La respuesta a esta pregunta la dará Jimmy Morales
con hechos, no con palabras ni con buenas
intenciones, que en la mayoría de los casos sólo sirven para empedrar el
camino al infierno de muchos que están a punto de llegar a una situación económica
crítica en sus vidas. No se diga los condenados
a la pobreza que, al menos hoy en Guatemala, no tienen opción para salir de la
miseria en la cual viven. Serán las decisiones que Morales tome las que revelen
sus verdaderas intenciones y la de los miembros de su equipo.
Y a nosotros, los ciudadanos, no nos conviene
bajo ningún punto de vista objetivo hacernos
los locos y falsear la realidad mientras vemos a Morales y a su gente
cometer los mismos errores que cometieron sus antecesores que, por cierto, ahora
se encuentran presos. Y todo por la absurda idea de que hay que darles a los
gobernantes recién estrenados un
tiempo de espera para que se equivoquen, para que tal vez corrijan sus metidas de pata y para que aprendan lo
que se supone ya saben: cuáles son sus obligaciones y cuál es el mandato que
les han dado los mandantes.
Lamentablemente,
parece que Jimmy comenzó a caminar
con el pie equivocado. La semana pasada, en una actividad organizada por AmCham,
anunció que solicitará cambios al ya
de por sí ominoso presupuesto, cambios
que incluyen aumentos en educación y salud (dos ministerios, que junto con el
de comunicaciones, constituyen la trinca infernal de la corrupción) y que no le
interesa la austeridad
(contradiciendo al ministro de Finanzas) si no la calidad del gasto. Lo mismo que han dicho por décadas los corruptos
que han llegado al ejercicio del poder.
Para colmo de
males, Héctor Estrada, ministro de Finanzas, confirmó que en unos días pretenden
emitir más bonos (o sea, más deuda
para los tributarios), y el vicepresidente Jafeth Cabrera pretende declarar estado de calamidad en salud para disponer
sin controles de nuestros impuestos. Señores, si el problema NO ES de ingresos
fiscales. El problema son los egresos, o sea, la corrupción a la cual parece
que no están interesados en combatir.
Por otro lado, Sherry Ordoñez, la controversial
ministra de Comunicaciones por ser contratista del Estado, intenta escaparse por
la tangente y quedarse con su hueso
sacando de contexto su situación. Por supuesto que no es pecado ser contratista del Estado:
es un delito en el caso de los funcionarios estatales porque está
explícitamente prohibido en nuestra legislación. Motivo por el cual, quiera o
no Sherry, Jimmy ya la debió haber
destituido.
¿Qué puedo decir de otros ministros? Puedo, por
ejemplo, preguntarle al ministro de Salud por qué decidió incluir en su equipo a
gente cuestionada que trabajó en el gobierno de Otto Pérez Molina bajo las
órdenes del Jorge Villavicencio y su sucesor Monterroso. ¿Este hecho indica que
no solo son más de lo mismo, sino
que, al fin, son los mismos que ya
nos defraudaron en la corrupta administración anterior? Repito: hechos, no
palabras. Basta de promesas y engaños.
Artículo
publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de enero de 2016. La imagen la bajé de la Internet.Etiquetas: bonos, corrupción, deuda pública, Héctor Estrada, Jimmy Morales, Presupuesto Estado, Sherry Ordoñez
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