Ni los tributarios estamos para pagar más
impuestos y permitir que nuestros mandatarios nos sigan endeudando. Tampoco
está la mayoría de habitantes de Guatemala en condición de aceptar con
resignación los errores de los
nuevos
gobernantes, los
nuevos diputados y
los
viejos jueces. Es increíble que
haya alguien que abogue por darles una
tregua
a quienes tomaron posesión de sus cargos el pasado 14 de enero, cuando vemos
que
recurren a las mismas artimañas de aquellos que los precedieron.
A los ciudadanos productivos, los que pagamos
los platos rotos de otros, no
nos conviene bajo ningún punto de vista objetivo hacernos los locos y falsear la realidad mientras vemos a los
mandatarios de hoy cometer los mismos errores que cometieron ayer sus
antecesores, quienes terminaron presos por corruptos. Y todo por la absurda
idea de que hay que dar a los gobernantes recién estrenados un tiempo de espera para que se equivoquen
creyendo, ingenuamente, que van a corregir sus metidas de pata y que en el proceso van a aprender lo que se
supone ya saben: cuáles son sus obligaciones y cuál es el mandato que les hemos
dado los mandantes.
Tanto en el Ejecutivo como en el Congreso,
hemos visto más shows que acción
racional dirigida a cambiar la miserable situación que enfrentan muchos. Más
les vale despertar a los privilegiados y a los despistados que no se han
enterado del polvorín sobre el cual se encuentran sentados. Una bomba de tiempo
que puede estallar en cualquier momento, cuyas consecuencias no me atrevo a
estimar.
En el Legislativo, Mario Taracena poco ha hecho
después de denunciar la costosa e innecesaria burocracia del poder bajo su
cargo, con unos pocos puestos de trabajo justificables pero ineficientes casi
en su totalidad. Veremos qué pasa con las reformas a la Ley Orgánica del
Congreso. Espero que la Procuradora General de la Nación, María Eugenia
Villagrán, cumpla con su deber e interponga las denuncias necesarias para
declarar lesivos e ilegales los pactos
colectivos, y que los expresidentes
del Congreso responsables de semejante abuso paguen por sus actos contrarios al
bienestar de quienes los mantenemos: nosotros, los tributarios.
Por otro lado, Jimmy Morales parece que no se ha dado cuenta de que la
campaña política terminó, y que el azar y las circunstancias que enfrentamos el
año pasado lo hicieron ganador del codiciado puesto de primer MANDATARIO de la
nación. No emperador ni payaso de turno. Y su mandato primordial está
claramente expresado en los artículos primero y segundo de nuestra
Constitución: “El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la
persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común… Es
deber del Estado garantizarle a los habitantes de la República la vida, la
libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la
persona”. Así como la virgen no está para tafetanes, el mandante no está para
seguir aceptando los excesos, el oportunismo y las equivocaciones de los gobernantes.
Artículo
publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de febrero de 2016.Etiquetas: corrupción, deuda, impuestos, Jimmy Morales, mandantes, mandato, María Eugenia Villagrán, Mario Taracena, pactos colectivos
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