¿Vamos a perder la oportunidad de
cambiar de raíz nuestro nefasto sistema político? Sí, lamentablemente, si la
mayoría no despierta y deja de entretenerse con el circo y todas las distracciones que este ofrece, en lugar de
enfocarse en lo importante: lo que está pasando en el Congreso, las nuevas leyes que los diputados están
discutiendo y los cambios constitucionales que pretenden aprobar. Por supuesto,
hay que estar también atentos a lo que sucede en nuestros tribunales, donde los
jueces y magistrados, en particular los de la Corte de Constitucionalidad,
están cambiando la legislación a su antojo y al gusto de los poderosos.
Quiero señalar que ya, a pesar del
entusiasmo ciudadano a partir de las manifestaciones de abril y mayo de 2015,
una gran parte de los cambios que han sido aprobados en el Congreso, en lugar
de acercarnos a la necesaria igualdad ante la Ley, nos han alejado de ésta al
otorgar más poder a los gobernantes para que, en nombre del abstracto Estado, intervengan en áreas que no les
corresponden y tengan más control sobre nuestras vidas y bienes. En otras
palabras, en vez de avanzar en una verdadera reforma, hemos retrocedido.
Digo necesaria “igualdad ante la
Ley”, porque sin esta igualdad, la única posible y ojalá fuera la única
deseable por todos, es imposible el progreso en el largo plazo. Más aún, es
imposible la convivencia pacífica entre los miembros de una misma sociedad.
Cualquier otro tipo de igualdad no sólo es inmoral e injusta, sino que es contraria a nuestra naturaleza y lo único que trae consigo es más miseria y
obstáculos para superar la pobreza… al menos para la mayoría.
Las siguientes son las condiciones
sine qua non para la existencia de un
Estado de Derecho: 1. el Imperio de la ley; 2. la existencia de leyes
auténticas, o sea que sean iguales para todos, generales, abstractas,
conocidas, pocas, ciertas...; 3. el respeto al debido proceso: que los
ciudadanos disfruten de los derechos contenidos en la ley y que el peso de la
prueba dependa de quién acusa; 4. el respeto a los derechos individuales: vida,
libertad y propiedad; y 5. la alternabilidad en el ejercicio del poder. En
resumen, debemos acabar con todos los privilegios (exenciones especiales,
ventajas exclusivas, leyes privadas)
de todos los que hasta hoy se han beneficiado de estos privilegios y,
lógicamente, no promover ni aprobar más prebendas para unos a costa de los
derechos de los demás.
Los cambios que se hagan a la actual
legislación y las leyes nuevas que se aprueben, deben ir enfocados al ideal de
la igualdad de todos ante la Ley. Eso es, si queremos convivir en paz los unos
con los otros, cada uno buscando sus propios fines por medio de la cooperación
y el intercambio libre basados en el
respeto que nos debemos los unos a los otros. De lo contrario, sólo estaremos
promoviendo una mayor iniquidad en nuestra sociedad y, en definitiva, en
nuestras vidas.
Artículo publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de abril de 2017.Etiquetas: 2017, Constitución, Derecho, Estado, Frédéric Bastiat, igualdad, legislación, ley
1 Comments:
Escelente Marta Yolanda así es en otras palabras una República y no una democracia como lo que tenemos. Cada día nos hunde más
By Unknown, at 3:59 p.m.
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