinquen en el país no los denuncian y persiguen? ¿Por qué condenar a los abandonados que no se pueden defender?

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