La soledad del huérfano
Podría ser un símil, en algunos casos, o una metáfora, en otros, de lo que todos alguna vez hemos sido, como individuos y sociedad. Huérfanos solitarios. ¿Será la soledad, como dice Alfredo Bryce Echenique, una manera incompleta y única de estar en el mundo? ¿Nos percibimos solos, a pesar de pertenecer a una familia, compartir con amigos o encontrarnos emparejados? ¿Cómo es la existencia de quienes no han crecido acompañados por unos padres que mitiguen la experiencia de extrañar al otro que intuimos?
Anoche casi no dormí de tanto pensar. ¿O sentir? ¿Son los sentimientos y las emociones otro producto más de la razón? ¿Alguna vez se han bañado a las 3:30 de la madrugada de un día cualquiera, esperando que el contacto con el agua los haga regresar a la placentera realidad del sueño? ¿Han vivido el despertar de una noche de insomnio? ¿Se han preguntado cómo transcurrirán esa mañana, esa tarde, esa noche en las que pasarán deseando cerrar los ojos para descansar de la pesadilla de no dormir tranquilos? O, simplemente, no dormir. Y tal vez no fue la mía, o la de ustedes, una noche de copas, una noche loca. Sólo una noche de televisión. Una noche ida en un intento fracasado de evasión, de distracción.
Me desvela la hipocresía. Me desvela la mentira. Me desvela la creciente incertidumbre que nos acecha en la esfera pública y que, poco a poco, invade la privada. Me desvela la falta de valentía de quienes no se permiten perdonar y dar una segunda oportunidad a quien admite sus errores y paga las consecuencias de los mismos. Eso, por supuesto, en nuestras relaciones primarias. En las secundarias, es otro el cantar. En este último caso, me quedo con el refrán de “más vale prevenir que lamentar”, y limitar el poder discrecional de quienes deciden por todos sin pagar los platos rotos de sus faltas.
¿A qué tememos? ¿Es el miedo la reacción a un daño posible? ¿Cómo aprender a confiar? ¿No terminamos haciéndonos más daño por ese temor a arriesgar? ¿Somos los principales responsables de nuestro dolor en lo público y lo íntimo? ¿Por qué hay tantos que no se atreven a hacer el esfuerzo mental por aclararse las ideas y, de esa manera, retirar obstáculos de nuestro camino, individual y compartido, en búsqueda de la felicidad? ¿Será que de tanto preguntar corro el riesgo de terminar, como Nietzsche, recluida en el mundo de los cuerdos que fueron capaces de identificar la locura de la mayoría que niega la esencia del ser humano? ¿Es mi obsesión por cuestionar, la culpable de mi orfandad?
Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 28 de julio de 2008. La fotografía se la tomé a Emmanuel el 26 de enero de 2008.
Etiquetas: existencia, huérfanos, reflexión, soledad, vida, vivir
1 Comments:
pues viera que si me ha sucedido eso que ud. muy bien menciona, pero, creo que a la larga (al menos de mi parte que conste!) el estarce preocupando por tanto desmadre acumulado durante decadas, y no solo desde la revolucion del 44 (es como las matematicas, un pinche numerito puede zurrarse en una ecuacion algebraica), sino desde que tuvimos la suerte de que Cristobal Colon fuera financiado por los reyes catolicos (hay una libro sobre historia alternativa que habla del asunto, muy interesante por cierto). El punto es que, a pesar de lo que pienso, la labor que gente como Vd. y los demas hacen tiene validez, aunque utopica pero como bien he aprendido que sin importar lo que uno mismo o los demas piensen siempre es sano escucharnos unos a otros.
Con respecto a su ultimo parrafo, sobre lo de ser mas permisibles desde el punto de vista politico, le respondo, por envidia, pura y simple envidia. Es algo asi como seleccion evolutiva o la analogia de la superioridad del macho alfa sobre los demas machos, como el macho alfa es poderoso parece inalcanzable su poder, pero los demas como son mas, lo sabotean y eventualmente, si ese macho alfa no encuentra mas machos alfa para defenderse de la agresion, se muere (parecido con lo que Nietzsche menciona sobre los debiles contra los superhombres.=
By El mamarracho, at 2:48 p.m.
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