Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

3.11.2019

¿Por qué prevalece la ignorancia en la política?




¿Por qué prevalecen en las elecciones políticas los espejitos que suelen ofrecer los políticos cuando se encuentran en campaña? ¿Por qué es diferente la manera en la cual la mayoría de personas actúan cuando se trata de tomar decisiones que afectan directamente, de forma clara y explícita, su esfera personal? Al fin, tarde o temprano, pagaremos las consecuencias de las malas decisiones políticas que tomemos, en las cuales, lamentablemente, se impone la emoción por encima de la razón.

A pocos de días de que empiece formalmente la campaña electoral, aún no tenemos claro qué va a suceder. Al menos ya sabemos cómo interpretó el TSE las modificaciones de 2016 a la LEPP. No obstante, la mayoría de los candidatos a los diferentes cargos de elección, desde ya muestran su incapacidad ¿o su descaro? en el cómo pretenden arreglar lo que consideran nuestros problemas principales. Proliferan los almuerzos gratis (o, más precisamente, los almuerzos robados) que ofrecen a los que voten por ellos, y no las verdaderas propuestas que promueven la prosperidad.

Pero, ¿por qué los almuerzos gratis que ofrecen los candidatos prevalecen electoralmente? ¿Por qué tantos deciden en contra de su bienestar real en el largo plazo y se dejan embaucar, una y otra vez? Brillan por su ausencia los discursos que abordan la realidad, los costos de oportunidad, las ventajas comparativas, la explicación de que los ingresos dentro de un verdadero mercado se obtienen beneficiando a otros, el rol que juega en el progreso el respeto al derecho de propiedad y a las utilidades legítimamente ganadas, la importancia del capital para la transformación de recursos en riqueza y la creación de fuentes de trabajo productivo… En fin, todo aquello necesario para que mejoremos nuestra calidad de vida y, de paso, acabemos con la corrupción, es ajeno a la discusión política.

A menos que los votantes comprendan los mecanismos involucrados en el desarrollo, no podrán evaluar con precisión por cuál político votar. Más aún, prevalecerá la ignorancia económica y la falsa idea de que el gobernante les va a resolver sus problemas y a satisfacer sus necesidades casi que por arte de magia o exprimiendo a los ricos. La ironía es que al final los que salen más perjudicados son precisamente los más pobres que encuentran más obstáculos para superar esa pobreza, y quienes habían logrado superarla pero que al esperar mejorar a partir de la intervención del abstracto Estado, terminan retrocediendo en su calidad de vida en lugar de mejorarla.

Pretender avanzar apoyando la violación de los derechos de otros, no solo es una injusta mentira, sino que termina afectándonos a todos. Aquellos que se benefician de la vasta red de intercambios voluntarios dentro del mercado sin comprenderlos, pueden ser atraídos por los cantos de sirena que, de hecho, socavan los acuerdos que les permitieron superarse. Dentro del sistema Benefactor/Mercantilista, la competencia política promueve falsas esperanzas que solo sirven para que los populistas lleguen al ejercicio del poder.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 11 de marzo de 2019.

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10.02.2017

La burguesía socialista



Los socialistas democráticos, en la mayoría de los casos burgueses acomodados, recurren al intervencionista Estado Benefactor el cual privilegia a unos en detrimento de los derechos de otros para alcanzar la que denominan justicia social por medio de la supuesta igualdad de oportunidades que lo que busca es la equidad de resultados, independientemente de que esos resultados correspondan justamente al esfuerzo, mental y físico, que cada quien haya hecho o el riesgo que cada quien haya tomado.

A diferencia de los comunistas, proponen alcanzar sus objetivos sin nacionalizar todos los medios de producción ni planificar de manera totalmente centralizada toda la actividad económica de la sociedad. En otras palabras, promueven un sistema mercantilista donde el gobernante, en nombre del abstracto Estado, tiene la última palabra en lo que respecta a los privilegios que se otorgan y cuándo éstos terminan. Al final, es una especie de concesión y una ilusión de propiedad privada. Un dominio temporal de los medios de producción por aquel que se cree propietario.

El socialista actual, que no se atreve a declararse como tal y recurre a los términos ambiguos de progresista o izquierdista, exige que el gobierno intervenga la actividad empresarial regulando, ordenando, restringiendo, fiscalizando, gravando y dirigiendo casi todos los aspectos propios de la empresa y la competencia, bajo la creencia de que más de alguien puede aprovechar los incentivos y las innovaciones que mejoren las condiciones materiales de la vida de un sector de la sociedad. La dirección, la forma y la medida en que los emprendedores tendrán PERMISO para ser productivos se limitarán y restringirán dentro de las vías que sirven a los supuestos valores superiores, no lucrativos de la indeterminada sociedad civil, que igual pueden llamar el pueblo o cualquier otro colectivo supuestamente desposeído y explotado.

El Estado benefactor no es otra cosa más que el Estado distribuidor. Un sistema contradictorio, basado en premisas falsas, que en el largo plazo acaba con la posibilidad de progresar de la mayoría. Un ejemplo de lo anterior es el actual sistema político de Guatemala, el cual Vilfredo Pareto llamaría socialismo burgués: un sistema de regulación gubernamental, de redistribución de favores y de privilegios que benefician a los mercantilistas y a los líderes de los grupos de presión sociales, en lugar de un socialismo proletario que solo propone trasladar dinero de los ricos a los pobres.

La agenda de equidad e igualdad de oportunidades de los socialistas, además de injusta y violadora de los derechos individuales, facilita y promueve la corrupción en todos los sentidos. La corrupción tanto de aquel que llega al ejercicio del poder como de aquellos que se corrompen moralmente y se acomodan a vivir vidas infelices, mediocres y parasitarias. Es una agenda basada en el absurdo, que falsea la realidad y propone medidas contrarias a la naturaleza humana. Por eso siempre fracasan en el largo plazo.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de octubre de 2017.

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7.24.2017

Chulada de hundimiento



Y no me refiero a los cráteres, algunos cuyo fondo no es visible, que inundan nuestras carreteras. Hundimientos de los cuales, descaradamente, los funcionarios estatales culpan a la lluvia. Sí, créalo o no, la culpa es del agua que se atreve a filtrarse en las magníficas autopistas que cubren nuestro país de punta a punta. Caminos que da gusto recorrer disfrutando del hermoso paisaje que nos brinda Guatemala. ¡Qué bárbara la lluvia! ¿Cuándo irá a ser perseguida y denunciada por el Ministerio Público y la CICIG?

En fin, ironía aparte, la desastrosa condición en la cual se encuentran nuestras vías de comunicación, simplemente reflejan la realidad misma del sistema político vigente que facilita la corrupción, la verdadera causante de la desgracia en la cual no sólo se encuentran las carreteras, sino todos los servicios que, supuestamente, son responsabilidad de los gobernantes en nombre del abstracto Estado. Somos testigos del hundimiento del Estado Benefactor/Mercantilista. Sin embargo, aún somos pocos los que nos atrevemos a señalarlo. Tal vez es porque la mayoría sólo sufre las consecuencias de su fracaso, pero no conocen o entienden el origen de la tragedia en la que vivimos.

Es raro el que niega que la reina de la construcción es la corrupción. Al menos, en la construcción a cargo de los gobernantes. En la construcción de puentes, carreteras, hospitales, escuelas… y todo aquello que, según los estatistas, debe hacer el gobierno. Vaya ingenuidad de muchos a estas alturas del partido y en un siglo en el cual es cada vez más difícil ocultar los hechos de la realidad.

