Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

9.01.2008

Resaca


Es un resultado inevitable, al día siguiente de una noche de bebida sin justa medida. ¿O será la secuela de los más de sesenta años después de que nuestros antepasados se embriagaron con el dañino elíxir del Estado Benefactor/Mercantilista? Qué cosa: ellos lo bebieron entusiasmados y nosotros sufrimos la resaca, ese malestar que padece al despertar quien ha bebido alcohol en exceso, que en este caso es un exceso de buenas intenciones, sin sustento objetivo, que empedraron el camino a la miseria de millones.

Lo ojos rojos de tanto llorar a los familiares que emigraron, el penetrante dolor de cabeza provocado por tanta corrupción, la sed intensa de un cambio radical de normas, la debilidad de las casi inexistentes instituciones a pesar de la legislorrea imperante, son señales inequívocas de un largo penar a punto de llegar al extremo de convulsionar. Situación que nos podría llevar a un estado de coma del cual no sabemos si podríamos despertar.

Ese constante machacar el estribillo del Estado débil, muletilla preferida de los estatistas, sean burócratas o supuestos analistas, nacionales o extranjeros, marea tanto como el aliento a fracaso de aquellos que pasan por la administración de ese Estado. Total, ¿acaso no es débil porque “quién mucho abarca poco aprieta”?

Y la cura de esta cruda, comienza con la urgente eliminación de los impuestos directos que castigan a los exitosos y ahuyentan el capital necesario para que salgamos de pobres. Sin embargo, los gobernantes, asesorados por gente como el Ministro de Finanzas, Juan Alberto Fuentes Knight, consideran que “quitar impuestos no es conveniente”. ¿No es conveniente para ellos que viven de la producción y el trabajo de otros?

Al menos hoy, después del más reciente escándalo en el Congrueso, se les acabó la farsa del supuesto agujero fiscal. Queda claro que el único y más importante agujero es el de los bolsillos de los gobernados que han sido expoliados. Algunos de ellos, cada vez menos, son tributarios. Los demás se encuentran en franca rebeldía, en la economía paralela, riendo de la ironía del discurso vacío de que “el cambio en las reglas fiscales de Guatemala servirá para proveer a la población más desposeída de los servicios vitales necesarios para un ser humano”.

En fin, la tragedia de los que vivimos la resaca no es el cambio climático, las abundantes lluvias o la eterna sequía, como algunos a conveniencia pregonan. Ni siquiera es una tragedia el abuso de poder de aquellos que llegan a ejercerlo: este abuso es sólo una consecuencia más del error primigenio de la década de los años cuarenta del siglo pasado. La verdadera tragedia de nuestra sociedad es que las ideas paternalistas de unos pocos, con mucha influencia, han sido compradas por una gran parte de la población. Y esas ideas paternalistas son precisamente las que nos han obstaculizado el proceso de creación de riqueza, única forma de combatir la pobreza.


Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de junio de 2008. La imagen la tomé para un curso de fotografía con Ennio Pagurut en el año 2007.

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