Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

5.05.2014

El supremo elector



Es quien está habilitado a votar por quienes desee para gobernantes. Una vez electos, los que prometieron llevarnos a la Luna, bajar el Sol y las estrellas y convertirnos en los seres más hermosos del planeta, entre cualquier cantidad de ocurrencias de los candidatos y de sus asesores, pasan a ser los supremos dictadores. Al menos así es en el sistema democrático en el que vivimos, en el cual la mayoría de votantes identificados como el pueblo, que rara vez es la mayoría de los ciudadanos, eligen a la minoría que va a regir sobre sus vidas y sobre la vida del resto por los siguientes cuatro años. Hasta ahí llegó la historia hoy. ¿Será posible que cambien esta regla mañana?

Lo dudo en lo que respecta al corto plazo. Veo poco probable que la descabellada ¿idea? de Otto Pérez Molina de promover la llamada reelección vaya a prosperar actualmente. Pienso que más bien hizo ese desatinado comentario para distraer la atención pública de otros asuntos complicados que le impiden a él y a sus cómplices disfrutar plenamente de las mieles del poder. Temas como, por ejemplo, la creciente inseguridad, la falta de justicia y el constante deterioro en la calidad de vida de esa mayoría que lo eligió o, peor aún, que dejó que otros eligieran por ellos. Solo por mencionar, de manera general, algunos de los principales problemas que enfrentamos quienes vivimos en Guatemala.

Aunque es probable que lo anterior no le quite el sueño al Presidente y mucho menos a su pareja en el ejercicio del poder, la vicepresidente Roxana Baldetti. Total, a ellos no los afecta en lo personal. Lo más seguro es que a ellos lo que les preocupa es que cada día que pasa somos más los convencidos de que su administración ha sido una de las más corruptas que hemos visto en las últimas décadas en nuestro país. Tal vez consideran posible que dentro de un par de años sean ellos quienes ocupen el lugar que dejó vacante Alfonso Portillo en las cárceles nacionales. Tal vez creen que podrían perder la fortuna mal habida que han logrado acumular en todo el tiempo que llevan figurando en el ámbito politiquero chapín. Por cierto, no hay que perder la esperanza de que esto suceda si hacemos los cambios que debemos hacer en nuestro sistema político.

Al fin, el punto verdaderamente relevante no es cuántos años se encuentra alguien en el ejercicio del poder, sino bajo qué normas ejerce el poder. En el presente, lamentablemente, lo ejercen de una manera casi ilimitada, una consecuencia negativa más del Estado Benefactor/Mercantilista que nos han decretado en repetidas ocasiones aquellos que han decidido desde 1944 las leyes bajo las cuales vivimos. Un sistema que, no me canso de decirlo, atrae a los PEORES representantes de nuestra sociedad. Por eso, sería un tremendo error bajo este esquema aumentar el número de años que tienen para expoliarnos y obstaculizar nuestro progreso los parásitos que terminan dirigiendo nuestros destinos.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 5 de mayo de 2014.

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