Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

6.19.2006

Tiempos de verano

Llegaron los tiempos de verano. Millones han aguardado por cuatro años el presente: aquellos a quienes les turbó más la noticia sobre el resfrío de Ronaldo, que la muerte del terrorista islámico, Abu Musab Al Zarqawi.

“Summertime” de muchos, pero no para la mayoría de habitantes del país de la perenne incertidumbre, la nación de los quetzales, en la cual vivimos tiempos de lluvia color granate. Tiempos ante los que palidece el sangriento 1929, cruel período de la guerra entre pandilleros en Chicago, Estados Unidos. Ahora, sus herederos, los mareros, aún más degenerados que sus antepasados, aterrorizan a la población que invoca a Mashimón para que interceda en las alturas por la paz: consideran más factible que los atienda este ente mitológico producto del sincretismo, a que la desesperanzada plegaria sea escuchada por los gobernantes, los responsables de la seguridad.

Sin embargo, creo que, recordando a Hermann Hesse, “a pesar de su aparente absurdo, la vida tiene sentido”, y reconocerlo hace del tiempo de vivir un deleite independiente de la riqueza con la que contamos para satisfacer nuestras necesidades. Y ¿por qué no? también complacer los que, quizá, varios calificarían como caprichos. ¿Veremos transformarse el mundo? “Maybe”. Lo que sí nunca cambiaremos, al menos nosotros, es la naturaleza humana. ¿Es tiempo ya de que la usemos en beneficio de todos?

Reflexiono en el medio tiempo de fingida calma que el fútbol nos da, consciente de que el orbe no se detiene: no me sorprende que en Yogyakarta, Indonesia, la gente destruya sus casas para cobrar indemnizaciones del pasado terremoto del 27 de mayo. Es el sistema de incentivos perversos.

Acompañan mi meditación Armstrong (Louis, no Neil ni Lance), Fitzgerald (Ella, no Scott) y Bublé (Michael); mientras bebo algún néctar espirituoso para regocijo del alma. ¿Y usted? “Santé”, santa Marie Brizard.

Asimismo, evado el tiempo vigente (¿será penado por la SAT?) soñando con eras ajenas a la mía. Concibo épocas por venir, sociedades distintas donde, respetándonos los unos a los otros, acrecentamos nuestra felicidad, legítimo fin del ser. ¿Para cuándo? No sé cuándo. Cuándo, cuándo. “You mean happiness to me”. La espera es costosa y desespera. Cuesta.

Empero, “I´m feeling good”. Es tiempo de prosperar y dejar de excusarse. Sin duda, el regalo no es igual de apreciado que lo ganado. Lo sudado. Lo sufrido. Es un nuevo albor, una nueva vida, simplemente, un nuevo día. Y me siento bien: “a pesar de su aparente absurdo”, despertar tiene un objetivo: diferente para cada uno.

Cuántos andamos y abrimos trecho, venciendo a la engañosa nostalgia y sin importarnos las apariencias que respiran tantos encerrados en su clóset a siete candados. Más allá de la simulada locura falta de edición, este escrito está impregnado de cordura. Infiltrado de razón.

“El humor del cielo había empezado a descomponerse” en los tiempos del cólera sin amor, predominando el eterno rojo, no sólo de abril, Santiago. ¿Parece que privilegio la confusión? Tal vez. “Au revoir”, tiempos de primavera. Bienvenidos tiempos de turbulencia. Tiempos húmedos. Tiempos de calor: tiempos de verano.


Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, en la columna semanal “Principios”, el lunes 19 de junio de 2006.