Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

12.23.2013

Temporada de evasión



Por estas fechas suelo toparme en los diarios con exhortaciones de bienintencionados columnistas invitando a sus lectores a meditar respecto a los temas serios del ser. A pensar acerca de los factores que son claves para que progresemos, por ejemplo, la necesidad de convivir en paz. Casi todos los días de diciembre, en reuniones de cualquier índole, escucho a un sinnúmero de personas aconsejar a los demás a reflexionar sobre la vida. Se supone que es una época en la cual podemos aprovechar el tiempo para hacer una evaluación objetiva de nuestras acciones, en particular de lo que hicimos y logramos el año que recién termina. Y, por supuesto, planificar cómo queremos vivir mañana. Decidir quién queremos ser el resto de nuestra vida… o al menos durante los siguientes doce meses. Asuntos que siempre debemos considerar, estoy de acuerdo.

Sin embargo, lo que veo hacer a la mayoría es evadir la parte de la realidad que nos cuesta comprender, a veces aceptar. Aún muchos de los que invitan a cavilar sobre la trascendencia y el sentido de nuestra existencia, se dedican a divertirse, más que a filosofar. Algo que no considero pecaminoso ni una mala práctica. También necesitamos relajarnos, distraernos, entretenernos en cuestiones que no impliquen perdernos en emociones que pueden causar un daño permanente a nuestro estado de ánimo. Como bien dijo el multifacético fundador del Movimiento Scout Mundial, Robert Baden-Powell: "Quien no siente la necesidad de sonreír no goza de buena salud". Y eso solemos desear constantemente por esta época, en todos los idiomas, cada vez que alzamos nuestras copas: salud, santé, lejaim

No obstante, como explicó Aristóteles en “Ética a Nicómaco”, la felicidad verdadera solo la encontramos en una vida virtuosa la cual demanda la práctica de la justa medida: no privarnos de aquello que nos da placer, pero siempre buscando el equilibrio correcto para nosotros mismos y teniendo presente las consecuencias que nuestras decisiones tienen en el largo plazo. Una vez pasa la algarabía de compartir con seres queridos, y de que hicimos nuestra evaluación personal del período que finaliza, también es recomendable dedicar un tiempo a viajar a nuestro interior. ¿Cambié en algo? ¿Fue para bien o para mal? ¿Qué aprendí? ¿Con qué contradicciones me topé? ¿Fui valiente al reconocer mis errores y enmendarlos? ¿Por qué? ¿Cuidé mis valores y logré alcanzar otros? ¿Qué virtudes abracé y practiqué? ¿Para qué? ¿De cuáles vicios me despedí? ¿Fui feliz?

Mi visión de la vida no es como la de tantos: monocromática. Ni es color de rosa, ni es color de hormiga. Tampoco es negra la cosa: ausente de color. La patina de la vida es inmensa, está compuesta de infinidad de tonalidades. Y es esta esta variabilidad infinita y absoluta a la vez la que nos hace únicos e irrepetibles. La anterior, considero, es la conclusión más importante a la que llego: el secreto de una vida verdaderamente vivida. Descubrimiento que quisiera otros hicieran. Vivan: sean felices.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de diciembre de 2013. La imagen fue tomada en Chicago, EE. UU., por mi hermano Constantino Díaz-Durán A.

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7.06.2010

Los minutos



Martes 22 de junio de 2010. Sudáfrica 2, Francia 1.

Sábado 3 de septiembre de 2005. Recorro la Avenida de Las Américas. Voy tarde. Los minutos corren. Entro a La Reforma. Voy del sur al norte. Mi objetivo es llegar a un antro de sabiduría. El tipo de tardeada que disfruto plenamente: reunirme con un grupo de adictos a la lectura a discutir sobre algún libro que previamente acordamos leer. Me entretengo en el camino, mientras los minutos pasan, escuchando a un par de comentaristas narrar un partido de fútbol en el cual uno de los equipos protagonistas es el de Guatemala. No soy amante de este deporte. No obstante, tengo curiosidad por entender ese fenómeno de masas que mueve a casi todo el mundo. Quiero entender qué es lo que provoca, y por qué, tanta tristeza o alegría a muchos que dedican parte de su día, algunos su vida, a este deporte.

“Ganamos”, dice un locutor. “Derrotamos”, confirma el otro. Una lágrima de felicidad asomó por mis ojos. ¡Qué emoción más ajena a mí! ¿Será una prueba de que, a pesar de las circunstancias, quiero más de lo que creo, paradójicamente, a mi terruño? Me alegro del triunfo de mis compatriotas. Aunque, aún faltan nueve minutos para que acabe el juego. Sólo “nueve minutos”, repite el locutor. Pienso, ¿qué puede pasar? Nada. O todo, reflexiono. Pero, ¿cuáles son las posibilidades? Poquísimas. Así que decido bajarme del vehículo ya estacionado, y caminar el trecho que me separa de mi destino. Al menos, el de hoy por la tarde. En el camino, me topo con varios miembros de la fanaticada chapina, que salen de los establecimientos donde vieron el encuentro con la cara alargada. Qué extraños estos aficionados, ¿no les gusta "derrotar" como decía el locutor? Ni modo, such is life in the mayan tropics.

Jueves 24 de junio de 2010. Eslovaquia 3, Italia 2.

Sábado 3 de septiembre de 2005. Unos minutos más tarde. Llego al fin a "Sophos" y, mientras empieza la actividad que me convoca, me entretengo ojeando una novela que algún día próximo leeré, pues la terminé comprando. Escucho a un hombre preguntar por el resultado final del partido y, sin ningún titubeo, le respondo: ganaron 2 goles a 1. No, me contradice alguien más. Perdieron 3 goles a 2.

