Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

11.08.2010

Las verdades de la mentira

Como es de muchos conocido, el ganador del Premio Nobel de Literatura del presente año 2010, Mario Vargas Llosa, publicó en 1990 un libro a mi parecer indispensable, titulado “La verdad de las mentiras”, en el cual aborda críticamente obras literarias emblemáticas del siglo veinte. En 2002, presenta una nueva edición en la que a los veintiséis ensayos originales suma diez para hacer un total de 36 trabajos esclarecedores para aquellos que amamos la buena ficción. En palabras de Vargas Llosa:




“Toda buena novela dice la verdad y toda mala novela miente. Porque ‘decir la verdad’ para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y ‘mentir’ ser incapaz de lograr esa superchería. La novela es, pues, un género amoral, o, más bien, de una ética sui generis, para la cual verdad o mentira son conceptos exclusivamente estéticos”.



Según el Diccionario de Filosofía de Nicola Abbagnano, en la edición que poseo actualizada y aumentada por Giovanni Fornero, con el término estética se designa la ciencia (filosófica) del arte y de lo bello, y fue introducido por Baumgarten en 1750. Aristóteles consideraba que lo bello consiste en el orden, en la simetría y en una magnitud que se preste a ser fácilmente abarcada en conjunto por la vista. Recordemos que para el Estagirita, sólo podemos conocer por medio de los sentidos, todos los sentidos, los cuales forman parte de toda observación. No sólo la visión. Un motivo más por el cual el padre de la civilización occidental merece mi profunda admiración.



Ayn Rand, en el “El Manifiesto Romántico”, libro que reúne ensayos cuyo objetivo es sentar “las bases de una estética racional”, define el arte como “una recreación selectiva de la realidad de acuerdo al juicio de los valores metafísicos de un artista”. Continúa: “Mediante una recreación selectiva, el arte aísla e integra esos aspectos de la realidad que representan la visión fundamental de uno mismo y la existencia”. El sentido de la vida del autor, del artista. Y el propio de quien lee, ve, escucha… y se identifica con el creador de la obra.



Hoy, viernes 5 de noviembre, fecha en la cual escribo el presente artículo, voy a tener la oportunidad de conversar brevemente con Mario Vargas Llosa: el escribidor, el fabulador sorpresivamente reconocido por los miembros del Comité del Premio Nobel de Literatura. Quien aún antes de recibir tan merecido galardón, había ganado mi respeto, no sólo como literato, sino como intelectual y hombre comprometido con la verdad: “Para el periodismo o la historia la verdad depende del cotejo entre lo escrito y la realidad que lo inspira. A más cercanía, más verdad, y a más distancia, más mentira”.



Por estas fechas, toparse con intelectuales honestos, que diferencien la ficción de la realidad, es casi tan difícil como encontrar a un político en el ejercicio del poder que respete los derechos individuales. Por eso, don Mario, es una verdad que será un honor acercarme a usted.





Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de noviembre de 2010. La imagen la bajé de Internet.

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