Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

7.29.2013

Bono(s)



Es una coincidencia que hoy también uno de los hilos conductores de mi artículo (como lo fue la semana pasada) sea un trío. La diferencia es que ahora no está integrado sólo por personas. El mes de julio que se acaba ha sido un período en el cual varios tipos de bonos han ocupado parte de la discusión nacional en los medios de comunicación tradicional y en las redes sociales virtuales. De estos bonos, el que más alegría causó a quienes lo recibieron fue el Bono 14. ¿Qué puedo decir al respecto? Que ¡ojalá! lo hayan usado inteligentemente por su propio bien en el largo plazo.

El más controversial de los bonos, y el que más debate e indignación ha causado, es la intención de Otto Pérez Molina de legalizar parte de la llamada deuda flotante (compromisos fraudulentos del gobierno actual y de los gobiernos anteriores) por medio de la emisión de bonos del Estado, la cual debe ser aprobada por el Congreso. Lamento que varios constructores bien intencionados (no todos lo son) hayan sido estafados por funcionarios públicos corruptos que deberían estar presos. Pero no por eso debe reconocerse como responsabilidad del Estado (entiéndase: del tributario) esa deuda. Ni por medio de préstamos, ni por medio de bonos, ni de ninguna manera.

Eso sí, quienes fueron estafados DEBEN demandar a aquellos que los engañaron para que cancelen las cuentas pendientes. Esos ladrones deben de estar "forrados de pisto", con todo lo que robaron. Las deudas que fueron legalmente adquiridas, y si los proyectos fueron correctamente terminados y entregados, deben ser canceladas. En esa batalla estoy dispuesta a participar como ciudadana y como periodista. Pero toda aquella deuda que no estaba contemplada en el Presupuesto previamente a ser contratada es ilegal, y la deben de pagar quienes la adquirieron.

Esta tríada la completa el cantante de origen irlandés Bono que, por cierto, en el manejo del dinero que ha ganado con sus discos y conciertos ha sido muy inteligente, hecho que lo ha convertido en un importante capitalista/inversionista y filántropo. Pero bueno, por motivos desconocidos para mí, la semana pasada circuló en las redes sociales parte de lo dicho por el mencionado vocalista del conjunto U2 el 12 de noviembre de 2012 en Georgetown University (EE. UU.) dentro del marco del Global Social Enterprise Event: “…el comercio y el capitalismo emprendedor sacan a más gente de la pobreza que la ayuda… aquí y alrededor del mundo el estado benefactor y la ayuda exterior son sólo Band-Aids [curitas]. La libre empresa ES la cura”. En Dublín (Irlanda, octubre de 2012) ya había declarado que “los creadores de empleos y los innovadores SON la clave y la ayuda es sólo un puente”.

"El espíritu empresarial es la forma más segura de desarrollo", sabias palabras de alguien que no me atrevo aún a llamar libertario, pero sí un hombre exitoso, influyente y con sentido común, que es capaz de enmendar sus errores y reconocer que para superar la pobreza hay que crear riqueza.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de julio de 2013.

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7.22.2013

Otto, Luis y César



No son los sobrinos del Pato Donald. Tampoco son la nueva versión de “Los Tres Chiflados”. Los dos tríos anteriores nos hacen reír, mientras que la trinca que da nombre a mi artículo, en el mejor de los casos nos indigna y en el peor nos atemoriza. Otto, Luis y César fueron los principales protagonistas de las historias de terror que entretuvieron a los guatemaltecos la semana pasada.

El primero hasta ostenta el cargo de Presidente de la seudorepública en la cual se ha convertido Guatemala. Una democracia en la cual la mayoría de votantes apoya a los gobernantes que ofrecen violentar los derechos de la minoría. La ironía de este cuento es que al final también pierde esa mayoría que se deja engañar con las fantasías que les venden por medio del Estado Benefactor/Mercantilista: un sistema populista, como lo son todos aquellos, izquierdistas o derechistas, que lo impulsan usando el discurso de ayudar a los más pobres para conmover a los ingenuos. Siendo ellos, los politiqueros, los únicos que pasan a mejor vida al llegar al ejercicio del poder. Y poco les importa que la gente los deje de apreciar rápidamente.

Tal es la situación de Otto Pérez Molina, que con año y medio de gobierno lo único que ha logrado es el desprecio y el descontento de más del 60 por ciento de la población. ¿Y cómo lo celebró el mandatario? Viajando a México a inaugurar junto con Enrique Peña Nieto, Presidente de nuestros vecinos del norte, otro programa más contra el hambre, mientras que en nuestro país se pudren en las bodegas de INDECA cualquier cantidad de alimentos destinados a los hambrientos de este lado de la frontera.

El segundo, Mario Luis Paz Mejía, colaborador eficaz de la “Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala”, y uno de los principales testigos en los casos Rosenberg/Musa/Valdés Paiz, reconoció que mintió a petición de los fiscales Rubén Herrera (Ministerio Público) y Luis Orozco (CICIG), quienes le hicieron “ofrecimientos de todo tipo” para que rindiera un testimonio falso. Una denuncia más que descubre la realidad sobre la CICIG y las enseñanzas de estos a los investigadores de nuestra nación. ¿Qué va a pasar? ¿Quién va a investigar esta acusación? ¿Van a pagar las consecuencias de sus acciones Herrera y Orozco? ¿Cumplían las órdenes de alguien más?