Aunque, detrás de los bienintencionados que sirven de parlantes de la potestad estatal para intervenir en todo aspecto de la vida humana en sociedad, están aquellos perversos, oportunistas, saqueadores parasitarios que se aprovechan de la candidez de la mayoría para llegar al ejercicio del poder. Y una vez en posesión de sus cargos, con contadas excepciones, se quitan la máscara y se dedican a hacer lo mismo que sus antecesores: mentir, robar y extorsionar. ¡Ah! Y vender al mejor postor el poder que los ingenuos le otorgaron.

Alejandro Sinibaldi es un ladrón, un extorsionador, un corrupto que debe rendir cuentas ante la justicia y compensar a sus víctimas, los tributarios. Así como lo es Arnoldo Medrano y familia. Así como lo son los burócratas corruptos que los apoyaron y, sin duda, muchos más de quienes han ejercido un cargo en el Estado. Sin embargo, de los acusados que no eran parte de la burocracia estatal habrá que diferenciar a los cómplices voluntarios de Sinibaldi y demás funcionarios que hicieron negocios turbios con ellos, de quienes cedieron a la extorsión. Y todos, en su justa medida, deberán pagar las consecuencias de sus acciones.

¿Qué deben hacer quienes son extorsionados? Denunciar y no trabajar con los inmorales. ¿Cómo evitar la corrupción, no sólo en los nuevos contratos de infraestructura, sino en todo el Estado? Cambiando el sistema de incentivos perversos que prevalece.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de julio de 2017.

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6.19.2017

Aliados para la prosperidad de quién



Es la pregunta que me hice cuando me enteré de que se iban a reunir en Miami los Presidentes del llamado “Triángulo Norte” (Guatemala, El Salvador y Honduras) con funcionarios del gobierno de EE.UU. y un grupo de burócratas de organismos internacionales, bajo la excusa de discutir una de las promesas incumplidas de Obama: el “Plan Alianza para la Prosperidad”.

Por supuesto que, como es común hoy en casi todo ofrecimiento político, vendieron la idea a los ingenuos como un medio para apoyar a los pobres de la región, evitar la emigración y combatir a los narcotraficantes. Pero más allá de las supuestas buenas intenciones del plan, en lo que respecta al cómo lograr esos objetivos, proponen lo mismo de siempre: más intervencionismo y estatismo, además de la intención de aumentar los impuestos y endeudarnos más con los burócratas parasitarios del Fondo Monetario Internacional y similares.

Proponen, entre otras cosas, crear una agencia para la ¿inversión? del dinero de los tributarios, estadounidenses y locales, con la excusa de construir infraestructura y crear fuentes de trabajo. En otras palabras, los promotores de esta idea pretenden financiar sus negocios con nuestros tributos y con los tributos de los gringos. Les recuerdo que, ni nuestros impuestos, ni los impuestos de los estadounidenses, ¡ni los impuestos de nadie!, deben servir para que unos cuántos oportunistas capitalicen sus compañías. Es esta una estrategia mercantilista y contraria tanto a la naturaleza del gobierno como a la naturaleza empresarial.

Por cierto, ¡ojalá fueran correctas las apreciaciones de Rex Tillerson!, quien cree que han hecho cambios importantes para atraer inversionistas a nuestros países: “Insto a los gobiernos del Triángulo Norte a escuchar las recomendaciones que formule el sector privado y seguir avanzando en los importantes adelantos que han conseguido en la mejora del clima de negocios, ya sea fortaleciendo las instituciones, eliminado reglamentaciones perniciosas u obstructivas y, ciertamente, erradicando la corrupción”, declaró el Secretario de Estado de los Estados unidos.

Precisamente porque no se han eliminado los obstáculos a la creación de riqueza en nuestros países es que somos incapaces de atraer la inversión necesaria para transformar recursos y crear fuentes de trabajo productivas, esto a pesar de las ventajas que nuestra región ofrece a los interesados en arriesgar su capital en naciones tercermundistas. El error principal está en creer que el progreso es consecuencia del gasto del gobierno y/o la alianza con grupos de presión, lo que sólo beneficia a unos pocos en perjuicio de la mayoría.

“¿Qué tema puede ser más importante que el origen de la prosperidad?”, preguntó Matt Ridley en su reciente visita a Guatemala. Coincido con él. Sin embargo, dudo que de la reunión en Miami se logre esa prosperidad para todos. Si no hay creación de riqueza no hay progreso, no hay prosperidad. Con más estatismo e intervencionismo no van a poder solucionar absolutamente nada, ninguno de estos burócratas de Estados Unidos, de Guatemala, de Europa ni de ningún lado.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 19 de junio de 2017.

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5.01.2017

El trabajo y la riqueza



La única forma de aumentar de manera sostenida en el tiempo los ingresos reales, personales y de los demás miembros de la sociedad, es aumentado nuestra productividad. Mejorando nuestros ingresos reales, aumenta la riqueza creada y por tanto la calidad de vida propia y de todos. Una mejora que depende de la importancia de nuestro aporte a la creación de esa riqueza. Existe una enorme cantidad de evidencia que sustenta la veracidad de lo anterior. Basta hacer una breve investigación en Internet para toparse con las estadísticas y los índices de productividad y progreso que empezaron a hacerse desde el siglo diecinueve.

Sin embargo, a la fecha hay mucha gente influyente, en algunos casos bienintencionados y en otros no, que promueven medidas estatistas que obstaculizan el progreso. Y, como casi siempre, los más afectados con estas medidas propias del Estado Benefactor/Mercantilista suelen ser los más pobres, a quienes más afectan los obstáculos que esas políticas ponen a la creación de riqueza. Por cierto, el estado natural del ser humano es la pobreza. Todos venimos de la mayor de las pobrezas, en la cual el principal objetivo del núcleo familiar, y de los individuos en general, es sobrevivir.

Sé y reconozco que éste es un hecho que cuesta entender, porque tanto usted como yo formamos parte de una familia en la cual esa pobreza extrema ya fue superada, gracias a que uno o varios de nuestros antepasados pagaron el costo para salir adelante y sacar a sus descendientes de esa condición natural del ser humano. Alguien que trabajó arduamente durante mucho más que ocho horas diarias, los siete días de la semana; que si acaso estudió algo fue apenas lo básico: sumar, restar, tal vez multiplicar y dividir y, con suerte, medio aprendió a leer. Quién plantó el capital semilla que les permitió a nuestros padres y/o abuelos crear la riqueza que hoy nos asegura una mejor vida.

Como escribí en mi artículo titulado: “La necesidad de trabajar” (9/2/2015): “Si elijo vivir necesito trabajar. Si no trabajo, no podré ni siquiera sobrevivir, no digamos mejorar mi calidad de vida. Nadie tiene el derecho moral de impedirme trabajar en lo que yo decida, una vez mi elección no violente la vida, la libertad y la propiedad de otros. Los demás, ciudadanos y gobernantes (burócratas estatales y de organismos internacionales), deben respetar mis decisiones en general, incluidas las condiciones que haya negociado con mi empleador”.

En fin, lo más importante es entender el porqué todos venimos de la pobreza, más allá de hace cuántos años ésta haya sido superada por nuestra familia. Nuestra tarea es conservar la riqueza creada y acrecentarla. Para alcanzar este objetivo, como lo hicieron nuestros ancestros, debemos trabajar. Y es vital resaltar que el esfuerzo debe ser tanto mental como físico. Más aún, de los dos trabajos, el trascendental es el mental. Si no le damos la relevancia que tiene, terminaremos derrochando nuestros escasos recursos y alejándonos de nuestras metas. Terminaremos destruyendo riqueza.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 1 de mayo de 2017.

