¿Vuelan las tortugas?
Visto fríamente, el argumento trata sobre la vida de los habitantes de una aldea del Kurdistán iraquí, en la frontera entre Irán y Turquía, los cuales compran una antena parabólica para escuchar las noticias relacionadas con el inminente ataque de Estados Unidos contra Irak. No obstante, sin necesidad de un transmisor, un adolescente mutilado, que viene de otro pueblo con su hermana y un infante, tiene una premonición: la guerra está cada vez más cerca. Empero, a este relato no podemos aproximarnos desapasionadamente: nos entregamos a él.
El director y guionista kurdo/iraní, Bahman Ghobadi, elige como personajes a una caterva de huérfanos, muchos de ellos lisiados: víctimas de la dictadura de Saddam Hussein. El resultado es angustioso, devastador: la existencia cotidiana de criaturas que podrían estar estudiando y soñando con el mañana en vez de dedicar su día a buscar minas terrestres para venderlas, y así procurarse el dinero indispensable para su manutención. Pero, lo más impactante es su respuesta ante las circunstancias adversas: dentro de la miseria en que viven, se apoyan, cooperan e intentan salir adelante. No renuncian a la risa, al juego y a la búsqueda de la felicidad. O al menos, casi todos. ¿Para quién el futuro ya no tiene valor?
Ghobadi, construye un trama que parte del aprecio que el líder del grupo, apodado Satélite, siente por sus compañeros y en especial por Agrin, una niña que esconde un fatal secreto. Ella, Hangao (su hermano que perdió ambos brazos) y Rega (el pequeño ciego que apenas habla), son los protagonistas de esta película dolorosa, cruda, que conmueve y demanda un público comprometido que resista el drama que narra. Ninguna otra cinta, hasta hoy, me ha hecho derramar tantas lágrimas como esta poética ficción ¿o realidad? de las tortugas voladoras.
Los papeles principales estuvieron a cargo de Avaz Latif (Agrin), Soran Ebrahim (Kak), Hiresh Feysal Rahman (Hangao), Saddam Hossein Feysal (Pasheo), Abdol Rahman Karim (Rega), Ajil Zibari (Shirko). La música es responsabilidad de Hossein Ali Zadeh y la fotografía de Shahryar Assadi.
Si esta tragedia no nos invita a la reflexión sobre las consecuencias de la ambición de poder de uno o unos pocos, y el ejercicio totalitario que del mismo hacen para mantenerlo, creo que nos quedan escasas posibilidades para despertar a la verdad detrás de los muros y las cortinas alzadas por los déspotas. Vuele, como las tortugas del cuento. La esperanza de seres capaces de levantar la vista y mirar hacia el frente obviando el fuego cruzado, es contagiosa.
Nota: comentario publicado en la Revista Orbe del mes de agosto de 2006.
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