¿No ganaron? ¿Perdieron? ¿Qué pasó? ¿Estará en drogas este chavo? ¿Acaso no aseguró el narrador que derrotaban a Trinidad y Tobago? ¡Qué mal hace este señor al intentar engañar a los interesados en conocer el resultado del juego! ¿Será que se refiere a un encuentro cercano de otro tipo? Tal vez. Puede ser. Lo cuestiono algo molesta: “¿Cómo es posible? Apagué la radio nueve minutos ¡apenas nueve minutos! antes de que acabara el partido, ¿cómo es posible que hayan perdido los integrantes de la selección del circo nacional en esos pocos minutos?” “Lo es”, me responde el dialogante: “en esos minutos, precisamente, los otros metieron los dos goles que les dieron la victoria”. Yo, perpleja. “Dicen que”, continúa mi interlocutor antes de desaparecer: “al igual que otras veces, los ídolos del pueblo jugaron como nunca y perdieron como siempre”. Los minutos, que trascendentales son los minutos. Interrumpe mi meditación Clarissa: “Marta Yolanda, no perdás el tiempo, ya empezamos la discusión”. Regreso al mundo de las horas.

Viernes 2 de julio de 2010. Holanda 2, Brasil 1.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 5 de julio de 2010. Este artículo está basado en un escrito que hasta hoy sólo había publicado en mi “bitácora” virtual. La fotografía la tomó Adelaida Loukota el domingo 4 de julio de 2010 por la noche, en la presentación de “Penn & Teller”. En la imagen me encuentro yo. ¿O me pierdo yo?

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6.30.2010

Frágil


Hoy tengo la tentación de pedirle que no lea la presente digresión. Frágil, como el título que le di. Total, sólo es una idea vaga de los sentimientos que me atormentaron hace un par de meses, provocados por una experiencia que me acercó a la posible pérdida de un ser querido. Una sensación de impotencia. Una impresión que me recordó que la vida, además de breve, es frágil.

Para inspirarme busqué apoyo en Jaime Sabines. Sin embargo, no encontré más que el siguiente verso: “Te agradezco al aire. Eres esbelta como el trigo, frágil como la línea de tu cuerpo”. Luego, me acerqué a Alessandro Baricco, que me dijo en privado y bajito: “nuestra vida se asemeja a la existencia de los gusanos que crean la delicada seda: al menor de los descuidos, mueren”. Más cuando contamos entre nuestros preciados amigos a Leonardo Da Vinci, quien nos cuenta en sus “Apuntes de Cocina” que Salai, su siervo, se niega a prestarle ayuda en sus experimentos desde que lo encontró colocando en su comida cantidades incrementadas de estricnina y belladonna. ¡Oh los genios! gente incomprendida.

Hoy me atrevo a llamar al día frágil. El sol aparece y desaparece, la temperatura baja y el viento recrudece, aunque por momentos pareciera que amaina. Hoy que me siento a escribir este suelto que he pensado tantas veces en los últimos meses. Qué frágil ha sido mi decisión de transcribir las vivencias que me obligaron a cuestionar la falsa eternidad de mi más preciado bien: mi vida. Y la vida de mis amores, mis valores primeros.

Leo de nuevo mis entregas anteriores. Busco el hilo conductor de Le Haim. Al fin me cae el veinte: cada Le Haim es diferente como cada día es único, irrepetible e incierto. Así como no sé de qué manera voy a terminar este día con que inicia la semana, tampoco sé dónde pondré el punto final de este escrito. Hoy, como la hoja que se lleva el viento, quiero que mis pensamientos se dejen guiar por lo que dicta la tirana que vive en mí. Esa voz interior que a veces quisiera acallar. Esa dictadora que hace mi vivir más frágil de lo que comúnmente es vivir para la mayoría. En fin, a veces creo que Le Haim se convierte en ese diario que tantas veces empiezo ¿o continúo? y pronto abandono.

¡Qué cosa! Mientras escribo, un temblor hace que se balancee el edificio en el cual orbita mi hogar al cual he apodado el asteroide B506. Aunque en este caso, esa aparente fragilidad lo que muestra es el ingenio humano a la hora de construir los espacios que vamos a habitar. Como el bambú que no se quiebra a pesar de la fuerza de Céfiro, al cual vence sin retarlo. A veces, elegimos andar con personas con quienes no compartimos fines. Ni medios. Personas que nos parten. ¿Somos tan frágiles? Ser valientes y construirnos tal y como nosotros lo deseamos y no los otros. Esa es mi respuesta, tal vez incomprendida. Buscar el balance. Life is too short for lies.

Vivo mientras escribo. Y lo que vivo va a influenciar lo que escribo. Una llamada que recibí mientras divagaba me regresó al asunto de la fragilidad. La voz abatida de alguien a quien admiro me decía: “¡Qué tristeza la que percibo!”. La anterior afirmación me llevó a preguntarme: ¿nos sentimos tristes cuando nos creemos frágiles? Una vez pasa esa voluble e intermitente compañera del homo sapiens, ¿nos deja su paso el camino abierto para el placer? Melancolía armoniza con vida. Así como con alegría.

Sé que el propósito de Le Haim es celebrar la vida sin falsearla. Gozarla. Al menos la mía, ya que como lectora empedernida, a veces necesito imperiosamente escribir. ¿Podemos tenerlo todo? No sé. Depende. Lo que sí sé es que no podemos tenerlo todo al mismo tiempo. Tenemos que elegir. Y yo elijo terminar por hoy disfrutando del Tignanello 2006 con el que una de las tres Reinas Magas reconoció el pasado 6 de enero mi deseo de ser feliz.

El presente escrito fue publicado en la edición 23 de la Revista NuChef, ejemplar que corresponde al bimestre enero-febrero 2010. La fotografía la tomó Raúl Contreras en el taller de cerámica de Kira Sapper, ubicado en La Antigua Guatemala, el domingo 31 de marzo de 2010. La responsable del recorte y edición de la misma soy yo. En la imagen intento hacer una vasija de barro. Al fin, logré hacer una especie de cuenco. Logré mi objetivo: además de distraerme y disfrutar la experiencia, hice un utensilio útil, aunque este no hubiese sido mi meta primera.

