Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

9.01.2008

Petrocaro


Caro: querido para algunos que ingenuamente se engañan a sí mismos al pensar de la siguiente manera: “Sí, se puede prestar para más corrupción, pero ¿por qué no le damos una oportunidad a Petrocaribe? A lo mejor, ahora sí le pegamos al gordo de la lotería. Al fin, las intenciones son buenas, y para velar porque se utilicen correctamente los recursos, están los diputados, los burócratas de la Contraloría General de Cuentas, los periodistas, los ciudadanos solidarios…”. Por cierto, ¿bajo qué sistema, cuáles reglas, con qué fines y cuáles medios se va a fiscalizar el uso correcto del dinero que gastarían los gobernantes como resultado de la inmensa deuda que contraeríamos con Hugo Chávez?

Y, ¿acaso antes no hubo también diputados, burócratas de la Contraloría General de Cuentas, periodistas, ciudadanos solidarios…? ¿Acaso todo ese ejército de guardianes del buen ejercicio del gobierno no hemos fallado con anterioridad? Más allá de la denuncia pública, ¿cuántas condenas se han logrado por actos de corrupción? Total, seguro que muchos políticos opinan que la vergüenza pasa, pero el dinero queda en casa. Una opinión que comparten con los empresaurios mercantilistas y los líderes de los grupos de presión, más conocidos como oenegeros miembros de la sociedad civil. Claro, hasta que consiguen oportunamente un chance en el gobierno de turno, aunque sea de Viceministros.

¿En qué país viven estos incautos? ¿Leerán los diarios en los que escriben? ¿Escucharán noticias? ¿Sabrán que en Guatemala los mayores escándalos de toda índole los protagonizan precisamente quienes manejan los fondos públicos? ¿Alguna vez se han preguntado adónde han ido a parar los cientos de miles de millones de quetzales que han gastado los gobernantes en los últimos diez, veinte, treinta años?

Los crédulos mencionados (y algunos profesionales en el arte de la tergiversación y manipulación de los hechos y conceptos), intentan confundir a la población (que cada día es menos cándida) difundiendo falsedades y mentiras, enlodando la justa oposición de la mayoría, diciendo que ésta sólo es una reacción irracional y visceral contra un personaje que les cae mal: Chávez. Mienten al decir que si el ofrecimiento de semejante endeudamiento viniera del Presidente de Estados Unidos, otro sería el cantar de quienes nos oponemos a contraer más deudas.

Venga de donde venga, el endeudamiento público es un error: en este caso, los gobernantes solicitan y gastan los préstamos. Y luego nosotros, los tributarios, los pagamos. Medite: no es lo mismo endeudarse en lo privado, dónde usted va a utilizar y pagar el dinero prestado. Los incentivos para cuidar como se va a gastar la deuda pública son perversos.

Petrocarísimo: de un costo altísimo, para quienes vamos a pagar otro desmadre, bienintencionado, de nuestros gobernantes. Más rocas para empedrar el camino al infierno, sobre todo el camino que transitan los más pobres.


Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 21 de julio de 2008.

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