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11.28.2016

El robo legal del año



Todos los años por estas fechas, se legaliza el mayor robo que hay en nuestro país. Y hasta hoy, a excepción de unas pocas columnas de opinión como esta que usted lee, los medios de comunicación tradicionales no sólo NO lo denuncian públicamente, en la mayoría de los casos se vuelven comparsas del robo al convertirse en caja de resonancia del establishment que aboga para que cada período los gobernantes malgasten y despilfarren más de nuestro dinero.

Sí, el dinero de los tributarios, el cual nos es expoliado bajo la amenaza de ir a la cárcel: una extorsión trágicamente legal. Por supuesto que aducen para justificar ese robo que se va a utilizar para lo que la mayoría considera fines deseables: educación, salud, vivienda, cultura, deporte… Agregue a la lista todo aquello que se le antoje: dentro de la reglas del Estado Benefactor/Mercantilista que impera, todo deseo (sea un derecho, una necesidad o un capricho) es bienvenido por los pícaros que quieren ejercer el poder y están dispuestos a ofrecer el cielo y la tierra a quienes voten por ellos, que suelen ser los peores representantes de nuestra sociedad ya que es a quienes atrae el sistema de incentivos perversos que prevalece.

Ese multimillonario robo, que pretenden que para 2017 sea de alrededor de Q.80 millardos, lo legalizan por medio del decreto legislativo que da vida al mal llamado Presupuesto del Estado que, si utilizaran correctamente los términos, deberían llamar Presupuesto de malgasto de las pandillas politiqueras en el ejercicio del poder. El tal Presupuesto lo que refleja es la negociación entre los gobernantes y los grupos de presión que se piensan repartir el botín.

No se deje engañar por el uso mal intencionado del lenguaje. Los gobernantes, en nombre de esa ficción llamada Estado, NO invierten en nada. Los gobernantes lo único que hacen es gastar lo que otros han creado. ¿Cómo lo gastan? Es esta una de las preguntas más importantes que debemos responder aquellos que somos obligados a financiar tal gasto, que al final solo sirve para que otros, que no se lo han ganado, acumulen fortunas a costa nuestra.

No me canso de repetir, y lo seguiré haciendo hasta que la mayoría de los tributarios lo hayan entendido e internalizado, que el robo de nuestros impuestos se da en la ejecución del Presupuesto de malgasto de los politiqueros en el ejercicio del poder. El botín son los impuestos que pagamos todos los meses. Somos obligados a entregar una parte sustancial de la riqueza que hemos generado a base de nuestro esfuerzo mental y físico.

¿Y para qué tributamos? Para mantener la buena vida de los gobernantes, de los líderes de los grupos de presión, de los burócratas internacionales de organizaciones supranacionales, de la parasitaria e innecesaria burocracia estatal nacional y de todos aquellos que se benefician del estatismo y el intervencionismo, impulsado en muchos casos por gente que se ve afectada pero no es capaz de superar la programación de siervo promovida por la educación estatizada.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 28 de noviembre de 2016.

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8.08.2016

Pobres crónicos



Guatemala es el país en la región con más población viviendo en pobreza crónica (siempre han estado debajo del umbral de la pobreza), según el informe del Banco Mundial llamado “Los olvidados, pobreza crónica en América Latina y el Caribe”; lo que, a pesar de la desconfianza que me inspiran los burócratas bien pagados (con nuestros impuestos y el de los tributarios de los países que los mantienen) de las organizaciones estatales supranacionales, no me extrañaría que fuera cierto, ya que desde 1945 el sistema que impera en nuestro país es el castrante Estado Benefactor/Mercantilista.

Es importante señalar que después de 70 años de vivir dentro de un sistema estatista e intervencionista, en el cual los más pobres siguen siendo casi igual de pobres, esas mismas políticas han logrado, en particular en los últimos años, reducir la brecha que tanto les preocupa a algunos envidiosos: o sea, lograron que los ingresos reales de quienes no eran tan pobres, la llamada clase media, se redujeran y ahora estén más cerca de los ingresos de los pobres crónicos.

Por supuesto que en los países en los cuales hubo menos crecimiento económico son los países en los cuales viven más pobres crónicos: no se necesita ser genio para darse cuenta de tal realidad. Pero, ¿cómo va a haber crecimiento si cada vez hay más obstáculos a la creación de riqueza? Y, lo que es peor, casi todos los informes que los mencionados burócratas elaboran terminan recomendando más de lo mismo: más estatismo, más intervencionismo y, sobre todo, ¡más impuestos! Así es imposible que se logre mejorar la calidad de vida de todos en el largo plazo.

Con más impuestos, en especial impuestos directos, lo único que logran es ahuyentar la inversión de capital necesaria para transformar los recursos en riqueza que, como es obvio, es la única forma de superar la pobreza. Si no hay inversión, no hay suficientes fuentes de trabajo productivo que les permitan a aquellos que no tienen empleo encontrar uno que les facilite satisfacer sus necesidades; y a los que ya tienen trabajo, encontrar uno mejor que les permita progresar. Y sí, señores del Banco Mundial, descubridores del agua azucarada: “los ingresos laborales representan el factor impulsor más importante para la reducción de la pobreza”, como indican en su informe.

Ahora que los del CACIF, el gobierno y el ICEFI parece que se han puesto de acuerdo en lo que respecta a la futura reforma tributaria, es vital que tengan en cuenta lo anterior, para que no terminen negociando una nueva puñalada fiscal que, al final, también les va a estallar en la cara a quienes pretendan transar con los que ejercen el poder (incluido el embajador de EE. UU.) y clavar a los empresarios no organizados y al resto que ya pagamos más que suficiente para mantener a una burocracia estatal parasitaria, ineficiente, en algunos casos inexistente, y en su mayoría INNECESARIA. No se diga la tajada de nuestros ingresos que termina en los bolsillos de los corruptos de turno que creen que gobiernan.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de agosto de 2016.

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6.13.2016

El sistema



El origen de nuestros problemas ES el sistema político que impera en Guatemala desde hace más de siete décadas. El que era el sistema de moda por aquellos tiempos, el cual fue impuesto con la Constitución promulgada en 1945. Un sistema que las siguientes Constituciones han ratificado y profundizado. Un sistema que aún en los países en los cuales previamente habían creado riqueza terminó fracasando con el tiempo. Un sistema que hoy han dejado atrás en gran parte. El sistema que ha obstaculizado el progreso de la mayoría, forzando a millones a emigrar en búsqueda de mejorar su calidad de vida y la de sus seres queridos. Un sistema de inspiración socialista light conocido como Estado Benefactor/Mercantilista.

Por lo anterior, en principio estoy de acuerdo con el hashtag que impulsaron para la recién pasada manifestación del sábado 11 de junio del presente año: #EsElSistema. No obstante, es importante aclarar con detalles y probar con evidencia contundente cuál es ese sistema. Sistema al cual hago mención en el primer párrafo, el cual es intervencionista y estatista. Un sistema de incentivos perversos: promueve la corrupción y el parasitismo. Digo lo anterior ya que hay quienes que, desde el siglo pasado, han fracasado en su objetivo de llegar al ejercicio del poder, y hoy ven una oportunidad de hacerse con éste aprovechándose de algunos jóvenes universitarios bienintencionados que desean cambiar la miserable situación en la cual viven muchos en Guatemala. Intención con la cual me identifico.