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6.28.2010

Sombras nada más


Ayer por la noche, pasadas las once, me encontraba en un mood orteguiano, y mientras pensaba en mí y mi circunstancia que debo salvar, y en la complicada situación que vivimos (no sólo en Guatemala, sino en la mayor parte del mundo), reflexiones que se entremezclaban con algún intento fallido de componer un verso, acompañada de esa melodía que varía y que casi siempre ronda mis pensamientos, empecé, sin darme cuenta, a hacer con mis manos figuras con la sombra que proyectaban gracias a la escasa luz que me alumbraba. Esas imágenes que suelen hacer los niños que juegan a ver en la pared un monstruo, un animal, una persona haciendo piruetas o tantas cosas como pueda uno imaginar.

Y como suele suceder en esos aparentemente inconexos brincos mentales que a veces doy cuando, ensimismada, dialogo conmigo, me recordé de un comentario reciente que compartí con mis amigos virtuales en Facebook, idea que nace como producto de mis clases sobre la Ilustración del siglo dieciocho: “El Leviatán guatemalteco –pensé- es un monstruo de varias cabezas, ¿cuál será la más poderosa?”. Por supuesto, la respuesta de muchos no se hizo esperar. Uno de los comentarios más ingeniosos fue el de mi amigo Luis Figueroa: “la cabeza hueca”. Afirmación a la que respondió alguien más: “Entonces, ¿cuál será la que más pesa?”. Total, digresiones nada más.

Y a pesar de que quería divagar sobre otros temas, todo parecía confabular en mi contra, aunque pareciera que no, y regresarme a la realidad política que quería olvidar por unos instantes. Hasta la melodía mencionada al principio de este escrito era parte de la conspiración: “¡Qué vergüenza tener que escribir una canción así!... No puedo creer cuáles fueron las condiciones que produjeron la situación que demandó una canción como ésta…”, sería mi traducción libre al comentario a media interpretación de la genial Nina Simone cuando cantó en vivo, en el Festival de Jazz de Montreal, Feelings.

¿Qué nos ha hecho llegar a un estado en el que domina el caos? ¿Un Estado gobernado por sombras siniestras que evocan monstruos terrestres, no marinos? Un Estado poblado de gente, en su mayoría, atrapada en una especie de caverna platónica. Gente que opta por ignorar las sombras que oscurecen el futuro de nuestro terruño. ¡Que no nos engañe el día soleado!, porque mañana se presenta como una noche sin Luna y sin estrellas, si seguimos recorriendo el mismo camino.

Y al fin, como me acusan falsamente de pensar mucho y sentir poco, para probar que lo cierto es lo contrario, a pesar de considerarlo fallido, decidí compartir con ustedes uno de esos versos que de vez en cuando llegan a mi pluma: “Busqué sin encontrar un poema para dormir, ya que la Luna hoy no me quiso alumbrar. A la cama partí sin verso, pero con ánimo de soñar… puede ser que en el sueño encuentre dónde me perdí”. ¿Dónde te perdiste, progreso? ¿Dónde te perdiste, justicia? ¿Dónde te perdiste, paz?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 28 de junio de 2010. La fotografía la tomé el 31 de marzo de 2010 en el llamado “Centro Histórico” de la ciudad de Guatemala.

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4.23.2009

¿ ?


¿Son más importantes las preguntas que las respuestas? ¿Por qué? ¿Para encontrar las respuestas correctas, primero debemos formular correctamente las preguntas? ¿Cómo saber que he formulado correctamente la pregunta? ¿Qué pasó? ¿Quién es responsable o sospechoso? ¿Dónde sucedió? ¿Cuál o cuáles son los motivos posibles, los porqués? ¿Qué medios utilizó? ¿Cómo fue? ¿Cuándo aconteció el hecho?

¿Qué es la verdad? ¿Para qué nos sirve? ¿Qué es un concepto? ¿A quiénes beneficia la confusión conceptual y la desidia al pensar? ¿Qué es la coherencia de lo que se piensa con el estado de las cosas? ¿Es importante la coherencia? ¿Por qué? ¿Es igual de valiosa una idea falsa que una verdadera? ¿Por qué? ¿Se puede ser y no ser al mismo tiempo? ¿Por qué o cómo? ¿Tienen consecuencias las ideas? ¿Quiénes pagan las consecuencias de las ideas falsas, tanto en el ámbito privado como en el público? ¿Qué es la realidad? ¿Cómo saber que algo existe?

¿Es la ley un aparato educativo? ¿Qué tipo de ley? ¿Qué tipo de educación? ¿Para qué? ¿Quién decide? ¿Por qué? ¿A quién beneficia en el largo plazo? ¿Se puede cambiar la naturaleza humana por medio de la educación, las leyes y la propaganda? ¿Podemos cambiar nuestra naturaleza? ¿Cómo conoce el ser humano y por qué es importante conocer?

¿Cuál es la diferencia entre libertad y libertinaje? ¿Qué implica más riesgos en el largo plazo: respetar las decisiones libres de las personas o dejar a un grupo que decida e imponga sus intereses particulares a los otros? ¿Por qué hay hoy más gente irresponsable? ¿Una sociedad civilizada es aquella en la cual los miembros se respetan los unos a los otros y cada uno cosecha lo que siembra? ¿Nos conviene ser civilizados? ¿Por qué? ¿Qué es un derecho? ¿Un derecho conlleva una obligación? ¿Para quién? ¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia entre una necesidad y un derecho? ¿Cuál es la diferencia entre el derecho individual y el interés particular?

¿Qué es la sociedad? ¿Puede un individuo existir alejado de la sociedad? ¿Existe una sociedad sin individuos? ¿Existen dos personas iguales, con las mismas experiencias y los mismos fines? ¿Por qué o cómo? ¿El ser humano se adapta a los sistemas, o los sistemas deben adaptarse al ser humano como es? ¿Por qué? ¿Qué mueve al ser humano a actuar? ¿Existe un ser humano sin fines propios? ¿Podemos conocer los fines de los otros? ¿Cómo?

