Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

7.10.2006

Pedraz en el camino

¿O piedras en la ruta hacia la verdad? Quién sabe. Yo al menos, creo que el viaje de Santiago Pedraz a Guatemala nos trajo más bien que mal: despertó un importante debate sobre hechos inconclusos y confusos de la historia próxima: los abusos y los crímenes perpetrados por guerrilleros y militares.

“Una noche –continuó Markovic-, un grupo de chetniks se presentó en la casa donde vivían la mujer serbia y el hijo del croata… La violaron uno tras otro, cuanto quisieron. Como el niño, de cinco años, lloraba y forcejeaba defendiendo a su madre, lo clavaron con un bayonetazo en la puerta: igual que esas mariposas en un corcho… Luego, cuando se cansaron de la mujer, le cortaron los pechos y la degollaron. Antes de irse pintaron en la pared una cruz serbia y las palabras: Ratas ustachas… ni un solo vecino encendió una luz ni salió a la calle a ver qué pasaba.” Párrafo copiado de la novela de Arturo Pérez-Reverte “El pintor de batallas”. Si algo similar ocurrió en nuestro país debemos denunciarlo. Y aquel que haya cometido semejante acto, debe ser castigado con la pena máxima. Sea guerrillero o militar.

La visita de Pedraz logró que se confrontara la reciente guerra civil: ahora podemos comparar versiones y desentrañar eventos ocultos durante la última década. Y a partir de argumentos y evidencias, “desenterrar” la verdad de lo sucedido entre 1960 y 1996. ¿Qué pasó en nuestro suelo patrio? Para encontrar respuestas hay que escudriñar en el pasado. Entre pasiones y razones, entre agresiones y exabruptos, descubrir y señalar responsables. Discutir sobre lo posible y lo imposible, descartar la ficción y quedarnos con la realidad cruda y objetiva. Aunque esta sea cruel. Inimaginable.

En ningún caso se justifica el asesinato de un individuo por lo que piensa. Una persona, por opinar diferente a otros, no debe ser apresada ni “eliminada”. Como ocurre en los regímenes totalitarios: como en la Cuba de Fidel Castro.

El uso legal de la fuerza que caracteriza a un Estado, no puede ser usado en contra de aquellos a quienes está llamado a proteger: a los habitantes respetuosos y productivos de la sociedad.

Es condenable la doble moral de quienes sólo pretenden sancionar, arbitrariamente, a unos. Pareciera que los mueve el deseo de venganza, y no la búsqueda de certezas y la aplicación de la justicia. Hipocresía y oportunismo de vampiros que se alimentan y viven de la sangre derramada inútilmente.

¿Alguien se atreve a iniciar procesos contra los subversivos que ganaron en la componenda política, librándose así de las consecuencias de sus acciones terroristas? Muchos de ellos hoy, acomodados burócratas del gobierno, y otros, “formadores de opinión” que pontifican desde los medios de comunicación.

¿Irá a tener éxito el intento de convertir en héroes del celuloide a los guerrilleros? ¿Al final, prevalecerá el cuento “cruzado”? No a la justicia de un ojo vendado: hasta la vista Santiago.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, en la columna semanal “Principios”, el lunes 10 de julio de 2006.