Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

4.07.2014

El origen de la corrupción



El origen de la corrupción es el poder, por eso debe ser limitado. Y ese poder lo adquieren los gobernantes gracias a la venia de los ciudadanos que decidieron otorgárselo más allá del necesario para que cumplan con sus obligaciones primordiales: dar seguridad y velar porque haya justicia. Sí, aquellos que esperan que alguien más les resuelva la vida y les satisfaga las necesidades, que votan por quienes les ofrecen más supuestos beneficios sin importar lo absurdo e incumplible de sus promesas, lo que están haciendo es entregándoles un cheque en blanco a los peores representantes de nuestra sociedad. Porque es a estos, a los peores, a quienes va a atraer el sistema de incentivos perversos que propone el Estado Benefactor/Mercantilista. Populista. Colectivista. Socialista. Y que, lamentablemente, prevalece en gran parte del planeta.

En el largo plazo, los servicios públicos a cargo de los gobernantes en nombre del abstracto Estado, SIEMPRE van a ser ineficientes, malos y carísimos. La educación y la salud incluidas. La educación estatal con el agravante de que en lugar de enseñarles a los niños a pensar por cuenta propia, lo que logra es transformar a la mayoría en futuros siervos: autómatas programados para reverenciar al Estado como dador de todas las cosas. Un sistema que promueve la envidia al hombre creador de riqueza y rechaza el progreso de nuestra especie, presentando como un fin noble la violación de los derechos de unos para satisfacer los intereses de otros.

Por cierto, aquellos que se preocupan por cómo se van a educar los más pobres olvidan (o tal vez ellos mismos lo desconocen) que en los tiempos actuales por medio de la internet y la información a la cual podemos acceder por esta, hemos regresado a los tiempos de los autodidactas geniales, donde quien quiere aprender, quien busca la verdad, quien desea conocer, lo puede hacer mucho mejor por sí mismo, a lo sumo con ayuda de un facilitador, y de una manera considerablemente más económica.

En fin, si ya está harto de enterarse de tanto desmadre de los gobernantes, sus familiares y sus amigos; si ya no soporta más pagar impuestos para no recibir nada más que desprecios, amenazas e insultos; si le indigna enterarse cómo los pícaros fácilmente se libran de ir a la cárcel, tal es el caso reciente de Arnoldo Medrano y Elzer Palencia, que se ríen en la cara de quienes pagamos su buena vida (la de ellos y la de la mayoría de quienes llegan al ejercicio del poder); si la cólera le corroe las entrañas al ver que cada día trabaja más y tiene menos, mientras que los líderes de los grupos de presión pasan su vida viviendo a costillas suyas; si ya no quiere ser más el cochinito de la fiesta que alimenta a los parásitos que parecen multiplicarse… deje de esperar que el Estado se haga cargo de sus necesidades y deje de pedir cosas a los gobernantes. Únase al grupo que trabajamos para limitar el poder del cual hoy gozan los más viles personajes de nuestro país.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 7 de abril de 2014.

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