¿Qué es justicia? ¿Es justo que le quiten a uno lo propio para dárselo a otros? ¿Por qué? ¿Actuamos para mejorar a la sociedad o para mejorarnos a nosotros mismos? ¿Es la primera consecuencia de la segunda? ¿Quiénes piensan, sienten, sueñan, comercian, producen…: los individuos o los colectivos? ¿Cuáles han sido las consecuencias de asignar características humanas a colectivos abstractos? ¿Quiénes se han beneficiado?

¿A quiénes ha beneficiado la idea de que los gobernantes hagan lo que nosotros no podemos hacer? ¿Quién decide qué no podemos hacer? ¿Son más eficientes y efectivos los gobernantes? ¿Por qué?

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 13 de abril de 2009. La fotografía la tomé el pasado 9 de abril, Jueves Santo de 2009, y en ella aparece el gato llamado "Mauricio Babilonia", propiedad de mi amiga la Ades (Adelaida Loukota)

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4.10.2009

Acquarella


Si quisiera nombrar esta época del año la llamaría acuarela. Una temporada de muchos colores diluidos en el agua que camina de la mano del calor propio de un tiempo que invita a la reflexión. Al menos en mi caso.

Sé que a otros los lleva a disfrutar de una chela, oscura y bien fría, a orillas de la piscina. O alberca, como usted prefiera. O vodka con jugo de naranja. (Una sugerencia: pruebe a mezclar el jugo con el amarrillo almendrado del amaretto. Y, por supuesto, mucho hielo). Disfrutando de la vista cercana (o lejana, da igual), de un mar vestido de turquesa. Escuchando el caer de las olas sobre la arena gris. Sintiendo la brisa incolora que recorre su piel y aspirando una multiplicidad de olores sazonados con sal blanca en su versión primera. Una delicia para los cinco sentidos que nos permiten conocer la realidad y disfrutar de la vida.

¿Será el estanque frente al cual va a descansar similar al que había en Jerusalén, inmediato al templo de Salomón? ¿El depósito que servía para lavar y purificar las reses destinadas a los sacrificios? ¿Un tanque teñido de rojo? Sería una ironía en el país de la eterna agonía, Guatemala. Tierra mestiza que recorre mis venas. ¿O serán simplemente los seres queridos que en ella habitan los que me retienen en una sociedad de eterno peligro? Al fin, si de mis recuerdos se trata, esos los llevo conmigo adonde quiera que vaya.

Que quede claro que lo anterior lo escribo al margen del imperativo religioso a la penitencia y la compenetración con el dolor que, según cuenta la historia, vivió Jesús los días previos a su muerte. Y aclaro que hoy no pretendo enfrascarme en una discusión infructuosa, la mayoría de las veces irracional, sobre la que debe ser la elección más íntima de todo individuo: la elección de creer o no en un Dios. O, simplemente, en Dios.

¿Soy deísta? ¿Soy agnóstica? ¿Soy atea? ¿Qué les importa a los demás? Me debe importar sólo a mí. Y lo anterior ojalá fuera entendido por todos. Se facilitaría mucho la convivencia humana y el respeto de los unos a los otros. Evitaría la manipulación de una gran mayoría que sufre culpas ajenas. O trabaja por los intereses particulares de sus guías espirituales. Sin duda, facilitaría la búsqueda y encuentro de nuestra felicidad: fin primero y último de todos, aún de aquellos que dedican su frustrada existencia a amargar la de los demás.

Dolor hemos sufrido todos. Físico, mental y anímico. Sin embargo, mi experiencia, y la de amigos y familiares queridos, me ha enseñado que las lesiones más difíciles de sanar son aquellas que poéticamente se conocen como las heridas del corazón. Esas que sangran sin que el líquido que recorre nuestro cuerpo de norte a sur se derrame. Esas cuyas cicatrices nos pueden marcar o ayudar a madurar. Las que pasan a formar parte de nuestro acervo personal. Las que una ilusión que nos invita a soñar podría curar. Una paleta de posibilidades que sólo nosotros podemos identificar y aprovechar.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 6 de abril de 2009. La fotografía la tomé el domingo 22 de marzo de 2009, en el Hotel Sheraton Presidente de San Salvador.

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3.28.2009

Equinoccio


Nota: On the road... of mi life. Mis "yoes": la imagen actual, mi ¿adulto?, la tomó Luis Figueroa o Raúl Contreras, el domingo 22 de marzo de 2009, en El Salvador. Al fondo se mira el mar. Mi yo "niña", la debió tomar mi papá o mi abuelo. ¿En el equinoccio de Otoño? Puede ser. Al fondo se ve el lago de Amatitlán. La foto del camino que recorre las costas salvadoreñas, fue un conveniente error mío, al igual que la edición.


Escribo por placer, no por deber. El día que el oficio de escribir no me dé más deleite, lo dejaré de hacer. Por supuesto, lo que escribo para ser publicado en Siglo Veintiuno, está enmarcado dentro de ciertas reglas. Una de ellas es que tengo que enviar mí escrito a más tardar los viernes al mediodía: obligación con la que cumplo casi religiosamente. Y, a pesar de mi deseo de empezar a esbozarlo durante la semana, generalmente lo escribo de un solo tirón el mismo día que lo entrego. Como es el caso de hoy: el equinoccio de primavera de 2009.

La palabra equinoccio se deriva del latín aequinoctĭum, que significa “noche igual”: 24 horas divididas equitativamente entre el día y la noche. Este año cayó el 20 de marzo. Cuando yo nací, el 21: día de mi natalicio. No soy determinista. Creo que cada uno de nosotros forja su destino a partir de las decisiones que toma a lo largo de su existencia. Sin embargo, hay coincidencias ¿será el azar? que no dejan de sorprenderme. Algunas más relevantes que otras pero, al fin, todas ellas coincidencias. Hoy, la casualidad me encuentra inmersa en una profunda introspección acerca de la vida misma, no sólo la mía.

