Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

6.05.2006

E=mc2 ideologica

Un, dos, tres: todos para abajo, todos para arriba. Un, dos, tres: todos a la izquierda, luego a la derecha. ¿Y qué tal si nos quedamos en el centro, bien agarraditos, manito con manito, dando un golpecito que podría ser de Estado? Total, si no se comprenden los términos cualquier postura da igual. Sólo cuentan los intereses ilimitados de quienes se encuentran en el ejercicio del poder público. Y, sin importar el espacio que escojamos en el llamado espectro ideológico, al inicio, en el medio y al final, nos toparemos con violaciones constantes a los derechos individuales.

Varias veces me he expresado en contra del uso indeterminado e indiscriminado de las palabras “izquierda” y “derecha”, por considerar que sobre sus significados existe una gran confusión, la cual surge, en la presente época postmoderna, a partir de la caída del muro de Berlín y el descalabro, en la práctica, del marxismo-leninismo.

Ambos conceptos nacen como una consecuencia “no intencionada” de la Revolución Francesa: algo tan simple como la posición, frente al Presidente, en la cual se sentaban los diputados en la Asamblea Nacional. Del lado derecho se ubicaban los girondinos y los monárquicos, mientras que los asientos del lado izquierdo eran ocupados por los jacobinos y los radicales. Sin duda, durante más de dos siglos, el sentido que se les da en la política a estos vocablos ha evolucionado.

En el período de la “Guerra Fría”, era fácil definir quién era simpatizante de la derecha y quién deliraba por la izquierda. Los derechistas se oponían a todo lo que oliera a comunismo, y los izquierdistas anhelaban el fin de la historia y el advenimiento del paraíso socialista: la fantasiosa utopía de Karl Marx y Friedrich Engels. Hoy, esa diferenciación, con pocas excepciones, se ha perdido; al extremo de que, hace algunos días, Alan García acusó a Hugo Chávez de derechista. Hecho insólito para coleccionistas.

De su teoría especial de la relatividad, Albert Einstein concluye que la energía (E) es igual a la masa (m) multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz en el vacío (c2). Dice la teoría populista de la política relativa que cualquier signo elevado neciamente a la enésima potencia es el conveniente, una vez el discurso vano del candidato fatuo convenza a los votantes de que él es la reencarnación de Cristo y su misión en la Tierra es salvarlos de la miseria en que viven.

Sin el reconocimiento de que toda política social basada en una concepción falsa de la acción humana está condenada al fracaso, estamos fregados. Por tanto, hago mía una propuesta de otros: ¿acordamos que pensamiento de derecha es aquel que valora a la persona de carne y hueso por encima del abstracto colectivo e izquierda es la opinión contraria? Si no conocemos los principios que sustentan la dirección que tomamos, y los frutos reales esperados de ellos, todos los caminos nos llevarán al mismo destino: vamos para abajo.


Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, en la columna semanal “Principios”, el lunes 5 de junio de 2006.