El tercero, acusado de formar parte de un grupo de criminales que obligaban a mujeres menores de edad a prostituirse, es ni más ni menos que uno de los retoños del cuestionado Presidente de la Cámara Penal. El magistrado de la Corte Suprema de Justicia, César Barrientos Pellecer. Por supuesto, César junior debe pagar por sus crímenes independientemente del papá. Pero, ¿qué podemos pensar del padre, cuando sus hijos (no es el primero en problemas con la justicia) son unos delincuentes? ¿Irá a utilizar su poder para exculpar a su vástago?

En fin, ¿qué pasa en Guatemala? ¿Quiénes son los responsables? ¿Por qué? ¿Qué vamos a hacer para cambiar el estado caótico en el cual vivimos?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 22 de julio de 2013.

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7.15.2013

A quién creer



En camino a la ciudad de los vientos leí en los diarios de mi país que ocho personas más brindaron su testimonio sobre las masacres cometidas, según ellos, por los militares en la zona ixil en los años 1981 y 1982. Los relatos de estos nuevos testigos son tan conmovedores como lo fueron los de quienes atestiguaron en contra de Efraín Ríos Montt y Mauricio Rodríguez. Es imposible no conmoverse con el dolor de otros cuando uno es honesto y desea el bien a los demás. Espera convivir con todos en paz. A una persona justa, de corazón noble, le indigna escuchar semejantes historias.

Sin embargo, cuando uno empieza a hurgar en búsqueda de la verdad, no queda más que dudar sobre la veracidad de las declaraciones de algunos de los testigos. ¿Nos cuentan los hechos tal cual fueron o tal como los convencieron que los contaran? ¿Qué datos relevantes no comparten? ¿Estaban ellos o sus familiares involucrados en el conflicto? En fin, solo sé que uno de los pocos puntos conocido en estos procesos es que son muchos los intereses, principalmente monetarios, detrás de estos. Y no estoy hablando de unos cuantos millones. Me refiero a miles de millones de quetzales, de dólares, de euros… tanto de nuestros impuestos como del dinero ofrecido por los burócratas de la cooperación internacional, el cual sale de los bolsillos de los tributarios de sus países.

Cómo no dudar, cuando en asuntos políticos son comunes las mentiras a la carta y de acuerdo al gusto de aquellos a quienes quieren convencer los que ansían el poder. Estos últimos son capaces de todo: de rasgarse las vestiduras y ofrecer cualquier cosa con tal de alcanzar sus objetivos. Entre los politiqueros y sus siervos todo se vale. Y no podemos negar el contexto político dentro del cual se están llevando a cabo estos juicios.

Un hecho lamentable, porque la mayoría queremos que haya justicia, pero no por eso vamos a pasar a formar parte del club de los engañados. No dudo de que hubiera militantes de ambos bandos, tanto del ejército como de la guerrilla, que cometieron abusos. Pienso que los responsables de estos crímenes deben pagar las consecuencias de sus acciones: compensar a sus víctimas o a sus deudos en caso de que los primeros hayan muerto. Pero no es lo mismo buscar a quién me la debe que a quién me la paga.

“La única verdad es la realidad”, nos enseñó correctamente Aristóteles. Descubrimiento que no conviene a los manipuladores que desde siempre se han aprovechado de la ingenuidad y la pereza intelectual de la gente. En el pasado esta indiferencia la explicaba la necesidad de trabajar alrededor de 18 horas al día, los 7 días de la semana, para intentar sobrevivir. Hoy, a partir de la revolución industrial capitalista, el panorama cambió para bien de la mayoría. No obstante, muchos optan por ser parte de la masa, fácil de manejar por medio de sus emociones. De la desidia intelectual de unos y del rencor de otros, se aprovechan los estafadores para alcanzar sus metas. Solo creo en la realidad.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de julio de 2013.

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7.08.2013

Falta el respeto



Al final de mi artículo de la semana pasada pregunté qué hace falta para que todos entiendan que debemos respetar la propiedad, la vida y las decisiones de los otros, una vez sus acciones no violenten nuestros derechos individuales. Porque si queremos que se respeten nuestras elecciones personales, debemos respetar las de los demás aunque sean opuestas a las nuestras. Aunque creamos que se equivocan, no podemos ¡ni debemos por nuestro propio bien en el largo plazo! obligar a vivir a los otros según nuestra propia escala de valores. Sólo podemos exigir que nos respeten, si nosotros aprendemos a respetar.

No hay que confundir lo moral con las creencias religiosas.  “Lo moral es lo escogido, no lo forzado; lo comprendido, no lo obedecido. Lo moral es lo racional…”, escribió Ayn Rand. Lo moral es tomar las decisiones correctas (actuar bien) para asegurar nuestra felicidad. Es saber diferenciar entre lo que es bueno y lo que es malo. No se necesita creer en un dios ni formar parte de una religión para reconocer que es incorrecto robar, extorsionar, defraudar, engañar, violar, secuestrar, torturar, asesinar… Más aún, es lamentable que a lo largo de la historia, casi todas las religiones hayan promovido muchos de los crímenes que recién listé.

