Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

12.18.2006

La década hipócrita

Diez años de hipocresía políticamente correcta: del 29 de diciembre de 1996 al 29 de diciembre de 2006. ¿Hasta cuándo continuarán con ese siniestro juego los políticos y los líderes de los grupos de presión de la suciedad servil que han lucrado de los mal llamados acuerdos de paz?

Juan Bautista Alberdi, ilustrado liberal argentino del siglo diecinueve, escribió en su ensayo “El crimen y la guerra” lo siguiente: “El crimen de la guerra. Esta palabra nos sorprende, sólo en fuerza del grande hábito que tenemos de esta otra, que es la realmente incomprensible y monstruosa: el derecho de la guerra, es decir el derecho del homicidio, del robo, del incendio, de la devastación en la más grande escala posible; porque esto es la guerra, y si no es esto, la guerra no es la guerra”. Entonces, ¿seguimos en pie de guerra, sólo que más intensa y ampliada a la áreas urbanas? Observe a su alrededor, vea, lea y escuche las noticias, y responda honestamente, ¿vivimos en paz?

Década de los sofismas embusteros que pretendían desviar la atención de la impunidad dispensada a aquellos que violaron, secuestraron, destruyeron y, dolorosamente, retrasaron con sus actos la posibilidad de acelerar el progreso de los habitantes de Guatemala, particularmente el progreso de los más pobres. Los terroristas que iniciaron una guerra sin futuro cuyo único resultado fue más miseria. Miseria espiritual, miseria mental y miseria material.

Es una ironía toparnos hoy en primeras planas a los guerrilleros, sin importar el grupo al que pertenecían (intelectual o militar), disfrutando de la buena vida burguesa que les proveemos los tributarios. Sí, que les mantenemos con nuestros impuestos. ¿O acaso olvida que muchos de ellos lograron un cómodo puesto en alguna organización estatal? Pueden ser desde asesores hasta Presidentes en funciones, pasando por alcaldes, diputados, comisionistas… ¿o cómo les llamaría a los que integran la nueva burocracia de las comisiones fiscales, de resarcimiento a las víctimas del conflicto armado (a costa de otras víctimas indefensas: los tributarios), de planificación familiar, agraria, etcétera? Nombre cualquier ocurrencia y seguro justificaran la necesidad de crear una comisión con el pretexto de cumplir con los objetivos de los pactos de apaciguamiento. Excusas para emplear a sus cuates que aún no han sacado raja del discurso.

Soy coherente: no exculpo tampoco a quienes abusaron de la autoridad legal que ostentaban para proteger, precisamente, a los civiles que no estaban inmiscuidos en ese enfrentamiento por el poder. Aquellos que abusaron de quienes debían cuidar, deben ser juzgados y, si son hallados culpables, deben pagar la doble pena que merecen por haber traicionado a los que debieron servir.

Finalizo con el gran Alberdi, como lo llamó el gran Borges: “La paz no vive en los tratados ni en las leyes escritas; existe en la Constitución moral de cada persona”.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de diciembre de 2006.

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