Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

3.28.2016

Caen los corruptos



Caen presos varios de los ladrones que han llegado al ejercicio del poder. Pero continúa la corrupción. Se fueron presos Otto Pérez Molina, Roxana Baldetti Elías y compañía casi ilimitada, y aun así continúa la corrupción. Tal vez se van a ir presos Lula, Dilma, Cristina, Nicolás y varios ex Presidentes de Centroamérica. Y aun así va a continuar la corrupción. ¿Por qué?

Muchos corruptos, además de los mencionados, han estado presos en lo que va del siglo. Y aun así continúa la corrupción. Más aún, hubo quién resucitó, no con la gloria de antes, pero resucitó: tal es el caso de Alfonso Portillo. Lo que no detiene, como debe ser, las investigaciones y las denuncias de corrupción que hacen, entre otros, el Ministerio Público y la CICIG. Cada vez que encuentran pruebas que apuntan a actos de corrupción se arma un alboroto, en particular cuando capturan a los nuevos acusados que casi siempre se van en grupo a la cárcel. Y aun así, continúa la corrupción. ¿Por qué?

“¡Pero por qué!” Se preguntan un sinnúmero de personas que han enarbolado la bandera contra la corrupción y asistieron a, por lo menos, una manifestación, indignados por la situación que en lugar de mejorar parece empeorar. En Guatemala, en Brasil, en Venezuela… Y aun así continúa la corrupción. ¿Por qué continúa la corrupción? ¿Por qué se multiplican los corruptos? Cae un corrupto preso e inmediatamente surgen muchos más que quieren ocupar su lugar. ¿Por qué?

Porque en lugar de cambiar radicalmente el problema que hace posible la corrupción, los legisladores, los politiqueros y los miembros de los grupos de presión (incluidos los representantes de otros gobiernos y los burócratas de organismos internacionales), que ilegítima e ilegalmente se presentan como la voz de la abstracta sociedad civil, profundizan con sus propuestas el sistema de incentivos perversos que ha prevalecido y atrae a los peores representantes de nuestra sociedad al ejercicio del poder.

Tal y como he escrito en varias ocasiones, el origen de la corrupción es el poder, por eso debe ser limitado. Y ese poder lo adquieren los gobernantes gracias a la venia de los ciudadanos que decidieron otorgárselo más allá del necesario para que cumplan con sus obligaciones primordiales: dar seguridad y velar porque haya justicia. Poder que se corrompe al permitir a los mandatarios violar los derechos de unos para complacer a otros.

Quienes esperan que alguien más les resuelva la vida y les satisfaga las necesidades, que votan por quienes les ofrecen más supuestos beneficios, sin importar lo absurdo, lo injusto y lo incumplible de sus promesas, lo que están haciendo es entregándoles un cheque en blanco a los peores representantes de nuestra sociedad. Porque es a estos, a los peores, a quienes va a atraer el sistema de incentivos perversos que impone el Estado Benefactor/Mercantilista, que es populista, colectivista y de inspiración socialista. Acabemos con la corrupción. Cambiemos radicalmente el sistema político.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el martes 29 de marzo de 2016.

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