Desde mediados de 1998, fecha en la cual comencé a trabajar en medios de comunicación, y siguiendo el ejemplo de personas admirables que iniciaron la discusión cuarenta años antes que yo, hice énfasis en la necesidad del cambio RADICAL del sistema. Casi todos los artículos que he escrito desde 2005 los encuentran en mi blog (www.martayolanda.com) el cual les invito a visitar y corroborar qué he dicho y cuándo lo dije. Aquellos intelectualmente honestos, que buscan emitir juicios verdaderos, encontrarán la evidencia que les ayudará a desenmascarar a los mentirosos que buscan utilizarlos para alcanzar sus espurios fines personales. Recuerden: hay muchos buitres revoloteando en el actual río revuelto de la política nacional. Como buenos pepenadores que son, pretenden aprovecharse de la basura que está siendo expuesta y de la indignación que la corrupción genera en la mayoría de la población.

Quienes estamos preocupados por nuestro país e interesados en que las cosas mejoren para bien de todos, debemos estar enfocados, atentos a los cambios que inevitablemente se van a dar. Los cambios pueden ser para el bienestar de todos en el largo plazo o para empeorar la situación actual. La única forma que tenemos de evitar que nos vean la cara de babosos y nos receten más de lo mismo que ha sido probado hasta el cansancio que sólo beneficia a quienes llegan al ejercicio del poder y a su círculo cercano, es que no nos dejemos llevar por la emoción. Que prevalezca el uso de la razón.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 13 de junio de 2016.

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3.28.2016

Caen los corruptos



Caen presos varios de los ladrones que han llegado al ejercicio del poder. Pero continúa la corrupción. Se fueron presos Otto Pérez Molina, Roxana Baldetti Elías y compañía casi ilimitada, y aun así continúa la corrupción. Tal vez se van a ir presos Lula, Dilma, Cristina, Nicolás y varios ex Presidentes de Centroamérica. Y aun así va a continuar la corrupción. ¿Por qué?

Muchos corruptos, además de los mencionados, han estado presos en lo que va del siglo. Y aun así continúa la corrupción. Más aún, hubo quién resucitó, no con la gloria de antes, pero resucitó: tal es el caso de Alfonso Portillo. Lo que no detiene, como debe ser, las investigaciones y las denuncias de corrupción que hacen, entre otros, el Ministerio Público y la CICIG. Cada vez que encuentran pruebas que apuntan a actos de corrupción se arma un alboroto, en particular cuando capturan a los nuevos acusados que casi siempre se van en grupo a la cárcel. Y aun así, continúa la corrupción. ¿Por qué?

“¡Pero por qué!” Se preguntan un sinnúmero de personas que han enarbolado la bandera contra la corrupción y asistieron a, por lo menos, una manifestación, indignados por la situación que en lugar de mejorar parece empeorar. En Guatemala, en Brasil, en Venezuela… Y aun así continúa la corrupción. ¿Por qué continúa la corrupción? ¿Por qué se multiplican los corruptos? Cae un corrupto preso e inmediatamente surgen muchos más que quieren ocupar su lugar. ¿Por qué?

Porque en lugar de cambiar radicalmente el problema que hace posible la corrupción, los legisladores, los politiqueros y los miembros de los grupos de presión (incluidos los representantes de otros gobiernos y los burócratas de organismos internacionales), que ilegítima e ilegalmente se presentan como la voz de la abstracta sociedad civil, profundizan con sus propuestas el sistema de incentivos perversos que ha prevalecido y atrae a los peores representantes de nuestra sociedad al ejercicio del poder.

Tal y como he escrito en varias ocasiones, el origen de la corrupción es el poder, por eso debe ser limitado. Y ese poder lo adquieren los gobernantes gracias a la venia de los ciudadanos que decidieron otorgárselo más allá del necesario para que cumplan con sus obligaciones primordiales: dar seguridad y velar porque haya justicia. Poder que se corrompe al permitir a los mandatarios violar los derechos de unos para complacer a otros.

Quienes esperan que alguien más les resuelva la vida y les satisfaga las necesidades, que votan por quienes les ofrecen más supuestos beneficios, sin importar lo absurdo, lo injusto y lo incumplible de sus promesas, lo que están haciendo es entregándoles un cheque en blanco a los peores representantes de nuestra sociedad. Porque es a estos, a los peores, a quienes va a atraer el sistema de incentivos perversos que impone el Estado Benefactor/Mercantilista, que es populista, colectivista y de inspiración socialista. Acabemos con la corrupción. Cambiemos radicalmente el sistema político.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el martes 29 de marzo de 2016.

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11.10.2014

La Ley de Herodes



El jueves 2 de marzo del año 2000 publiqué en Siglo Veintiuno un artículo titulado “La Ley de Herodes”. Hoy, a pocas semanas del regreso a Guatemala del otrora Presidente Alfonso Portillo a quien mencioné en esa columna, y después de ver por enésima vez junto con mis estudiantes, como lo hago cada semestre, la célebre película que me inspiró, se me antojó revisar lo que escribí hace más de 14 años.

En esa oportunidad, como muestra de mi ingenuidad de aquella época, expresaba mi esperanza porque la idea inmoral (explotadora y violadora de los derechos individuales) detrás del conocido refrán mexicano no se convirtiera en norma de conducta de los gobernantes y los burócratas estatales. A la fecha ya acepté la realidad: no solo es una regla felizmente aplicada por aquellos que llegan al ejercicio del poder, sino que los chingados y jodidos hemos sido los productivos. Nosotros, los responsables y respetuosos, sobre quienes pesa el mantener a los corruptos que llegan al ejercicio del poder, a sus familiares y a sus amigos influyentes que, por medio de privilegios, contratos con el Estado y mentiras, han saqueado nuestro bolsillos.

“La Ley de Herodes” narra cómo a finales de la década de los años 40 del siglo pasado llega un miembro menospreciado del PRI a Presidente Municipal de San Pedro de Los Saguaros, un pueblo donde abundan los pobres. Juan Vargas, protagonista de la historia, pasa de encargado de un basurero a ser la máxima autoridad de este miserable poblado olvidado por el progreso y la justicia social, habitado en su mayoría por indígenas que no entienden el español.

En un principio, Vargas piensa que debe cumplir con las promesas que han hecho los dirigentes de su partido de llevar una supuesta modernidad al país. Sin embargo, no tarda mucho en rendirse a las ventajas que le da el poder y comienza una vertiginosa carrera criminal a la sombra de la ley: se convierte en un dictador autoritario, extorsionista, corrupto y asesino. La película termina con Varguitas convertido en héroe y en diputado de la nación. Antes pensaba que era una ironía. Ahora sé que es la triste realidad del Estado Benefactor/Mercantilista dentro del cual vivimos, basado en un sistema de incentivos perversos, inmoral e injusto, que solo beneficia a la minoría gobernante que llega al ejercicio del poder gracias al autoengaño de la mayoría de ciudadanos que aún creen los cuentos politiqueros de que alguien más va a asumir su responsabilidad individual de ganarse la vida.

Así es la democracia: populista. Creen que votan para violentar sólo los derechos de unos cuantos, sin darse cuenta que quienes peor terminan son ellos. No solo los políticos no van a cumplir sus promesas por motivos obvios, sino que con el poder que les dieron van a robarles a quienes pudieron haber invertido para crear riqueza (más y mejores bienes y servicios, más baratos gracias a la competencia) y creado empleos productivos que les pudieron ayudar a mejorar sus ingresos reales. Un suicidio  anunciado.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 10 de noviembre de 2014. La imagen la bajé de la Internet, no es obra mía.

