El lagarto baltilisco
Hasta 1991 cuando recuperan su independencia, los habitantes de Estonia, tierra de Santa Claus, más que alegrías, habían cosechado tristezas envueltas en una invasión iniciada en 1939 por los nazis y los soviéticos. Después de 1944, Stalin quedó como único emperador, destronando a Hitler. No obstante, en palabras de Laar, los “individualistas necios” de esta sociedad ubicada entre Occidente y Oriente, pelearon por su libertad y mantuvieron viva la idea de la resistencia.
“Sólo los que han vivido bajo un régimen similar saben lo que significa el totalitarismo. La imaginación se queda corta contrastada con la realidad”. Laar, dos veces primer ministro de Estonia, con posibilidades de un tercer mandato, nació en 1960 y ejerció como profesor de Historia hasta 1990.
Inspirado en el libro “Free to choose” de Milton Freedman, llega a la conclusión de que urgían medidas de choque para cambiar su país. El y su equipo de trabajo entienden el daño causado por las políticas del gobierno socialista y cuál es la verdad del “paraíso” que ofrece el colectivismo.
A principios de la década pasada colapsa su economía: enfrentan un 1000 por ciento de inflación y un 30 por ciento de gente sin trabajo. Escasez: los padres debían comprobar que tenían 3 hijos para que les autorizaran un litro de leche. La comida y la energía eléctrica eran racionadas, no existían automóviles y las diferencias entre la población y los gobernantes eran abismales.
Ante ese escenario, toman decisiones impopulares pero exitosas. Eliminan las barreras al libre intercambio. Desmantelan el sistema fiscal progresivo y directo propuesto por Marx, y lo sustituyen por una tasa única que continúa a la baja. Privatizan, acaban con los subsidios, equilibran el Presupuesto (no gastan más de lo que les entra), y enfilan hacia un Estado de Derecho. Aseguran la propiedad privada: la parte más importante de las reformas.
Hoy, Estonia es considerada una de las sociedades más libres del mundo, con un ingreso individual al año superior a los 10,000 dólares y un crecimiento económico que ha superado el 10 por ciento anual y, paradójicamente, han aumentado sus ingresos fiscales.
Sin embargo, hay que dejar claro que Estonia aún posee algunas características de un Estado benefactor. Pero lo importante es el camino que tomaron hacia la abolición de ese sistema interventor que sólo produce miseria y destruye la riqueza creada. En fin, sin miedo y sin excusas, elijamos una sociedad libre y respetuosa, sin coerción ni privilegios.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno” el lunes 25 de septiembre de 2006.
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