Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.02.2006

Granja del Pavor

Temor sintieron los encargados de vencer los muros del presidio que resguardaba a peligrosos criminales cuyas actuaciones habían intimidado a muchos inocentes.

Con espanto fueron parte de un fuego cruzado entre aquellos que cumplían condena y ellos, los condenados a acatar la orden de retomar lo que nunca debieron perder: el control del centro penitenciario donde se encontraban recluidos violadores de los derechos de otros. Pero una errónea interpretación de lo que es cumplir con un castigo, terminó convirtiendo el penal, para algunos cuantos, en un club de esparcimiento “todo incluido”, cortesía del tributario.

Indefensos, los ciudadanos eran testigo de cómo se multiplicaban exponencialmente los antisociales al ser destinados los aprendices de ladronzuelos al reino de Al Capone, quien, paradójicamente, sentenció: “Donde no se obedece la ley, la corrupción es la única norma. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y el derecho han desaparecido de nuestras vidas”.

Oscar Berger inicia su viaje al otro “Infiernito” al final de su mandato. Más vale tarde que nunca. Se hizo acompañar de Alejandro Giammattei, propiciador del viaje a la región abandonada. Imagino que la prisión está divida en nueve círculos, los cuales se van haciendo más pequeños, formando una especie de órbitas continuas hacia el corazón de la “Granja Modelo de Recreación Pavor”.

Conforme avanzan, se encuentran con personajes mitológicos, históricos y varios contemporáneos suyos que ejercieron su misma profesión: políticos. En el séptimo círculo se enfrentaron con los violentos.

Caronte se llevo a Luis Alfonso Zepeda y Jorge Estuardo Batres, junto con cinco miembros más del séquito del Terror, incluido el “Chiquitón” Mayorga, que había cambiado a su banda de secuestradores AR-15 por un arma AK-47. No se llevaron al Hades ni la televisión ni el “jacuzzi” ni la casa canadiense. Al menos, eso reportan los testigos. Quién sabe si ya habían hecho un pacto con el diablo, que los esperaba con acomodaciones dignas de tales representantes suyos en la tierra. La mascota, el can Cerbero, se encuentra en poder de las autoridades; al igual que la pantera, la loba y el león.

Actores hipócritas que deberían formar parte del grupo recluido en la sexta fosa del octavo círculo del Pavor, pusieron el grito en el cielo ante la posibilidad de que se incomodara a los “ángeles caídos” en desgracia como consecuencia de las “estructuras injustas” del Estado benefactor colapsado: el sistema que acabó con la responsabilidad individual de muchos, empezando por los patrocinados de los falsos defensores.

En fin, antes de que me condenen al quinto círculo de los “libres pensadores”, afirmo que los habitantes de la Guate amenazada por algunos “malos” destinados eternamente a deambular en los “sacos” del octavo círculo de Dante, fueron observadores quánticos de una parte de su realidad que explica por qué estamos como estamos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno, el lunes 2 de octubre de 2006.

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