Desde hace ya varios meses me he topado con la muerte varias veces. El amigo querido de mis papás que, recién llegado a la tercera edad, muere repentinamente. El hijo del amigo que, sin haber concluido la primera etapa, deja llorando por su inesperada partida, a quienes lo amaron. El primo de mi amiga que, apenas se iniciaba en el mundo de la paternidad, deja huérfana, a temprana edad, a su hija. Y así, podría enumerar muchos casos que, junto con el miedo de perder a mi abuela que aún respira en este mundo, me confrontan con mi propio rumbo.

Queramos o no, el tiempo fluye, avanza. O caminamos nuestra senda, eligiendo nosotros la meta y los medios para alcanzarla, o dejamos que otros decidan a su antojo sobre nuestro bien más preciado. “Qué mala costumbre esa de vivir acostumbrados”, canta Lina Avellaneda en uno de sus tangos. Escuchémoslo. El deber ser, debe ser el ser. No debemos sucumbir ante la comodidad y la excusa fácil a nuestra situación que ofrece el determinismo. Fútil justificación. Aprendamos de los errores del pasado. En lo individual y como miembros de una sociedad.

A veces camino con mis pies desnudos sobre el piso de madera del asteroide B506, como he nombrado a mi espacio privado. Un contacto irreverente en la era del zapato. De igual manera encaro mi trayectoria por esta Tierra. Cuestionando el statu quo colectivo y personal. En Guatemala es urgente que cambiemos de sistema de normas para que el estado de las cosas cambie para bien de todos. En lo particular me pregunto si llegó el momento de emigrar. Tantas preguntas aún sin respuesta. Pero, de lo que sí estoy segura es de la necesidad urgente de un cambio. La vida puede ser lúdica, pero nunca un juego de ganar o perder. No tenemos una segunda oportunidad de vivirla. No sabemos cuándo llega nuestro equinoccio. Y menos nuestro final.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de marzo de 2009.

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1.21.2009

All I ask


Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de noviembre de 2008.


Hoy, después de leer los diarios locales y visitar en la Internet los periódicos internacionales de mi predilección (incluyendo uno que otro blog), decidí, antes de sentarme a escribir, llevar a cabo uno de los rituales más importantes en mi vida: bañarme. La necesidad humana de muchos de ser comprendidos, me permite creer que más de uno de ustedes me va a entender.

A veces, ilusoriamente, creo que el agua que me recorre limpia las impurezas, las inquietudes y las tristezas que dejan en mi mente tantas insensateces, miserias e irracionalidades con las cuales me topo cuando decido asomarme al mundo. Hechos cuestionables, abusos condenables, interpretaciones falsas de la realidad que nos alejan de las verdades necesarias para la supervivencia del ser humano y el avance de nuestra civilización. Obstáculos en nuestra búsqueda individual de la felicidad. Sentir el agua es como despertar de una pesadilla. Espero ese momento tanto como el amanecer de cada día.

Soy más diurna que nocturna, aunque amo las noches y sus diferentes Lunas. Como la Luna que gocé el pasado miércoles 12 de noviembre cuando caminaba hacia mi vehículo después de disfrutar intensamente el recital de piano de Ilan Rogoff. Al avanzar tarareaba “Los pájaros perdidos” de Piazzolla, la melodía que más emoción me brindó esa recordada velada. Luna llena, corazón menguante. ¿Podré elevarme en dirección al farol satelital que alumbra mi andar y encontrarme con el frío perdido de esta época? ¿Podrán las bajas temperaturas que reinan en las alturas aliviar mi duelo por el tiempo perdido?

¿Será este líquido vicio consecuencia de que somos primordialmente agua? ¿Será un recuerdo ancestral contenido en mi ADN? La memoria histórica, que creía olvidada, de aquellos peces que existieron mucho antes de que el hombre de Cro-Magnon hiciera su aparición. ¿Será el eslabón perdido una sirena? Disquisiciones húmedas, bañadas a veces con lágrimas que esperan perderse entre tanta agua.

Si alguien me pidiera que describiera mi vivir a partir de un par de colores, escogería el azul y el rojo. Si acaso me limitaran a un color, me quedo con el azul y sus infinitas tonalidades. El azul mío, no el de Darío ni el de Yves Klein. ¿Será porque el agua cae del cielo azul? ¿O, por el contrario, viaja del mar azul al cielo?

Ningún rito es igual a los anteriores. Generalmente acompaño con música la ceremonia de ducharme. En varias ocasiones me obsesiono con una sola melodía, valga la redundancia. Una, como me siento frente al monitor. Sola, como me encuentro en mi interior. Es la enésima vez que escucho, en su versión instrumental, All Is ask of you, el tema romántico de “El fantasma de la Ópera”, el celebrado musical de Andrew Lloyd Webber, originado en la novela de Gastón Leroux, a su vez inspirada en el relato de Trilby, obra de George du Maurier. En fin, todo lo que pido en estos instantes es paz. Total, como canta Jane Monheit, I´m through with love.

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9.01.2008

La soledad del huérfano



La clave de este escrito no está en el texto. Se lee hacia adentro del lector. Su interpretación va más allá de lo dicho explícitamente. Hermenéutica del texto inédito de nuestra vida, que escribimos en cada instante que se nos va. Y que quede claro: no es ningún texto sagrado. Al contrario, espero que sea profano. Que cuestione el corazón de los prejuicios de toda índole de quienes me leen.

Podría ser un símil, en algunos casos, o una metáfora, en otros, de lo que todos alguna vez hemos sido, como individuos y sociedad. Huérfanos solitarios. ¿Será la soledad, como dice Alfredo Bryce Echenique, una manera incompleta y única de estar en el mundo? ¿Nos percibimos solos, a pesar de pertenecer a una familia, compartir con amigos o encontrarnos emparejados? ¿Cómo es la existencia de quienes no han crecido acompañados por unos padres que mitiguen la experiencia de extrañar al otro que intuimos?