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11.03.2014

De mendigo a gobernante extorsionador



En tiempos de campaña política proselitista ¡como si hubiera de otro tipo! la cual se intensifica conforme se acercan las elecciones generales, el contraste entre el político que busca el poder y aquel que lo ejerce es cada vez más evidente. Quienes quieren llegar a gobernar plenamente (léase: los que quieren ser Presidente) se dedican a limosnear el voto de todos aquellos a los que les encanta ser engañados con promesas populistas incumplibles cuyo único objetivo es lograr que el ungido sea electo para repartir el botín desde el trono presidencial del Ejecutivo.

Mientras, aquel que se encuentra temporalmente ejerciendo el cargo de primer ¿mandatario? empieza a darse cuenta que el tiempo de ordeñar al tributario se le acaba. En su desesperación por exprimir a quien produce y trabaja, conceptos ajenos a la mayoría de miembros de la cleptocracia gobernante, recurre al chantaje público y a la extorsión descarada. Los mandantes, ingenuamente, pensamos que hemos visto todos los ardides posibles para facilitar el robo legalizado de nuestro dinero. Sin embargo, la agonía de quienes ven llegar su fin en el ejercicio del poder les lleva a proponer medidas que hasta podríamos considerar prohibidas, criminales, terroristas. Tal es el caso de Otto Pérez Molina que insiste en contratar a mercenarios fiscales con la peregrina idea de que así va a lograr extraer más dinero de los frágiles bolsillos de los habitantes del país.

Los motivos por los cuales los politiqueros actúan de tal manera son obvios en ambos casos. Es fácil de entender el atractivo que encuentran en ejercer el poder quienes son ineptos para hacer cualquier cosa que no sea engañar a la gente y robarle a otros lo que estos se han ganado honrada y dignamente, dos términos cuyos significados son desconocidos por la mayoría de miembros de la especie animal mencionada. Por eso, primero mendigan el voto de los ciudadanos ya que lo necesitan si van a ser electos democráticamente. Una vez llegan a los cargos por los cuales mintieron a diestra y siniestra, utilizan ese poder que los votantes les dieron para amenazar a quienes antes cortejaban humildemente: o pagan los impuestos que al gobernante se le antojan (sin importar lo que hagan con ese dinero) o los mandan a la cárcel. En el menos peor de los casos, intimidan a los empresarios, a quienes arriesgan capital propio con la intención de crear riqueza, con cerrarles el negocio. Pasan de pordioseros a opresores.

Me cuesta entender a quienes siguen apoyándolos y creen en ellos y en el injusto sistema Benefactor/Mercantilista (estatista, intervencionista) que les permite a los estafadores políticos salirse con la suya. Más aún en esta época en la cual es tan fácil conocer las mentiras de los gobernantes, saber cómo se apropian de los tributos y comprobar en qué malgastan lo que a nosotros nos costó ganar. ¿Por qué falsean la realidad? ¿Por qué se engañan a sí mismos? ¿Por qué se niegan la posibilidad de prosperar efectivamente y por sus propios medios?



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 3 de noviembre de 2014.

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10.27.2014

Justicia secuestrada



En las sociedades en las cuales prevalece el Estado Benefactor/Mercantilista, la justicia es secuestrada por los grupos de presión. Grupos que se multiplican en los países donde los gobernantes gozan del suficiente poder para otorgarles privilegios a unos cuantos en detrimento del bienestar de otros. En algunas naciones todavía los escudos constitucionales creados para evitar este abuso funcionan más o menos. Eso no quiere decir que el sistema de justicia de estas sociedades no haya sido infiltrado. Sin embargo, aún no ha sido copado por gente servil a grupos de interés de cualquier índole, como es el caso de Guatemala.

Hay quienes consideran las negociaciones entre los grupos mencionados como normales al juego o, hablando en la jerga políticamente correcta, al proceso político del ejercicio del poder, lo que me parece despreciable. En lugar de pretender justificar este hecho, quienes no formamos parte de ninguno de los grupos que se reparten el mencionado poder debemos unirnos para luchar contra los miembros parasitarios de estos colectivos que lo que buscan es vivir a costa nuestra.

Lamentablemente, el infantil enfrentamiento entre izquierdosos y derechosos, cual si fuera un partido de futbol en el cual sólo buscan meterle gol al otro bando, importándoles poco ser coherentes con sus supuestos principios, nos aleja de la vital batalla en pos de una verdadera República: donde impere el Estado de Derecho y la igualdad de todos ante la ley, en la cual se respeten la vida, la libertad y la propiedad de todos. El resultado final de ese enfrentamiento irracional es que ni unos defienden los derechos humanos (a menos que sean los de sus cuates ideológicos) ni a los otros les importa que el sistema de justicia sea cooptado por los políticos corruptos que gobiernan, dejando la defensa de la justicia en quienes han mostrado con sus acciones su inclinación por el estatismo y el intervencionismo. Que, además, promueven la violación de los derechos de unos para beneficiar a otros. Han dejado la defensa del sistema de justicia en manos de los grupos de presión promovidos por la CICIG. Los lobos cuidando a las ovejas.

No se debe repetir todo el proceso de elección de magistrados para la Corte Suprema de Justicia y para las salas de la Corte de Apelaciones. Sólo se debe repetir la elección en el Congreso ya que quienes pactaron los puestos no respetaron los tiempos estipulados por la ley. Esta elección se puede hacer por sorteo a partir de las listas elaboradas por las comisiones de postulación para evitar más injerencia de los grupos de presión. Por supuesto, para solucionar los problemas en el largo plazo y evitar que dentro de cuatro años nos veamos envueltos en una situación similar a la actual, se debe reformar la Constitución. Los legisladores tienen en sus manos una propuesta que cambiaría, para bien de todos, nuestro sistema. Esa propuesta, apoyada por más de 73,000 ciudadanos debidamente identificados, es ProReforma.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 27 de octubre de 2014.

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10.20.2014

Del golpe a la ¿revolución?



Hoy en Guatemala la mayoría no trabaja gracias a que el 20 de octubre de 1944 un grupo de ciudadanos apoyados por varios militares y por el embajador estadounidense de esa época, derrocaron a Federico Ponce Vaides, a quien Jorge Ubico había entregado temporalmente el poder después de su renuncia al cargo de Presidente acaecida el 1 de julio del mismo año. Mucho se ha dicho sobre este suceso y los gobiernos electos después del golpe, menos lo que urge gritar para que se escuche hasta en el último rincón de nuestra nación: que la supuesta revolución fue un fiasco total, si acaso su fin era el progreso y la mejora en la calidad de vida de los habitantes de nuestro país.

Muchos mitos han circulado sobre este período histórico, por los cuales a la fecha la mayor parte de la población no sabe a ciencia cierta lo que efectivamente pasó. Espero que algún día la evidencia permita corregir este crimen cometido por seudointelectuales basados en medias verdades ¿o mentiras totales?, en acontecimientos comentados fuera de contexto y en embustes descarados. Tristemente, aquellos que actúan cegados por sus complejos, resentimientos y envidia, terminan favoreciendo sistemas castrantes que les hacen tanto daño a ellos como a sus semejantes: prefieren vivir miserablemente a reconocer que se han equivocado. El problema principal es que condenan a otros a existencias similares a las suyas.

