Santa es algo más que un gran hermano. Es ese anciano bonachón que vive en el Polo Norte,
rodeado de duendes y acompañado por venados de nariz roja, que te espía día a
día con el objetivo de que te portes bien. “Big
daddy is waching”, advierte Ella Fitzgerald mientras anuncia que Santa Claus is coming to town. Más
te vale obedecer, de lo contrario, Santa
no te va a favorecer.
“You better watch out, you better not
cry, you better not pout”, si no vas a recibir un pedazo de carbón en lugar
de hermosos regalos. Aunque si te portas muy mal, según los parámetros
estipulados por Santa, a lo mejor te
trae una bolsa completa que te podría servir para preparar un riquísimo
churrasco en compañía de otros que hayan recibido la misma sorpresa bajo el
árbol. Sería una divertida manera de terminar el ciclo: celebrando con los
amigos.
Hay una parte en particular de la pegajosa canción mencionada que me
recuerda al malévolo personaje omnipotente de “1984”, la famosa distopía de
George Orwell: “He sees when you are
sleeping, he knows when you're awake, he knows if you been good or bad, so be
good for goodness sake.” Sin duda, es una figura menos apreciada que aquel Santa Baby al cual le cantó Eartha Kitt.
¿Qué hubiera sido de la célebre obra de Orwell si el papel del Big Brother hubiera sido representado
por Santa?
Por cierto, no sé cómo le hace Santa,
pero es capaz de bajar por chimeneas a pesar de la barriga que adorna su
cintura. Pero lo más extraño de todo es que, a pesar de la suciedad que debe de
haber en los conductos por los cuales se desliza, su traje rojo y blanco se
mantiene impecable. ¿Qué pasaría si uno de tantos niños a los cuales acecha hiciera
algo similar? ¿Cómo quedaría su ropa? ¿Se enojarían los padres de la criatura
en cuestión? ¿Afectaría la calificación que le daría el querido Santa Claus?
Con el pasar del tiempo, aprendí que portarse bien significa no violentar
los derechos individuales de los demás y hacer el esfuerzo mental por aclararme
las ideas para formar juicios verdaderos que me permitan alcanzar y conservar
mis valores: ganarme honradamente la vida y merecer lo que posea. Aprendí que
me debo portar bien por mi propio bienestar en el largo plazo, no por la
amenaza de que alguien que me está vigilando me vaya a premiar o a castigar.
Desde siempre ésta ha sido mi época favorita del año. Tengo la costumbre de
hacer el balance del período que termina y, al menos hasta hoy, el resultado de
este ejercicio me ha sido favorable. Por supuesto, he llorado, pero al final he
reído aún más. Y más de una de las lágrimas que derramé fueron de felicidad. He
aprendido tanto de mis aciertos como de mis errores, y mi conocimiento aumenta
año con año: es un objetivo mío aprender algo nuevo todos los días. He tenido
fracasos, no obstante mis éxitos han sido mayores. He sido productiva,
respetuosa y responsable. He amado y he sabido cuidar de mis valores, en
especial de mis seres queridos. Soy feliz, muy pero muy feliz. Felices fiestas,
apreciable lector.
Artículo
publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 21 de diciembre de 2015.Etiquetas: 1984, Big Brother, derechos individuales, George Orwell, moral, Santa Claus
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