Anoche casi no dormí de tanto pensar. ¿O sentir? ¿Son los sentimientos y las emociones otro producto más de la razón? ¿Alguna vez se han bañado a las 3:30 de la madrugada de un día cualquiera, esperando que el contacto con el agua los haga regresar a la placentera realidad del sueño? ¿Han vivido el despertar de una noche de insomnio? ¿Se han preguntado cómo transcurrirán esa mañana, esa tarde, esa noche en las que pasarán deseando cerrar los ojos para descansar de la pesadilla de no dormir tranquilos? O, simplemente, no dormir. Y tal vez no fue la mía, o la de ustedes, una noche de copas, una noche loca. Sólo una noche de televisión. Una noche ida en un intento fracasado de evasión, de distracción.

Me desvela la hipocresía. Me desvela la mentira. Me desvela la creciente incertidumbre que nos acecha en la esfera pública y que, poco a poco, invade la privada. Me desvela la falta de valentía de quienes no se permiten perdonar y dar una segunda oportunidad a quien admite sus errores y paga las consecuencias de los mismos. Eso, por supuesto, en nuestras relaciones primarias. En las secundarias, es otro el cantar. En este último caso, me quedo con el refrán de “más vale prevenir que lamentar”, y limitar el poder discrecional de quienes deciden por todos sin pagar los platos rotos de sus faltas.

¿A qué tememos? ¿Es el miedo la reacción a un daño posible? ¿Cómo aprender a confiar? ¿No terminamos haciéndonos más daño por ese temor a arriesgar? ¿Somos los principales responsables de nuestro dolor en lo público y lo íntimo? ¿Por qué hay tantos que no se atreven a hacer el esfuerzo mental por aclararse las ideas y, de esa manera, retirar obstáculos de nuestro camino, individual y compartido, en búsqueda de la felicidad? ¿Será que de tanto preguntar corro el riesgo de terminar, como Nietzsche, recluida en el mundo de los cuerdos que fueron capaces de identificar la locura de la mayoría que niega la esencia del ser humano? ¿Es mi obsesión por cuestionar, la culpable de mi orfandad?


Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 28 de julio de 2008. La fotografía se la tomé a Emmanuel el 26 de enero de 2008.

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3.16.2008

Página en blanco


Hoy, como tantas otras veces al sentarme frente al computador, me topo, como les sucede a otros, con una página en blanco en la cual voy a plasmar ideas, sentimientos, dudas… que luego usted me hará el honor de leer. Hoy, impulsada por el espíritu de la época, opto por alejarme de los inquietantes sucesos de la esfera pública para adentrarme, en la medida de lo posible, en esa vida cotidiana, llena de anhelos y ansiedades, que todos experimentamos a nuestra manera. Total, ¿acaso no es nuestra vida un pasar llenando páginas en blanco con nuestra historia personal, siendo esta última un producto real de nuestras acciones?

Hoy me levanté de madrugada a escribir. Comencé con una mañana gris, inusualmente fría para esta paradójica temporada de calor primaveral propia de mi terruño. Me asomé al balcón, como regularmente lo hago, y aspiré el aire todavía puro de Guanhatan. Sabía el reto que tenía para las primeras horas de mi día: pensar las líneas que llenarían este escrito. Una coincidencia planificada. ¿Será también una coincidencia el hecho de que a veces nos cuesta más ese proceso diario de levantarnos, con la dificultad que hoy encuentro para expresarme?

Me atrevo a aventurar que la dificultad nace de un cansancio acumulado que todos hemos experimentado en nuestras vidas. Cansancio que no sólo es físico. Puede ser también mental, espiritual o una combinación de los tres. Creo que en mi caso aplica la última opción. Motivo por el cual espero con ansia la llegada de la Semana Santa. ¿A usted le pasa algo similar?

Para mí, la vida es un presente casi eterno. Digo “casi” porque sé que, aunque yo no lo quiera, algún día moriré. Me encantaría vivir eternamente ESTA vida. Eso sí, rodeada de todo lo que me provoca placer y alegría. Y, lo más importante, en compañía de todos los que amo. Claro, sin imponerle a nadie ese deseo de inmortalidad. Más de uno dirá que después de esta hay otra vida mejor. Yo no lo sé. No existe evidencia objetiva de esa existencia. Sólo el deseo de muchos, basados en la Fe, de que así sea. Ojalá tengan Razón, a pesar de la evidente ironía de la contradicción que esto supondría.

Cuando usted lea estas líneas, yo estaré escribiendo otras a miles de kilómetros de mi hogar. Líneas que tal vez escribiré algún día para sacarlas de mí. O tal vez no. Probablemente serán leídas sólo por mí, como suele ser en la mayoría de los casos para la mayoría de las personas. Sé que suele decirse que por estas fechas lo correcto es la reflexión. Sin embargo, muchos se dedican exclusivamente a la diversión: sol, calor y arena. Yo preferí divertirme, reflexionando, lejos de las multitudes conocidas, para perderme en otras cuya realidad difiere de la mía.

El próximo equinoccio de primavera culmina otra parte de mi obra más importante. Y mientras, sin darme cuenta, llegué al final de esta primera página del capítulo que me toca vivir hoy. ¿Será así la vida misma?


Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de marzo de 2008. La fotografía la tomé en noviembre del año 2006, en el restaurante “El Pedregal” en Santa Apolonia, Tecpán, Guatemala.

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1.07.2008

Cintura ágil


“Con frecuencia se me ocurre pensar si sería posible empezar otra vida en la que supiéramos exactamente lo que estamos haciendo… La vida vivida sería el borrador y la nueva una hoja en blanco… Pondríamos nuestros mayores afanes en no repetirnos nosotros mismos”. Palabras del teniente coronel Vershinin, puestas en su boca por Antón Chéjov en “Las tres hermanas”.

Ensayar la vida para corregir los errores en la función estelar. Repetir un día, sin las sombras que lo oscurecieron en su debut. Un sueño imposible de muchos, abrumados por el costo de sus errores. Y, a pesar de lo quimérico detrás del intento de cambiar lo pasado tomando decisiones distintas, un año novel, recién nacido, sin pasado propio, nos permite imaginar que es posible empezar de nuevo.