Mis detractores se escandalizaran al leer este artículo y dirán que miento. Que la primavera democrática terminó bruscamente con la caída de Jacobo Arbens y que si él hubiera terminado su mandato (o hubiera ejercido el poder ad eternum al igual que los dictadores socialistas latinoamericanos de este siglo) el resultado hubiera sido diferente. ¿Diferente? Tal vez en el sentido de que estaríamos peor de cómo estamos hoy. Pero falso en todo lo demás. Lo único que cambió fue quién estaba al frente del gobierno. Al final, lo que los gobernantes posteriores a Juan José Arevalo y Arbens hicieron fue continuar con el sistema de Estado Benefactor/Mercantilista, estatista e intervencionista, que los constituyentes de 1944 eligieron por nosotros.

En nuestro país ha habido muchos golpes de Estado, pero revoluciones… ninguna con consecuencias deseables en el largo plazo. La única que pudo haber cambiado para bien de todos las condiciones en las que vivimos fue la Revolución de 1871. Sin embargo, Justo Rufino Barrios enterró los sueños de los verdaderos liberales que querían acabar con los privilegios y ansiaban vivir dentro de un Estado de Derecho donde todos fuéramos iguales ante la Ley y se respetaran la vida, la libertad y la propiedad de todos.

Necesitamos una revolución, pero una revolución que nos permita cambiar radicalmente las premisas sobre las cuales se han sostenido los sistemas políticos que hasta ahora nos han impuesto. Y para que esa revolución sea la correcta en beneficio propio, de nuestros conciudadanos y de nuestros descendientes, primero deben de cambiar las ideas prevalecientes.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 20 de octubre de 2014. La imagen la bajé de la Internet.

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7.21.2014

Guerra perdida contra los coyotes



¿Será que los gobernantes no aprenden de los errores del pasado porque no son ellos quienes enfrentan sus consecuencias? ¿Estamos condenados a que los repitan? ¿Estamos sentenciados nosotros, los ciudadanos, a pagar por siempre los errores de quienes ejercen irresponsablemente el poder? ¿Hasta cuándo los mandantes vamos a permitir que los gobernantes continúen jugando con nuestras vidas y con nuestro futuro?

Cuando señalo a los gobernantes, me refiero a todos. A quienes gobiernan en Latinoamérica, especialmente en Centroamérica y México, y por supuesto a los que están al frente del gobierno de EE. UU., que desde finales del siglo diecinueve empezaron a abrigar la idea de que podían iniciar, o intervenir, en guerras ajenas. O, lo que es peor, intervenir políticamente en otros países para imponer sus propias agendas, las cuales en la mayoría de los casos ni siquiera benefician a los estadounidenses, además de ser contrarias a los principios republicanos sobre los cuales fue fundada esta, todavía, gran nación que, lamentablemente, se encuentra en proceso de destrucción.

Tengo la esperanza de que los estadounidenses que conocen el legado de los padres fundadores de su nación, y han estudiado cómo la mayoría de elecciones que estos hicieron entre 1776 y 1787 les facilitaron prosperar a partir del siguiente siglo, ganen la batalla de las ideas en su país. Pero mientras, en nuestra región, los ciudadanos dignos, conscientes del fatal camino por el cual transitan nuestros países, debemos oponernos firmemente a las imposiciones de los gobernantes estadounidenses que tienen consecuencias desastrosas para la mayoría de miembros de nuestras sociedades.

¡Cuántas muertes de inocentes se hubieran evitado si no hubiéramos permitido que pelearan en nuestros territorios la guerra perdida contra las drogas! Cuántas muertes de inocentes podremos evitar si no dejamos que nuestros gobernantes nos involucren en la guerra contra los coyotes, la cual nace tan muerta como muerta está la guerra anteriormente mencionada que sigue matando gente ajena.

La crisis actual NO es de la EMIGRACIÓN, en el caso nuestro, o de la inmigración en el caso de los estadounidenses. La tal crisis es un resultado más del sistema político fracasado que nos han heredado nuestros constitucionalistas. Es la prueba definitiva de que el Estado Benefactor/Mercantilista NO mejora la calidad de vida de las personas en el largo plazo. Por el contrario, condena a la mayoría a vivir pobremente cuando se adopta en países donde no hemos tenido la oportunidad de transformar más recursos en riquezas que, además de mejorar la calidad de vida de todos de manera sostenida, nos permita acumular el capital necesario para continuar progresando y beneficiar a quienes son responsables, productivos y respetuosos de los derechos de los otros. Nuestra tragedia se origina en el estatismo, en la corrupción que este facilita, en la criminalidad que tolera y en la miseria que eterniza.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 21 de julio de 2014. La imagen es obra del caricaturista guatemalteco FO. Fue publicada en el diario Prensa Libre.

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6.02.2014

Privilegium communicare



La recientemente aprobada “Ley de control de las telecomunicaciones móviles en centros de privación de libertad y fortalecimiento de la infraestructura para transmisión de datos” es cuestionable hasta en su mismo nombre. ¿Quién es el responsable de bautizar los esperpentos legislativos que suelen aprobar nuestros serviles diputados? Tal vez su intención es confundir a los ciudadanos con nombres kilométricos, políticamente correctos y poco claros a la hora de explicar sobre qué trata lo aprobado. ¿Centros de privación de libertad? BS. Cárceles, punto.

Reza el artículo 4. “Autorización para uso de bienes públicos e instalación de infraestructura para transmisión de datos. Cualquier persona individual o jurídica que preste servicio de transmisión de datos, que tenga instalados por lo menos seis mil kilómetros de fibra óptica en la República de Guatemala; o cualquier operador de Red Local y Comercial, debidamente inscrito como tal en el Registro de Telecomunicaciones, que tenga más de cien mil líneas de acceso; o los contratistas debidamente facultados por los anteriores, mediante carta poder con firmas legalizadas; PODRÁN SOLICITAR A LA Superintendencia de Telecomunicaciones -SIT-, AUTORIZACIÓN PARA INSTALAR ANTENAS que se usen para transmisión inalámbrica de datos, EN PROPIEDAD PRIVADA o en bienes de dominio público, incluyendo bienes nacionales de uso público común, o autorización para la instalación de cableado, fibra óptica, postes o cualquier otro elemento o medio para la transmisión de datos, o la instalación de equipos de telecomunicaciones en bienes de dominio público dentro de cualquier jurisdicción municipal”.

Lo anterior, además de crear un obvio oligopolio que privilegia a las compañías más grandes que ya operan en el país, viola flagrantemente el derecho de todo propietario a decidir sobre lo que es suyo, otorgando ese derecho al burócrata de la SIT que decidirá por usted quién usa SU propiedad en beneficio de otros. Por cierto, es irrelevante que el artículo 10 que trata sobre la constitución de servidumbres, que fortalece otra evidente violación al derecho de propiedad, contemple la firma de un contrato y una indemnización al legítimo propietario, si ésta la solicita ¿quién? ¿El invasor legalizado por orden de los gobernantes amparados en esta inconstitucional legislación? ¿Quién decide el monto de tal indemnización? ¿Acaso aquel que la va a pagar?

Ni siquiera las falaces racionalizaciones de los estatistas que pretenden justificar las violaciones gubernamentales de los derechos individuales en favor de un indeterminado bien común (definido según el interés de quien lo usa como excusa para adquirir poder o privilegios) aplican en este caso. En Guatemala hoy hay muchos más teléfonos (alrededor de 21 millones) que habitantes (alrededor de 14 millones), gracias a la competencia que promovió la Ley de Telecomunicaciones que entró en vigencia en 1998. Al menos el artículo mencionado y el artículo 10 de esta absurda ley deben ser derogados.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de junio de 2014. La imagen la bajé del blog de “Propiedad Privada”.

