Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

1.04.2009

Adoptillismo


Nota: este articulo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 19 de mayo de 2008. La fotografía la tomé en el Hogar Rafael Ayau en septiembre de 2008.


El ataque rastrero contra una de las más nobles Instituciones, la milenaria Adopción, está desbordado. ¿Por qué supuestos defensores de los derechos humanos, políticos y periodistas se han ensañado contra un proceso que permite pasar a formar parte de una familia a un infante que ha sido maltratado, abusado o abandonado? ¿Niños, niñas, que no son apreciados por quienes los procrearon? ¿Qué atractivo tienen los premios de UNICEF que hacen a los periodistas olvidar su misión? ¿Por qué no investigan qué pasó en los países que adoptaron la legislación impuesta por los burócratas que los recompensan?

En fin, sigo sin escribir sobre los temas que ofrecí hace dos semanas. Qué cosa nuestra Guatemala, en la cual el eterno Estado de emergencia del interminable hoy, nos aleja de lo importante del inalcanzable mañana.

Pertenezco, a mucha honra, al reducido grupo de personas a quienes los premios nos importan poco, y menos nos interesa congraciarnos con los burócratas que han encontrado en este tipo de concursos una forma exitosa de promover las agendas de los grupos de presión que representan. Por eso afirmo sin temor que la mayoría de los ataques en contra de los huérfanos están basados en manipulaciones, presunciones y exageraciones. Les recuerdo que cada expediente que se detiene representa a una criatura que anhela a un padre, a una madre o, en el mejor de los casos, a ambos.

Según la Procuraduría General de la Nación, alrededor del 95 por ciento de los niños adoptados son entregados a estadounidenses. De estos últimos, el 95 por ciento presentan dos pruebas de ADN previo a la autorización de la adopción, y el restante 5 por ciento son niños abandonados, de padres desconocidos, los cuales, después de cumplir con el proceso, son otorgados a quienes cumplieron con los requisitos solicitados. Estos datos, verificables, hacen poco creíble el gran negocio del robo de niños que tanto cacarean.


Por supuesto, como he dicho en infinidad de ocasiones, hay que corregir los abusos que algunos hayan cometido en el digno proceso de la Adopción. Pero cumplir esta tarea clave del ámbito de la justicia, no implica enterrar la esperanza de los desamparados. En lugar de estatizar, monopolizar, burocratizar y pasarle el costo del trámite a los tributarios, se debió fortalecer la persecución y condena de aquellos que hubieran incurrido en actos criminales.

Si tanto les preocupa lo que ganan los notarios, en lugar de aumentar los trámites y las regulaciones, debieron eliminarlas y reducir el proceso a un contrato privado entre los padres biológicos que dan a sus hijos en adopción y quienes desean adoptarlos. En el caso de los niños abandonados lo ideal es que se encarguen de su proceso los hogares privados que son mantenidos voluntariamente por gente solidaria. Urgen adopciones y no legislación que las entorpezcan ni amarillismo periodístico que las enloden. Por el bien de los niños.

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