Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

5.15.2006

Quieren

Todos queremos más, especialmente los políticos, dentro y fuera del gobierno. ¡Ah! Qué maravilla. Hagan cola para exigir sus querencias: tierra, trabajo, recreación, vivienda, condones… La lista es interminable, al igual que las necesidades de la “mara”, que pueden incluir hasta pistas de aterrizaje para facilitarle la tarea a los “narcos”. Y aunque, como dijo un campesino, “todo se los da el señor Otto Herrera”, conocido capo, no pierden nada con pedir algo adicional a los burócratas, nacionales y extranjeros. ¿Insólito? No: Guatemala.

Ahora, ¿quién va a costear “todas esas cosas” a las cuales “tú me acostumbraste”, Ben, Estado benefactor? ¿También don Otto, si nos subimos a su moto? Aclaro: no me refiero a un general retirado “wanabi” Presidente. En fin, ¿a quién le exigen lo que quieren? Al ficticio Estado que por medio de la voz del mandatario de turno ofrece lo que el tributario deberá desembolsar.

Y para intentar cumplir tantos ofrecimientos, los gobernantes, cual conejos "Energizer", siguen y siguen y siguen… insistiendo en que les urge “pisto fresco”. La misma cantaleta de siempre. No obstante, tengo varias dudas de “ignorante contribuyente”: ¿en qué y cómo se gastan lo que ya exprimen de nuestros bolsillos? ¿Esos miles de millones de quetzales que recaudan pero, extrañamente, dicen que no pagamos los guatemaltecos? Paradoja.

Un gobierno, confundido o no con Estado, no responde a demandas. Tiene funciones específicas: dar seguridad y justicia. Tampoco es el genio de la lámpara de Aladino para andar concediendo deseos y “solicitudes indecorosas”, como lo declaró otro “wanabi”. Sin embargo, del querer al exigir, por el simple hecho de existir, hay pocos pasos.

Todos debemos respetar la vida de los otros. Pero nunca, en el marco de un Estado de derecho, estamos obligados a sostener a los demás, a menos que, voluntariamente, hayamos aceptado hacerlo, ya sea por gusto o por compromiso familiar. Por más filantrópico, romántico y loable que lo anterior les parezca a algunos.

Querer: un verbo que ha sido muy “sustantivo” para unos cuantos. Por cierto, esta gente que jura ser feliz haciendo aquello que consideran un bien para los más humildes, los “dirigentes populares” que hacen llamados a que mantengamos a los pobres y que reclaman derechos en nombre de los desheredados, ¿por qué no hacen una “coperacha”, y dan el ejemplo donando su patrimonio?

¿Es justo que nos comprometan a satisfacer las pretensiones, las apetencias y las “ganas” de otros a costa de las propias y las de los nuestros? La mejor forma de “amar al prójimo”, próximo o lejano, es respetando sus bienes y decisiones libres, y no siendo carga de nadie. Aplicando la más célebre frase de Descartes a la actualidad políticamente correcta del Estado benefactor, podríamos decir: “Quiero, luego exijo”. Y adaptándola a los gobernantes, todavía puede sufrir una variación más: “Prometo, luego expolio”: sencillamente, un robo legalizado.


Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, en la columna semanal “Principios”, el lunes 15 de mayo de 2006.