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5.05.2014

El supremo elector



Es quien está habilitado a votar por quienes desee para gobernantes. Una vez electos, los que prometieron llevarnos a la Luna, bajar el Sol y las estrellas y convertirnos en los seres más hermosos del planeta, entre cualquier cantidad de ocurrencias de los candidatos y de sus asesores, pasan a ser los supremos dictadores. Al menos así es en el sistema democrático en el que vivimos, en el cual la mayoría de votantes identificados como el pueblo, que rara vez es la mayoría de los ciudadanos, eligen a la minoría que va a regir sobre sus vidas y sobre la vida del resto por los siguientes cuatro años. Hasta ahí llegó la historia hoy. ¿Será posible que cambien esta regla mañana?

Lo dudo en lo que respecta al corto plazo. Veo poco probable que la descabellada ¿idea? de Otto Pérez Molina de promover la llamada reelección vaya a prosperar actualmente. Pienso que más bien hizo ese desatinado comentario para distraer la atención pública de otros asuntos complicados que le impiden a él y a sus cómplices disfrutar plenamente de las mieles del poder. Temas como, por ejemplo, la creciente inseguridad, la falta de justicia y el constante deterioro en la calidad de vida de esa mayoría que lo eligió o, peor aún, que dejó que otros eligieran por ellos. Solo por mencionar, de manera general, algunos de los principales problemas que enfrentamos quienes vivimos en Guatemala.

Aunque es probable que lo anterior no le quite el sueño al Presidente y mucho menos a su pareja en el ejercicio del poder, la vicepresidente Roxana Baldetti. Total, a ellos no los afecta en lo personal. Lo más seguro es que a ellos lo que les preocupa es que cada día que pasa somos más los convencidos de que su administración ha sido una de las más corruptas que hemos visto en las últimas décadas en nuestro país. Tal vez consideran posible que dentro de un par de años sean ellos quienes ocupen el lugar que dejó vacante Alfonso Portillo en las cárceles nacionales. Tal vez creen que podrían perder la fortuna mal habida que han logrado acumular en todo el tiempo que llevan figurando en el ámbito politiquero chapín. Por cierto, no hay que perder la esperanza de que esto suceda si hacemos los cambios que debemos hacer en nuestro sistema político.

Al fin, el punto verdaderamente relevante no es cuántos años se encuentra alguien en el ejercicio del poder, sino bajo qué normas ejerce el poder. En el presente, lamentablemente, lo ejercen de una manera casi ilimitada, una consecuencia negativa más del Estado Benefactor/Mercantilista que nos han decretado en repetidas ocasiones aquellos que han decidido desde 1944 las leyes bajo las cuales vivimos. Un sistema que, no me canso de decirlo, atrae a los PEORES representantes de nuestra sociedad. Por eso, sería un tremendo error bajo este esquema aumentar el número de años que tienen para expoliarnos y obstaculizar nuestro progreso los parásitos que terminan dirigiendo nuestros destinos.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 5 de mayo de 2014.

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4.07.2014

El origen de la corrupción



El origen de la corrupción es el poder, por eso debe ser limitado. Y ese poder lo adquieren los gobernantes gracias a la venia de los ciudadanos que decidieron otorgárselo más allá del necesario para que cumplan con sus obligaciones primordiales: dar seguridad y velar porque haya justicia. Sí, aquellos que esperan que alguien más les resuelva la vida y les satisfaga las necesidades, que votan por quienes les ofrecen más supuestos beneficios sin importar lo absurdo e incumplible de sus promesas, lo que están haciendo es entregándoles un cheque en blanco a los peores representantes de nuestra sociedad. Porque es a estos, a los peores, a quienes va a atraer el sistema de incentivos perversos que propone el Estado Benefactor/Mercantilista. Populista. Colectivista. Socialista. Y que, lamentablemente, prevalece en gran parte del planeta.

En el largo plazo, los servicios públicos a cargo de los gobernantes en nombre del abstracto Estado, SIEMPRE van a ser ineficientes, malos y carísimos. La educación y la salud incluidas. La educación estatal con el agravante de que en lugar de enseñarles a los niños a pensar por cuenta propia, lo que logra es transformar a la mayoría en futuros siervos: autómatas programados para reverenciar al Estado como dador de todas las cosas. Un sistema que promueve la envidia al hombre creador de riqueza y rechaza el progreso de nuestra especie, presentando como un fin noble la violación de los derechos de unos para satisfacer los intereses de otros.

Por cierto, aquellos que se preocupan por cómo se van a educar los más pobres olvidan (o tal vez ellos mismos lo desconocen) que en los tiempos actuales por medio de la internet y la información a la cual podemos acceder por esta, hemos regresado a los tiempos de los autodidactas geniales, donde quien quiere aprender, quien busca la verdad, quien desea conocer, lo puede hacer mucho mejor por sí mismo, a lo sumo con ayuda de un facilitador, y de una manera considerablemente más económica.

En fin, si ya está harto de enterarse de tanto desmadre de los gobernantes, sus familiares y sus amigos; si ya no soporta más pagar impuestos para no recibir nada más que desprecios, amenazas e insultos; si le indigna enterarse cómo los pícaros fácilmente se libran de ir a la cárcel, tal es el caso reciente de Arnoldo Medrano y Elzer Palencia, que se ríen en la cara de quienes pagamos su buena vida (la de ellos y la de la mayoría de quienes llegan al ejercicio del poder); si la cólera le corroe las entrañas al ver que cada día trabaja más y tiene menos, mientras que los líderes de los grupos de presión pasan su vida viviendo a costillas suyas; si ya no quiere ser más el cochinito de la fiesta que alimenta a los parásitos que parecen multiplicarse… deje de esperar que el Estado se haga cargo de sus necesidades y deje de pedir cosas a los gobernantes. Únase al grupo que trabajamos para limitar el poder del cual hoy gozan los más viles personajes de nuestro país.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 7 de abril de 2014.

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3.31.2014

Muerte sin debido proceso



Le llaman linchamiento y ocurre casi todos los días en algún lugar de mi país. Es la máxima pena que un tribunal puede imponer a un antisocial. Y en el caso de la apodada justicia popular es el único castigo posible, sin importar que el acusado sea inocente o culpable y sin importar el delito o crimen que haya cometido. Es una muestra más del fracaso del Estado Benefactor/Mercantilista que impera en Guatemala y en gran parte del mundo.

Así es, un fracaso más del sistema intervencionista/estatista mencionado, que se basa en otorgar privilegios a los grupos de presión que se multiplican gracias a los incentivos perversos propios de una idea fundamentada en supuestas buenas intenciones según la cual unos se deben sacrificar por otros, olvidando que todo ser humano es un fin en sí mismo. Al final, aquellos que viven miserablemente seguirán viviendo de tal manera mientras prevalezcan estas reglas, y quienes pudieron invertir para crear fuentes de trabajo productivo terminan en bancarrota (de tanto ser expoliados por quienes detentan el poder) o deciden emigrar con todo y su capital, ya sean ideas o dinero.

Por supuesto que en este sistema suma cero, hay quienes ganan a costa de aquellos que pierden lo que es suyo. Un sistema que les facilita a los parásitos quedarse con gran parte de nuestros impuestos, por lo que van a promover cualquier agenda que convenga a sus intereses sin que les preocupen las consecuencias a largo plazo de las medidas que proponen y mucho menos les importa violar los derechos de otros con tal de alcanzar sus objetivos individuales.

