Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

12.28.2015

Inocentes



El 28 de diciembre de cada año, es el día en el cual los cristianos occidentales decidieron, arbitrariamente, conmemorar la supuesta matanza de niños menores de 2 años ordenada, según el Evangelio de Mateo, por Herodes I, apodado El Grande. Como es el caso en la mayoría de creencias y celebraciones místicas y religiosas, no existe ninguna evidencia histórica ni arqueológica que sustente este crimen como un hecho que realmente se haya dado en la realidad. A lo más que han llegado algunos que han estudiado este tema es a decir que este asesinato en masa de infantes encajaría con el carácter brutal de Herodes I. Pero nada más, no hay ninguna evidencia que sustente el relato de Mateo.

A mí en lo particular, si acaso se hubiera dado este infanticidio colectivo, me parece algo horrendo conmemorarlo. A lo sumo pienso que habría que recordarlo para que aprendamos que, desde siempre, el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente, como afirmó Lord Acton. Y que por eso el poder del cual gozan los mandatarios (todavía conocidos como gobernantes) se debe restringir al cuidado de los derechos individuales de todos los miembros inocentes de la sociedad de la cual recibieron el mandato.

El juez Hugo L. Black, uno de los miembros más respetados de la Corte Suprema de Justicia de EE. UU., en su obra titulada “The bill of rights” (1960) apuntó lo siguiente: “El mal uso del poder del gobierno, sobre todo en momentos de estrés, ha traído sufrimiento a la humanidad en todos los tiempos, sobre los cuales tenemos historia auténtica. Algunos de los hombres más nobles y más importantes del mundo han sufrido la ignominia y la muerte sin haber cometido un crimen... Incluso en la iluminada Atenas hubo víctimas inocentes, como es el caso de Sócrates… Las llamas de las inquisiciones en todo el mundo nos han advertido que los gobernantes dotados de poder ilimitado, incluso los hombres bienintencionados… son peligrosos”. Coincido plenamente con el juez Black en lo aseverado en el párrafo citado.

Y, precisamente para asegurar el respeto a los derechos individuales de los inocentes (aquellas personas que respetan la vida, la libertad y la propiedad de los demás y asumen las obligaciones que les corresponde para reclamar el respeto de los propios), debemos reducir el poder que les otorgamos a los mandatarios al estrictamente necesario para que cumplan con sus funciones primordiales: dar seguridad y velar por que haya justicia.

Cualquier otra función que se les otorgue en nombre del abstracto Estado, por más loable que sea, solo abre la oportunidad para que aquellos que lleguen al ejercicio del poder violenten los derechos de quienes se lo otorgaron. Es darles el permiso legal para que cometan injusticias, sin importar en nombre de quién o de qué lo hagan. Bien dicen que la legalidad es una cuestión de poder más que de justicia, lo que ha permitido a lo largo abominaciones como la esclavitud. ¿Queremos vivir en paz? Limitemos el poder político.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 28 de diciembre de 2015.

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1 Comments:

  • ¡Muy buenas tardes Marta Yolanda, que gran y saludable gusto me da saludarte! ¡Me ha encantado éste impactante artículo como todos los demás. Gracias por abrigar el valor de compartir! Abundantes saludos y éxitos para usted. :)

    By Anonymous Anónimo, at 4:30 p.m.  

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