
Al fin llegó el final de este complicado año 2007. Lo celebro como pocas veces. Y aguardo esperanzada el ciclo que empieza pronto. Sé que sólo es un día más. Apenas unas horas después de que hoy, 31 de diciembre, usted lea mi último escrito publicado este año. Menos de un segundo de diferencia. Un instante que amerita quemar cohetes y festejar la llegada de un nuevo número en el calendario. Y, pecando, sin pena, de común, esa diferencia de horas, minutos, segundos, representará para mí, en esta oportunidad, un alivio. Casi borrón y cuentas nuevas.
Por supuesto que llevo en la valija del viaje de mi vida, un montón de recuerdos y lecciones aprendidas cada día. En un espacio húmedo irán las lágrimas vertidas, y en otro luminoso, las risas distendidas. Todas fruto de mi deseo de vivir intensamente cada momento irremplazable de mi existencia. Míos, sólo míos. Yo, sólo yo elijo con quiénes y cuándo compartirlos.
En ese equipaje van mis equivocaciones y aciertos. También, ineludiblemente, empaco los costos pagados por alcanzar mis metas. Y los sacrificios exigidos por mis errores. Guardo mis miedos enfrentados, la mayoría de estos superados, y mis alegrías, algunas veces encontradas, y otras simplemente disfrutadas.
Este año que muere, mi Papaché, mi admirado abuelo, hubiera cumplido cien años de nacido. Sin embargo, sin la luz de sus días, mi Mamatita, él prefirió no vivir. Qué cosa. Ejemplo de un verdadero amor eterno. Una muestra de que existe esa coincidencia de valores en el largo plazo que permite a dos personas en su unicidad, compartir sus vidas. Genial concepto aristotélico del más comentado y menos entendido sentimiento humano.
En la esfera pública que compartimos todos, sin conocernos, termina un gobierno mediocre, como la mayoría de los que lo antecedieron: una administración del ficticio Estado, de apariencias benefactoras, que nos deja más amolados que antes, pagando más impuestos y sin seguridad ni justicia. Claro, más allá de las ilusiones frustradas de unos cuantos, y los dineros de los tributarios que se embolsaron los miembros del exclusivo círculo de gente relacionada con el ejercicio del poder, desde burócratas hasta rentistas, pasando por oportunistas y mercantilistas privilegiados.
En fin, este año que pasa también me deja, entre otras cosas que llevo en el baúl, muchos amigos más, que desde el centro de la urbe, y directo al centro de mi corazón, me han confirmado que, independientemente de las circunstancias que encontremos en nuestro camino, el fin último de nuestra existencia, ser felices, depende de nosotros y las decisiones que tomemos ante los retos con los que nos topemos.
Bienvenido incierto 2008, con nuestros nuevos gobernantes, con viejas mañas. Bienvenida temporada de nuevas aspiraciones, sustentadas en enraizados principios, materiales primarios de la maleta que contiene mi ayer, mi hoy y el espacio justo para mi mañana.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 31 de diciembre de 2007. La fotografía la tomé a mediados del ciclo que termina, desde la azotea que me permite, de vez en cuando, asomarme a la urbe en la cual paso gran parte de mi vida, la ciudad de Guatemala.
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