Escribo lo anterior para explicar el porqué los gobernantes terminan relegando al último lugar de sus prioridades, independientemente del discurso politiquero, sus funciones primordiales y las únicas que justifican la existencia de un gobierno: proporcionar seguridad y justicia a TODOS los miembros de la sociedad. Como a quienes aspiran a ocupar un cargo público y a quienes ya lo ocupan (con muy pocas excepciones) creen que les conviene más ofrecer una vida regalada a la mayoría porque de esa manera acumulan más poder, deciden concentrarse en la supuesta agenda social antes que en cumplir con sus obligaciones legítimas.

Luego, mucha gente ante al aumento de la delincuencia y la criminalidad, gente en algunos casos desesperada, gente que en otras ocasiones lo toma como una medida de escape a sus frustraciones personales, al grito de cualquiera de “allá va el ladrón” corre a buscar un galón de gasolina junto con unos fósforos para quemar al desgraciado, sin importarle que la acusación sea falsa o verdadera.

La razón de ser del debido proceso es para que, en la búsqueda de justicia, no se cometa una injusticia condenando a un inocente. Por eso la carga de la prueba está en aquel que acusa, no en quien es acusado. Por eso necesitamos con urgencia reformar nuestro sistema judicial para acabar con las arbitrariedades y la corrupción. Para que cada quien reciba lo que le corresponde.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 31 de marzo de 2014. La imagen es del diario mexicano "Impacto".

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3.24.2014

El lobo de Guatemala



Es capaz de convencer a muchos de que la tierra es plana y de vender arena en el desierto a los incautos que lo escuchen sin usar su razón. Fue electo Presidente de Guatemala a principios del presente siglo. Cuatro años le bastaron para acumular una enorme fortuna (de la cual ya despilfarró gran parte) a costillas de los expoliados tributarios y los engañados ciudadanos que lo eligieron. Hasta hoy se ha disfrazado de pollo, pero la realidad es que Alfonso Portillo forma parte de la misma especie a la que pertenece Jordan Belfort, quien estafó a poco más de 1500 personas que se dejaron guiar por sus emociones en lugar de investigar si las acciones que éste les ofrecía eran una buena inversión.

Ninguno de los dos son creadores de riqueza ni harían nunca el esfuerzo que implica trabajar arduamente casi todos los días de nuestra vida productiva, tomando riesgos y creando fuentes de empleo productivo para otros. Ambos escogieron el camino más fácil: el del engaño. Ambos pasaron un breve tiempo en prisión. Ambos negociaron con los fiscales de Nueva York para salir lo más pronto posible de la cárcel. Ambos se burlaron del sistema de justicia y de sus víctimas.

Aunque, para ser exacta, al menos a Belfort lo obligaron a compensar a algunas de sus víctimas y devolverles parte de lo que les robo. En el caso de Portillo, dudo que nosotros, los pagadores de impuestos de Guatemala, vayamos a ver alguna vez parte de todo lo que nos robó. ¿De qué nos sirve que entregue al gobierno de Estados Unidos 2.5 millones de dólares que son propiedad de los taiwaneses? De nada. Por cierto, ¿Qué pensarán hacer los burócratas gringos con ese dinero que no les pertenece?

Como dato curioso, tanto Belfort como Portillo han vivido una vida de excesos, se casaron dos veces y tienen dos hijos. Ambos nacieron en familias de escasos recursos y ambos lograron muchos de sus objetivos gracias a su carisma personal y la labia con la que encantaron a sus seguidores. Por lo demás, pienso que Portillo tomó una mejor decisión dedicándose a la política y no a actividades privadas como lo hizo Belfort. Portillo no solo acumuló mucho más dinero que Belfort sino que, además, cuando lo dejen en libertad le va a quedar mucho más de lo que robó que a Belfort.

A Portillo y todos los pillos politiqueros, los favorecen las ideas intervencionistas y estatistas por el enorme poder que viene con éstas, el cual les facilita alcanzar sus espurias metas. Por otro lado, el falaz discurso socialista (contrario al hombre productivo y orgulloso de lo que ha logrado por su esfuerzo, mente y riesgo personal, que defiende lo que es suyo de los parásitos que quieren vivir a costa suya), perjudicó a Belfort que, sin ser empresario ni creador de riqueza, sirvió de excelente excusa para aquellos que promueven políticamente estrategias anticapitalistas. En fin, el sistema de Estado Benefactor/mercantilista que impera en casi todo el mundo solo beneficia a los lobos que de este viven.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de marzo de 2014.

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2.25.2014

Izquierdas y Derechas

"El lenguaje político está diseñado para hacer pasar las verdades por mentiras y el asesinato como algo respetable", George Orwell.


Ambos son términos relativos y simplemente como tales deben ser usados. En el debate de las ideas solo sirven para confundir al despistado que no está dispuesto a hacer el esfuerzo mental necesario para encontrar las premisas a partir de las cuales ha formado ¿o nomás repetido? juicios, y confrontarlas con la realidad para verificar si estas son falsas o verdaderas.

Política, económica y filosóficamente son vocablos de poco contenido intelectual, casi vacíos. Pueden representar cualquier cosa, según los intereses de quien los usa. Más aún, durante el sanguinario gobierno de Maximiliano Robespierre, sumo sacerdote de la Revolución Francesa de 1789 que terminó sus días como tantos miles a quienes mandó a cortar la cabeza, sólo representaban el lugar en el cual se sentaban los miembros de los principales grupos de presión que se disputaban el ejercicio del poder.

Hoy, en pleno siglo veintiuno, su anacrónico uso solo ha contribuido para perpetuar sistemas económicos y políticos cuyos hilos conductores en ambos casos, izquierda y derecha, son el estatismo y el intervencionismo, distrayendo a la mayoría de la discusión prioritaria que va más allá, ¡mucho más allá! de un supuesto enfrentamiento de extremos. Por cierto una falacia que les encanta repetir a quienes más pereza les da pensar y ni siquiera tienen la valentía de tomar partido por una escala de valores definida: aquellos que se ubican en el centro de la pueril discusión de izquierda y derecha.

Debemos discutir sobre los sistemas políticos que han sido elaborados y puestos en práctica durante nuestra historia. Sobre las premisas de los que han fracasado y los que han mostrado que funcionan para asegurar el progreso de todos en el largo plazo, aún de los menos productivos. Debatir entre personas intelectualmente honestas cuyo objetivo es encontrar la verdad, que aceptan que el árbitro final es la realidad y no las opiniones de la gente. Aquellos a quienes nos preocupa el presente en el cual vivimos y deseamos un futuro mejor para todos.

Debemos aceptar que necesitamos un fundamento filosófico objetivo, adoptado conscientemente, que nos lleve a tomar las decisiones moralmente correctas que se adecuan a nuestra naturaleza tal cual es, no como algunos quisieran que fuera. Tener juicio propio porque, como dicen que dijo Voltaire, “aquellos que pueden hacerte creer absurdos pueden hacerte cometer atrocidades”.

Es vital entender el significado real (no el manipulado y menos el distorsionado) de socialismo, de liberalismo, de mercantilismo, de capitalismo… de las ideas que pueden cambiar, para bien o para mal, nuestro destino. Es relevante para todo ser humano que quiere vivir en libertad, dentro de una sociedad pacífica basada en el respeto mutuo a los derechos individuales de todos, reconocer que podemos actuar de manera contradictoria e irracional, pero, si decidimos actuar de ese modo, entendamos de una vez por todas que no podremos evitar las trágicas consecuencias de falsear la realidad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de febrero de 2014.

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