Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.08.2006

Diluvio interrumpido

En los albores del presente siglo, el mero “Mister” se conectó al “chat” y le dijo a Sié: “He decidido destruir el mundo. En siete meses lloverá durante cuarenta días y cuarenta noches, hasta que desaparezca la vida en la Tierra. Sin embargo, deseo salvar a algunos humanos, al igual que a dos criaturas de cada especie animal. Construye una barca y coordina el grupo. De lo contrario, aprende a nadar". En su alucine el “yesman” logró teclear de regreso: OK.

Una vez pasado el tiempo perentorio, el diluvio comenzó. El Señor se asomó y vio a Sié llorando desconsolado en su casa. “¿Dónde está el arca, Sié?" Preguntó furioso. “Perdóname, ¡oh Todopoderoso! Hasta pequé con tal de cumplir tus designios, pero me topé en el camino con obstáculos insalvables”.

“Primero, me quedé casi sin dinero al pagar los trámites y los impuestos exigidos para que dieran la licencia de construcción y autorizaran los planos. Después, me requirieron que instalara en la barca un sistema contra incendios, lo que arreglé “mordiendo” al inspector. Entretanto, los vecinos se quejaron de que estaba construyendo la barca en zona residencial, lo que me hizo perder varios meses en visitas inútiles a Tú Muni”.

“Luego, los burócratas de la SAT dispusieron que por tratarse de un proyecto trascendental, no podíamos registrarnos como una asociación no lucrativa, sino como grandes contribuyentes obligados a retener tributos a los animales, a los que debíamos cobrarles pasaje por el viaje, con todo e IVA e impuestos de salida de este planeta. Para colmo de penas, nos multaron y cobraron intereses atrasados por efectuar el trámite extemporáneamente”.

“El Inab no quería aprobar el corte de los árboles necesarios para fabricar la barca, hasta que con ellos, como con los otros, no tuvimos más remedio que aflojar el bolsillo: sacudir las pocas fichas que aún nos quedaban”.

“Mientras, nos cayeron los líderes sindicales, apoyados por autoridades del Ministerio de trabajo, los cuales nos amenazaron con cerrar nuestras operaciones si no obligábamos a nuestros empleados a afiliarse a su organización. No nos quedó otra más que pagar la cuota correspondiente”.

“Un día en el que trabajábamos arduamente para recuperar el tiempo perdido, llegó la policía acompañada de representantes de la DEA, y nos acusaron de esconder droga en la barca. Sin que nos permitieran decir una palabra o llamar a nuestro abogado, destruyeron la estructura del bote en busca de los estupefacientes. Ni disculpas nos dieron cuando no encontraron nada”.

De pronto, el cielo se despejó y salió el Sol. Un arco iris iluminó el horizonte. “Señor”, dijo Sié, “apenas empiezo a relatarte la historia, ¿quieres que continúe? ¿Vas a destruir la Tierra?” Desde arriba, una voz respondió “No, hijo mío, ya otros se ocupan en alcanzar ese objetivo”.

En fin, la anterior es una historia ancestral en su enésima versión actual: un plagio alterado de un libro adulterado.


Articulo publicado en el diario "Siglo Veintiuno", el lunes 9 de octubre de 2006.