Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

3.17.2014

¿El fin justifica los medios?



¿Por qué protesta? ¿El gobierno está violando alguno de sus derechos? ¿Qué derecho le están violando? ¿El derecho a la vida, a la libertad o a la propiedad? ¿Qué opciones tiene para defenderse? ¿Es justo usar la violencia para responder a una agresión? ¿Es justo defenderse a uno mismo y lo que es de uno? ¿Es justo iniciar el uso de la fuerza para apropiarse de los bienes de otros, atentar contra la vida de alguien más o imponer su escala de valores al resto? El fin de la protesta hace la diferencia. Y en el caso de las rebeliones civiles versus las medidas de hecho de los grupos de presión, no es la única. También son importantes su origen, el concepto y el contexto de estas.

Una rebelión civil, como en el caso de Venezuela y de Ucrania, no es lo mismo que las medidas de hecho promovidas por los grupos de presión que se multiplican dentro de un Estado Benefactor/Mercantilista, como es el caso de Guatemala. Más aún, parte de lo que motiva en el largo plazo una rebelión dentro de una sociedad que pierde su condición de civilizada, es la exigencia de los líderes de estos rediles de que el gobierno, en nombre del abstracto Estado, viole los derechos de los demás para satisfacer sus exigencias.

El principio de la no-agresión es la norma básica para asegurar la coexistencia pacífica dentro de una sociedad. Solo se justifica el uso de la fuerza para defenderse del ataque y/o abuso de otros. Y es esto lo que sucede cuando aquellos que son expoliados se dan cuenta de que violan sus derechos fundamentales, lo cual les representa un deterioro en su calidad de vida y la de sus seres queridos. Aclaro: no debemos confundir necesidades con derechos. El que los oportunistas hayan logrado que los burócratas legalicen la confusión entre un derecho y una necesidad, no cambia la realidad.

No es lo mismo reclamar que se respeten nuestra vida, nuestra libertad y nuestra propiedad, que extorsionar con medidas de hecho para que alguien más se haga cargo de satisfacer nuestras necesidades y todo aquello que deseamos pero no queremos hacer el esfuerzo por adquirirlo. El parasitismo acaba hasta con el parásito que pretende que los  gobernantes les quiten a unos para que se lo den a él y/o ellos. Irónicamente, al final les sale el tiro por la culata: ni mejoran su calidad de vida ni satisfacen sus necesidades básicas. De ese discurso solo lucran quienes llegan al ejercicio del poder.

Es lamentable que la rebelión civil sea la única opción que les queda a los ciudadanos dentro de una dictadura, hechos en los cuales la gente arriesga su vida no para pedir privilegios, sino para que se respeten sus derechos. “La razón por la que los hombres entran en sociedad es la preservación de su propiedad… Pero si una larga serie de abusos, prevaricaciones y artimañas que tienden siempre hacia lo mismo, hacen que el pueblo repare en que se está conspirando contra él… no es extraño que se levante…”, John Locke. El fin puede justificar el medio SOLO cuando el fin sea justificable.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de marzo de 2014.

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