El bus de Babel
Es esta la travesía última de un viaje intelectual que para mí comenzó el jueves 2 de noviembre de la mano de los escritos de Arthur Seldon. Cuántos nombres, cuántas nacionalidades, cuántos sueños. Pero, principalmente, cuántas ideas fincadas en férreas raíces de principios firmes que podemos resumir en ese respeto al anhelo de cada uno de los presentes (y también de los ausentes) de hacer realidad nuestro proyecto de vida, único e irrepetible, expresado en el desdeñado y casi prohibido concepto repleto de significado para todos: Yo.
Sin duda, la inquietud de los participantes ante los tiempos inciertos que vivimos es muy similar a la experimentada en aquella ya lejana primera cita de peregrinos que se encuentran en un monte suizo en1947. Sin embargo, al menos hoy nos permitimos gritar a los cuatro vientos, desde cualquier montaña, que creemos en los individuos, en su derecho a elegir y su obligación de enfrentar y asumir los resultados de sus acciones. El verdadero humanismo, basado en el ser humano como es, y no como algunos quisieran que fuera.
Discutir sobre el pensamiento de Hayek, de Mises, de Friedman… Plantear los retos a afrontar en los albores del siglo veintiuno después del nacimiento de Cristo, las posibles vías a seguir y, en especial, la necesidad de, además de pensar, actuar en persecución de un mundo pacífico que facilite la cooperación entre las personas que buscan sus fines y coinciden al intercambiar lo propio con quien nos ofrece aquello que nos ayuda a satisfacer deseos. Esa acción que evite el paso de los tanques de la confrontación y la constante destrucción que promueven las ideologías totalitarias y colectivistas.
El inesperado regreso de la capital de antaño a la actual lo hago por las nubes. Periplo que me permite reflexionar y disfrutar de los valles rodeados de colinas. Reflexiones que me comprometen a combatir, como a tantos otros espíritus jóvenes de todas las edades, en la batalla de las ideas que tienen consecuencias. Batalla inspirada, en parte, en los riesgos tomados por los notables solitarios, marginados y denostados, de aquel cerro helvético cubierto de nieve. Solitarios, marginados y denostados: cuántas cosas continúan igual. No obstante, cuántas cosas han cambiado.
Por la libertad individual: la mía, la suya, la de todos.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno” el lunes 20 de noviembre de 2006.
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