Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.20.2014

Del golpe a la ¿revolución?



Hoy en Guatemala la mayoría no trabaja gracias a que el 20 de octubre de 1944 un grupo de ciudadanos apoyados por varios militares y por el embajador estadounidense de esa época, derrocaron a Federico Ponce Vaides, a quien Jorge Ubico había entregado temporalmente el poder después de su renuncia al cargo de Presidente acaecida el 1 de julio del mismo año. Mucho se ha dicho sobre este suceso y los gobiernos electos después del golpe, menos lo que urge gritar para que se escuche hasta en el último rincón de nuestra nación: que la supuesta revolución fue un fiasco total, si acaso su fin era el progreso y la mejora en la calidad de vida de los habitantes de nuestro país.

Muchos mitos han circulado sobre este período histórico, por los cuales a la fecha la mayor parte de la población no sabe a ciencia cierta lo que efectivamente pasó. Espero que algún día la evidencia permita corregir este crimen cometido por seudointelectuales basados en medias verdades ¿o mentiras totales?, en acontecimientos comentados fuera de contexto y en embustes descarados. Tristemente, aquellos que actúan cegados por sus complejos, resentimientos y envidia, terminan favoreciendo sistemas castrantes que les hacen tanto daño a ellos como a sus semejantes: prefieren vivir miserablemente a reconocer que se han equivocado. El problema principal es que condenan a otros a existencias similares a las suyas.

Mis detractores se escandalizaran al leer este artículo y dirán que miento. Que la primavera democrática terminó bruscamente con la caída de Jacobo Arbens y que si él hubiera terminado su mandato (o hubiera ejercido el poder ad eternum al igual que los dictadores socialistas latinoamericanos de este siglo) el resultado hubiera sido diferente. ¿Diferente? Tal vez en el sentido de que estaríamos peor de cómo estamos hoy. Pero falso en todo lo demás. Lo único que cambió fue quién estaba al frente del gobierno. Al final, lo que los gobernantes posteriores a Juan José Arevalo y Arbens hicieron fue continuar con el sistema de Estado Benefactor/Mercantilista, estatista e intervencionista, que los constituyentes de 1944 eligieron por nosotros.

En nuestro país ha habido muchos golpes de Estado, pero revoluciones… ninguna con consecuencias deseables en el largo plazo. La única que pudo haber cambiado para bien de todos las condiciones en las que vivimos fue la Revolución de 1871. Sin embargo, Justo Rufino Barrios enterró los sueños de los verdaderos liberales que querían acabar con los privilegios y ansiaban vivir dentro de un Estado de Derecho donde todos fuéramos iguales ante la Ley y se respetaran la vida, la libertad y la propiedad de todos.

Necesitamos una revolución, pero una revolución que nos permita cambiar radicalmente las premisas sobre las cuales se han sostenido los sistemas políticos que hasta ahora nos han impuesto. Y para que esa revolución sea la correcta en beneficio propio, de nuestros conciudadanos y de nuestros descendientes, primero deben de cambiar las ideas prevalecientes.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 20 de octubre de 2014. La imagen la bajé de la Internet.

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