Recomenzar, con una cintura ágil para esquivar el fuego cruzado de un período político que promete una gran turbulencia y mayores decepciones con aires socialdemócratas, si acaso los próximos gobernantes intentan cumplir con la mayoría de lo prometido en campaña. Utopías que, repetidas cada cuatro años, sólo sirven de vehículo a unos cuantos para alcanzar la meta ansiada: el ejercicio del poder.

El oro, el incienso y la mirra para todos: el Estado distribuidor y repartidor. El Rey Mago del pueblo. Sabio de oriente que desdeña las lecciones de occidente. Pero, ¿quiénes los van a extraer, quiénes los van a producir, quiénes los van a transformar de un simple recurso a riqueza? ¿Con qué capital? ¿Quiénes se animarán a correr incontables riesgos con pocos beneficios? ¿Negociarán prebendas y privilegios con los poderosos, o sea, aquellos que ostentan el poder, entendido como el uso legal de la fuerza de unos sobre otros? ¿Cuántos podrán tocar la puerta del Presidente, o su consorte, en busca de una ley específica que los beneficie? Y el resto, casi el todo, ¿qué?

Entre lecturas “On the road” y el paso de las “Letras Libres”, a la espera de un avión que me regrese a mi terruño de tintes primaverales y azotado por vientos del norte, medito sobre este ciclo iniciado de 366 soles, con sus respectivas lunas, que llega en un momento inflexivo, más que reflexivo, de mi vida. Observo, perdida en una de esas salas poco usadas que encontramos en los aeropuertos, a aquellos que, al igual que yo, pretenden ignorar el tiempo de encierro ineludible a todo pasajero que se encuentra en tránsito.

En fin, ¿no es la vida un limitado proceso que comienza cuando nacemos y termina con nuestra muerte? ¿Tendrán razón quienes piensan que es un simple tránsito, un trasbordo de un avión a otro con destino desconocido? Total, más allá de la incertidumbre y las preguntas que acumulo en el transcurso, sé que lo real, con lo único que cuento, es con un eterno hoy. ¿Buscamos reinventarnos en el presente? Yo, al menos, no. Sólo aprender de las experiencias pasadas, haciendo uso de una ágil cintura que me libre de caer en las tentaciones de ayer.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 7 de enero de 2008.



La fotografía la tomé en el aeropuerto del Distrito Federal de México, el miércoles 2 de enero de 2008.

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1.04.2008

Fin


Al fin llegó el final de este complicado año 2007. Lo celebro como pocas veces. Y aguardo esperanzada el ciclo que empieza pronto. Sé que sólo es un día más. Apenas unas horas después de que hoy, 31 de diciembre, usted lea mi último escrito publicado este año. Menos de un segundo de diferencia. Un instante que amerita quemar cohetes y festejar la llegada de un nuevo número en el calendario. Y, pecando, sin pena, de común, esa diferencia de horas, minutos, segundos, representará para mí, en esta oportunidad, un alivio. Casi borrón y cuentas nuevas.

Por supuesto que llevo en la valija del viaje de mi vida, un montón de recuerdos y lecciones aprendidas cada día. En un espacio húmedo irán las lágrimas vertidas, y en otro luminoso, las risas distendidas. Todas fruto de mi deseo de vivir intensamente cada momento irremplazable de mi existencia. Míos, sólo míos. Yo, sólo yo elijo con quiénes y cuándo compartirlos.

En ese equipaje van mis equivocaciones y aciertos. También, ineludiblemente, empaco los costos pagados por alcanzar mis metas. Y los sacrificios exigidos por mis errores. Guardo mis miedos enfrentados, la mayoría de estos superados, y mis alegrías, algunas veces encontradas, y otras simplemente disfrutadas.

Este año que muere, mi Papaché, mi admirado abuelo, hubiera cumplido cien años de nacido. Sin embargo, sin la luz de sus días, mi Mamatita, él prefirió no vivir. Qué cosa. Ejemplo de un verdadero amor eterno. Una muestra de que existe esa coincidencia de valores en el largo plazo que permite a dos personas en su unicidad, compartir sus vidas. Genial concepto aristotélico del más comentado y menos entendido sentimiento humano.

En la esfera pública que compartimos todos, sin conocernos, termina un gobierno mediocre, como la mayoría de los que lo antecedieron: una administración del ficticio Estado, de apariencias benefactoras, que nos deja más amolados que antes, pagando más impuestos y sin seguridad ni justicia. Claro, más allá de las ilusiones frustradas de unos cuantos, y los dineros de los tributarios que se embolsaron los miembros del exclusivo círculo de gente relacionada con el ejercicio del poder, desde burócratas hasta rentistas, pasando por oportunistas y mercantilistas privilegiados.

En fin, este año que pasa también me deja, entre otras cosas que llevo en el baúl, muchos amigos más, que desde el centro de la urbe, y directo al centro de mi corazón, me han confirmado que, independientemente de las circunstancias que encontremos en nuestro camino, el fin último de nuestra existencia, ser felices, depende de nosotros y las decisiones que tomemos ante los retos con los que nos topemos.

Bienvenido incierto 2008, con nuestros nuevos gobernantes, con viejas mañas. Bienvenida temporada de nuevas aspiraciones, sustentadas en enraizados principios, materiales primarios de la maleta que contiene mi ayer, mi hoy y el espacio justo para mi mañana.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 31 de diciembre de 2007. La fotografía la tomé a mediados del ciclo que termina, desde la azotea que me permite, de vez en cuando, asomarme a la urbe en la cual paso gran parte de mi vida, la ciudad de Guatemala.

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3.28.2007

Carta sin verso


No sé si puedo escribir los versos más tristes esta noche, como declaró Pablo Neruda, aunque coincido con él cuando pienso que lloras llorando, con los ojos llenos de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas: singular que se puede convertir en plural, sabiendo que somos la razón de nuestro dolor. Sí, promotores de nuestra miseria cuando, ante las circunstancias, nos acobardamos y no somos capaces de correr riesgos en pos de la ansiada felicidad. No somos capaces de luchar… ¿Por qué?

