Poco importa lo que haya pasado (y pase) en el
Congreso, y menos son relevantes las excusas que dan por haber desperdiciado
una oportunidad que no se había dado en décadas, la oportunidad de aprobar un
Presupuesto que de verdad estuviera destinado a cumplir con el mandato primero
que les hemos dado los mandantes a nuestros mandatarios: velar por la seguridad
de todos los ciudadanos por igual y asegurar de que, en caso que se viole
alguno de los derechos individuales (vida, libertad y propiedad) de cualquiera
de los habitantes pacíficos, respetuosos y responsables de nuestro país, el culpable
sea apresado y juzgado, respetando el debido proceso, para que haya justicia: o
sea, que el antisocial que haya sido encontrado culpable, compense a su
víctima.
Como claramente manda en los artículos primero y
segundo nuestra Constitución Política: “El Estado de Guatemala se organiza para
proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien
común…Es deber del Estado garantizarle a los habitantes de la República la
vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral
de la persona”. Por tanto, la mayor parte de los impuestos que pagamos DEBE ser
destinada a la seguridad y a la justicia. Lamentablemente, es en los mandatos
propios del sistema de incentivos perversos dentro del cual vivimos (el llamado
Estado Benefactor/Mercantilista), mandatos que también están contenidos en
nuestra contradictoria Constitución, donde los corruptos que llegan al
ejercicio del poder encuentran la forma más fácil de robarse la mayor parte de
todo lo que tributamos.
La corrupción es autorizada y legalizada por los
diputados por medio del Presupuesto, que no solo incluye todo aquello que los gobernantes pretenden robar (principalmente
por medio de los Ministerio de Comunicaciones, el Ministerio de Salud y el
Ministerio de Educación), sino el mantenimiento de una burocracia estatal
ineficiente, engorrosa e INNECESARIA, que la mayoría de las veces lo único que
hace es estorbar el intento de quienes no pierden la esperanza de progresar en
Guatemala. Esto último también es corrupción.
Como escribí en un artículo anterior: “El
robo de nuestros impuestos se da en la ejecución del Presupuesto de malgasto y despilfarro de los politiqueros en el
ejercicio del poder. El llamado Presupuesto
General del Estado, que no es más que la forma en la cual legalizan la
repartición del botín. El botín son los impuestos que pagamos todos los meses
los tributarios, obligados a entregar una parte sustancial de la riqueza que
hemos generado a base de nuestro esfuerzo mental y físico… Unos pagan más,
otros pagan menos, pero todos pagamos, aún aquellos que trabajan dentro de la economía informal, ya que cada vez que
consumen un producto o usan un servicio que está controlado por los terroristas
fiscales de la SAT, el precio del bien o del servicio lleva cargados los
impuestos respectivos”. ¿Hasta cuándo lo vamos a seguir tolerando?
Artículo
publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 30 de noviembre de 2015.Etiquetas: burocracia, Congreso, corrupción, impuestos, Presupuesto Estado
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