Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

8.08.2016

Pobres crónicos



Guatemala es el país en la región con más población viviendo en pobreza crónica (siempre han estado debajo del umbral de la pobreza), según el informe del Banco Mundial llamado “Los olvidados, pobreza crónica en América Latina y el Caribe”; lo que, a pesar de la desconfianza que me inspiran los burócratas bien pagados (con nuestros impuestos y el de los tributarios de los países que los mantienen) de las organizaciones estatales supranacionales, no me extrañaría que fuera cierto, ya que desde 1945 el sistema que impera en nuestro país es el castrante Estado Benefactor/Mercantilista.

Es importante señalar que después de 70 años de vivir dentro de un sistema estatista e intervencionista, en el cual los más pobres siguen siendo casi igual de pobres, esas mismas políticas han logrado, en particular en los últimos años, reducir la brecha que tanto les preocupa a algunos envidiosos: o sea, lograron que los ingresos reales de quienes no eran tan pobres, la llamada clase media, se redujeran y ahora estén más cerca de los ingresos de los pobres crónicos.

Por supuesto que en los países en los cuales hubo menos crecimiento económico son los países en los cuales viven más pobres crónicos: no se necesita ser genio para darse cuenta de tal realidad. Pero, ¿cómo va a haber crecimiento si cada vez hay más obstáculos a la creación de riqueza? Y, lo que es peor, casi todos los informes que los mencionados burócratas elaboran terminan recomendando más de lo mismo: más estatismo, más intervencionismo y, sobre todo, ¡más impuestos! Así es imposible que se logre mejorar la calidad de vida de todos en el largo plazo.

Con más impuestos, en especial impuestos directos, lo único que logran es ahuyentar la inversión de capital necesaria para transformar los recursos en riqueza que, como es obvio, es la única forma de superar la pobreza. Si no hay inversión, no hay suficientes fuentes de trabajo productivo que les permitan a aquellos que no tienen empleo encontrar uno que les facilite satisfacer sus necesidades; y a los que ya tienen trabajo, encontrar uno mejor que les permita progresar. Y sí, señores del Banco Mundial, descubridores del agua azucarada: “los ingresos laborales representan el factor impulsor más importante para la reducción de la pobreza”, como indican en su informe.

Ahora que los del CACIF, el gobierno y el ICEFI parece que se han puesto de acuerdo en lo que respecta a la futura reforma tributaria, es vital que tengan en cuenta lo anterior, para que no terminen negociando una nueva puñalada fiscal que, al final, también les va a estallar en la cara a quienes pretendan transar con los que ejercen el poder (incluido el embajador de EE. UU.) y clavar a los empresarios no organizados y al resto que ya pagamos más que suficiente para mantener a una burocracia estatal parasitaria, ineficiente, en algunos casos inexistente, y en su mayoría INNECESARIA. No se diga la tajada de nuestros ingresos que termina en los bolsillos de los corruptos de turno que creen que gobiernan.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de agosto de 2016.

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