Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

5.22.2006

Empresauritos

La eliminación de privilegios es uno de los debates fundamentales en la actualidad. Sin embargo, como en otros temas, hay que tener cuidado de no confundir la gimnasia con la magnesia, no se vaya a terminar quitando prebendas a unos y cediéndolas a otros. O lo que sería peor, se consienta que los gobernantes sigan cometiendo injusticias y robos legalizados, en vez de acabar con los abusos y los obstáculos que alejan la inversión de nuestro país.

Aquellos (sin importar su tamaño) que arriesgan su dinero, trabajo e ideas, compitiendo por la preferencia del consumidor, son quienes generan empleo productivo, aumentan los ingresos reales de la gente y, por ende, la calidad de vida de todos en el largo plazo.

Es un hecho que cualquiera va a solicitar un “empujoncito” a su “cuate” en el gobierno. Y si el “compadre” tiene el poder para concederle el deseo, y de paso le “unta la mano”, casi seguro que se apunta al “cambalache” de cortesías. ¿Y cuál es el sistema político que otorga esa amplia discrecionalidad a los burócratas? El Estado benefactor y su inseparable mercantilismo.

La economía no es un “sector”. Es simplemente el proceso por el cual intercambiamos bienes y servicios para satisfacer necesidades y alcanzar fines propios. Que la jerga “economisista” predique semejante tontería, no le da validez lógica ni racional. Que se pretenda, además, hacer creer que los “capitalistas explotadores”, conforman ese supuesto “sector” es una desfachatez usada para tergiversar argumentos y manipular a muchos. Yo, no voy a prestarme a ese juego arcaico fruto de las costras mentales del siglo pasado.

¿Si la supresión de cargas impositivas directas, comenzando por el Impuesto Sobre la Renta, funciona para que los “micros” transformen recursos en riqueza, por que no extender esa medida, en lugar de únicamente favorecer a varios? No es correcto gravar con el ISR a las empresas pequeñas. Ni a las medianas. Ni a las grandes. No es correcto, si se es coherente y se entiende de la economía de todos los días. De todas las personas.

(Por cierto, es una farsa esa de que los miembros de una Organización No Gubernamental no lucran. Eso sí, son “pilas” para encontrar formas de “distribuir” sus utilidades: una porción significativa de ellas se reparte a los “no dueños” por medio de salarios y prerrogativas. ¿O no?)

¿Por qué sí liberar a unos del pago de tributos y a otros no? ¿Acaso porque fulanito, para el gusto de algunos, ya posee “demasiado”? ¿Y qué pasará cuando el microempresario se convierta en mediano y luego en grande? ¿O sólo se permite ser “medianamente” exitoso? ¿O mejor quedarse diminuto? Así, seguiremos viviendo en la versión maya de “Liliput”.

Hay que generalizar las exoneraciones y acabar con el trato desigual en materia fiscal. Tanto el gran Tiranosaurio Rex como el pequeño Velociraptor, pertenecen al final del Cretácico. Ambos están ya extintos. ¿En qué fase se encuentra el mercantilismo chapín? ¿Qué tan lejos estamos de su desaparición?

Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, en la columna semanal “Principios”, el lunes 22 de mayo de 2006.