Sigo sin entender cuál es la posición política del
presidente electo Jimmy Morales. Menos logro descifrar cuál es su filosofía de
vida. Sólo conozco ese fiambre de ismos que él ha asegurado en varias
ocasiones que lo definen. Unos más otros menos, con variaciones camaleónicas
dependiendo del auditorio, Morales afirma que cree en el nacionalismo y el
cristianismo, se inclina por el conservadurismo de derecha aunque le llama la
atención el libertarianismo, y según su elección del equipo de trabajo para la
transición, yo diría que su predilección, como la mayoría de políticos, es por
el estatismo y el intervencionismo.
No mencioné el colectivismo porque está implícito
en la mayoría de ismos listados. ¿Se
dan cuenta del origen de mi confusión? En este momento a la única conclusión
que puedo llegar, siendo objetiva, es que el futuro presidente del Ejecutivo
está lleno de contradicciones, lo que sin duda me preocupa. Motivo por el cual,
elijo enfocarme en los retos que nos presentan nuestras elecciones recientes,
siendo el primero de los desafíos el definir cuáles son las obligaciones de
Morales una vez esté en el ejercicio del poder.
Las analistas y los analistos que forman parte del mainstream
tecnócrata/estatista, opinan que la prioridad
de Morales debe ser la SAT: o sea, exprimir aún más al tributario. Yo,
definitivamente, no apoyo tal propuesta absurda. Por el contrario, considero
que la prioridad DEBE ser acabar con la corrupción, lo que está íntimamente
ligado a la necesidad de trabajar con un presupuesto equilibrado (no gastar más
de lo que ya le ingresa), eliminar obstáculos a la inversión (comenzando por el
ISR) y enfocarse en seguridad (que se reduzcan al mínimo posible las
violaciones a la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos).
El Presidente del Ejecutivo se debe dedicar a
ejecutar lo mandado, debe RESPETAR la división de poderes y no debe conspirar
con los diputados para aprovecharse de los ciudadanos. Para alcanzar sus objetivos
no necesita ni debe consensuar nada
con los congresistas, esto último es un error en el cual también insisten los
mencionados analistos y las analistas
incapaces de pensar como mandantes dentro de una República. Más parece que se
aprenden un guión el cual repiten a los medios de comunicación.
Jimmy Morales, presidente electo, es aquel al cual la
mayoría que votó consideró la menos peor
de las opciones. A quien favoreció la crisis política de este año que
significó el despertar de cientos de miles de personas hartas de la corrupción
imperante en el gobierno de Otto Pérez Molina y sus predecesores. Ojalá Morales
se prepare como debe para hacer un papel decente como mandatario, que deje de hablar
de sí mismo en tercera persona y ponga
los pies en la Tierra. Que actúe como un político serio. Mientras, nosotros los mandantes, debemos
enfocarnos en lo que es verdaderamente importante: el cambio urgente, radical,
a nuestro sistema de Estado Benefactor/Mercantilista. Y, por enésima vez: no
habrá Luna de Miel.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el
lunes 2 de noviembre de 2015.
Etiquetas: 2016, Congreso, corrupción, ideología, impuestos, Jimmy Morales, Presupuesto Estado
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