Hoy participe, la mayor parte del tiempo en silencio, en una discusión con filósofos, alguno más loco que otro, sobre el tema de las decisiones humanas y cómo construimos nuestra persona a partir de esas decisiones. Algunas veces evolucionamos, nos enriquecemos, crecemos con ellas. Otras, nos congelan en un tiempo monótono, sin cambios, estancado, como nuestra existencia. Y, tristemente, hay otras decisiones que nos hacen retroceder, decrecer, perder vida... ¿Por qué?

Total, sólo se que mi eterno presente se va a ver siempre enfrentado a decisiones. Si tomo o no las correctas, el futuro, cuando sea presente, lo confirmará. En mi hoy sólo me queda esperar y aguantar. Como todos... ¿Por qué?

¿Podría invertir la rima del poeta y creer que es tan largo el amor y tan corto el olvido? ¿O sería soñar con una herejía?

En fin, alguna carta que elijamos escribir en nuestro camino podría terminar como la de Neruda, con un Amor, amor, te espero.

Y así esta carta se termina
Sin ninguna tristeza:
Están firmes mis pies sobre la tierra,
Mi mano escribe esta carta en el camino,
Y en medio de la vida estaré
Siempre
Junto al amigo, frente al enemigo,
Con tu nombre en la boca
Y un beso que jamás
Se apartó de la tuya.


¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Termino con más preguntas que respuestas.

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3.27.2007

Borgeando la felicidad


Por algo, sin duda, es Borges uno de mis autores preferidos. Genial, ¿no?


"Quizá porque ya no veo la felicidad como algo inalcanzable; ahora sé que la felicidad puede ocurrir en cualquier momento y que no se debe perseguir."



Jorge Luis Borges

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3.25.2007

Filosofía de la Libertad


Considero importante que cada cierto tiempo cuestionemos las respuestas que hemos encontrado a las preguntas que la vida nos presenta. En algunos casos, las respuestas serán confirmadas y fortalecidas. En otros casos, surgirán nuevas preguntas. Y, claro, como seres en constante evolución que somos, habrá ocasiones en las cuales descartemos paradigmas que consideramos vencidos intelectualmente.

Como parte de ese proceso interminable, al menos mientras uno respire, me gusta especialmente regresar a los porqués primigenios que sustentan mi visión humanista del mundo. Humanista porque se sustenta en cómo actuamos las personas, seres teleológicos, con fines propios, no colectivos.

En este proceso de búsqueda, gracias a Luis Figueroa, me topé con la siguiente reflexión, escrita por Ken Schoolland, transformada en una animación flash por Lux Lucre, traducida por Álvaro Feuerman y editada por mí para el presente artículo. Encuentran la presentación en la siguiente dirección electrónica: http://www.isil.org/resources/introduction-spanish.html

Por ese importante hábito que cada quien debe cultivar, el hábito de pensar, de repensar, quiero dedicar algunos artículos a este sencillo, simple y entendible escrito, que hace accesible a todos algo tan único del ser humano: la libertad.

“La filosofía de la libertad se basa, primero que todo, en la propiedad de uno mismo. Tú eres dueño de tu vida. Negar esto implica que otra persona tiene más derecho sobre tu vida que tu mismo. Ninguna otra persona, o grupo de personas, es dueño de tu vida. Tú no eres dueño de las vidas de otros.

Tú existes en el tiempo: futuro, presente, pasado. Esto se manifiesta en la vida, la libertad y el producto de tu vida y tu libertad. Perder tu vida es perder tu futuro. Perder tu libertad es perder tu presente. Perder el producto de tu vida y tu libertad es perder la parte de tu pasado que lo produjo.

Un producto de tu vida y tu libertad es tu propiedad. Tu propiedad es el fruto de tu trabajo. El producto de tu tiempo, energía y talentos. Tu propiedad es la parte de la naturaleza que tú conviertes en algo de valor.

Tu propiedad, fue propiedad de otras personas que obtuviste por intercambio voluntario y mutuo consentimiento. Dos personas que intercambian propiedad voluntariamente se benefician mutuamente. De lo contrario, no realizan el intercambio. Sólo ellos tienen derecho a tomar esa decisión”.

Hago un alto en la meditación, no sólo por cuestión del espacio con que cuento para publicar, sino para hacer énfasis en que la raíces mismas de nuestra existencia están fincadas en la propiedad, comenzando por reconocer que somos los únicos que decidimos sobre nuestra vida. Aún cuando, ante las circunstancias, decidimos a conveniencia de otros y no de nosotros. Hasta no hacer nada para cambiar es una decisión. Es ineludible a nuestra condición. Estamos, como dijo Sartre, condenados a ser libres. Maravilloso.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 26 de marzo de 2007.

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3.01.2007

Catarsis en el intervalo




Todos los hoy vivos, que un día pasado nacimos y un día futuro vamos a morir, (como les sucedió a nuestros antepasados que ya pasaron, según algunos, a mejor vida) decidimos frente a las circunstancias y actuamos a partir de esas decisiones.

Decisiones que marcan la diferencia entre el intervalo personal y el intervalo de los otros. El intervalo entre estos dos hechos ineludibles, inevitables: respirar y expirar.

¿Qué vamos a hacer con ese espacio de tiempo? ¿Lo aprovechamos o desperdiciamos? ¿Cuáles van a ser los parámetros para medir lo anterior? ¿Quién decide si soy feliz o no? ¿Uno mismo, los demás? ¿Puede existir una mezcla de ambos? ¿Existe el equilibrio? ¿Privilegiamos nuestro parecer y placer? ¿O al revés, vivimos según los dictámenes de los demás? Total, serán respuestas que no podrán evitar el juicio de valor individual.



Estoy harta de la política. Estoy harta de los abusos de poder. Estoy harta de tanta miseria. Y a pesar de tanto hartazgo, escribo. Vivo. Intento ser feliz en mi tiempo. En fin, vivo.

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