Usted es libre de creer lo que quiera creer. Pero no tiene derecho a imponerle sus creencias a otros y menos utilizar el poder del Estado para alcanzar ese objetivo. Acepte que mañana la voluble, la caprichosa mayoría puede cambiar, y no le gustaría que otros le impusieran sus creencias. A nadie le agrada que otros le obliguen a vivir su vida según sus estándares y/o dispongan de sus bienes. Tarde o temprano, lo que se termina provocando es, en el menos peor de los escenarios, la hipocresía y las vidas basadas en mentiras. Y en otros casos, tristemente, ha llevado a muchos a optar por el suicidio.

La naturaleza humana es racional y volitiva. Violentar las decisiones de los otros, solo porque chocan con nuestras creencias (no violentan nuestra vida, libertad y propiedad) es antinatural. Es falsear la Ley de Identidad: aquello que nos hace ser humanos y nos diferencia del resto de los seres vivos. No es cuestión de agredirnos los unos a los otros. Es cuestión de respetarnos como seres independientes, con voluntad propia. Todos diferentes. Es entender que la única igualdad posible es ante la Ley, la cual descansa en el respeto a los derechos individuales de todos: la base de una sociedad justa.

Puede llegar a ser una magni sudoris opus (una obra muy trabajosa) para algunos, pero vale la pena intentarlo si queremos vivir en una sociedad donde sea posible alcanzar nuestro proyecto de vida, aun cuando no coincidan nuestras creencias. Para lograr la igualdad de todos ante la Ley, debemos eliminar los privilegios, tanto los que tienen que ver con el intercambio libre de bienes como con los aspectos comúnmente llamados sociales. Para progresar necesitamos paz. Y para que haya paz, necesitamos respeto.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de julio de 2013.

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7.01.2013

Soy humana



Las bases de la sociedad son el respeto a los derechos individuales y la igualdad de todos ante la Ley

Así como usted, pertenezco a la especie humana. A menos que mis artículos hayan trascendido nuestro sistema solar y hayan llegado a otros mundos fuera de nuestra galaxia, usted y yo somos humanos. Pero diferentes, únicos e irrepetibles. Con una sola oportunidad para vivir nuestra vida. Con un propósito común: ser felices. Al reconocer nuestra individualidad, entendemos que alcanzar ese fin supremo dependerá de las elecciones que cada uno de nosotros haga. De gustos y escalas de valores propios.

La principal diferencia de nuestra especie con el resto de seres vivos es el grado evolutivo que ha alcanzado nuestra capacidad de pensar. Bien definió Aristóteles al hombre como el animal racional. Aunque usar nuestra razón sigue siendo una elección. No todos deciden usar su “facultad para identificar la realidad” la mayor parte del tiempo. Nuestra naturaleza es volitiva. Somos criaturas con voluntad propia.

No nos definen el color de nuestra tez, ni nuestro aparato reproductor, ni nuestra estatura. Tampoco nos definen el país donde nacimos, ni la familia en la cual crecimos, ni la educación que recibimos. Todo lo anterior nos puede influir, pero ninguna circunstancia en particular o el azar determinan quiénes somos. Eso sólo lo decidimos cada uno de nosotros a partir de los valores que libremente escogimos y cómo los priorizamos en nuestra escala personal.

Por eso hay humanos que optan por los vegetales y desprecian las carnes. Hay quienes disfrutan escuchando música clásica, otros van a preferir el jazz y muchos se van a decantar por la música popular que incluye una amplia variedad de géneros. Hay quienes creen en un dios, aunque no sea el mismo. Hay quienes les es indiferente si existe o no algún tipo de divinidad y hay otros que piensan que no existe. Creyentes, agnósticos y ateos.

A la hora de escoger pareja, esa elección dependerá de qué características valore en el otro aquel que elige. La mayoría opta por alguien del sexo opuesto. Hay quienes se deciden por alguien de su mismo sexo. Hay personas para las cuales es indiferente el sexo de su pareja: les interesan más otras cualidades al elegir. Heterosexuales, homosexuales y bisexuales. Hay quienes eligen no compartir su vida, románticamente hablando, con alguien más.

¿En qué afecta a unos las decisiones de otros que no violentan sus derechos? ¿Por qué el sistema político debe privilegiar a un grupo en detrimento de los derechos individuales de los demás? ¿A qué temen aquellos que se oponen a la igualdad de todos ante la Ley? Leí en objetivismo.org que “cuando la bota del gobierno está pisándote la cara, si es la bota derecha o la izquierda es irrelevante”. La bota conservadora de derecha que pretende decirte cómo vivir tu vida. O la bota socialista de izquierda que pretende decidir sobre tus bienes. Ambas botas son intervencionistas, aunque en diferentes áreas. Cuán acertado estuvo Benito Juárez al decir que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. ¿Qué hace falta para que todos lo entiendan?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 1 de julio de 2013.

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