El poder es el
origen de la corrupción: entre más poder tengan los gobernantes, mayor será
ésta. Por tanto, que debemos urgentemente limitar el ejercicio del poder
político, es la más importante lección que al menos a mí me dejan las largas,
monótonas y soporíferas audiencias que se llevan a cabo para determinar la
situación de los acusados en los casos de corrupción denunciados por el
MP/CICIG.
“Que si Otto
aceptó tanto… que si Roxana exigió cuánto… Que si Daniela movió tal cantidad…”
En fin, podría dedicar todo este artículo y los siguientes a listar a los
acusados y todo el dinero que lograron acumular mientras gobernaban o eran
parte del gobierno. “Que si lo dijo fulanito…
que si perencejo le reclamó… que si zutanito formó tal sociedad de cartón para lavar
lo extorsionado, los sobornos, lo robado…”. Así fue, así es y así será el
desarrollo de casi todos los procesos actuales y los que están por venir.
La extorsión
es posible porque los gobernantes, los funcionarios gubernamentales y los
burócratas estatales TIENEN el poder para hacerla. Los gobernantes, los
funcionarios gubernamentales, los burócratas estatales son sobornables porque
TIENEN el poder de conceder los privilegios y las prebendas que desean aquellos
que tienen el dinero para comprar tales favores.
¿Por qué los gobernantes han adquirido tanto poder? ¿Un poder del cual gozan y
abusan también los actuales gobernantes? Porque la mayoría sucumbió ante el
engaño del Estado benefactor/Mercantilista. La ÚNICA forma de evitar la
corrupción es no dándoles el poder a los gobernantes de otorgar concesiones a NADIE.
Ni los gobernantes
ni ningún burócrata de cualquiera de los tres organismo del Estado, debe tener
el poder para otorgar privilegios y prebendas a NADIE bajo ninguna excusa. No
se justifica, bajo ningún punto de vista racional y objetivo, el que se violen
los derechos de unos para beneficiar a otros. Es cuando se les otorga tal poder
a los gobernantes con el pretexto de ayudar a los más frágiles, que se
pervierte el sistema político y termina siendo una herramienta para cometer
injusticias en lugar de prevenirlas o corregirlas.
Aspiremos a
vivir en una sociedad donde prevalezca la igualdad de todos ante la ley y donde
cada quien coseche lo que siembre. Que nadie goce de prerrogativas que lo
sitúen al margen de la ley, la cual debe de regir por igual para todos. Una
sociedad en la cual podamos sentir el orgullo de saber que lo que tenemos nos
lo hemos ganado, sin importar cuánto sea: poco
o mucho son términos relativos. Sentir
el orgullo de saber que no le hemos robado nada a nadie de ninguna manera: ni
por medios propios ni utilizando al abstracto Estado. Sentir el orgullo de
saber que lo que poseemos es nuestro legítimamente: es el resultado de nuestro
esfuerzo mental y físico por alcanzar nuestros objetivos libremente fijados. Saber
que merecemos disfrutar del fruto de nuestro trabajo. Frutos que compartiremos
o intercambiaremos con otros según nosotros lo deseemos. Una sociedad justa.
Artículo publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 20 de junio de 2016.Etiquetas: corrupción, Daniela Beltranena, derechos individuales, Estado, igualdad ante la ley, Lord Acton, orgullo, Otto Pérez Molina, poder, Roxana Baldetti
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